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CAPITULO 3 VENGANZA DE AMIGAS

Le indiqué a Erik que me llevara a casa, a la casa de mis padres, la villa Vial. T

Mi ama de llaves, mi nana Muriel, me recibió con un gran abrazo.

—Sabía que te tendría de regreso— lloró un poco y se separó de mí para observarme, sus ojos se hicieron pequeños—. Pero mi niña ¿qué te …?

—Es un nuevo cambio, ¿te gusta?

Me miró por un segundo no comprendiendo muy bien, pero después sonrió complacida.

—Te ves hermosa.

Al entrar a la casa me recibió el olor de Eclairs recién salidos del horno.

—Esos son…

—Erik no se demoró con la noticia de que vendrías y Raphael se ha puesto manos a la obra para hacer tu dulce favorito— sonrió Muriel con mucho entusiasmo.

Una punzada de culpa cruzó mi pecho, no solo había herido a mis padres al irme de casa, sino también a ellos.

—¿Qué esperamos entonces? —le devolví la sonrisa.

            Estaban tan ansiosos de ponernos al tanto de muchas cosas, además de que, querían saber si lo de romper con Jasón había sido real y definitivo.

Después, Muriel me acompañó hasta mi habitación que había permanecido intacta y pulcramente limpia directamente de las manos de ella, le daba el consuelo de pensar que iba a regresar a casa, eso me estrujó el corazón, a mi huida, había dañado mucho.

Le pedí a Raphael hacer unos aperitivos de pollo crujiente. Me preparé para pasar la noche con mis amigas, guardé unos cuantos conjuntos que sabía les encantarían. Me las arreglé para tocar la puerta de Rose.

Después de unos segundos escuché sus pasos, abrió la puerta y pareció con una copa de vino rosa y miraba hacia dentro.

— ¡Jade, Ady ha llegado! —luego volvió la vista hacía mi— ¡Pero qué m****a! —soltó la copa impactó en el suelo haciéndose añicos, su rostro era el vivo retrato del grito.

Se encontraba en un estado que pasaba del asombro al horror, escuché los pasos rápidos de Jade que tiró de la puerta asomándose con miedo.

—Cielos Rose, vas a rayar el piso— los ojos se le salían de sus órbitas—¡¿Qué demonios?!— gritó cuando me miró, se quedó atónita—, ¿Qué m****a te hiciste en el cabello mujer?

—Al menos ¿puedo pasar? —les sonreí tímidamente.

 Mis amigas eran una parte fundamental para mi vida, un gran apoyo. Las conocí hace cuatro años, cuando recién había entrado a la universidad, en ese trabajo de medio tiempo del que extrañábamos solo por los recuerdos de tantos buenos momentos que pasamos, pese a que nos encontrábamos en facultades distintas ese trabajo nos unió.

Ya sentadas en el sillón, con Jade y Rose frente a mi, mirándome aun perplejas. Rose rompió el silencio.

—Bue… bueno, viéndote bien, creo que me encanta como te ves, acentúa más tus rasgos, ¿verdad, Jade? —le dio un codazo en las costillas a Jade para que reaccionara. 

La morena sacudió su rizado cabello, hizo un mohín.

—No me voy a callar esto, primero ¿Por qué te lo cortaste… así? Segundo ¿Dónde se fue la Ady de hermoso cabello largo, ese que me encantaba trenzar como me enseño mi abuelita? —frunció el ceño molesto—. Mamacita ese cabello era espectacular.

Solté el aire que al parecer había retenido.

—En el salón me dijeron que estaba muy mal—suspiré—, es lo que más me hizo sentir mejor en la mañana—musité mientras mis ojos se llenaban de lágrimas.

En ese instante ambas se miraron y suavizaron sus rostros, se abalanzaron sobre mí para encerrarme en un abrazo.

—Olvida lo que dije, mamacita, en realidad es cierto lo que dijo cerecita, es solo que esta nueva tú… es diferente—Jade me apretujó—, pero sabes, será genial tenerte así.

— Es un nuevo comienzo—dijo Rose acariciándome como si fuese un gato.

—Verás que no tardarás en superar al infeliz ese.

Solté otro suspiro, más largo, abrí la caja de pollo frito que había llevado y tomé una pieza.

—¿Saben que es lo peor? —le di un mordisco al boneless.

—¿Qué ya no iremos a bares gratis? —Jade hizo puchero, se levantó por la botella de vino—aunque… siempre podemos conseguir como entrar sin pagar—nos miró sugerente.

La ignoré.

—Que lo ha hecho viral, ahora todo Canadá sabe sobre nosotros, lo peor es que yo soy la mala—me comí otra pieza de pollo.

Era tan abrumante saber que no solo era el objeto de críticas de un maldito periódico de bajo presupuesto, sino que ahora de casi la mayor población de mujeres jóvenes de todo el país, y si es que la fama de Jasón había trascendido a más lugares, bueno, era una m****a.

—Es un hijo de perra, que solo tiene su fama como beneficio—Jade bebió directo de la botella y luego me la pasó.

—Todos somos los malos en las versiones de la otra persona—Rose tomó una pieza de pollo.

—Cerecita—reprendió Jade—, deja de leer frases en F******k.

—No son de Face—contestó ella con la boca llena—fue de un post de I***a…—Rose abrió enorme los ojos, masticó con mucho esfuerzo—¡Tengo algo!

—¡Hay! —chillé tapándome los oídos por su grito—¿qué te pasa?

—Es que… es que—decidió saltar del sillón y correr a su habitación, Jade y yo nos miramos perplejas, sabíamos que a Rose le hacía falta un tornillo, pero no de ese modo.

Escuchamos mucho ruido mientras continuábamos comiendo el pollo y bebiendo, después, los pasos rápidos de Rose llegaron hasta nosotras, agitando entre sus diminutas manos un celular.

—¿Esto es perfecto para tomar venganza?

No solo era un celular, la bendita cereza tenía en su poder el viejo celular que Jasón había perdido hace meses.

—¿Dónde lo conseguiste?

—Apareció en la caja de adornos de San Valentín, no me preguntes como, supongo que fue porque estábamos muy ebrios, pero lo encontré el sábado, lo cargué y bueno… solo tú sabes la contraseña—me tendió aquel ahora bendito celular.

—Jade…

—¿Si?

—¿Por qué no hacemos uso de tus dotes digitales?

Risas, adrenalina, un calor en mi cuerpo y ese entumecimiento en las palmas de mis manos y en mis mejillas indicaban que el alcohol se estaba apoderando de mí y de mis amigas. Pasamos un buen rato meditando lo que haríamos, para luego en un par de horas, tener el plan listo, Jasón literalmente me había dicho que era una perra sin corazón, bueno, es mejor serlo ¿no es así?

Ah, y pedimos una pizza.

—Deberíamos hacer un manual de “¿Cómo humillar a mi ex?” —sonreí con malicia y picor en las mejillas—o tal vez “Guía para ser una perra sin corazón”

—No es una mala idea, sobre todo cuando es toda una celebridad—dijo Rose con sarcasmo—, aunque me gusta más la segunda, es más, ¿Cómo decirlo? ¿presiso? —, esta lista—hipó—, perdón, el correo está listo.

—A desviar el servidor a otro país—murmuré, intentando concentrarme, ya que el efecto del alcohol comenzaba a marearme.

—Ya edité la imagen, así que debe quedar estupenda—Jade me mostró la tableta demasiado cerca de mi rostro—, es tan perfecta, que ni siquiera un buen experto podrá desmentirla.

—Quítamelo de la cara—la empujé—, casi me pones su pene en la boca.

Rose y Jade soltaron fuertes carcajadas.

—Hay Ady, lo tuviste muchas veces en la boca—Jade tomó aire, pero parecía como una foca asfixiándose, le lancé un cojín—, no sé de qué te sorprendes.

—Eso no es cierto—ahora le lancé otro cojín a Rose que no dejaba de reírse—, nunca lo hice.

—¿Qué? ¿Qué? —Rose soltó el cojín que le lancé—, no vengas a ponerte santa.

—Es cierto y no pretendo convencerlas—hice puchero—¿vamos a continuar con esto o no?

—Ya, ya, tranquila—Jade devolvió su atención a la tableta—¿listas para enviar las imágenes?

—¡Envíalas ya!

Enviamos al Petit Déjeuner fotos comprometedoras de un Jasón besando a un hombre en un evento exclusivo hace cuatro meses en San Valentín.

Había sido un juego, verdad o reto, bueno, no hay necesidad de decir que escogió Jasón.

—Por la mañana veremos arder el mundo—dejé el celular en la mesita, luego me recosté en la alfombra bajo el sillón—, siento que algo nos hace falta.

—Yo sugiero que vayamos a quemar al maldito—hipó Jade, también se recostó en la alfombra con uno de los conjuntos que le había dado sobrepuesto, en una mano tenía la botella de vino y en la otra una rebanada de pizza.

— ¡No! Podrían llevarnos a la cárcel— inquirió Rose, salivando cuando vio como el queso se derretía cuando desprendía la rebanada de pizza—, podemos quemarlo en I*******m.

—Podría ser—sopesó Jade.

Nos quedamos un momento en silencio mientras el alcohol se acentuaba un poco con la pizza.

—¿Y si le quemamos el auto? — me erguí, el acto hizo marearme un poco.

— ¡Si! — saltó Jade con la botella en mano—, hay que prenderle fuego al maldito.

—Sí—animó Rose —¡vamos a quemarlo todo!

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