Hoy era mi cumpleaños número dieciseis, y me sentía más solo que nunca. Respiré profundamente; mi vida era un completo desastre.
— Hola — me saludó una chica que yo no había visto en mi vida.Yo le puse mala cara de inmediato.
— Quiero estar solo — le dije.Ella sonrió y se sentó a mi lado. Después sacó una pequeña caja y me la entregó.— Feliz cumpleaños — me dijo con una sonrisa.Yo la miré con el ceño fruncido.— ¿Esto es una broma? — le pregunté de mal humor.Ella negó con la cabeza de inmediato.— Solo pensé que te gustaría — me dijo.Yo le devolví la caja.— No te conozco — le dije.Ella se mordió un poco el labio inferior.— Soy Carolina, ¿y tú eres Fabien, verdad? — me preguntó.Yo asentí con la cabeza, ¿pero como ella conocia mi nombre?— Aléjate de mí — le dije.Ella me miró mal.— Eres un odioso de primera, no volveré a hablarte nunca más — me dijo.Ella se levantó y caminó lejos de mí. A un lado en la banqueta estaba la pequeña caja de regalo. Yo la recogí y la guardé en el bolso.— Si padre se entera, te castigará — me dijo Mariano detrás de mí.— Deja de molestar, y aléjate de mí — le dije.Mariano se sentó a mi lado y me miró a los ojos.— He querido hablar contigo desde hace semanas. ¿Cómo pudiste hacerlo? — me preguntó.Me recosté en el respaldo de la banca y le dirigí una sonrisa, yo ya había dejado de pensar en eso, al principio tenía pesadillas, pero ahora no sentía nada, no tenía remordimiento alguno.— Ya lo había hecho antes, así que no fue gran cosa. Ahora vete, no quiero verte — respondí bruscamente.Mariano me miró con desdén.— Eres un bastardo — murmuró, levantándose y marchándose.Respiré profundamente. Miré hacia el lugar donde estaba la chica llamada Carolina. Ella era pequeña, de cabello castaño y de ojos marrones, era linda, parecía un pequeño y tierno gatito.***Al salir de la escuela, decidí ir hasta un restaurante que me gustaba mucho. Caminé un largo tramo, distraído por la calle. La vi; ella estaba dentro de una florería, se veía hermosa y tan sonriente. Carolina se dio la vuelta y me quedó mirando. Ella me sonrió y salió de la florería.— ¿Me estás persiguiendo? — me preguntó.Yo negué con la cabeza. Ella se acercó mucho más a mí.— ¿A dónde vas? — me preguntó.— Iré a comer algo — le contesté.— ¿Quieres que te acompañe? — me preguntó.Yo me quedé allí, mirándola por un buen rato, indeciso en qué decir.— ¡Caro, deja de perder el tiempo y ven a ayudarnos! — gritó un tipo desde la florería.Ella puso los ojos en blanco, pero después me sonrió.— Nos vemos después — me dijo.Ella se dio la vuelta y corrió hasta la florería. Yo aparté la mirada de ella y seguí mi camino.Después de comer algo, decidí regresar directamente a casa. Estaba agotado y hambriento. Sin embargo, en el camino, me encontré con Mariano y un par de sus amigos. Sus caras me provocaron frustración. ¿Por qué siempre tenía que arruinar mis días?— Vete, Mariano, no tengo tiempo para ti. Hoy estoy de mal humor, así que no me jodas — le dije con rabia.Mariano me quedó mirando con desprecio, al igual que los dos chicos que estaban con él.— Los voy a golpear a los dos, y a ti te daré una lección — les dije conteniendo mi enfado.En ese lugar solitario, solo éramos nosotros cuatro. Tiré el bolso a un lado y me lancé a los tres, golpeándolos como loco. Yo estaba mucho más fornido que ellos, pero ellos eran más que yo. Lancé a uno de ellos al suelo y me lancé a Mariano, lo tumbé en el suelo y empecé a golpearlo con fuerza.— Deja de joderme, ya me tienes harto — le grité mientras seguía golpeándolo.Los dos chicos me apartaron de Mariano y me lanzaron a un lado. Yo me levanté de un salto y los miré amenazante.— Largo, o van a terminar peor que él — les advertí.Los dos chicos salieron corriendo. Yo miré a Mariano, que estaba en el suelo hecho polvo.— ¡Eres un cobarde! — le grité mientras la rabia me consumía.Me subí otra vez sobre él y seguí golpeándolo.— ¡Te lo advertí! ¡Deja de molestarme! — exclamé, sintiendo cómo mi mano se dislocaba al golpearlo.Me separé y respiré profundamente, necesitaba estar calmado. Tomé mi celular y llamé a Piero, sabiendo que la paliza que recibiría por culpa de Mariano sería legendaria. Piero contestó de inmediato.— ¿Qué pasa, muchacho? — me preguntó.— Dos chicos estaban atacando a Mariano, y ahora no sé qué hacer. Necesito tu ayuda; Mariano está vuelto nada — le dije a Piero, mientras Mariano permanecía en silencio, su rostro reflejando la devastación. Mi ira era tal que si él decía algo, no dudaría en hacerle más daño, sin importar si Piero escuchaba.— no se muevan de dónde están, enviaré a un par de mis hombres para que resuelvan el problema — dijo mi padre con voz firme.Colgué el teléfono y me acerqué a Mariano.— Si dices algo, te aseguro que no será un buen final para ti. Sé que yo también saldré lastimado, pero me llevaré el consuelo de que quedarás jodido de por vida — le advertí en voz baja.Mariano asintió con la cabeza, visiblemente asustado. Me senté junto a él y respiré profundamente.— ¿Qué pasará si padre pregunta por mis atacantes? — preguntóMariano siguió llorando como un niño pequeño.— ¡Deja de llorar! ¿Quieres otro golpe? — amenacé, viendo cómo Mariano negaba con la cabeza y sollozaba en silencio.— Eres un monstruo — murmuró entre lágrimas.Yo me reí un poco.— No... Soy un demonio — le dije, con una sonrisa maliciosa.***La paliza que recibí fue igual de brutal que la que había imaginado. Mariano no dijo ni una palabra, de lo contrario, ya me habrían mutilado. Aunque tenía huesos rotos, me mantuve en silencio, sin emitir ni un sonido.— No vuelvas a mentirme, lo que más odio son a los mentirosos — advirtió mi padre, mirándome de arriba a abajo.— He defendido a tu hijo, ¿y así me agradeces? — pregunté, incrédulo.Él se rió.— Sé lo que realmente sucedió. Mariano me lo confesó después de algunos golpes — dijo, haciendo que rodara los ojos. Maldito Mariano.— También dijo que lo amenazaste. ¿Vas a matarlo? — preguntó mi padre.Encogí los hombros, sintiendo el dolor en todo mi cuerpo.— Mariano no está a la altura de tus expectativas. Es débil, y tú lo sabes — respondí.Mi padre se agachó para mirarme a los ojos.— Entonces, haz que yo también lo crea. Sé lo que quieres, hijo — dijo, acariciándome el cabello.— ¡Soy casi perfecto en todo! ¡Soy mejor que Mariano! ¿porque soy yo el que recibe el peor castigo?— le pregunte con amargura.Padre me dio un par de golpes en la mejilla.— Ser mejor que Mariano no significa nada. Tienes que superarme a mí. ¿Crees que puedes hacerlo? — preguntó.Sonreí y asentí.— Esto que haré me dolerá más a mí que a ti, pero te dejará una muy buena enseñanza; no volver a mentirme y te hara enteder, por que soy tan duro contigo, yo solo quiero que seas el mejor, digno de llevar mi apellido — dijo mi padre.Mi padre y otro hombre me ataron a una silla y me pusieron un paño en la cara. Luego, tiraron la silla al suelo, causándome un dolor agudo.El agua comenzó a gotear sobre el paño que cubría mi rostro. Sentí cómo llenaba mi boca y mi nariz, privándome del oxígeno poco a poco. Traté de resistirlo, pero era una angustia insoportable. ¡Iba a morir!Pase dos semanas en casa recuperándome, y aunque estaba hecho polvo, me sentía bien, había comprendido de una manera tan cruel que el amor existe, y ahora se que mi padre me ama, aunque no sea su hijo. Hoy había decidido ir a la escuela, odiaba ausentarme, pero debido a mis heridas no pidió venir. — ¡Fabien! — grito la voz dulce de una mujer. Yo me di media vuelta y la mire, ella se acerco a mi y me miro de arriba a abajo. — ¿Qué te paso? — me pregunto. Yo me encogí de hombros. — te dije que te alejaras de mí, no me agradas — le dije. Ella sonrió un poco y se acerco mucho más a mí, se puso de puntilla y me dio un beso en los labios. — eres muy gruñón — me dijo. Se separo y salió corriendo, yo lleve mis dedos hasta mis labios y los acaricie un poco, era mi primer beso. — se lo diré a padre — me amenazo mariano que caminaba a mí. Yo lo mire con rencor. — deja de molestar o te daré otra paliza — lo amenace. El se rio de mí. — si yo soy infeliz tú también lo serás — me dijo.
Hoy todo era un caos en la floristería, pronto sería San Valentín y todos estaban encargando arreglos florales. ¡Me encantaba San Valentín! era la mejor epoca del año, incluso mas que navidad.— ¿Carito, puedes venir? Necesito tu ayuda para esto — me llamó papá, y fui rápidamente. El estaba junto a un enorme arreglo floral. — ¿Y esta monstruosidad para quién es? — pregunte. Era un enorme arreglo de flores azules, las más caras, pero perturbadoras. — Está en la libreta, ¿puedes ayudarme a sostenerlo? — me pregunto. asentí y ayudé a papá. El arreglo era muy exagerado, tanto por el tamaño como por el precio. Papá terminó el arreglo y lo dejó a un lado, su respiración estaba entrecortada por el esfuerzo. Deje el anorme arreglo a un lado. Miré la libreta y leí el mensaje y el nombre de la persona que lo recibiría. — Fabien Salvatore — dije en voz alta. Ese nombre de alguna manera se me hacia conocido. — Eres el infierno que quiero — decía el mensaje. Un escalofrio recorrio toda mi
Padre me había llamado temprano, así que fui a visitarlo; él se veía muy enojado e intrigaba la razón de su enojo. — Tu hermano ha desobedecido mis órdenes, quiero que busques a alguien — me dijo. Yo asentí. — ¿Qué hizo Mariano? — le pregunté. Papá suspiró pesadamente, se veía muy enojado. — Ha roto la regla de oro, quiero darle una lección — me dijo. Yo sonreí, padre me dio un sobre y yo saqué el contenido; había fotos de Mariano con una chica rubia, ¡hombre estúpido!— ¿Qué quieres que haga con ella? — le pregunté. Él se reclino en el escritorio y me miró a los ojos. — traerla a mi. — me dijo. Yo asentí con la cabeza. — No me defraudes, Fabien — me pidió. Yo lo quedé mirando. — Jamás lo he hecho — le respondí. Salí de la oficina y entré al coche; Jacob estaba allí esperándome. — Quiero que consigas a esta chica, llévala a casa de padre — Jacob asintió y prendió el coche. * Esa misma tarde fui en busca de Mariano, esto le iba a desmoronar, pero era parte de la vida,
DÍAS DESPUÉS Me fui a un pequeño bar a tomarme un trago; estaba un poco cansado y lo único que me ayudaba con el estrés era ver personas ir y venir, una mala costumbre según Jacob, pero me daba igual. — deberíamos irnos ya — me dijo Jacob de mal humor. — Relájate, hoy estoy cansado y no quiero discutir con nadie — le dije. Miré por la ventana del bar, sonreí un poco al ver a la chica de aquella vez; se veía aún más bonita que ese día. — Espera aquí — le dije a Jacob y salí del bar. La chica era pequeña, con cabello corto por la mandíbula, ojos grandes y expresivos; parecía un gatito. — Qué bueno volver a verte — le dije, y ella me miró con sus enormes ojos. Ella se dio la vuelta, ignorándome por completo, algo que no toleraba, pero de alguna manera me encantaba que viniera de ella. — ¿Saliste despavorida de mi casa, tanto miedo doy? — le pregunté. Ella se dio la vuelta y me miró; sus ojos marrones brillaban por la furia. — No te tengo miedo, más bien tú deberías tenermelo a
Salí temprano de casa. Trabajaba los fines de semana en un club privado, de esos donde para entrar mínimo tienes que tener un pacto con el diablo, haber sacrificado cinco vírgenes y tener unos cien millones en tu cuenta personal del banco. Mi amiga tenía la fantasía de encontrar al amor de su vida allí y que la sacaran de pobre, pero eso solo era una fantasía. En esos lugares, los hombres no nos veían como personas, éramos simples objetos.— Hola — saludé a Salomé. Ella se acercó y me dio un beso en la mejilla.— Hoy hay mucha gente, tengo ganas de volver a casa y eso que apenas acabo de llegar — se quejó ella. Yo fui a cambiarme al baño y luego salí.Ella aún estaba con cara de aburrimiento.— Esto es para la mesa diez — me dijo mi jefe, entregándome una bandeja con café y un jugo. Salí de la cocina y me encaminé hasta la mesa diez, pero cuando iba llegando me detuve. Allí estaba ese tipo. ¿Acaso me estaba persiguiendo?Me acerqué a él con mala cara y le puse el pedido en la mesa, lo
Al día siguiente volví al club, buscando a Fabien, pero no estaba por ningún lado. Necesitaba recuperar mi teléfono, no podía dejar que viera lo que estaba en él, era demasiado vergonzoso. Me acerqué a Salomé, que se veía muy molesta, y la miré. — Acompáñame, por favor — le rogué. Ella frunció el ceño. — ¿A dónde? — me preguntó mientras agarraba una charola. Le di una pequeña sonrisa. — ¿Recuerdas al tipo de ayer, el de los ojos dorados? — le pregunté. Salomé me miró. — Estás loca. Yo aún quiero conocer a mis nietos — me dijo. Yo me crucé de brazos y la miré mal. — Pero no siquiera tienes hijos. No seas mala. Se supone que eres mi amiga. Yo te acompañé ese día a tu cita doble, ¡Me lo debes! Ese tipo tenía mal aliento y me lo aguanté toda la noche, y lo hice por ti — le recordé. Ella puso mala cara. — Está bien. Pero ahora ayúdame — me dijo. Sonreí y empecé a atender las mesas con ella. Cuando salimos del trabajo, ella me llevo hasta la casa de Fabien, Salomé estacionó su
Mariano me había llamado muy temprano esa mañana. Yo de inmediato sentí una mala espina, porque si él quería hablar conmigo después de lo que pasó, era porque el favor que me iba a pedir era muy importante. Salí junto a Jacob hasta el restaurante donde él me había citado. Jacob se veía molesto, pero no me dijo nada. Después de bajarme del coche, caminé hasta el restaurante y fui a la mesa donde Mariano estaba.— ¿Qué quieres de mí, Mariano? — le pregunté.Él me quedó mirando.— Papá quiere que haga negocios con Guido Berlusconi — me dijo.Puse mala cara. Guido era un sádico, pero una pieza fundamental en los negocios. Si eras su amigo, podías gozar de ciertos privilegios.— Buena suerte con eso — le dije.— Ven conmigo. Estoy seguro de que ustedes dos se llevarán bien — me dijo.Me reí. Mariano era un infeliz al decir eso.— No te ayudaré. Si padre quiere que lo hagas, es por tu bien. Necesitas empezar a hacerte cargo de los negocios de la familia. Te recuerdo que tú serás el próximo
Al día siguiente, Jacob me despertó con la noticia de que mi padre estaba aquí, esperándome en la oficina. Yo tenía un muy mal presentimiento, y por la cara de Jacob, mi presentimiento era completamente cierto. Salí de mi habitación y fui a reunirme con mi padre. Apenas él me vio, se levantó de la silla, se acercó a mí y me abofeteó.— ¿Qué pasó? — le pregunté.Uno de sus hombres trajo a Mariano y lo lanzó a mis pies.— No sabía que tenías tan buen corazón. Ahora, soluciona esta mierda — me dijo furioso.Yo miré a Mariano, él estaba llorando como un niño pequeño.— ¿Qué carajo hizo? — pregunté furioso.— Mató a la mascota de Berlusconi. Ahora resulta que tengo dos hijos buenos para nada, y tú, Fabien, no sabes lo decepcionado que estoy de ti. ¿Cómo pudiste ayudarlo? ¿Desde cuándo ayudas a Mariano? Él tiene que aprender que en este puto mundo existen las consecuencias — me grito.Miré a Mariano, que estaba abrazando una de mis piernas, y lo pateé lejos. Mariano era un idiota, un imprud