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CAYENDO POR TI
CAYENDO POR TI
Por: Caroline Rose
CAPITULO 1 EL AMOR MUERE

Pensé que, cuando el amor había tocado mi puerta, era para siempre. Es una cuestión muy ingenua, pero lo era así cuando conocí a Jasón.

Tenía diecisiete años y acababa de graduarme del internado para señoritas de Santa Catalina en Provenza, Francia. Después de eso, mis padres decidieron que debía mudarme con ellos en Montreal, Canadá. Fue cuando conocí a Jasón, el dueño de mi joven corazón. Atractivo, un rebelde sin causa, cantante y con una Davison donde me llevaba a recorrer las calles portuarias de Montreal y todos sus bares.

Estaba completamente enamorada del chico malo, ese que me prestaba atención, se saltaba las clases para verme, me llevaba a sus conciertos y que fue mi primera vez. 

Sinceramente, una no se da cuenta de las cosas “malas” de una relación, simplemente sucede, y las situaciones se escapan de las manos. Creí que el amor era lindo, que todo era hermoso, diferente, que siempre tendría ese cosquilleo en el estómago cada vez que lo veía llegar en su motocicleta por mí.

El amor muere.

A veces muere de súbito, ese es el mejor, sin sufrir, es una muerte dulce.

Otras veces es lento, tan lento que cala el alma.

El mío murió cuando Jasón comenzó a contestar cortante mis llamadas y mensajes. Cuando supe que salía con “fans”, cuando dejó de ir por mí a la facultad, cuando le rogaba que se quedara un rato más después de estar juntos. Cuando me dejó sola cuando más lo necesitaba. Tal vez, a estas alturas, dejé de sentir algo por él.

Me desperté con la notificación de sus historias en I*******m.

Jasón se encontraba en Puerto Viejo con otra chica, y para colmo era “esa chica” la típica “es solo una amiga”

Tomé captura a la historia y lo envié al grupo de mis amigas, no importaba que estuviese a punto de amanecer. Mi celular brilló con los nuevos mensajes, Jade decía “Maldito perro” y Rose “Imbécil, ya déjalo”

Dejarlo, sonaba tan fácil, me hacía sentir estúpida y humillada, me estaba engañando en mis narices y lo peor, frente a todo Montreal. 

Podría buscarlo y encontrarlo con esa tipa, armar un escándalo para que todo el mundo se enterara de que era un canalla, tirar sus cosas fuera del apartamento, cambiar de llaves, exhibir todos sus mensajes lastimosos, para que su fama se viniera abajo y que se fuera de una vez por todas de mi vida.

Pero, pensar en rebelarlo de su verdadera faceta, solamente me expondría de nuevo al yugo de la carroña de la prensa rosa, la cual, siempre se ha deleitado conmigo.

Mi celular comenzó a sonar, con el tono predilecto de Jasón, no se va a morir pronto, pensé. Tenía, para cuando me armé de valor, siete llamadas perdidas y cuatro mensajes de buzón, los escuché. 

—Hola, gatita, contesta, estoy esperando con ansia volver a verte—otro—. Gatita, podemos hablar, hay muchas cosas que debo explicarte, tu amiga me está amenazando y no entiendo por qué—el siguiente —. Escucha, tu amiga sigue amenazándome, lo que viste no es lo que crees, es solo una amiga, no sé por qué tengo que darte explicaciones, dile a la enferma de tu amiga que me deje en paz— el último—. Estoy a punto de llegar a tu apartamento Audrey, contesta el maldito teléfono o te arrepentirás— y cortó la línea.

¡Venía para acá!

Maldije para mí, busqué un pantalón, además de unas deportivas, recogí mi cabello en un moño desordenado. Corrí al baño para limpiarme las lágrimas que se habían secado, me observé con preocupación, estaba demacrada. 

Corrí para buscar una bolsa de basura, eché todos los recuerdos de Jasón como la basura que él era. Dejé la bolsa en la entrada

No me sentía con ganas de hacer nada, apenas y pude prepararme un café, ni siquiera tenía algo para calmarme. No había escuela, no había trabajo, estaba sola con mis pensamientos, rabia y decepción. 

Mis pensamientos fueron reducidos a nada por unos golpes en mi puerta, eran ansiosos y un poco rudos.

—Mierda— comencé a ponerme un poco nerviosa.

Respiré hondo mientras los golpeteos eran más urgentes. Debía enfrentar mi realidad, esto tendría que ser definitivo.

Miré por el ojo de la puerta, ahí estaba, de pie con la misma ropa que lo vi en su historia, enfurruñado, con el cabello hecho girones. Apreté la mandíbula, abrí de un tirón.

—Hasta que te dignas a abrir —replicó, con ardor en los ojos.

Le devolví la mirada frunciendo el ceño, ahora, mi furia estaba creciendo, ardiendo en mi estómago vacío. Entró al pasillo sin que le permitiera, cerré de un portazo.

— ¿Qué quieres, Jasón? —exigí, sin saber cómo abordar el tema.

—Tenemos una cita, recuérdalo— se llevó una mano al puente de la nariz.

— ¿Te parece que iré contigo a esa cita? — gruñí—, vete con la estúpida esa con la que estuviste anoche en Puerto Viejo—le escupí, sin moverme.

—¡Ya te dije que es solo una amiga! — rehuyó mi mirada—, una conocida, una fan—tensó la mandíbula—. ¡No necesito darte explicaciones!, además, ¿Me puedes decir por qué Jade me está amenazando de muerte?

¿A caso quería seguir viéndome la cara de imbécil? ¡No más!

—Por supuesto que me debes explicaciones, ¡soy tu novia, Jasón!, no tu maldito juguete— en ese momento ambos estábamos gritando.

Solo se paralizó en medio del pasillo, arrugó el ceño, bufando.

—Estoy harto de pelear contigo—replicó con el mentón apretado, había un nuevo aire en sus ojos que no comprendía.

Su mirada, la que tantas veces me había robado suspiros, esos ojos castaños que tanto me habían enloquecido, ahora parecía distantes y ajenos a ese sentimiento. Eso era todo, era el final de tantos años que compartimos.

—Quiero terminar—respondí con aplomo.

Apreté mis puños canalizando mi nerviosismo, pero sorprendida por mis palabras. El noventa por ciento de mí estaba decidida a terminarlo, pero ese diez por ciento era el que con dolor no quería dejarlo a pesar de todo. Mi cuerpo temblaba.

— ¿Qué m****a estás diciendo? ¡Tú no me puedes terminar!

Maldito egoísta.

—¡Quiero que te vayas ahora de mi vida! ¡Se acabó!

De pronto en sus ojos apareció miedo, pero eso fue, solo por un momento, para después cambiar a recelo.

— ¿Tienes a otro, no es cierto? Te estás revolcando con alguien más— me acusó con los ojos entre cerrados y la mandíbula apretada—. ¡Después de todo lo que hemos pasado juntos, Audrey! ¡¿así es como quieres acabar?!

En mi estómago y en mi pecho crecía un calor arrasador. 

—El único que se está revolcando con una zorra eres tú, ¡maldito idiota!

—Estás diciendo estupideces…

—¿Estupideces? —exploté—, ¿pretendes seguir haciéndote el imbécil y seguir viéndome la cara?, no tienes vergüenza.

—No hablemos de vergüenza ¿quieres? Que la única que sale perdiendo aquí eres tú, ¡mírate! —me señaló, comenzó a acercarse, reteniéndome la mirada con su intento frugal de intimidarme—, estás hecha una mierda—me tomó por el mentón, luego, se lambió los labios, enterré mis uñas en su mano que me tomaba con fuerza— ya no me provocas nada—soltó una risa, irguiéndose en su totalidad, eso hurgó en las entrañas de mi ser—. Deberías agradecerme, que una estrella como yo sea tu novio.

Le atenacé una fuerte bofetada que lo hice girar, me soltó de su agarre echándome hacia atrás casi pegándome a la pared, sentí un poco de miedo por un momento.

—No tienes por qué hablarme de esa manera—solté intentando reunir de nuevo mi coraje.

—¿Lo ves?, no soportas que te diga la verdad—en su mejilla la silueta de mi mano se dibujó y sus ojos enrojecieron por la rabia contenida—, pero preciosa, solo estoy comenzando ¡Estás jodida!

—¿Y qué si lo estoy? —repliqué—, el jodido eres tú y tu mediocridad—Oh si Jasón, se tus puntos bajos—, ¿acaso crees que llegarás lejos con tu numerito de basura musical? —me reí, él retrocedió, se pasó las escuálidas manos por su cabello—, la fama que ahora tienes es debido a mí, y créeme que recuperaré cada una de las cosas que perdí—me miró fijamente—, ¿acaso pensaste que te quedarías con ellas?

—Esto no tiene sentido—negó con la cabeza, exasperado, se meció los cabellos y en su rostro el color rojo los tiñó, estaba furioso—. ¡Quieres terminar para irte con cualquier bastardo!, estoy harto de tus juegos, de tu insufrible carácter y tu estúpido sentido del amor tan carente que tienes.

Quizá no me había golpeado, pero sus palabras me hicieron echarme hacia atrás como si hubiese recibido un cubo de agua fría o un puñetazo.  No podía encogerme de miedo, no más.

—Lo mismo digo— levanté el mentón—. ¡Estoy harta de esto!, de las peleas, de tu ineptitud insufrible, tu egoísmo y falta de escrúpulos, de las infidelidades y tu fantasía insoportable de querer ser alguien— ahora lo señalé—. ¡Nunca serás nada!

—Terminemos entonces, si es lo que tanto quieres— pasó de largo hacia la puerta—, vendré después por mis cosas —me tomó por el mentón de nuevo—, querida—me zafé de su agarre de un tirón, abrió la puerta de golpe.

Me acerqué a zancadas.

— ¡Pues llévatelas de una puta vez! —le arrojé la bolsa de basura y cerré de un portazo.

De acuerdo, tres años de relación se habían ido a la basura. 

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