Christian
El retorno a casa no fue corto, de hecho, no recuerdo que el día de mi partida tardase tantas horas entre un punto y otro, pero al menos tuve tiempo para pensar en todo y calmar mis ideas, la ola de emociones que me generaba el regresar a la tierra que me vio nacer y sobre todo, el pensar que quizás volvería a verla era demasiado para mí.
Muchas veces a lo largo de estos años deseé tener una fotografía de nosotros, pero solo en recuerdos y sueños era posible tenerla conmigo nuevamente. No mentiré, muchas veces mi cabeza me jugó una mala pasada recordándome la última semana que estuve con ella y en la cual emergió el pecado en nosotros, claro está que en ese entonces no era sacerdote y bien podía estar con todas las mujeres que quisiera, pero ella fue la primera y única a la cual me entregué en cuerpo, mente, alma y corazón.
Asimismo, hubo muchas ocasiones en las que quise volver, renunciar a mi sueño y estar con ella, quizás trabajaría en el campo igual que mi padre y mi hermano, o tal vez estaría dedicándome a otra cosa en la cual pudiese ayudar a los demás como mi madre, quien fue enfermera toda su vida, también es partera en el pueblo y una mujer muy respetada aun cuando no seamos una familia de gran auge económico igual que los Montenegro, familia a la cual pertenece Alma.
Escucho a la persona que se encuentra a mi lado diciéndole a su acompañante que por fin llegamos, frase que me saca de mi ensoñación retornando mis nervios y al mismo tiempo incrementando mi felicidad. Una vez bajé del autobús tomé mi maleta y seguido subí a un auto que me llevó directamente a la iglesia de Andalucía, el calor veraniego era sofocante y acogedor a la vez.
En cuanto llegué al lugar me quedé atónito ante las enormes puertas de madera que tantas veces abrí y cerré, incluso las sentí más grandes que antes. Mis piernas continuaron el camino recorriendo el enorme salón que tantas veces limpié para los feligreses y el padre Ocampo, tantas historias, tantas misas, tantas charlas con él...
Me desvié hacia el despacho topándome sorpresivamente con un joven de doce años que sobresaltó al verme.
—Discúlpeme, no lo escuché entrar —dijo nervioso, a lo que yo le sonreí amable.
—No te preocupes, imagino que ante la ausencia del padre Ocampo no vienen tantas personas.
—Así es, pero… ¿Cómo lo sabe? Usted no es de por aquí ¿cierto? —sonreí más ante su curiosidad, astucia y por qué no, su inocencia, una que me recordaba mucho a mí.
—En realidad sí, nací en este pueblo y acabo de regresar.
Él queda un poco dubitativo, me analiza un poco hasta que una enorme sonrisa se traza en su rostro denotando la inocencia que poco se puede ver en jóvenes de su edad.
—¿Es usted el nuevo sacerdote que reemplazará al padre Ocampo?
—Es imposible reemplazar a un hombre como él, trabajó arduamente en este pueblo por el bien de todos, pero yo espero que mi trabajo quede a su altura.
—Mucho gusto mi nombre es Emilio y yo soy uno de los monaguillos, o bueno, el único, porque los demás se retiraron hace mucho —comenta extendiendo su mano formal la cual estrecho.
—El placer es mío Emilio, soy Christian Valencia y espero contar con tu apoyo para que me guíes aquí.
—No se preocupe padre Valencia, llegó con la persona indicada, cualquier cosa que necesite aun si no es de la iglesia, yo estaré disponible para hacerlo.
Realmente hay mucha nobleza en él. Nos fuimos al despacho donde le pedí algunos documentos para empezar a revisarlos y dejar todo organizado para mañana que empezaría formalmente a trabajar aquí, por suerte Emilio sabía donde estaba todo, conocía cada parte de esta oficina, el orden de las carpetas, respondía ipso facto cuanta pregunta le hiciera y siempre tenía una actitud entusiasta acompañada de una gran sonrisa, él es un joven de doce años con ojos marrón oscuro, mirada inocente y a su vez enorme, como si admirara fascinado todo lo que le rodeara, de tez muy oscura, un poco delgado y una energía de envidiar.
Al llegar las seis de la tarde le indiqué que fuera a casa y mañana nos veríamos para continuar, no quería que se fuera tan tarde y de igual forma también tenía que alistarme. Una vez lo acompañé a la salida y cerré todas las puertas, llevé mi maleta a la habitación donde tantas veces me quedé a dormir encontrándola igual que hace ocho años, hasta parece que el tiempo se hubiese olvidado de este pequeño espacio.
Tomé una ducha rápidamente, vestí el traje eclesiástico para estar más cómodo y salí de inmediato a casa de mis padres, por un momento estuve tentado en tomar un auto, pero cambié de parecer al querer recorrer nuevamente estas calles llenas de recuerdos. Al llegar a casa tomé un respiro y toqué el timbre, fue inevitable no escuchar la voz emocionada de mi madre al otro lado diciendo que ya había llegado y si ese solo gesto había sacado una sonrisa en mí, su cara de felicidad al abrir la puerta ensanchó mi alegría, la cual fue rebosada al sentir su cálido abrazo que necesité y extrañé todos estos años.
—No puedo creer que en verdad estés aquí, pero ven, pasa, pasa.
No tuve palabras para responderle pues ella me las quitó todas con esa bienvenida, noté algunos cambios en casa pero nada importante por lo general seguía siendo la misma, aunque lo que sí había cambiado eran los tres hombres que ahora yacían frente a mí. El primero en abrazarme fue mi padre dejando dos fuertes palmadas en mi espalda, tenía el cabello más canoso y algunas líneas extras en su rostro, luego mis hermanos fueron los que me encerraron entre sus brazos, ahora estaban hechos todos unos hombres, especialmente Pablo quien es el menor de los tres y con el cual tengo cinco años de diferencia, mi hermano mayor Juan Carlos me lleva tres.
—¿Acaso te comieron la lengua en la capital que no has dicho nada? —pregunta mi padre a modo de broma.
—Lo siento, es que son tantas emociones que no sé ni qué decir.
—Tienes que decirnos absolutamente todo, especialmente a mí que me abandonaste casi una década jovencito.
Sarah Valencia podrá fruncir tanto como quiera ese entrecejo, pero todos sabemos que jamás le borraría su amor a su familia que significa todo para ella.
—No creo que me alcance la noche para tanto, pero ahora que estaré aquí tendremos tiempo para platicar.
—Eso espero cariño —responde ella con ternura.
Pasamos al comedor para cenar el delicioso banquete que hizo en mi honor y no pude evitar sentirme un niño ante la charla que tuvimos, es como si jamás me hubiese ido al sentirme abrazado por este calor de hogar, pero eso se desvanecía un poco al escuchar todos los cambios que han transcurrido en las vidas de ellos. Me enteré que mi padre es ahora el capataz de la hacienda el Molino, perteneciente a la familia De la Espriella, una de las más ricas junto a los Montenegro, los Angulo y los Santodomingo. Mi hermano Pablo trabaja en la plaza, aunque está esperando que abran las vacantes para trabajar en alguna de las haciendas bien sea con mi hermano o mi padre.
Juan por otra parte es capataz desde hace algunos años en la hacienda Montenegro y mi madre trabaja en el hospital en horas de la mañana y por las tardes se dedica a estar en casa trabajando como partera, aunque su trabajo preferido es velar por todos en su hogar, una mujer devota a él más que a cualquier otra cosa en el mundo.
Sobre las nueve mi hermano Juan se fue a su casa y tanto mi padre como Pablo se fueron a dormir, mi madre en cambio pidió que la acompañara al jardín para hablar a solas, preparamos unas tazas de café y nos sentamos en la pequeña mesa redonda que tenía junto a las camelias, sus flores favoritas.
—Cuéntame ahora sí ya que estamos a solas.
—¿Qué te puedo decir?
—Lo que quieras —tomó mi mano con ternura mostrándome su amor. —todo lo que me digas será un placer escucharlo.
—Bueno, ya sabes que seré el nuevo sacerdote aquí, mañana comienzo formalmente y ya conocí a Emilio quien me está ayudando con algunas cosas —ella ríe divertida en cuanto lo menciono.
—Créeme, a ese niño tendrás que sacarlo a los empujones porque le encanta ayudar a todo aquel que pase, pero es un buen chico, muy inteligente, apegado a sus padres, hijo único y con un corazón de oro.
—Con esas referencias y siendo tú quien lo diga, es difícil no darle la oportunidad —ambos reímos y damos un sorbo al café. —Mejor dime si hay algo más que deba saber aparte de que es el único monaguillo que tendré conmigo.
Ella cambia a un semblante más… ¿pícaro? Creo, dejándome un poco intrigado.
—Quizás Emilio sea el único monaguillo, pero no es la única persona que ha estado al frente de la iglesia, desde hace años y aun en estas semanas con la ausencia del padre Ocampo hay una persona que se ha encargado de todo.
—¿En serio? Eso es excelente, me ayudaría muchísimo su ayuda también ¿Quién es?
Ella bebe sin apartar esa extraña mirada sobre mí y deja su taza sobre la mesa con un halo de misterio que me sorprende… ¿Por qué tanto drama y suspenso con esta mujer?
—Tu mano derecha es Alma Montenegro —levanta una ceja quedando a la expectativa de cualquier reacción en mí.
Sentí que el aire se me fue al escuchar nuevamente ese nombre, pese a ser nombrado el apellido durante la cena, era el nombre de ella el que removía cosas en mí y saber que es ella quien estaba a cargo de la iglesia…
—¿En serio? Pensé que estaría viviendo en otro lugar —dije tratando de ocultar todo lo que me provocó la sola mención de su nombre.
—No, ella se quedó en el pueblo, es maestra suplente en la escuela y ayudaba al padre Ocampo en todo lo relacionado a la iglesia como su asistente.
—Me alegro muchísimo, supongo que la veré mañana para ponernos al día.
—Supones bien y más te vale que trajeras un cheque contigo, porque esa mujer está dispuesta a reclamarte por las dos semanas que estuvo sola al frente del lugar, entre ella y Emilio lo han mantenido a flote.
—¿De verdad?
Me exalté un poco al hacer la pregunta, pues saber que ella seguía teniendo ese espíritu me alegró bastante, algo que obviamente no pasó desapercibido para la mujer que me dio la vida y que ahora ensanchaba sus labios con más picardía.
—Así es, pero está muy dispuesta a defender su puesto y no dejar caer el lugar, así que te sugiero tener un buen plan para mantenerla contigo.
—¿Pero qué dices? Hasta pareciera que nos quieres emparejar.
—Cariño, si no tuvieras ese atuendo, yo estaría organizando una boda o muy seguramente pensando en mis nietos que todavía no tengo —lanza mordaz y con cierta indignación.
—Sarah Gonzáles de Valencia, más te vale olvidarte de esa idea conmigo y los dos sabemos perfectamente la razón, ahora le pertenezco a la iglesia y sabes que esa no es una opción para mí, yo celebraré todas las bodas que existan, pero no me verás como el novio de nadie.
—Christian Valencia Gonzáles —reclama en el mismo tono firme que yo. —más te vale no recordarme mi calvario o me tendrás todos los días reclamándote en ese confesionario por quitarme a mis nietos.
Esta mujer es increíble, tienen una habilidad para manipularnos que no he visto en nadie más, sin embargo, saber que me reencontraré con Alma mañana me tiene muy inquieto ¿Será que todavía se acordará de mí? ¿Cómo se verá después de ocho años? Y más importante aún… ¿Qué pasará entre nosotros cuando la vea?
ChristianAl día siguiente me dediqué a revisar todo lo que tenía el padre Ocampo, año a año desde que me fui estuve informándome de lo que hizo, los matrimonios, bautizos y demás eventos celebrados por él, también revisé las finanzas confirmando lo que había dicho mi madre la noche anterior, Alma estuvo muy al pendiente de todo en este lugar e incluso apoyó económicamente varios proyectos.No pude evitar sentirme feliz ante cada palabra registrada por ambos y ver todo lo que ella hizo por la iglesia, el padre y este pueblo, especialmente los niños, pues gracias a ella comenzaron una tradición dos años después de que me fuera donde se hacía una fiesta exclusivamente para ellos y de las ventas que hacía, se llevaban las ganancias al hospital para brindar atención a los que más lo necesitaran en el área de pediatría y maternidad, todo eso me provocaba una inmensa felicidad.Aunque por muy feliz que me hiciera ver todas estas acciones, también me hizo preguntarme qué fue de la vida de el
ChristianEsas fueron las primeras palabras que escuché de sus rosáceos labios, su voz seguía siendo angelical y al mismo tiempo guardaba algo en ella, no sabría decir si era dolor, ira, resentimiento o quizás era producto de mi imaginación ante la tensión que sentía por verla nuevamente. Me dije mentalmente que no debía desfallecer, lo pasado es pasado y ahora eran ocho años los que nos separaban, años en los que pasaron muchas cosas con nosotros, años en los que cada uno hizo una vida lejos de aquí, del otro… y aun así me hacía sentir tan nervioso ante su presencia.—Gracias, me alegra saber que estás aquí y por lo visto muy bien —dije. Sus mejillas se ruborizaron haciéndonos esbozar una sonrisa maravillosa.—Es usted muy amable… padre Valencia.Debí tragar grueso ante su pecaminosa voz con rostro celestial, pero en mi nerviosismo intenté retomar el autocontrol.—No veo motivos para no serlo cuando todos se han portado bien conmigo.—¿Yo me he portado bien con usted? Vaya, me halaga
Alma El camino a casa de los Valencia fue un poco extraño para mí, pese a que los hermanos iban al frente en la camioneta, éramos Juanca y yo los que conversábamos mientras Christian iba con un cara de pocos amigos mirando por la ventana en silencio, intentamos involucrarlo en la conversación un par de veces, pero sus cortas respuestas me dieron a entender que no se sentía cómodo con nosotros, no quise sacar conclusiones apresuradas, pero es algo que abordaría con él cuando estuviéramos nuevamente a solas. Al llegar a casa fuimos recibidos con una cálida bienvenida, todo estaba servido en el comedor y cada uno fue tomando asiento, aunque se me hizo extraño la “sutil” insinuación de Sarah, que no tuvo en verdad nada de sutil porque prácticamente fue a empujones que ella nos organizó a Christian y a mí para dejarnos juntos, igual ninguno pronunció nada y comimos tranquilamente entre conversaciones triviales. Poco a poco nos fuimos relajando dejándonos llevar por todos, él se involucr
Hacienda MontenegroAlmaEsta semana ha sido bastante entretenida para mí, desde aquel domingo que hablamos volviéndonos amigos otra vez las cosas han estado bien entre Christian y yo, lo mejor de todo han sido los juegos provocativos que suelen dejarlo muy nervioso, pero que a mí me sacan más de una sonrisa, especialmente porque no me atrevo a cruzar el límite de lo físico como antes, aunque no lo negaré, ansío hacerlo, pero sé que él está muy metido en ese tema de la castidad y ahora mismo le traería muchos problemas, por lo que disfruto de esta manera.Otro punto que me ha gustado bastante es que he podido conocerlo mucho más, me ha contado sobre lo que ha hecho a lo largo de los años en la capital, también que estuvo viajando bastante como voluntario en algunos pueblos remotos ayudando a muchas familias de escasos recursos, algo que me encantaba de él pues no se enfocaba en tomar una biblia para convencerlos de Dios, sino que él se mostraba y veía a otros como lo que eran, persona
Christian Todos se quedaron viendo en mi dirección dejándome un poco nervioso y muy avergonzado, pero igual no lo hice notar, aunque sin duda el rostro de Alma me dio mucha tranquilidad desde que llegué al jardín en compañía de uno de los empleados que amablemente me guio hasta aquí, pero entre más la veía, más relucía esa sonrisa traviesa que ya conocía a la perfección y que definitivamente se convertía en mi advertencia de que ella saldría con algo en cualquier momento, tal y como hizo cada día de esta semana. Igual no lo negaré, pese a todas las bromas que me jugó me hacía muy feliz el tenerla a mi lado, ella mejoraba significativamente mis días y al estar con Emilio las locuras eran mayores porque él le seguía el juego en algunas, suponiendo que no cayera en otras al ser tan inocente como yo, o bueno, mucho más inocente que yo, porque hasta ahora ese niño no tenía ni idea de lo que era siquiera un beso en la boca. En ese instante el padre de Alma se acerca a mí estirando su man
Christian Abrí mis ojos a más no poder al escuchar la insistente voz de Ana, la sobrina de Alma, quien seguía tocando la puerta con fuerza preguntando si había alguien aquí. Literalmente sentí mi cuerpo temblar y un horrible frío me recorría por completo. Cuando estaba a punto a decirle algo a Alma ella coloca sus manos en mi boca silenciándome por completo. —Princesa ya deja de golpear la puerta o la vas a dañar —dice ella con dulzura, pero no puedo evitar verla atemorizado. —¿Estás con el padre Chris? Mi abuelo lo está buscando. —No, yo necesitaba entrar al baño también y él me dejó entrar a este, pero él está en otro. —¿En cuál? Yo lo buscaré —propone con entusiasmo. Le pregunté con la mirada qué haríamos ahora, pero ella levanta sus hombros sin saber qué hacer. —Mejor regresa con tu abuelo y dile lo que te dije, pero ya mismo lo busco y vamos para allá ¿De acuerdo? —¡Sí tía! —Alma baja sus manos y cuando creo que estamos nuevamente a solas estoy a punto de decirle algo, pe
AlmaDios, creo que si todavía puedo mantener la poca fe en ti es gracias a Christian, Emilio y los Valencia, ellos son mi único motivo para conservarla tanto como mi cordura ante las cosas que hace mi familia y ahora que he recibido esta noticia, solo tengo el corazón bombeándome gasolina encendida entre las llamas más descomunales jamás vistas desde hace muchos años.Después de escuchar lo que dijo mi padre y más frente a todas las familias, pero especialmente frente a Christian, sentí que mi mundo se desmoronó por completo y la ira junto al resentimiento que llevo guardando dentro de mi corazón se desprendió de la forma más impresionante de todas, realmente me convertí en un dragón en ese instante, pero en cuestión de segundos Christian presionó mi mano llamando mi atención, haciéndome ver en su reflejo algo que no sabía si era producto de mis tontos sentimientos por él o en verdad era él, pues una profunda tristeza y desilusión abundaba su mirar que poco a poco se iba opacando.Se
AlmaPude percatarme de la tensión en el cuerpo de Christian cuando empuñó sus manos al escuchar mi voz; a lo que él se gira bastante sorprendido, mas su semblante cambia prontamente dándome una inocente sonrisa tan propia de él, una que por lo general aceleraría mi corazón con júbilo, aunque ahora mismo estaba que lo hacía pasar por un maldito vía crucis con su nombre plasmado en mayúscula.—Señorita Alma, buenos días —saluda tan cordial e inocente mi bello cordero.—No sabía que tenía tanto tiempo libre como para estar paseando en el parque tomado del brazo de sus feligresas y dando este tipo de espectáculos tan comprometedores —reclamé sin un ápice de vergüenza.—¿Qué? No… no es lo que piensas —se excusa rápidamente.Era evidente que respondería muy nervioso ante su inocencia, una que todavía me encanta, pero que no pienso permitir que otra tome ventaja sobre él excepto Sarah y quizás mis sobrinas, pero solo porque ellas son unas niñas.—Un abrazo puede recibirlo fácilmente de cual