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Ya estaba desesperado. Lorenzo no quería ceder, y mi padre tampoco estaba haciendo nada por ayudarnos. Necesitaba hablar con Jacob; llevaba tres semanas encerrado aquí y necesitaba un baño con urgencia.

— Creo que Silvio murió — me dijo Mariano. Caminé hacia Silvio y le di una bofetada que lo hizo despertarse.

— Está vivo, para mi desgracia — le contesté.

Silvio no dijo nada. Era obvio que estaba en mal estado; sus heridas parecían cada vez más dolorosas.

— Tengo tanta sed. Quiero comer un enorme filete — dijo Mariano. ¿Cómo se le ocurría hablar de comida en estos momentos?

— Si quieres, podemos comernos a Silvio. Su carne se está desperdiciando — propuse.

Silvio me miró mal, y Mariano con miedo.

— Es solo una opción, y creo que es bastante buena — comenté.

Miré a mi alrededor, necesitaba encontrar una salida.

— ¿Papá nos dejará morir? — preguntó Mariano. Padre quería unir lazos con Greco, pero no estaba dispuesto a ser quien lo ayudara con eso.

— No, pero sí quiere que nos desesperem
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