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CAPITULO 5 FRACASO DE CASAMENTERA

—¿Cómo pudieron encontrarnos? —masculló Rose preocupada, estaba casi hecha un ovillo en la banca metálica—. Se supone que corrimos para que no nos vieran.        

Jade por otro lado se había acostado en la otra, con los brazos tras la cabeza.

—Rose, no digas nada sobre eso, pueden escucharte.

—Lo siento.

Intenté ver tras los barrotes por el pasillo de mala muerte, solo podía escuchar el bullicio de las oficinas, frente a nosotras había una celda vacía, pero a lado había otras mujeres, prostitutas para ser exacta.  

—Ya cállense muñequitas—gritó una de ellas, hacia muchos ruidos con la boca, no habían parado de ofendernos desde que llegamos.

—¡Ya me tienes harta! —Jade saltó de su lugar y se abalanzó hasta el límite de la celda que colindaba con la de las prostitutas.

Corrí hasta ella para tomarla del brazo y jalonearla.

—No tienes que sobajarte a su nivel.

—Miren quien habla, la zorrita que abandonó a Jasón Preston, no eres más que una basura.

Vamos Ady, piensa en la biblia. No te rebajes a su nivel.

Antes de que perdiera los estribos un policía entró al pasillo, sonando las llaves.

—Giordano, Rivera y Vial, afuera.

—Si, por fin—Rose dio un salto.

El pequeño grupo de prostitutas coreaban grotescas groserías; Jade le lanzo un beso con la que había discutido, tironee de ella hasta dar seguir al policía.

Frente a nosotras, un hombre en traje elegante, poseedor de los ojos ambarinos que ardían por la furia contenida; mi hermano, estaba cruzando los brazos, claro signo de lo enojado que estaba.

—Travis, hermanito—canturree, danzando hasta abrazarlo—, que gusto volver a verte.

Puede que hayamos vivido en la misma ciudad por los últimos tres años, casi, pero no nos habíamos visto en este lapso de tiempo.

Frunció el ceño.

—No tienes ningún descaro, Eadlyn—gruño, me tomó por los hombros y me alejó de él—, ¿enserio? ¿en la cárcel? —señaló de donde habíamos salido—, ¿una Vial en la cárcel?

—Solo nos detuvieron, no es la cárcel—corregí—. Además, no tenemos idea de por qué estamos aquí—zanjé, sí, sí podía mentirle a la cara.

—Por suerte para ti, no hay pruebas contundentes—se agachó hasta mi altura—, que no se repita—amenazó.

Le sonreí mostrando los dientes.

—No sé de lo que estás hablando.

Me miró entre cerrando los ojos, chascó la lengua y negó con la cabeza.

—Siempre saliéndote con la tuya ¿no? —no contesté aquello, era una respuesta obvia. Les echó una ojeada a mis amigas—. Las veré en la noche—soltó un bufido—, váyanse antes de que lleguen los paparazzi. 

Salimos victoriosas de ese lugar.

—Ya te dije que tu hermano me calienta como sol de verano—Jade saltó los escalones de la estación—¿está soltero?

—Ah, ha, nada de hermanos o familia ¿lo recuerdas?

—¿Por qué? —protestó ella—, está claro que es un papucho ricachón.

—No, Jade… es mi hermano.

—Debes admitir que es guapo—convino Rose con Jade.

—Debemos dejar ese asunto de lado, tenemos solo cinco horas para arreglarnos—señalé el reloj digital que ofrecía una tienda de paso.

Ir de compras con mis amigas era mucho mejor que salir de compras sola. Las llevé al Spa de Jules, quien estaba encantado con nuestra presencia en el salón.

—¿Ya vieron las buenas nuevas? —Jules estaba que explotaba con el chismorreo que se traía.

—¿Qué es? —pregunté ya sintiendo el nudo en el estómago por lo que diría.

—¡Jasón es gay!

—¿Qué? —exclamamos las tres, fingiendo sorpresa.

Jules daba saltitos entusiasmados mientras buscaba la nota, (donde claramente nosotras teníamos que ver).

—“El galancito rockstar Jasón Preston sigue dando de qué hablar, pues su ruptura con la Barbie Vial es tan reciente como pan caliente. Hoy, hemos dado con la razón de su ruptura, pues está es una fotografía tomada hace un par de meses por un usuario desconocido—Jules nos mostró la foto—, Jasón Preston escondía bien a sus amantes”

—Como verán no ha dado señales de vida—Jules nos mostró su Instagram—, mi querida gatita—me pinchó la nariz—, tu imagen ahora es de Santa.

Que si nos reímos con fuerza, muchísima.

Travis había hablado con Erik para que pasara a recogernos en el departamento de Rose, ni mis padres ni mis hermanos se enteraron de la noche anterior, salvo Travis que solo sabía muy poco y todo eso se lo agradecía al enigmático Leonard, pese a que le había devuelto el mensaje no recibí una respuesta.

Debía admitir que me decepcionó un poco.

            Estuve tentada a preguntarle a Travis si es que conocía a tal hombre, pero no quería que me atosigara con preguntas de hermano celoso.

—Bien, creo que parecemos otras—dijo Rose viéndonos a las tres en el espejo de su closet.

—Rose, el chiste es que, hay que seguir siendo nosotras.

—Ajá si—se burló Jade.

—Estamos tan mamacitas—dijimos al unísono.

.

.

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—Estoy nerviosa—masculló Rose tras de mí, mientras salía Jade del auto.

—Tranquila, prepárate para atrapar a esos ricachones—le sonreí.

El salón de eventos de la empresa Vial estaba completamente impresionante, elegante y moderna, pude ver unos cuantos reporteros que se mantenían tras la cinta de restricción, mientras nosotras nos detuvimos un poco para que nos tomaran fotografías.

Había asistido un par de veces a fiestas como estas, todo mundo me reconocía, reparaban en la rebelde y única hija mujer del matrimonio Vial.

            Tal vez si los paparazis hubiesen filtrado las fotos de anoche quizá las personas me mirarían diferente, casi con horror, ahora me miraban con asombro y claro, la hija rebelde que hace años no se paraba en la empresa era una gran sorpresa.

            Divisé a mi hermano Nathaniel, (quien actuaba temporalmente como vicepresidente). Ya habían pasado meses sin verlo, no me había dado cuenta lo impresionantemente alto que era, incluso más alto que Travis.

            Estaba dándome la espalda charlando con algunos hombres trajeados, les indiqué a las chicas que me siguieran y me acerqué a Nathaniel.

— ¡Nathe! —le llamé, él se giró sorprendido.

— ¡Enana! —Se abalanzó a mí con gusto—, ¿Qué rayos te hiciste en la cabeza? — nos enfrascamos en un agradable abrazo, ni siquiera en tacones pude alcanzarlo.

—Así que trajiste a tus amigas—me susurró al oído.

—Claro.

Me separé y nos presentó ante sus amigos con los que estaba charlando.

            No muy lejos de donde estábamos vi a mi hermano Travis acompañado del brazo de una mujer muy guapa y escultural. Había unos cuantos hombres rodeándolos, entre ellos el italiano de la terraza que me observaba fijamente con una copa de vino en la mano.

Dieu.

—Mucho gusto, señorita Vial—me decía alguien, parpadeé varias veces y le devolví el saludo a un hombre mayor—, mi nombre es Mark Bell soy un viejo amigo de su padre, —se hizo el simpático—, por cierto ¿Dónde se encuentran? —se dirigió hacia mi hermano.

Este le tendió una gran sonrisa.

—Están en una segunda luna de miel en el mediterráneo.

—Se lo tenían bien merecido—incluí.

            Mis amigas se acoplaron rápido a la conversación con las personas a nuestro alrededor, y como era de esperarse los solteros comenzaron a hacer presencia.

—Ha sido una gran idea traer a tus amigas—me codeó de pronto mi hermano Travis, que apareció junto a la rubia escultural.

            Para mi gran pesar era una modelo con arranques de niña pequeña, pues tenía una mueca en forma de puchero que mantenía todo el tiempo; en ese momento la soltó, la chica torció los ojos mientras mi hermano me abrazaba.

—Ya te había extrañado, enana.

— ¿Es en serio Travis? ¿Ella? — le dije quedito apuntándole con la barbilla a la rubia berrinchuda.

Mi hermano se encogió de hombros.

—Es solo por hoy—se separó un poco—. Los solteros más cotizados están en este lugar, y para suerte tuya están cerca de tus amigas, míralos, están viendo carne fresca—apuntó hacía mis amigas, que se mantenían no muy lejos.

            Le clavé el codo en las costillas, pero tenía razón, ninguna chica de la fiesta se asemejaba a ellas, la mayoría eran muy altas y muy delgadas, mientras que mis amigas estaban llenas de curvas y encanto, coqueteaban con los hombres, prestándoles poca atención, tácticas de Jade.

            Los solteros más codiciados eran cuatro, pero mis amigas habían escogido con cuidado y extremadamente bien, diría yo. Tras la morena con exuberantes curvas estaba Bruno Williams, hombre apasionado por su trabajo, atlético gustoso del lacrosse, intelectual y buen samaritano. Su familia había fundado la academia Williams, Bruno Williams estaba en el respetuoso negocio de la educación inglesa, por tanto, codeándose con nosotros tanto en Londres como en Montreal.

            Físicamente era guapo con su toque inglés, refinado, de piel broncínea y sonrisa arrebatadora, se veía que Jade era una joya entre las piedras de aquellas modelos sin chiste, ¡bien!

            Tras Rose estaba Edgard Simone y Max Tremblay, pero conociendo los gustos de Rose se podría inclinar por Max y no la culpaba, era el mejor partido, Edgard tenía la reputación de un gigoló, pronto se cansaría de estar tras una chica que no se dejaba.

            Max Tremblay provenía de una de las grandes y más importantes familias de Montreal con una ascendencia escocesa. Pese a que Tremblay tenía el cabello castaño cobrizo era muy probable que en su familia tuvieran uno que otro pelirrojo. Los tendría que tener muy a la vista.

—Tú también eres uno de los solteros más cotizados de Montreal—me burlé.

—Sé que lo soy—sonrió con travesura—, las madres desesperadas no han dejado de presentarme a sus hijas… además, no necesito que me las presenten—se inclinó más hacia mí—, las puedo probar yo mismo.

Vous êtes un cochon—(Eres un cerdo) soltó una risotada— y viejo, deberías conseguirte una novia y no—vi a la chica, quien se estaba ajustando el escote y apretando los labios—, un revolcón.

—¿Y echar a perder una relación que fracasó desde el principio? —soltó su veneno—, no, gracias.

—Púdrete.

            Tras mi hermano alguien carraspeó, no era la rubia, era voz de un hombre, mi hermano se giró con sorpresa y yo me asomé tras su espalda.

—Por cierto, hermanita, quiero presentarte a Leonard Dómine—se hizo a un lado y dejó ver al enigmático italiano y sus potentes ojos verdes—, es un nuevo socio de Italia, pensamos expandirnos—me guiñó el ojo.

            Iba a partirle la cara a Travis, la rubia cambió su cara cuando el italiano se hizo presente.

            El italiano portaba un exquisito esmoquin negro a la medida, acentuaba cada masculina parte de él, hacía que me mordiera el labio mentalmente y lo mirara como una boba, su cara estaba completamente limpia, parecía un poco más joven que ayer, sus ojos viajaron por todo mi cuerpo mientras sentía que las piernas podrían flanquearme en cualquier momento.

            Me tendió la mano.

—Un gusto, señor Dómine—tomé su mano y él con un movimiento ágil la besó, me recorrió un ramalazo de electricidad. 

            De alguna manera mi cuerpo sabía lo que había hecho la noche anterior, sentí esa punzada conocida en mi vientre y me asusté un poco.

—Llámame Leonard—me guiñó y me mostró una enorme sonrisa.

— ¿Puedo dejarlos un momento?—intervino Travis—, Tengo que hablar con Mark Bell y saludarlo—se giró para con la chica a su lado—. Ven eh ¿Cómo dices que te llamas?

Cynique— (cínico) mascullé.

            La chica soltó un bufido, miró a Dómine con súplica y después me miró a mí con envidia, “No tienes idea de lo que te puede pasar” pensé tratando de que mi mirada dijera lo que pensaba.

—Puedes decirme Leo—sugirió el italiano, ignorando la silenciosa súplica de la chica, quien se marchó rendida.

            Él no despegaba su mirada de mí, mi corazón comenzó a martillear fuertemente.

—Yo…

— ¿Ya olvidaste lo que sucedió anoche? —se acercó a mí peligrosamente, como un depredador.

Tan directo que di un paso hacia atrás.

—Yo… no recuerdo nada—logré decir.

Su rostro pasó de deseo a sorpresa y después a incredulidad.

— ¿Qué no recuerdas? —se acercó de nuevo.

—Mire señor Dómine…

—Leo.

—Apenas y lo conozco, y no me gusta la forma en la que se está acercando.

—Eso no dijiste anoche—habló con voz ronca.

¡Oh mon Dieu! (¡oh por dios!)

—Le juro que no recuerdo nada, c'était de l'alcool — (era el alcohol)

Pareció que el ambiente entre los dos subió de temperatura.

Estás loca, Audrey, estás loca.

—No hubo mucho que decir, en realidad hablábamos lenguas distintas, pero entre ellas se entendían muy bien—sonó tan cínicamente.

Esas simples palabras me escandalizaron, el calor subió por mis mejillas

—La cena está servida—anunciaban los meseros.

 Agradecí.

— ¡Por fin! ¿No quiere usted cenar? —zanjé tratando de escabullirme, pero fue más ágil y me tomó por el brazo.

—La verdad es que no planeo que me abandone de nuevo—apretó su agarre, sus dedos justamente dieron en el moretón.

Hice un gesto de dolor, anteriormente no me había dolido, pero ahora dolió casi molestamente, él se percató.

— ¿Qué sucede, cara?

Rien—(nada) contesté, en realidad no sabía exactamente si me podría entender.

—Está bien, vamos a cenar.

—En realidad, me siento un poco incómoda—admití, mientras trataba de quitar su brazo, quizá era la costumbre, anteriormente era obvio que no dejaba que ningún hombre se me acercara por Jasón.

            Jasón, su nombre hizo meya en mí, había pasado las últimas 24 horas sin pensar en él, ahora su recuerdo me dejó casi sin aliento.

            Aunque me sentía incómoda por la cercanía del italiano, una parte de mi cuerpo se negaba también a alejarse y eso hacía sentirme tan confusa. 

            Leonard Dómine me miró con extrañeza, estaba debatiéndose entre seguir sonriendo cínicamente o ponerse serio.

— ¿Por qué no me dices lo que pasa? —inquirió él decidiéndose a ponerse serio.

            Titubee un poco, pero decidí que ese italiano no debía meterse en mis asuntos, a pesar de lo que haya pasado la noche anterior, incluso en la terraza. Me miraba con ojos expectantes, esperando con paciencia, en él emanaba intensidad y calma.

            En ese momento me percaté de que los invitados nos miraban con curiosidad, y murmuraban al pasar a mi lado “es la hija de los Vial” “es la rebelde” “está con él”

—Vamos a cenar—retiré su brazo del mío y lo alejé.

Caminé de prisa para unirme al salón, Leonard estaba justo tras de mí.

            Los asientos estaban ya asignados, mis amigas dejaron ir a su presa, pero hice un gesto de desaprobación, llamé a mi hermano.

—No debes dejar que se sienten en otro lado— señalé con la barbilla a los solteros ricachones.

—Lo siento—Nathe hizo un mohín—, los asientos ya estaban asignados, pero, por suerte están en la otra mesa—sonrió—. Deja que los depredadores jueguen con su presa.

— ¡Nathe! No quiero que hables de mis amigas como presas.

— ¿Quién dijo que les decía a ellas presas? —soltó una carcajada y se sentó en mi mesa.

            Mis amigas ya estaban en el lugar, junto a mí una silla se movió y el italiano tomó su lugar.

—Señor Dómine, ¿Qué le ha parecido hasta ahora la fiesta? —le preguntó mi hermano.

—Ha sido estupenda—contestó sin dejar de mirarme.

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NOTA DEL AUTOR: 

¿Qué les parece hasta ahora la historia?

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