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Carolina estaba abrazando a Valentino con fuerza; ese pequeño demonio me estaba sonriendo, y su mamá preocupándose por él. Yo le guiñé un ojo y él sonrió mucho más ampliamente. Jacob me pasó dos pistolas; yo le entregué una a Carolina y me quedé con la otra.

— ¿Y a mí no me van a dar una? — preguntó el demonio. Carolina le dio un golpe al pequeño y este me miró con rabia.

— Cuando cumplas 6 te enseño a usar una — le prometí.

Él sonrió, y Carolina me miró con mala cara.

— No le enseñarás nada de eso a mi hijo; es un niño — me dijo.

Él se cruzó de brazos e hizo un puchero de rabia. Miré hacia atrás y los coches estaban aún más cerca.

— ¡Acelera, Jacob, se están acercando! — le grité.

Miré hacia atrás y estaban a un par de metros de nosotros.

— A mí nunca me quieren dar nada — se quejó Valentino.

Saqué la navaja que me había regalado padre y se la di a él.

— ¿Estás loco? Él puede hacerse daño con eso — me dijo Carolina.

Carolina le quitó la navaja y me la lanzó.

— Él tiene qu
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