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Mariano me había llamado muy temprano esa mañana. Yo de inmediato sentí una mala espina, porque si él quería hablar conmigo después de lo que pasó, era porque el favor que me iba a pedir era muy importante. Salí junto a Jacob hasta el restaurante donde él me había citado. Jacob se veía molesto, pero no me dijo nada. Después de bajarme del coche, caminé hasta el restaurante y fui a la mesa donde Mariano estaba.

— ¿Qué quieres de mí, Mariano? — le pregunté.

Él me quedó mirando.

— Papá quiere que haga negocios con Guido Berlusconi — me dijo.

Puse mala cara. Guido era un sádico, pero una pieza fundamental en los negocios. Si eras su amigo, podías gozar de ciertos privilegios.

— Buena suerte con eso — le dije.

— Ven conmigo. Estoy seguro de que ustedes dos se llevarán bien — me dijo.

Me reí. Mariano era un infeliz al decir eso.

— No te ayudaré. Si padre quiere que lo hagas, es por tu bien. Necesitas empezar a hacerte cargo de los negocios de la familia. Te recuerdo que tú serás el próximo
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