Pensé que, cuando el amor había tocado mi puerta, era para siempre. Es una cuestión muy ingenua, pero lo era así cuando conocí a Jasón.
Tenía diecisiete años y acababa de graduarme del internado para señoritas de Santa Catalina en Provenza, Francia. Después de eso, mis padres decidieron que debía mudarme con ellos en Montreal, Canadá. Fue cuando conocí a Jasón, el dueño de mi joven corazón. Atractivo, un rebelde sin causa, cantante y con una Davison donde me llevaba a recorrer las calles portuarias de Montreal y todos sus bares.
Estaba completamente enamorada del chico malo, ese que me prestaba atención, se saltaba las clases para verme, me llevaba a sus conciertos y que fue mi primera vez.
Sinceramente, una no se da cuenta de las cosas “malas” de una relación, simplemente sucede, y las situaciones se escapan de las manos. Creí que el amor era lindo, que todo era hermoso, diferente, que siempre tendría ese cosquilleo en el estómago cada vez que lo veía llegar en su motocicleta por mí.
El amor muere.
A veces muere de súbito, ese es el mejor, sin sufrir, es una muerte dulce.
Otras veces es lento, tan lento que cala el alma.
El mío murió cuando Jasón comenzó a contestar cortante mis llamadas y mensajes. Cuando supe que salía con “fans”, cuando dejó de ir por mí a la facultad, cuando le rogaba que se quedara un rato más después de estar juntos. Cuando me dejó sola cuando más lo necesitaba. Tal vez, a estas alturas, dejé de sentir algo por él.
Me desperté con la notificación de sus historias en I*******m.
Jasón se encontraba en Puerto Viejo con otra chica, y para colmo era “esa chica” la típica “es solo una amiga”
Tomé captura a la historia y lo envié al grupo de mis amigas, no importaba que estuviese a punto de amanecer. Mi celular brilló con los nuevos mensajes, Jade decía “Maldito perro” y Rose “Imbécil, ya déjalo”
Dejarlo, sonaba tan fácil, me hacía sentir estúpida y humillada, me estaba engañando en mis narices y lo peor, frente a todo Montreal.
Podría buscarlo y encontrarlo con esa tipa, armar un escándalo para que todo el mundo se enterara de que era un canalla, tirar sus cosas fuera del apartamento, cambiar de llaves, exhibir todos sus mensajes lastimosos, para que su fama se viniera abajo y que se fuera de una vez por todas de mi vida.
Pero, pensar en rebelarlo de su verdadera faceta, solamente me expondría de nuevo al yugo de la carroña de la prensa rosa, la cual, siempre se ha deleitado conmigo.
Mi celular comenzó a sonar, con el tono predilecto de Jasón, no se va a morir pronto, pensé. Tenía, para cuando me armé de valor, siete llamadas perdidas y cuatro mensajes de buzón, los escuché.
—Hola, gatita, contesta, estoy esperando con ansia volver a verte—otro—. Gatita, podemos hablar, hay muchas cosas que debo explicarte, tu amiga me está amenazando y no entiendo por qué—el siguiente —. Escucha, tu amiga sigue amenazándome, lo que viste no es lo que crees, es solo una amiga, no sé por qué tengo que darte explicaciones, dile a la enferma de tu amiga que me deje en paz— el último—. Estoy a punto de llegar a tu apartamento Audrey, contesta el maldito teléfono o te arrepentirás— y cortó la línea.
¡Venía para acá!
Maldije para mí, busqué un pantalón, además de unas deportivas, recogí mi cabello en un moño desordenado. Corrí al baño para limpiarme las lágrimas que se habían secado, me observé con preocupación, estaba demacrada.
Corrí para buscar una bolsa de basura, eché todos los recuerdos de Jasón como la basura que él era. Dejé la bolsa en la entrada
No me sentía con ganas de hacer nada, apenas y pude prepararme un café, ni siquiera tenía algo para calmarme. No había escuela, no había trabajo, estaba sola con mis pensamientos, rabia y decepción.
Mis pensamientos fueron reducidos a nada por unos golpes en mi puerta, eran ansiosos y un poco rudos.
—Mierda— comencé a ponerme un poco nerviosa.
Respiré hondo mientras los golpeteos eran más urgentes. Debía enfrentar mi realidad, esto tendría que ser definitivo.
Miré por el ojo de la puerta, ahí estaba, de pie con la misma ropa que lo vi en su historia, enfurruñado, con el cabello hecho girones. Apreté la mandíbula, abrí de un tirón.
—Hasta que te dignas a abrir —replicó, con ardor en los ojos.
Le devolví la mirada frunciendo el ceño, ahora, mi furia estaba creciendo, ardiendo en mi estómago vacío. Entró al pasillo sin que le permitiera, cerré de un portazo.
— ¿Qué quieres, Jasón? —exigí, sin saber cómo abordar el tema.
—Tenemos una cita, recuérdalo— se llevó una mano al puente de la nariz.
— ¿Te parece que iré contigo a esa cita? — gruñí—, vete con la estúpida esa con la que estuviste anoche en Puerto Viejo—le escupí, sin moverme.
—¡Ya te dije que es solo una amiga! — rehuyó mi mirada—, una conocida, una fan—tensó la mandíbula—. ¡No necesito darte explicaciones!, además, ¿Me puedes decir por qué Jade me está amenazando de muerte?
¿A caso quería seguir viéndome la cara de imbécil? ¡No más!
—Por supuesto que me debes explicaciones, ¡soy tu novia, Jasón!, no tu maldito juguete— en ese momento ambos estábamos gritando.
Solo se paralizó en medio del pasillo, arrugó el ceño, bufando.
—Estoy harto de pelear contigo—replicó con el mentón apretado, había un nuevo aire en sus ojos que no comprendía.
Su mirada, la que tantas veces me había robado suspiros, esos ojos castaños que tanto me habían enloquecido, ahora parecía distantes y ajenos a ese sentimiento. Eso era todo, era el final de tantos años que compartimos.
—Quiero terminar—respondí con aplomo.
Apreté mis puños canalizando mi nerviosismo, pero sorprendida por mis palabras. El noventa por ciento de mí estaba decidida a terminarlo, pero ese diez por ciento era el que con dolor no quería dejarlo a pesar de todo. Mi cuerpo temblaba.
— ¿Qué m****a estás diciendo? ¡Tú no me puedes terminar!
Maldito egoísta.
—¡Quiero que te vayas ahora de mi vida! ¡Se acabó!
De pronto en sus ojos apareció miedo, pero eso fue, solo por un momento, para después cambiar a recelo.
— ¿Tienes a otro, no es cierto? Te estás revolcando con alguien más— me acusó con los ojos entre cerrados y la mandíbula apretada—. ¡Después de todo lo que hemos pasado juntos, Audrey! ¡¿así es como quieres acabar?!
En mi estómago y en mi pecho crecía un calor arrasador.
—El único que se está revolcando con una zorra eres tú, ¡maldito idiota!
—Estás diciendo estupideces…
—¿Estupideces? —exploté—, ¿pretendes seguir haciéndote el imbécil y seguir viéndome la cara?, no tienes vergüenza.
—No hablemos de vergüenza ¿quieres? Que la única que sale perdiendo aquí eres tú, ¡mírate! —me señaló, comenzó a acercarse, reteniéndome la mirada con su intento frugal de intimidarme—, estás hecha una mierda—me tomó por el mentón, luego, se lambió los labios, enterré mis uñas en su mano que me tomaba con fuerza— ya no me provocas nada—soltó una risa, irguiéndose en su totalidad, eso hurgó en las entrañas de mi ser—. Deberías agradecerme, que una estrella como yo sea tu novio.
Le atenacé una fuerte bofetada que lo hice girar, me soltó de su agarre echándome hacia atrás casi pegándome a la pared, sentí un poco de miedo por un momento.
—No tienes por qué hablarme de esa manera—solté intentando reunir de nuevo mi coraje.
—¿Lo ves?, no soportas que te diga la verdad—en su mejilla la silueta de mi mano se dibujó y sus ojos enrojecieron por la rabia contenida—, pero preciosa, solo estoy comenzando ¡Estás jodida!
—¿Y qué si lo estoy? —repliqué—, el jodido eres tú y tu mediocridad—Oh si Jasón, se tus puntos bajos—, ¿acaso crees que llegarás lejos con tu numerito de basura musical? —me reí, él retrocedió, se pasó las escuálidas manos por su cabello—, la fama que ahora tienes es debido a mí, y créeme que recuperaré cada una de las cosas que perdí—me miró fijamente—, ¿acaso pensaste que te quedarías con ellas?
—Esto no tiene sentido—negó con la cabeza, exasperado, se meció los cabellos y en su rostro el color rojo los tiñó, estaba furioso—. ¡Quieres terminar para irte con cualquier bastardo!, estoy harto de tus juegos, de tu insufrible carácter y tu estúpido sentido del amor tan carente que tienes.
Quizá no me había golpeado, pero sus palabras me hicieron echarme hacia atrás como si hubiese recibido un cubo de agua fría o un puñetazo. No podía encogerme de miedo, no más.
—Lo mismo digo— levanté el mentón—. ¡Estoy harta de esto!, de las peleas, de tu ineptitud insufrible, tu egoísmo y falta de escrúpulos, de las infidelidades y tu fantasía insoportable de querer ser alguien— ahora lo señalé—. ¡Nunca serás nada!
—Terminemos entonces, si es lo que tanto quieres— pasó de largo hacia la puerta—, vendré después por mis cosas —me tomó por el mentón de nuevo—, querida—me zafé de su agarre de un tirón, abrió la puerta de golpe.
Me acerqué a zancadas.
— ¡Pues llévatelas de una puta vez! —le arrojé la bolsa de basura y cerré de un portazo.
De acuerdo, tres años de relación se habían ido a la basura.
Creí que lo más difícil había pasado, pero no fue así.Jasón hizo público nuestra ruptura, sus miles de seguidoras comenzaron a llenar mis redes con mensajes de odio. Pasé el resto de ese día con mi celular apagado. Nunca me imaginé que debía lidiar con algo como esto.Por Jasón dejé de lado tantas cosas. Debía recuperarlas, como mi vida. Respiré hondo cuando tomé la manija de la puerta de cristal, la decisión había sido tomada, y no habría marcha atrás.Entré, con aire decidido, las trabajadoras, incluso las clientas del lugar me miraron, era una mescla de sorpresa y un poco de horror, tal vez por mi apariencia. Esta mañana me había visto como un cadáver, incluso mis ropas no eran dignas para salir a la calle. Una valiente mujer se acercó a mí.— ¿Puedo ayudarla en algo, señorita?Le sonreí con entusiasmo y un poco de lágrimas en los ojos.Mi madre solía decirme que cuando teníamos problemas, lo mejor era siempre sacar la tarjeta de crédito. Vaya que solucionaba problemas y te hacía
Le indiqué a Erik que me llevara a casa, a la casa de mis padres, la villa Vial. TMi ama de llaves, mi nana Muriel, me recibió con un gran abrazo.—Sabía que te tendría de regreso— lloró un poco y se separó de mí para observarme, sus ojos se hicieron pequeños—. Pero mi niña ¿qué te …?—Es un nuevo cambio, ¿te gusta?Me miró por un segundo no comprendiendo muy bien, pero después sonrió complacida.—Te ves hermosa.Al entrar a la casa me recibió el olor de Eclairs recién salidos del horno.—Esos son…—Erik no se demoró con la noticia de que vendrías y Raphael se ha puesto manos a la obra para hacer tu dulce favorito— sonrió Muriel con mucho entusiasmo.Una punzada de culpa cruzó mi pecho, no solo había herido a mis padres al irme de casa, sino también a ellos.—¿Qué esperamos entonces? —le devolví la sonrisa. Estaban tan ansiosos de ponernos al tanto de muchas cosas, además de que, querían saber si lo de romper con Jasón había sido real y definitivo.Después, Muriel me acom
Borrachas, como estabamos, nos encontramos en medio de la calle del departamento de Jasón, con tres botellas semi vacías.—Ese es el coche del maldito—apunté tambaleante.—Esto va a hacerlo encabronar—se mofó Jade.Las tres soltamos pequeñas carcajadas, Rose hizo ademán de callarnos, mientras la veía tambalearse un poco.—Sh…—Jade le dio un trago a la botella—, ¿segura que traemos todo?— pedazos de venda y un encendedor.—Listo.— ¿Entonces qué hacemos? —preguntó Rose, mientras le daba otras miraditas al auto y a la calle, no había nadie.Jade me tendió la botella, engullí un pedazo de venda, tragué en seco—Esto—arrojé la botella en el parabrisas del auto de Jasón que se estrelló y empezó a flamear. A mi otro lado, Rose me tendió su botella, sin pensarlo dos veces la arrojé; esta hizo mayor impacto en el Camaro negro, este comenzó a sonar ruidosamente.— ¡Mierda la alarma, vámonos! —gritó Rose.Y juntas corrimos por nuestras vidas hasta otra calle. Mi corazón no paraba de latir con
—¿Cómo pudieron encontrarnos? —masculló Rose preocupada, estaba casi hecha un ovillo en la banca metálica—. Se supone que corrimos para que no nos vieran. Jade por otro lado se había acostado en la otra, con los brazos tras la cabeza.—Rose, no digas nada sobre eso, pueden escucharte.—Lo siento.Intenté ver tras los barrotes por el pasillo de mala muerte, solo podía escuchar el bullicio de las oficinas, frente a nosotras había una celda vacía, pero a lado había otras mujeres, prostitutas para ser exacta. —Ya cállense muñequitas—gritó una de ellas, hacia muchos ruidos con la boca, no habían parado de ofendernos desde que llegamos.—¡Ya me tienes harta! —Jade saltó de su lugar y se abalanzó hasta el límite de la celda que colindaba con la de las prostitutas.Corrí hasta ella para tomarla del brazo y jalonearla.—No tienes que sobajarte a su nivel.—Miren quien habla, la zorrita que abandonó a Jasón Preston, no eres más que una basura.Vamos Ady, piensa en la biblia. No te reb
—Le decía al señor Dómine que tenemos una residencia en Sicilia y otra en Provenza—continuaba mi hermano Nathaniel con voz socarrona—, pero que tú no la has visitado desde hace cinco años.Me encogí de hombros.—Prefiero visitar a la abuela.— ¿Y dónde vive su abuela? —pregunto Leonard.Sabía que ahora estaba entablando conversación.—París—dije tomado una copa donde había agua servida, aún no tocaba la comida—, además—hablé un poco más alto—, mi amiga Rose es de Sicilia, preferiría ir a visitar a su familia. Rose del otro lado carraspeó un poco, sorprendida porque ahora la conversación apuntó a ella y probablemente la había puesto incómoda.— ¿Es cierto eso señorita? —ahora preguntó el señor Bell. Y de pronto todos se unieron a una conversación sobre Sicilia, desde la procedencia de Rose en San Vito lo Capo y después nos enzarzamos en la nacionalidad de Jade, la mexicana que procedía desde las costas sinaloenses, pero había vivido muchos años en Veracruz, amba
Estoy deshecha, tengo enormes ojeras, me duele casi todo el cuerpo, la cabeza me va a explotar en cualquier momento, ya no sé si razono bien, siento que soy un zombi.Nunca creí que las últimas semanas de la universidad fueran demasiado intensas. Salgo hasta tarde del servicio todos los días, tengo que correr de una clase a otra, como hoy, estoy corriendo desde que me levanté, necesito entregar estos historiales clínicos para que al fin me den mi pasantía. Ni siquiera he podido pensar en mis cosas. Caminé con decisión hasta la oficina del profesor a cargo del servicio social, cargando conmigo las 35 carpetas impecables, listas y exclusivamente detalladas de los historiales a mi cargo. Los dejé en su escritorio, ese hombre sin corazón simplemente me miró y asintió para hacerme un ademán y marcharme. En estas ocasiones quería más que nada que mi apellido le cayera como un peso de plomo encima, pero yo solita me había buscado todo esto, además la rec
3 AÑOS DESPUÉSEl teléfono de mi escritorio sonó.—Dime, Yune—mi voz sonó arrastrada por el cansancio.—La paciente de las siete ha cancelado—dijo con un suspiro—, ¿Quieres que reagende?—Por supuesto—contesté quintándome los lentes y los dejé en el escritorio—. ¿Podrías traerme su archivo, por favor?—En seguida.Muy bien eso significaba que saldríamos temprano y que podría pasarla bien. Mi celular vibró con mensajes nuevos, rodeé los ojos, era él de nuevo. Observé los mensajes por la barra de notificaciones.Demian:¿Salimos hoy? Una parte de mí me decía que debía regresar a casa a descansar, pero otra era que quería quitarme el estrés, terminé por aceptar la propuesta. Una hora después Yune y yo terminamos el trabajo y nos dispusimos a salir.— Nos vemos mañana—le dije a modo de despedida. Fui al estacionamiento y me subí a mi jeep wrangler, regalo de papá. Mi bebé y yo nos trasladamos hasta el departamento de Demian. Él me esperaba con un ansi
La noche de la fiesta en la empresa Leonard y yo bailamos casi toda la noche, no volvimos a tocar el tema sobre lo sucedido en el club, simplemente fuimos nosotros, fuimos Audrey y Leonard, conociéndonos, me contaba sobre su familia y donde vivía. Nos encontramos enzarzados en una conversación como nunca antes la había tenido, me sentía tan cómoda y relajada, que la intensidad que antes me preocupaba se había esfumado.Él estaba en Montreal por negocios y esos negocios implicaban a la empresa Vial.—No puedo pasar mucho tiempo en Canadá—había dicho con nostalgia mientras miraba mi mano sobre la suya.Reflexioné sus palabras, en cualquier momento se podría ir.—Entiendo—dije mientras retiraba con lentitud mi mano.—Puedes viajar conmigo, si gustas—se apresuró a decir, retuvo mi mano y la sujetaba con fuerza. Pero me pareció que lo decía más por compromiso, quizá era de esperarse, tal vez estaba pensado incorrectamente cuando cavilé sobre el destino.—Es una buen