Quizá los días de calvario comenzaban ahora, la desaparición de Travis y consigo la de Madeleine, se había registrado su casa, incluso la inspección cautelosa de la casa de los Vial donde Madeleine vivía por ahora, pero en ningún lugar aparecían, la esposa de Travis estaba resguardada en su casa y no saldría en ningún momento.
Gabriel y los nietos de Doménico estaba trabajando rápidamente en rastrear a Darién o a Jasón, pero no tenían ningún rastro de donde comenzar.
Helena y un grupo de hombres armados habían ido a registrar la casa de Jasón, pero no habían encontrado nada.
Audrey aún no se enteraba de lo sucedido, no quería alterarla, sabía que estaba bajo el cuidado de un buen agente. No quería distraerla de su trabajo ni preocuparla.
Carlo y Nathaniel se encontraban en mi despacho, despu&eacut
La puerta trasera del consultorio chocó contra la pared, Jasón me pasó frente a él para que saliera primero, la boca de aquella pistola me apuntaba tras la costilla quemándome, no me había dado cuenta de que estaba apretando los dientes para no gritar y de que todo mi cuerpo temblaba.Como si hubiese vivido unos minutos en lentitud había visto como Jasón tiró del gatillo y arremetió contra Héctor, la bala impactó en su pecho haciendo que su camisa blanca se manchase de sangre, de pronto todo se vio muy rápido y estaba bajando las escaleras con el desquiciado de mi ex.Frente a mi estaba aparcado un auto gris de segunda mano, tenía abolladuras en la parte trasera y despintado de la puerta del piloto, como pude lo grabé en mi mente, Jasón hundió el arma en mi costilla haciéndome daño.—Camina, gatita—dijo con voz ro
—Señor—dijo Dante tendiéndome la pistola, la misma que me había tendido en la iglesia que vi a Doménico.La tomé con determinación y rapidez, la revisé, estaba cargada, no quería que se percataran del temblor de mis manos, ese maldito tenía a lo más sagrado de mi vida.Doménico me dedicó una larga mirada de soslayo, sentía una extraña aura que nos envolvía, estaba nervioso, claro que lo estaba, nunca había estado a lado de forma consciente, de una persona que había derramado tanta sangre.Por extraño que pareciera, Doménico se mantenía relajado, sus hombros y espalda ligeramente curvada, la mantenía relajada, pero sus ojos profundos, mismos que los que alguna vez vi en Diane, ahora eran la pura mezcla de amenaza y peligro.—Cuando llegue el momento—dijo con el tono frio, arrastrando las
El día había iniciado de una manera brillante, feliz y cantarina, quien diría que por la noche se convertiría en un infierno.Secuestrada por el desquiciado de mi ex novio quien había asesinado a mi guardaespaldas con quien recientemente había fijado un buen lazo, su cuerpo chocando contra la pared del pasillo, cayendo en cámara lenta. Al final Jasón también había resultado tener el mismo final que Héctor y mi cuerpo aún tenía su sangre.Luchaba duramente contra mi estado de shock, no debía entrar en ese estado, no hasta que todo esto terminase, mi cerebro punzaba contra mi cráneo, lo sentía pesado, demasiado pesado.Dos desmayos en poco tiempo, uno en el ataque fallido de Jasón y otro provocado por el golpe tan fuerte que me había dado ese bastardo, sí que los hombres sabían dónde pegar.Ahora, pequeños
Mi hombro chocó con una puerta de metal, solté un jadeo.—David… ¿Dónde me llevas? —escupí las palabras.—Te he dicho que ha dar un paseo—tiró de mi brazo hacia la izquierda, perdiéndonos en un pasillo donde enormes contenedores grasientos de carga estaban apilados como cadáveres, inertes, vacíos, sin nada.—Tienes que soltarme…yo puedo ayudarte David, de verdad puedo ayudarte, pero tienes que dejarme ir…—¡Cállate! —gritó, solté un jadeo cuando su agarre se hizo más fuerte—y deja de llamarme de una puta vez David.—Pero…ese es tu nombre—protesté.—¡No! —gritó y di un respingo— no lo es—apretó la mandíbula— mi nombre es Darién Rinaldi—pegó su boca en mi oído y su cuerpo
A lo lejos escuchaba mucho ruido, lejano…El mundo a mi alrededor se movía y la imagen de Leonard poco a poco fue desapareciendo, mi mente estaba muda, haciendo que mi visión se proyectara como una película antigua, de repente había mucha gente, muchas luces de colores, alguien me hablaba, estaba envuelta en los brazos de alguien, intenté quejarme, pero las palabras nunca salieron, era como si todo se hubiese desconectado, terminé envuelta en una manta y recostada en una fría camilla.Mi mente se había colapsado y como autodefensa había dejado solo la visión y no estaba muy segura si la respiración seguía en automático, las imágenes eran confusas, lejanas.Uno de los paramédicos, creo que me estaba hablando, me metió a la boca una pastilla e hizo que me la tragara, que, gracias al cielo, no tardó mucho en hacer efecto, apagándome p
Todo era como estar flotando sobre la nada, en un suave e imperceptible cojín que me mecía, presentí que era yo porque, de alguna manera llevé las manos a mi casa y ahí estaban, pálidas y brillantes, al moverlas parecía que se trataba de un espectro, un fantasma blanquecino del cual el tiempo estaba confuso, no podía ser… ¿estaba muerto?Oh no, maldición ¿Qué había hecho?Traté de recordarlo, pero no pude.No lejos de mí, entre aquella oscuridad comenzó a aparecer una nube de extraños colores, parecía una especie de nebulosa, puntos luminosos como estrellas aparecieron junto a esa nebulosa que comenzaba a moverse o quizá yo me movía, cada vez más cerca, podía, ligeramente escuchar una especie de campanillas, entonces llegué ante ella, no podía quitarle la vista de encima, de en medio de est
LEONARDCUATRO MESES DESPUÉS.—¿Cómo estás?¿Cómo estaba? Era absurda la maldita pregunta, ¿Cómo podía contestarla? Un espectáculo luminoso, por encima de los rascacielos y las grandes luces naturales serpenteaban el cielo con sus luminosos tonos verdes y azules. Las auroras, como gigantes espectros espirituales entre la ciudad, era una visión inquietante no tenía las fuerzas suficientes para apreciar otra cosa.Me había sumido en mi propia burbuja todos estos meses, haciendo simplemente lo necesario para seguir, rogándole al cielo por un milagro.Carlo a mi espalda, soltó un ligero resoplido. —Ha llegado esto—dijo colocándolo cerca de mí—. Tómalo como una ofrenda de paz.Gire para mirarlo, ni siquiera podía recordarlo.—Ir a su funeral no era una buena idea—contesté cavilando.—Lo sé—suspiró—pero Marco… ¿tercero? Se ha tomado la molestia de enviarte esto y lamenta lo sucedido.Solté un suspiro.Hace solo unos meses que había sucedido todo, desde el atentado, el secuestro de Audre
Pensé que, cuando el amor había tocado mi puerta, era para siempre. Es una cuestión muy ingenua, pero lo era así cuando conocí a Jasón.Tenía diecisiete años y acababa de graduarme del internado para señoritas de Santa Catalina en Provenza, Francia. Después de eso, mis padres decidieron que debía mudarme con ellos en Montreal, Canadá. Fue cuando conocí a Jasón, el dueño de mi joven corazón. Atractivo, un rebelde sin causa, cantante y con una Davison donde me llevaba a recorrer las calles portuarias de Montreal y todos sus bares.Estaba completamente enamorada del chico malo, ese que me prestaba atención, se saltaba las clases para verme, me llevaba a sus conciertos y que fue mi primera vez. Sinceramente, una no se da cuenta de las cosas “malas” de una relación, simplemente sucede, y las situaciones se escapan de las manos. Creí que el amor era lindo, que todo era hermoso, diferente, que siempre tendría ese cosquilleo en el estómago cada vez que lo veía llegar en su motocicleta por mí