Le indiqué a Erik que me llevara a casa, a la casa de mis padres, la villa Vial. T
Mi ama de llaves, mi nana Muriel, me recibió con un gran abrazo.
—Sabía que te tendría de regreso— lloró un poco y se separó de mí para observarme, sus ojos se hicieron pequeños—. Pero mi niña ¿qué te …?
—Es un nuevo cambio, ¿te gusta?
Me miró por un segundo no comprendiendo muy bien, pero después sonrió complacida.
—Te ves hermosa.
Al entrar a la casa me recibió el olor de Eclairs recién salidos del horno.
—Esos son…
—Erik no se demoró con la noticia de que vendrías y Raphael se ha puesto manos a la obra para hacer tu dulce favorito— sonrió Muriel con mucho entusiasmo.
Una punzada de culpa cruzó mi pecho, no solo había herido a mis padres al irme de casa, sino también a ellos.
—¿Qué esperamos entonces? —le devolví la sonrisa.
Estaban tan ansiosos de ponernos al tanto de muchas cosas, además de que, querían saber si lo de romper con Jasón había sido real y definitivo.
Después, Muriel me acompañó hasta mi habitación que había permanecido intacta y pulcramente limpia directamente de las manos de ella, le daba el consuelo de pensar que iba a regresar a casa, eso me estrujó el corazón, a mi huida, había dañado mucho.
Le pedí a Raphael hacer unos aperitivos de pollo crujiente. Me preparé para pasar la noche con mis amigas, guardé unos cuantos conjuntos que sabía les encantarían. Me las arreglé para tocar la puerta de Rose.
Después de unos segundos escuché sus pasos, abrió la puerta y pareció con una copa de vino rosa y miraba hacia dentro.
— ¡Jade, Ady ha llegado! —luego volvió la vista hacía mi— ¡Pero qué m****a! —soltó la copa impactó en el suelo haciéndose añicos, su rostro era el vivo retrato del grito.
Se encontraba en un estado que pasaba del asombro al horror, escuché los pasos rápidos de Jade que tiró de la puerta asomándose con miedo.
—Cielos Rose, vas a rayar el piso— los ojos se le salían de sus órbitas—¡¿Qué demonios?!— gritó cuando me miró, se quedó atónita—, ¿Qué m****a te hiciste en el cabello mujer?
—Al menos ¿puedo pasar? —les sonreí tímidamente.
Mis amigas eran una parte fundamental para mi vida, un gran apoyo. Las conocí hace cuatro años, cuando recién había entrado a la universidad, en ese trabajo de medio tiempo del que extrañábamos solo por los recuerdos de tantos buenos momentos que pasamos, pese a que nos encontrábamos en facultades distintas ese trabajo nos unió.
Ya sentadas en el sillón, con Jade y Rose frente a mi, mirándome aun perplejas. Rose rompió el silencio.
—Bue… bueno, viéndote bien, creo que me encanta como te ves, acentúa más tus rasgos, ¿verdad, Jade? —le dio un codazo en las costillas a Jade para que reaccionara.
La morena sacudió su rizado cabello, hizo un mohín.
—No me voy a callar esto, primero ¿Por qué te lo cortaste… así? Segundo ¿Dónde se fue la Ady de hermoso cabello largo, ese que me encantaba trenzar como me enseño mi abuelita? —frunció el ceño molesto—. Mamacita ese cabello era espectacular.
Solté el aire que al parecer había retenido.
—En el salón me dijeron que estaba muy mal—suspiré—, es lo que más me hizo sentir mejor en la mañana—musité mientras mis ojos se llenaban de lágrimas.
En ese instante ambas se miraron y suavizaron sus rostros, se abalanzaron sobre mí para encerrarme en un abrazo.
—Olvida lo que dije, mamacita, en realidad es cierto lo que dijo cerecita, es solo que esta nueva tú… es diferente—Jade me apretujó—, pero sabes, será genial tenerte así.
— Es un nuevo comienzo—dijo Rose acariciándome como si fuese un gato.
—Verás que no tardarás en superar al infeliz ese.
Solté otro suspiro, más largo, abrí la caja de pollo frito que había llevado y tomé una pieza.
—¿Saben que es lo peor? —le di un mordisco al boneless.
—¿Qué ya no iremos a bares gratis? —Jade hizo puchero, se levantó por la botella de vino—aunque… siempre podemos conseguir como entrar sin pagar—nos miró sugerente.
La ignoré.
—Que lo ha hecho viral, ahora todo Canadá sabe sobre nosotros, lo peor es que yo soy la mala—me comí otra pieza de pollo.
Era tan abrumante saber que no solo era el objeto de críticas de un maldito periódico de bajo presupuesto, sino que ahora de casi la mayor población de mujeres jóvenes de todo el país, y si es que la fama de Jasón había trascendido a más lugares, bueno, era una m****a.
—Es un hijo de perra, que solo tiene su fama como beneficio—Jade bebió directo de la botella y luego me la pasó.
—Todos somos los malos en las versiones de la otra persona—Rose tomó una pieza de pollo.
—Cerecita—reprendió Jade—, deja de leer frases en F******k.
—No son de Face—contestó ella con la boca llena—fue de un post de I***a…—Rose abrió enorme los ojos, masticó con mucho esfuerzo—¡Tengo algo!
—¡Hay! —chillé tapándome los oídos por su grito—¿qué te pasa?
—Es que… es que—decidió saltar del sillón y correr a su habitación, Jade y yo nos miramos perplejas, sabíamos que a Rose le hacía falta un tornillo, pero no de ese modo.
Escuchamos mucho ruido mientras continuábamos comiendo el pollo y bebiendo, después, los pasos rápidos de Rose llegaron hasta nosotras, agitando entre sus diminutas manos un celular.
—¿Esto es perfecto para tomar venganza?
No solo era un celular, la bendita cereza tenía en su poder el viejo celular que Jasón había perdido hace meses.
—¿Dónde lo conseguiste?
—Apareció en la caja de adornos de San Valentín, no me preguntes como, supongo que fue porque estábamos muy ebrios, pero lo encontré el sábado, lo cargué y bueno… solo tú sabes la contraseña—me tendió aquel ahora bendito celular.
—Jade…
—¿Si?
—¿Por qué no hacemos uso de tus dotes digitales?
Risas, adrenalina, un calor en mi cuerpo y ese entumecimiento en las palmas de mis manos y en mis mejillas indicaban que el alcohol se estaba apoderando de mí y de mis amigas. Pasamos un buen rato meditando lo que haríamos, para luego en un par de horas, tener el plan listo, Jasón literalmente me había dicho que era una perra sin corazón, bueno, es mejor serlo ¿no es así?
Ah, y pedimos una pizza.
—Deberíamos hacer un manual de “¿Cómo humillar a mi ex?” —sonreí con malicia y picor en las mejillas—o tal vez “Guía para ser una perra sin corazón”
—No es una mala idea, sobre todo cuando es toda una celebridad—dijo Rose con sarcasmo—, aunque me gusta más la segunda, es más, ¿Cómo decirlo? ¿presiso? —, esta lista—hipó—, perdón, el correo está listo.
—A desviar el servidor a otro país—murmuré, intentando concentrarme, ya que el efecto del alcohol comenzaba a marearme.
—Ya edité la imagen, así que debe quedar estupenda—Jade me mostró la tableta demasiado cerca de mi rostro—, es tan perfecta, que ni siquiera un buen experto podrá desmentirla.
—Quítamelo de la cara—la empujé—, casi me pones su pene en la boca.
Rose y Jade soltaron fuertes carcajadas.
—Hay Ady, lo tuviste muchas veces en la boca—Jade tomó aire, pero parecía como una foca asfixiándose, le lancé un cojín—, no sé de qué te sorprendes.
—Eso no es cierto—ahora le lancé otro cojín a Rose que no dejaba de reírse—, nunca lo hice.
—¿Qué? ¿Qué? —Rose soltó el cojín que le lancé—, no vengas a ponerte santa.
—Es cierto y no pretendo convencerlas—hice puchero—¿vamos a continuar con esto o no?
—Ya, ya, tranquila—Jade devolvió su atención a la tableta—¿listas para enviar las imágenes?
—¡Envíalas ya!
Enviamos al Petit Déjeuner fotos comprometedoras de un Jasón besando a un hombre en un evento exclusivo hace cuatro meses en San Valentín.
Había sido un juego, verdad o reto, bueno, no hay necesidad de decir que escogió Jasón.
—Por la mañana veremos arder el mundo—dejé el celular en la mesita, luego me recosté en la alfombra bajo el sillón—, siento que algo nos hace falta.
—Yo sugiero que vayamos a quemar al maldito—hipó Jade, también se recostó en la alfombra con uno de los conjuntos que le había dado sobrepuesto, en una mano tenía la botella de vino y en la otra una rebanada de pizza.
— ¡No! Podrían llevarnos a la cárcel— inquirió Rose, salivando cuando vio como el queso se derretía cuando desprendía la rebanada de pizza—, podemos quemarlo en I*******m.
—Podría ser—sopesó Jade.
Nos quedamos un momento en silencio mientras el alcohol se acentuaba un poco con la pizza.
—¿Y si le quemamos el auto? — me erguí, el acto hizo marearme un poco.
— ¡Si! — saltó Jade con la botella en mano—, hay que prenderle fuego al maldito.
—Sí—animó Rose —¡vamos a quemarlo todo!
Borrachas, como estabamos, nos encontramos en medio de la calle del departamento de Jasón, con tres botellas semi vacías.—Ese es el coche del maldito—apunté tambaleante.—Esto va a hacerlo encabronar—se mofó Jade.Las tres soltamos pequeñas carcajadas, Rose hizo ademán de callarnos, mientras la veía tambalearse un poco.—Sh…—Jade le dio un trago a la botella—, ¿segura que traemos todo?— pedazos de venda y un encendedor.—Listo.— ¿Entonces qué hacemos? —preguntó Rose, mientras le daba otras miraditas al auto y a la calle, no había nadie.Jade me tendió la botella, engullí un pedazo de venda, tragué en seco—Esto—arrojé la botella en el parabrisas del auto de Jasón que se estrelló y empezó a flamear. A mi otro lado, Rose me tendió su botella, sin pensarlo dos veces la arrojé; esta hizo mayor impacto en el Camaro negro, este comenzó a sonar ruidosamente.— ¡Mierda la alarma, vámonos! —gritó Rose.Y juntas corrimos por nuestras vidas hasta otra calle. Mi corazón no paraba de latir con
—¿Cómo pudieron encontrarnos? —masculló Rose preocupada, estaba casi hecha un ovillo en la banca metálica—. Se supone que corrimos para que no nos vieran. Jade por otro lado se había acostado en la otra, con los brazos tras la cabeza.—Rose, no digas nada sobre eso, pueden escucharte.—Lo siento.Intenté ver tras los barrotes por el pasillo de mala muerte, solo podía escuchar el bullicio de las oficinas, frente a nosotras había una celda vacía, pero a lado había otras mujeres, prostitutas para ser exacta. —Ya cállense muñequitas—gritó una de ellas, hacia muchos ruidos con la boca, no habían parado de ofendernos desde que llegamos.—¡Ya me tienes harta! —Jade saltó de su lugar y se abalanzó hasta el límite de la celda que colindaba con la de las prostitutas.Corrí hasta ella para tomarla del brazo y jalonearla.—No tienes que sobajarte a su nivel.—Miren quien habla, la zorrita que abandonó a Jasón Preston, no eres más que una basura.Vamos Ady, piensa en la biblia. No te reb
—Le decía al señor Dómine que tenemos una residencia en Sicilia y otra en Provenza—continuaba mi hermano Nathaniel con voz socarrona—, pero que tú no la has visitado desde hace cinco años.Me encogí de hombros.—Prefiero visitar a la abuela.— ¿Y dónde vive su abuela? —pregunto Leonard.Sabía que ahora estaba entablando conversación.—París—dije tomado una copa donde había agua servida, aún no tocaba la comida—, además—hablé un poco más alto—, mi amiga Rose es de Sicilia, preferiría ir a visitar a su familia. Rose del otro lado carraspeó un poco, sorprendida porque ahora la conversación apuntó a ella y probablemente la había puesto incómoda.— ¿Es cierto eso señorita? —ahora preguntó el señor Bell. Y de pronto todos se unieron a una conversación sobre Sicilia, desde la procedencia de Rose en San Vito lo Capo y después nos enzarzamos en la nacionalidad de Jade, la mexicana que procedía desde las costas sinaloenses, pero había vivido muchos años en Veracruz, amba
Estoy deshecha, tengo enormes ojeras, me duele casi todo el cuerpo, la cabeza me va a explotar en cualquier momento, ya no sé si razono bien, siento que soy un zombi.Nunca creí que las últimas semanas de la universidad fueran demasiado intensas. Salgo hasta tarde del servicio todos los días, tengo que correr de una clase a otra, como hoy, estoy corriendo desde que me levanté, necesito entregar estos historiales clínicos para que al fin me den mi pasantía. Ni siquiera he podido pensar en mis cosas. Caminé con decisión hasta la oficina del profesor a cargo del servicio social, cargando conmigo las 35 carpetas impecables, listas y exclusivamente detalladas de los historiales a mi cargo. Los dejé en su escritorio, ese hombre sin corazón simplemente me miró y asintió para hacerme un ademán y marcharme. En estas ocasiones quería más que nada que mi apellido le cayera como un peso de plomo encima, pero yo solita me había buscado todo esto, además la rec
3 AÑOS DESPUÉSEl teléfono de mi escritorio sonó.—Dime, Yune—mi voz sonó arrastrada por el cansancio.—La paciente de las siete ha cancelado—dijo con un suspiro—, ¿Quieres que reagende?—Por supuesto—contesté quintándome los lentes y los dejé en el escritorio—. ¿Podrías traerme su archivo, por favor?—En seguida.Muy bien eso significaba que saldríamos temprano y que podría pasarla bien. Mi celular vibró con mensajes nuevos, rodeé los ojos, era él de nuevo. Observé los mensajes por la barra de notificaciones.Demian:¿Salimos hoy? Una parte de mí me decía que debía regresar a casa a descansar, pero otra era que quería quitarme el estrés, terminé por aceptar la propuesta. Una hora después Yune y yo terminamos el trabajo y nos dispusimos a salir.— Nos vemos mañana—le dije a modo de despedida. Fui al estacionamiento y me subí a mi jeep wrangler, regalo de papá. Mi bebé y yo nos trasladamos hasta el departamento de Demian. Él me esperaba con un ansi
La noche de la fiesta en la empresa Leonard y yo bailamos casi toda la noche, no volvimos a tocar el tema sobre lo sucedido en el club, simplemente fuimos nosotros, fuimos Audrey y Leonard, conociéndonos, me contaba sobre su familia y donde vivía. Nos encontramos enzarzados en una conversación como nunca antes la había tenido, me sentía tan cómoda y relajada, que la intensidad que antes me preocupaba se había esfumado.Él estaba en Montreal por negocios y esos negocios implicaban a la empresa Vial.—No puedo pasar mucho tiempo en Canadá—había dicho con nostalgia mientras miraba mi mano sobre la suya.Reflexioné sus palabras, en cualquier momento se podría ir.—Entiendo—dije mientras retiraba con lentitud mi mano.—Puedes viajar conmigo, si gustas—se apresuró a decir, retuvo mi mano y la sujetaba con fuerza. Pero me pareció que lo decía más por compromiso, quizá era de esperarse, tal vez estaba pensado incorrectamente cuando cavilé sobre el destino.—Es una buen
Había en mi vida bastantes situaciones vergonzosas, pero también algunas de las que me había salido con la mía de una manera eficaz. Como la vez en el internado cuando intenté fumar a escondidas en el baño, o cuando unas amigas me habían incitado a ver películas de terror (pese a que me daba pavor ver las películas de ese tipo), asistí. Entonces un novio de una de las chicas se había disfrazado de Freddy Krueger, con total terror le había lanzado una botella en la cabeza como autodefensa, no le paso nada más que unas cuantas puntadas. Pero ahora, ninguna de esas situaciones embarazosas se comparaba con aquella a la que en este momento me enfrentaba. Imponente, desafiante, con una mirada tan iracunda que me atravesaba. Nos quedamos varios segundos en esa posición, estaba igual que hace tres años, alto, imponente, con ese aire de grandeza, tan intimidante como siempre, había un par de líneas en su frente, quizá era la marca del ceño fruncido como ahora lo te
Estaba tan ansiosa en contar los segundos para que cambiara el semáforo que no me percaté del auto a lado del mío, miré por el rabillo del ojo y el conductor me hizo una seña para que me detuviera adelante.Apreté los ojos con fuerza. Dios me odias ¿no es cierto?Había dos opciones la primera era huir, acelerar hasta que me perdiera la pista, la otra y más dolorosa era enfrentarlo. El auto se aparcó no muy lejos, sobre la calle de Sainte Catherine.No estaba tan convencida y hacerlo significaba un gran error, sobre todo por lo que acababa de hacer. Una vocecita me gritaba “couard” (cobarde).¡Pues si lo soy!—Couard, Couard, Couard—mascullé una y otra vez.¿Qué debo hacer? Suspiré resignada y aparqué el auto delante de él, pero no me bajé, lo pensé mucho, me quedé sentada esperando. Unos nudillos tocaron la ventanilla del copiloto y di un respingo, ahí estaba, no llevaba saco y su camisa de lino gris se acentuaba perfecto a su figura musculosa, tenía un botón abierto que dejaba ver