6

Padre me había llamado temprano, así que fui a visitarlo; él se veía muy enojado e intrigaba la razón de su enojo.

— Tu hermano ha desobedecido mis órdenes, quiero que busques a alguien — me dijo.

Yo asentí.

— ¿Qué hizo Mariano? — le pregunté.

Papá suspiró pesadamente, se veía muy enojado.

— Ha roto la regla de oro, quiero darle una lección — me dijo.

Yo sonreí, padre me dio un sobre y yo saqué el contenido; había fotos de Mariano con una chica rubia, ¡hombre estúpido!

— ¿Qué quieres que haga con ella? — le pregunté.

Él se reclino en el escritorio y me miró a los ojos.

— traerla a mi. — me dijo.

Yo asentí con la cabeza.

— No me defraudes, Fabien — me pidió.

Yo lo quedé mirando.

— Jamás lo he hecho — le respondí.

Salí de la oficina y entré al coche; Jacob estaba allí esperándome.

— Quiero que consigas a esta chica, llévala a casa de padre —

Jacob asintió y prendió el coche.

*

Esa misma tarde fui en busca de Mariano, esto le iba a desmoronar, pero era parte de la vida, o al menos de nuestras vidas, aunque he de admitir que padre se había sobrepasado un poco, mariano era debil, el no iba a poder superar esto.

— ¿Está Mariano? — Le pregunté a la recepcionista.

— Sí, señor, ¿quiere que lo anuncie? — me preguntó.

Yo negué con la cabeza y seguí hasta su oficina.

— te he traido un obsequio — le dije a Mariano mientras le entregaba una caja color rojo.

Mariano me miró mal y tomó la caja color rojo.

— ¿De cuándo acá das regalos? — me preguntó.

Mariano tiró la caja en su escritorio y me miró mal.

— ¡Estás loco! ¡Eres un sádico! ¿Cómo le sacas el corazón a un animal solo para molestarme? — me dijo con molestia.

Yo lo mire con seriedad.

— Yo no perdería el tiempo en un animal — le recordé.

Mariano abrió la boca y después la cerró.

— ¡No puedo creerlo! ¿Por qué haces este tipo de cosas? — me preguntó.

Yo me encogí de hombros.

— Es un regalo de padre, me dijo que este corazón te pertenece — le dije.

Mariano se acercó a la caja y después me miró.

— ¡No! No es lo que estoy imaginando — me dijo.

Él recogió el contenido y lo sostuvo en su pecho.

— ¡No puede ser! ¿Tú lo hiciste? — me preguntó.

Yo negué con la cabeza.

— El me pidió buscarla, no sabía que haría con ella — le dije.

Él me miró; su mirada era de dolor puro.

— Ella... era inocente — me dijo llorando.

— ¿Por qué? ¡Ella no le había hecho daño a nadie! ¡Por qué lo hizo! — Me gritó Mariano levantándose.

— Tú sabes muy bien por qué, es tu culpa; sabías del peligro que sería para ella estar contigo — le dije.

Mariano se tiró al suelo y empezó a darse golpes en el pecho.

— ¡Te odio! ¡Eres despreciable! igual que mi padre, no debiste llevarla con el, sabías lo que le pasaría y no te importo — me gritó mientras lloraba.

Yo tomé un par de dulces que él tenía en el escritorio y me metí uno en la boca.

— Deja de llorar, es solo una mujer; existen millones en este mundo. Solo escoge una y follala todo lo que quieras, pero no te enamores. En este negocio no podemos tener corazón, por eso padre te ha quitado el tuyo. Ahora, madura de una puta vez, que nuestra vida no es un cuento de hadas — le dije.

Mariano estaba allí tirado mirándome; siendo sincero, sentí un poco de lástima por él.

— No... por favor dime que es una broma, ¿Cintia ella dónde está? — me preguntó.

Yo respiré profundo.

— Vamos, te llevaré con ella — le dije.

Mariano se levantó y se limpió la cara.

— ¿Fabien, de verdad ella está muerta? Dime qué la rescataste por favor, dime que ella está bien — volvió a preguntarme.

Aún sosteniendo las dos cajas en su pecho.

*

Jacob y yo entramos a la habitación donde estaba la mujer; yo había arreglado su cuerpo, ya que no padre habia hecho un completo desastre, pobre mujer. Mariano entró y corrió a la camilla.

— ¡Despierta! ¡Cintia, por favor! — Gritó Mariano llorando.

— Puedes llevártela, yo no quiero volver a ensuciar mis manos — le dije.

Mariano corrió hacia mí como un león; Jacob sacó el arma y le apuntó en la cabeza.

— ¿Quieres terminar como ella? ¡Largo de aquí! — le dije.

Mariano cargó el cuerpo de la mujer y se fue con él.

Yo llamé a padre de inmediato.

— Todo listo, supongo que no volverá a equivocarse — le conté.

— Gracias hijo, no te olvides de mí, ven a visitarme más seguido, quiero comentarte algunas cosas — me dijo.

— Te visitaré más seguido — le dije y después colgué.

Jacob me quedo mirando.

— Creo que fueron muy lejos, Fabien — me dijo Jacob.

— Mariano es débil, no hubiera soportado ver a su mujer de la manera en la que la encontramos — le dije.

Mi padre era despiadado; yo conocía su lado más oscuro, uno que Mariano aún no conocía, o estaba empezando a conocer.

— Estoy cansado — le dije a Jacob.

— Es normal, hoy has tenido un día ajetreado; deberías dormir un poco. Ya me encargaré yo si alguien viene a buscarte — me dijo.

Yo negué con la cabeza.

— Salgamos un rato, quiero ver personas — le dije.

Jacob me miró con reproche.

— Eres muy terco Fabien, pero es tu vida; yo no me meteré en ella — me dijo.

Yo asentí con la cabeza; por eso Jacob era mi mano derecha, era el único con los huevos para hablarme de esa manera.

— Ve por el coche — le pedí.

Él asintió con la cabeza y salió de la habitación; yo me quedé allí un momento y me llevé los dedos a los labios. Recordar a aquella chica de lengua larga me había traído un recuerdo, el recuerdo de ella, Carolina. Empecé a reír; pensar en esa chica tantos años después era ridículo, pero de alguna manera esa mujer hizo que volviera a mí su recuerdo, uno bastante lindo, aunque fue muy fugaz.

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