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CAPITULO 2 TERRAZA

Creí que lo más difícil había pasado, pero no fue así.

Jasón hizo público nuestra ruptura, sus miles de seguidoras comenzaron a llenar mis redes con mensajes de odio. Pasé el resto de ese día con mi celular apagado. Nunca me imaginé que debía lidiar con algo como esto.

Por Jasón dejé de lado tantas cosas. Debía recuperarlas, como mi vida. Respiré hondo cuando tomé la manija de la puerta de cristal, la decisión había sido tomada, y no habría marcha atrás.

Entré, con aire decidido, las trabajadoras, incluso las clientas del lugar me miraron, era una mescla de sorpresa y un poco de horror, tal vez por mi apariencia. Esta mañana me había visto como un cadáver, incluso mis ropas no eran dignas para salir a la calle. 

Una valiente mujer se acercó a mí.

— ¿Puedo ayudarla en algo, señorita?

Le sonreí con entusiasmo y un poco de lágrimas en los ojos.

Mi madre solía decirme que cuando teníamos problemas, lo mejor era siempre sacar la tarjeta de crédito. Vaya que solucionaba problemas y te hacía sentir mejor, por supuesto, mi padre no pondría ningún pretexto.

Sonreí complacida cuando me miré de nuevo al espejo, esa, sin duda tampoco era yo, de hecho, era alguien que acababa de nacer.

Había requerido tratamiento completo, cabello, facial, spa, manicura y pedicura, pese a que había muchos ojos curiosos y por supuesto murmuraciones que toda mujer llegaba a la conclusión cuando miraba a alguien como yo entrando en ese estado y recibiendo todos los tratos posibles.

A mitad del proceso, un hombre con camisa floral y ancha sonrisa se acercó a mí, al parecer era el dueño.

—Pero que tenemos aquí—decía asombrado—, una flor media marchita que necesitaba mis cuidados, querida, viniste al lugar correcto.

—Muchas gracias, la verdad lo necesitaba— hablar en ese momento se sentía bien

Y él sonrió complacido.

—Cualquiera que venga aquí en ese aspecto y salga con otro es muy bien recibido—me guiñó el ojo— sobre todo la gran portadora del apellido Vial —al sonreír parecía hacerlo como el gato rizón—Jules Darmond, pero puedes decirme Jules.   

Ya no era secreto mi identidad, pero tampoco en este momento importaba, al contrario, lo agradecía, porque el trato era perfecto. Cuando al fin terminaron, mi cuerpo se sentía más relajado, incluso, fresco, salí de ahí con una gran sonrisa y sintiéndome otra persona. Decidí caminar hasta el centro comercial, no estaba tan lejos.

Entré de una tienda a otra, cambiando de ropa y tiré la que traía en un cesto de basura, mientras entraba al probador tomé mi celular y llamé al chofer de mis padres, le dije que me esperara en el estacionamiento. Treinta minutos después me contesto que ya estaba esperándome.

Bajé a reunirme con mi chofer, ya había recibido unas cuantas bolsas y cajas que las tiendas habían sido tan atentas de enviárselas.

—Qué alegría verla de nuevo señorita Vial.

—Opino lo mismo Erick— le sonreí.

—¿Hacia dónde nos dirigimos ahora?, señorita.

—Quiero ir a Mesánychta —le contesté.  

Mientras nos dirigiamos allí, mi amiga Rose llamó: 

— ¿Qué paso? — sonó ansiosa.

—Terminamos—declaré. 

—Hay cielo, lo siento… pero me alegra mucho que hayas terminado con esto de una buena vez.

—Lo se Rose, yo también me alegro, de hecho, me siento mucho mejor.

— Me emocioné tanto… espera, alguien llama.

La llamada entrante era la de Jade.

— ¿Qué pasó con ese maldito? —su voz sonaba aun molesta.

—Tranquila Jade—dijo Rose—ya lo terminó.

Se quedó en silencio un momento.

—Hay amiga, ¿cómo te sientes? ¿Quieres que vayamos a cortárselos al maldito?

Y las tres explotamos de risa.

—Bueno, bueno, ¿qué les parece si hacemos una pijamada en mi casa esta noche? —inquirió.

—Si­— animó Jade—yo llevo el vino Rosa.

—Les prepararé mi nueva espacialidad de hot cakes que aprendí esta mañana, ¡vamos Ady!

Suspiré, la verdad, si necesitaba de ese vino esos deliciosos panques.

— ¿Qué puedo llevar? —pregunte.

Y ambas soltaron grititos.

La llamada terminó justo cuando llegamos al Mesánychta, acordamos vernos a las seis en el departamento de Rose y que yo llevaría la pizza.

Para este punto necesitaba un pequeño respiro, apreciar la vista que tenía la terraza de Mesánychta, cuando subí a la terraza, solo estaba ocupada por un hombre en la esquina que se mantenía inmerso en un periódico, me dispuse a sentarme en el otro extremo justo en la esquina de la terraza, tan cerca de las glicinas violetas y blancas que pendían del techo, había helechos que colgaban del barandal, lo que hacía verlo como un fantástico cuadro parisino.

—Buen día señorita Vial, ¿Qué desea ordenar?

Le sonreí.

—Un cappuccino, por favor y una rebanada de Sacher—si debía darme un gusto este era el mejor, una tarta de Sacher traída directamente desde el Hotel Sacher de Viena. 

—Con gusto— me devolvió la sonrisa y se fue.

Sonó entonces mi celular de nuevo, ahora era mi padre.

—¡Papi! — conteste, creo que ya sabía a qué venía su llamada.

—Eadlyn—contestó severo—. ¿Puedes explicarme por qué tu tarjeta de crédito ahora parece usarse de manera exponencial?

¡Y lo que faltaba! Pesé.

Suspiré, a este paso, no debía decir mentiras.

—Terminé con Jasón—confesarlo a mi padre fue una mezcla de alivio y un poco de temor.

            A mi padre nunca le agradó Jasón, decía que se podía quedar de vago y no le veía ningún futuro, su carrera como solista iba a declinarse y sobre todo ahora que mi padre lo sabía, podría ser que como venganza personal lo vetara de las disqueras de Montreal.

—Entiendo—contestó con regocijo—, en ese caso, tienes todo mi permiso. Usa todo lo que quieras, si eso te hace sentir mejor.

—Lo hace.

—Bien, entonces…—se detuvo un momento, murmuró algo que no pude entender—¡Listo, ya estás liberada!

En mi celular, la notificación del banco me hizo saber que mi cuenta había sido liberada.

—Espera… ¿Estaba bloqueada?

—Digamos que… cierta parte—soltó un suspiro—, cuando comenzaste a apoyar financieramente a ese imbécil, temí que le dieras todo tu dinero, así que hice ciertos ajustes—luego dudó un poco—. ¿No estarás pensando en regresar con él, cierto?

—Es definitivo.

—Es un alivio.

No pude evitar reírme.

—Gracias—recordé su viaje—. ¿No se supone que no tiene señal en el crucero?

Mi padre soltó una carcajada.

—Hija, recuerda que soy Alexandre Vial, no hay imposibles.

También solté una carcajada.

—Tienes razón, no sabes cuánto me ha ayudado que reconocieran mi apellido de nuevo, por cierto, ¿Dónde está mamá?

—Tiene una cita en el spa, yo no pude ir, hubo unos contratiempos con algunos informes y entonces vi que tu cuenta estaba bajando considerablemente.

—Lo siento, debí habértelo dicho antes.

—No hay ningún problema, has lo que tengas que hacer si eso te hace feliz.

En ese momento me sentí consolada.

—Gracia, papi.

—Bien, y ahora… ¿Cómo va la escuela?

—Es probable que si me gradúe—le dije con voz cantarina.

—Bueno—sonó complacido—, prepárate para una gran celebración.

Lo que tenía que ocultarles a mis padres era que habría una mención de mis sobresalientes en la ceremonia.

Aún faltaban dos semanas para el gran día.

Después de una pequeña charla colgamos, el mesero llegó con mis cosas y se marchó.

No recordaba a la otra persona que se encontraba en la terraza, tal vez porque no hacía muchos movimientos ni sonidos, por curiosear me encontré con un par de ojos devolviéndome la mirada.

Desvié la mirada, sintiéndome algo confundida, la sensación era como si estuviera borracha, pero podía seguir sintiendo el aura poderosa que emanaba, sentí un fuerte picor en las mejillas.

Quizá eran alucinaciones mías, pero, solo por eso, quise cerciorarme de que lo era. Volví a lanzarle una furtiva mirada. Una electricidad me recorrió la espalda y me sacó el aliento, pues aquel hombre continuaba con la mirada fija en mí, era como una pantera agazapada a punto de lanzarse a su presa.

Como una reprimenda de mi cerebro me volteé hacia la terraza sonrojada.

Vamos Ady, has terminado con tu novio, no tienes nada que temer porque un tipo esté mirándote.

            Levanté la vista de nuevo y me topé con aquellos enigmáticos ojos casi oscurecidos por algo que no reconocía, se encontraba recostado en su silla, pero de alguna manera el contraste de las sombras y los rayos de luz solo se reflejaban en los ojos, no podía observar nada más.

¿Por qué mi curiosidad me llevó a voltear?

             Le di un trago a mi cappuccino y me dispuse a revisar artículos guardados en mi celular, para distraerme, definitivamente este día iba de subida y bajada como montaña rusa.

            De repente escuché la silla arrastrarse hacia atrás, tal vez el desconocido ya se marchaba.

Traté de concentrarme en el artículo y  estaba alucinando por aquella tartade Sacher, que no me di cuenta de que aquel hombre se había acercado a mí:

È una vista eccellente, ¿non credi? —(Es una excelente vista, ¿no cree?) estuve a nada de saltar como un gato erizado. Casi me atraganto, comencé a toser por el sobresalto—¿Ho bisogno di aiuto? —(¿Necesita ayuda?) me miró preocupado, intentando apresurarse hacia mí, pero levanté una mano para detenerlo.

¿Es enserio? ¡esto es completamente vergonzoso!

Le di un trago rápido a mi taza.

—Ah… no—parpadeé, sentí mi rostro arder—, non parlo italiano—(no hablo italiano) contesté un poco áspera, aunque lo hablaba muy poco y muy mal, me aclaré la garganta—. Estoy bien.

El hombre sonrió con alivio, tenía una sonrisa tan pícara que se le enmarcaban hoyuelos en las mejillas, me encontré con la boca abierta. Qué vergüenza.  

—Perdóneme señorita…— habló con un matiz de su acento italiano, dejó la palabra al aire extendiéndome una mano.

Su voz, tan hipnotizante, completamente seductora como un hechizo.

—Vial… Audrey Vial—completamente hipnotizada tomé su mano, cálida, fuerte y poderosa, ese gesto hizo simplemente que el ambiente se cargara de electricidad.

Sus ojos centellearon con una chispa seductora, me miró de arriba abajo tomándose su tiempo.

—Soy Leonard Dómine, un gusto —se inclinó para besar mi mano sin dejar de mirarme.

¡Oh mon Dieu!              

             Había escuchado hablar de los hombres seductoramente dominantes, pero vivirlo era una experiencia abrumadora y excitante.

Este era el juego de miradas que hacía años no tenía, sus labios tocaron mis nudillos y un ramalazo de calor subió por mi brazo envolviendo todo mi cuerpo. Me dio la impresión de que él también lo había notado, pero no soltó mi mano, hasta que mi cuerpo se sintió un poco abrumado y tuvo que responder, porque mi cerebro estaba hecho papilla.

Arrastró la silla más cercana a mí y se sentó, sus largas piernas casi rosaron las mías. Desconcertada por ese hombre intenté entablar una conversación. ¡Vamos Audrey, pon en práctica lo que has estudiado, maldición!

—Un gusto también, pero…

— ¿Qué hago aquí? —enarcó una ceja, parecía divertirse de lo lindo y yo no sabía por qué—. Sencillo, usted me ha llamado la atención señorita Vial—esa sonrisa pícara era un éxtasis.

—Hum, no entiendo por qué—enseguida me mordí la lengua.

Crucé mis manos una sobre otra y lo miré fijamente, intentando mantener mi postura enmendando mi desliz.

—No se subestime—arrastró las palabras seductoramente—, es una mujer hermosa.

Enarqué una ceja, obviando una mueca de mi boca, seductor e intentando ser el príncipe. Dóminé, estoy segura de que he escuchado su nombre en algún lado.

—No me refería a eso—repliqué, fingiendo sentirme indignada—, sé que lo soy—me erguí y rodeé mis hombros—, yo nunca lo invité a sentarse—lo miré desde arriba entrecerrando los ojos.

Esbozó una lenta sonrisa, como si mis señales lo hubiesen asombrado.

—Tiene razón—bajó la cabeza, cediendo, ¡vaya giro! —, he sido impertinente.

—Bastante—volví a replicar—. Dígame, señor Dómine, ¿Por qué le he llamado la atención? —lo miré fijamente—¿es por qué vio a una chica sola?

Sostuvo mi mirada sin dejar de sonreír de lado.

—No soy esa clase de pervertido.

Enarqué la ceja.

¿Esa clase? —ladee la cabeza—, ¿Qué clase de pervertido es usted?

—¿Le gustaría descubrirlo? —arrastró las palabras. Era atractivo, estaba perfectamente consciente de ello y sabía usar bien sus atributos, eso quería decir que era un hombre inteligente. No contesté, preferí mirarlo fijamente y sonreír burlona, si era peligroso o no, mi cerebro no podía detectar las alarmas—. Si me equivoco, no es la primera impresión que quiero causar en usted, ¿podríamos empezar de nuevo?

—Muy tarde Dómine—me recargué en la silla, intentando con todas mis fuerzas parecer tranquila—, podremos retomar la anterior conversación después de dejar en claro sus intenciones, ¿por qué le he llamado la atención?

Lo dejé boquiabierto, su reacción no hizo más que hacerme sentir bien, poderosa.

—Por muchas cosas—lentamente su mirada barrió todo mi cuerpo, de nuevo, sin descaro, se mordió un poco el labio inferior, oh mon dieu, que caliente—. Si tiene curiosidad, ¿por que no cenamos esta noche?

Volvió a sonreír, ¿acaso sus dientes eran tan blancos?

Le devolví la mirada, tal cual él me la estaba dando y coloqué mis codos sobre la mesa, inclinándome hacia él. Me reí, es directo, me gusta.

—De ninguna manera.

Soltó una leve carcajada.

—Deme la oportunidad de conocerla—rogó, usando todo su poder para lucir indefensamente seductor, ¡brillante!

¡Agh! Resiste.

—Señor Dómine—lo miré ahora—, en este momento solo coincidimos, no sé más que su nombre. Es muy precipitado cenar con usted, ¿no puede esperar?

—Si lo hace ahora—se inclinó hacia mí—, no le daría tiempo para arrepentirse.

—Usted es muy confiado, aunque le recuerdo que ha dejado en claro sus intenciones para conmigo.

Sonrió anchamente, entrecerrando los ojos, ¡qué sonrisa tan arrebatadora!

—Cene conmigo—insistió.

—No puedo— contesté, echándome hacia atrás.

—Señorita Vial—se inclinó un poco más, comenzamos con la estira y afloja. Estaba completamente loca, pero tampoco me debía dejar caer con este hermoso italiano—. No me rechace.

            Dios, era sublime su súplica. Me quedé embelesada pues él me devolvía la mirada como si algo dentro de él se encendiera, su sonrisa ahora entre abierta se volvió extasiada.  

¡Grande! —(¡Genial!) —, enviaré por usted puntual a las nueve—. Tomó con destreza mi mano y la besó con vehemencia.

—Pero…

No me dio tiempo para continuar.

—La veré en la noche cara mía —(querida mía) sin más, se levantó y se marchó, no sin antes dejar el rastro de su colonia cara y una punzada en mi vientre.

Pensé que solo iba a ser un pequeño juego, pero esta vuelta había sido tan inesperada que me sentía aturdida, además… aguarda un momento… ¿Cómo sabía dónde vivía?

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