Miré a Jacob, quien estaba poniendo un plato de comida en una mesa que estaba en la habitación. Él me miró, y yo aparté la mirada. Hacía dos días desde lo que pasó con Fabien, y me había negado a comer. Si iba a morir, lo haría a mi manera. — ¿No vas a comer nada? — me preguntó Jacob. Lo fulminé con la mirada, y él me gruñó. — De nada te servirá morirte de hambre. Levántate y come algo — dijo. Mi estómago traicionero empezó a quejarse, y yo, de mala gana, me acerqué a la mesa y tomé un poco de fruta que había en el plato. Después lo llevé a la boca y lo comí. — ¿Por qué es así? No lo entiendo — le pregunté. Jacob respiró profundo y se sentó en una de las sillas. Yo lo miré esperando una respuesta. — Fabien ha perdido muchas cosas. Ha sufrido lo inimaginable para llegar a ser lo que es hoy. Y aunque no comparto lo que está haciendo contigo, no puedo decirle que pare. Tú de alguna manera hiciste despertar en él algo que estaba dormido, y no sé si es bueno o es malo — explicó. Me
Llevé a Carolina a la habitación y la acosté en la cama. La miré y ella me hizo un puchero de disgusto. — No te entiendo, Fabien. Eres cruel y compasivo, y me confundes. Dime qué es lo que realmente quieres o esperas de mí — me preguntó. — Quiero que me ames. Quiero que me mires como me mirabas hace años — le respondí. Ella empezó a negar con la cabeza. — No puedo hacerlo. Tú me das miedo. Solo mírame — me dijo. Me senté a su lado y acerqué mi cara a la de ella. — Jacob me dijo que he despertado algo en ti, pero dudo mucho que haya sido amor. No se trata así a quien amas — me dijo. Pegué mi frente a la suya y le di un suave beso en los labios. — En mi mundo sí — le respondí. Ella empezó a llorar. — Quiero irme a casa, Fabien. Quiero estar con mi familia — me pidió. Me separé de ella y me bajé de la cama. — Te pareces a alguien que fue muy importante en mi vida. O tal vez ella se parecía a ti. Ahora no estoy seguro, pero no te dejaré sola. Dejarte ir sería como matarte y no
Llamé a Jacob a la oficina. Necesitaba dejar un par de cosas resueltas antes de irme. Necesitaba que él tuviera siempre a la vista a Carolina. No confiaba en mi padre, al menos no tratándose de ella. Jacob entró a la oficina y me quedé mirándolo. — Me iré mañana. Quiero que cuides a Carolina. Está de más decir que si le pasa algo, te haré a ti el doble — le dije. Jacob negó inmediatamente. — Yo iré contigo. No puedes ir solo. La chica se puede quedar con cualquiera — me dijo. Respiré profundo. — Mariano vendrá conmigo, y no confío en nadie más. Así que te quedarás — le dije. Jacob puso mala cara de inmediato. — Con más razón quiero ir contigo. Mariano es un inútil que no sabe cuidarse. No será de ayuda de nada — me contestó, mostrándose decidido a acompañarme. — Puedo cuidarme solo. Así que deja de contradecirme. Te quedarás aquí y la cuidarás — le ordené. Jacob negó con la cabeza. — Te necesito aquí. Si no regreso, quiero que la desaparezcas. Si es necesario, cámbiala hasta
Después de desayunar y medio bañarme, Jacob me llevó a la enfermería. William me saludó mientras atendía a un tipo que tenía una enorme cortada en el vientre. — ¿Qué le pasó? — Le pregunté a William, mientras Jacob se sentaba, mirándome fijamente. Volteé a verlo y le puse mala cara. — Una riña, nada grave, pero esto debe limpiarse antes de que se infecte — contestó William. — ¿Puedes dejar de observarme? Me estás poniendo nerviosa — le dije. Él me miró muy mal, y yo le saqué la lengua. — Parece que hubieras perdido a tu esposa en un trágico accidente — le dije. William empezó a reír. — Estoy preocupado — me dijo. — ¿Por qué? ¿Acaso ya estás extrañando al tirano secuestrador de tu jefe? — le pregunté. William y el otro tipo rieron otra vez, pero Jacob no. Él me seguía mirando. — Deberías estar feliz. Eres libre de ese degenerado por un par de días. Deberíamos celebrarlo — le dije con una sonrisa. — Tú deberías estar preocupada por él. Así que deja de decir tantas estupidece
Apenas Piero salió del lugar, tanto William como el otro hombre allí se pusieron en movimiento. William atendió rápidamente a Jacob; el otro tipo me ayudó a sentarme. Jacob estaba sangrando abundantemente; se iba a morir por mi culpa.— Lo siento, de verdad — le dije llorando.Jacob me miró mal.— Deja de llorar, me estás molestando — me dijo.En su rostro no había expresión alguna; parecía como si no le doliera.— ¿Se va a morir? — le pregunté a William.— Deja de llorar o te lanzaré del balcón — me amenazó Jacob.Yo me limpié las lágrimas y asentí con la cabeza.— ¿Entonces no te vas a morir? — le pregunté.Jacob me miró.— Esperemos que no — contestó tranquilamente.— Piero es un bastardo, él no quería matarte, solo quería lastimarte — comentó William, la herida de bala se vería horrible.William buscó un bisturí y cortó la piel, así, sin anestesia ni nada. ¿Cómo podía aguantar algo así? ¿Acaso el dolor no existía para ellos?— No debiste decir todas esas cosas, ¿acaso quieres mori
Cuando llegamos a la casa de Lorenzo, fuimos llevados a una habitación. Allí estaba Silvio, amarrado en una silla, vuelto mierda, ni siquiera estaba consciente. Mariano trató de acercarse a él, pero yo lo detuve. No quería otro problema más.Lorenzo llegó, me miró y luego a Mariano.— ¿Viniste a buscar a este infeliz? ¿Cómo quieres llevártelo? — preguntó.Me acerqué a una silla que estaba cerca, me senté, prendí un cigarrillo y le di una calada profunda.— Sería muy pendejo de tu parte comenzar una guerra por él — le dije, señalando a Silvio.Greco se acercó a Silvio, levantó su cabeza agarrándolo por el cabello. Silvio se despertó y me miró.— Fabien, sácame de aquí, por favor — me suplicó.Greco le dio un puñetazo y Silvio empezó a quejarse.— Si... tienes razón, sería una pérdida de tiempo. Pero no puedo dejarlo ir como si no hubiera pasado nada — dijo Lorenzo.Asentí y miré a Silvio por un momento.— ¿Qué quieres hacerle? La verdad, yo no quiero perder el tiempo en conversaciones
Al día siguiente de enterarme del futuro matrimonio de Fabien, me levanté súper temprano. William me había prestado unas muletas, así que planeaba largarme de este lugar. No iba a esperar a ese infeliz; no sería la amante de nadie.— ¿A dónde crees que vas, Carolina? — me preguntó Jacob, mirándome con los brazos cruzados.— ¡A mi casa! No voy a esperar a ese tipo. Que moleste a su esposa, pero a mí que me deje en paz — le dije, intentando abrir la puerta, pero estaba cerrada con seguro.— Ábreme o voy a gritar. Ya no quiero estar aquí. Ese tipo me secuestró, me torturó y me partió una pierna — le dije.Jacob puso los ojos en blanco.— La pierna te la partiste tú. ¿Quieres que te recuerde que te lanzaste del balcón? Y no puedes ir a ningún lado. Fabien no me ha dado ninguna orden — me dijo.Jacob se acercó a mí y me cargó, las muletas terminaron en el suelo.— Pórtate bien. Fabien pronto regresará — me dijo.Lo miré.— ¿Ya hablaste con él? — Le pregunté y él negó con la cabeza.— ¿Cree
Ya estaba desesperado. Lorenzo no quería ceder, y mi padre tampoco estaba haciendo nada por ayudarnos. Necesitaba hablar con Jacob; llevaba tres semanas encerrado aquí y necesitaba un baño con urgencia.— Creo que Silvio murió — me dijo Mariano. Caminé hacia Silvio y le di una bofetada que lo hizo despertarse.— Está vivo, para mi desgracia — le contesté.Silvio no dijo nada. Era obvio que estaba en mal estado; sus heridas parecían cada vez más dolorosas.— Tengo tanta sed. Quiero comer un enorme filete — dijo Mariano. ¿Cómo se le ocurría hablar de comida en estos momentos?— Si quieres, podemos comernos a Silvio. Su carne se está desperdiciando — propuse.Silvio me miró mal, y Mariano con miedo.— Es solo una opción, y creo que es bastante buena — comenté.Miré a mi alrededor, necesitaba encontrar una salida.— ¿Papá nos dejará morir? — preguntó Mariano. Padre quería unir lazos con Greco, pero no estaba dispuesto a ser quien lo ayudara con eso.— No, pero sí quiere que nos desesperem