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1. NOTICIAS DE LA CAPITAL

Abrí mis ojos con una infernal ola de calor recorriendo mi cuerpo ante el sueño que tuve, uno de muchos que me acompaña desde hace ocho años en la mayoría de mis noches. Mi mente trae el recuerdo de todo lo que vivimos en esos meses que significaron tanto para mí, que trajo muchas lecciones de vida y todo gracias a un hombre que no he podido olvidar, que mi corazón se niega a sacar del lugar que hizo para él con sus sonrisas, su caballerosidad y su bondad.

Me levanto al saber que no seguiré durmiendo aun cuando todavía sea de madrugada, no necesito ver la hora para saber que son las cuatro en punto, misma hora en la que su bus partió de este pueblo alejándose para siempre de mi vida y dejándome un gran vacío que no he podido llenar con nada ni nadie.

Primero dejé el agua fría recorrer mi piel para calmar este calor veraniego de la época y el que me produjo su rostro en sueños, cuando estoy tranquila paso a la templada y enjabono mi cuerpo pensando en todo lo que haré el día de hoy. Una vez lista me dirijo a la cocina donde preparo un café para todos, bebo de mi taza y salgo al pueblo para empezar mi día. Por lo general me gusta irme a pie aun cuando deba caminar casi una hora, ya que me permite despejar mi mente en la ruta a la vez que me dejo llevar por los recuerdos que hicimos.

La mañana transcurre con normalidad, compro algunas cosas para la casa, otras para la escuela donde dicto algunas clases como maestra suplente y en la tarde después de despachar a los estudiantes voy a la iglesia, solo un par de veces a la semana oro por él, nuestras familias y amistades, por lo demás me quedo ayudando en lo que haga falta como voluntaria junto a Emilio, quien es un joven de doce años, monaguillo desde los seis y una de las personas más amables que conozco.

Él viene de una familia humilde que trabaja honradamente cada día, su padre labora en las cosechas de mi familia y su esposa es costurera, además de vender helados caseros y otras cosas más, lo que sea que sirva para poner el pan en la mesa. Lo que me encanta de Emilio es que me recuerda mucho a aquel joven que conocí hace ocho años, ambos son muy inocentes de la vida, tienen un espíritu solidario, son sencillos, afables, generosos y una bondad que sé heredaron de sus padres.

—¡Señorita Alma, señorita Alma! Buenas tardes.

Emilio viene corriendo a la entrada en cuanto me ve llegar con una enorme sonrisa que me contagia y lo recibo como siempre en un fuerte abrazo de oso como le llama él, aun cuando tiene doce años sigue siendo muy inocente.

—Hola cariño ¿Cómo ha estado todo?

—Muy bien, ya terminé de limpiar la iglesia y organicé todo en la oficina —comenta con esmero.

Él por lo general me cuenta todo lo que hace aquí porque le encanta que le de un beso en la mejilla o en su frente como recompensa, dice que soy la segunda flor más bonita del pueblo porque la primera es su mamá, algo que siempre me enternece. Por desgracia él no llegó a relacionarse mucho con los niños del pueblo cuando llegó, al ser de una familia humilde lo molestaron bastante en el colegio además por su color de piel que es bastante oscura, pero yo siempre le digo que no debe sentirse mal por eso ya que son habladurías de la gente ignorante y al final no importa el color de la piel, sino tener un corazón noble como el suyo en vez de uno podrido.

Al ver su situación me conmoví bastante porque sabía que él siempre se esforzaba mucho, tenía excelentes calificaciones y una vez terminaba sus clases volvía a casa para ayudarle a su mamá en todo lo que necesitara, especialmente los días que su enfermedad la atacaba ya que padecía de fuertes migrañas que a veces la dejaban en cama por días.

Todo este conjunto de cosas, además de otras circunstancias, me hizo hablar con sus padres para darle clases particulares, las cuales serían abaladas por la escuela y así permitirle graduarse, al comienzo estuvieron reacios a esto porque pensaban que les cobraría un capital con el cual no contaban, pero les dije que si él accedía a ayudarme en la iglesia; yo me comprometía a pagar su educación, algo que a él le encantó porque gustaba de ayudar a otros y el padre Ocampo era feliz cuando él estaba a su lado, especialmente en los últimos años que su corazón comenzó a fallarle bastante.

—Señorita Alma, quería pedirle que por favor me explicara otra vez la lección de ayer de matemáticas, es que sigo sin entender.

—Entonces vamos.

Me dediqué a explicarle todo lo necesario y lo apoyaba en sus demás tareas, por lo general lo hacíamos en el despacho de la iglesia para no molestar a su mamá y otras veces era en su casa cuando ella me invitaba. El padre Ocampo (quien ha sido el sacerdote del pueblo desde antes que yo naciera) nos dio el permiso para hacer eso al descubrir el increíble niño que era él, sin embargo, hacía un par de semanas que él había fallecido por un ataque cardiaco, algo que le pesó a todo el pueblo incluidos nosotros.

Ahora solo esperábamos noticias de la capital para saber quién sería su reemplazo y cuándo llegaría, mientras tanto, nosotros dos nos hacíamos cargo de todo lo necesario en la iglesia para mantenerla a flote, aunque en mi caso no lo hacía por ser una buena samaritana, sino porque entre estos muros resguardo las memorias de mi corazón.

(…)

Esta semana transcurrió como siempre hasta llegar el segundo domingo en el cual no se celebraría la misa matinal, lo bueno es que igual las personas venían a rezar durante media hora y dejaban las ofrendas en una caja que había en el altar, con esto nos ayudábamos para mantener la iglesia y también los demás proyectos que el padre Ocampo tenía planeado hacer, los cuales esperamos puedan ser ejecutados con el próximo sacerdote para no perder muchas tradiciones que él dejó en estas tierras.

A mediodía debía ir a casa con mis padres quienes se reunirían con la familia Santodomingo, mi padre estaba feliz al saber que los negocios entre ellos iban viento en popa y deseaba formar una sociedad que acrecentaría el patrimonio familiar, pero esos temas la verdad me importan muy poco. Pese a querer a mi familia, llevo una marca que no he podido borrar producto de sus decisiones retrógradas, algo que nos distanció bastante aunque en parte siga viviendo dentro de sus dominios al ocupar una casa cerca de la principal que me fue heredada.

Para escaparme de todo esto, decido hacer una visita a la familia Valencia ya que hace mucho no los veo, ellos fueron mi primer ejemplo de vida de cómo debía ser una familia. Ésta está conformada por un matrimonio que refleja un amor muy puro, también viven con su tercer hijo, Pablo, un joven de veinticinco años que está ahorrando para comprarse su propia casa, motivo por el cual sigue viviendo con ellos.

Juan Carlos, quien es su hermano mayor y primogénito de los Valencia, trabaja como capataz en las tierras de mi padre. Él comenzó desde abajo recolectando la cosecha y con el paso del tiempo se fue abriendo campo ganándose la confianza de la familia (a excepción de mi madre, pero ella es otra historia) y así hasta convertirse en el hombre galante de treinta y tres años más codiciado en el pueblo por su carisma, trabajo duro y hay que admitirlo, su belleza y cuerpo fornido le da puntos extras.

Finalmente se encuentra el segundo hermano quien es el motivo de mis húmedos sueños desde hace ocho años cuando nos hicimos amigos, Christian Valencia, un hombre al que fugazmente le entregué más que mi corazón y desgraciadamente no pude despedir aquella madrugada, un hecho que me dolió profundamente y más al saber que nunca podría volver a estar con él libremente.

—¡Alma! Hija, qué milagro verte —saluda Sarah en cuanto abre la puerta.

Ella es la madre de esos tres hombres y el cuello de este hogar tan maravilloso que ha formado, tanto así, que incluso la veo como una amiga y segunda madre… o quizás la primera.

—Hola Sarah —nos damos un fuerte abrazo seguido de un beso en la mejilla. —disculpa no venir antes, pero la escuela ha estado un poco pesada con los exámenes, entre eso y mi familia… bueno, ya sabes.

—Tranquila, pero adelante, pasa.

Al ingresar voy saludando a su esposo, Rogelio Valencia, quien es la cabeza de este hogar, seguido de sus dos hijos quienes, como cada domingo, vienen a pasar el día con ellos compartiendo un tradicional almuerzo familiar, ayudo a Sarah a servir la mesa para todos y entre charlas nos vamos comentando lo ocurrido en la semana. Con ellos siempre me sentí en familia y aun al día de hoy me ven como una integrante más, incluso Pablo y Juanca me ven como su hermana y tienden a cuidarme bastante.

Cerca de las dos cuando todos los hombres fueron a tomar una siesta, Sarah y yo nos sentamos en el jardín a tomar café, era un momento que me encantaba compartir con ella porque me hacía olvidarme de muchas cosas y otras veces me aconsejaba cuando más perdida me sentía.

—Por cierto, escuché que vendrá el nuevo sacerdote este jueves en la tarde —por poco me ahogo con el café al escuchar esa noticia.

—¿¡Qué!? ¿Y por qué no me enteré de nada si estoy a cargo de ese lugar? —pregunté haciéndome la indignada.

—No te pongas así —responde entre risas. —Es solo que me dieron la primicia —guiña un ojo con picardía.

—Sarah Gonzáles de Valencia, más te vale decirme a quién extorsionaste para eso y darme su número para exigir mi pago por los años de trabajo.

—¡Estás loca! —exclamó entre risas. —¿No se supone que eres voluntaria?

—Sí, pero ellos no lo saben y además estuve al frente de la iglesia después del fallecimiento del padre Ocampo.

—Que Dios lo tenga en su gloria.

—Mejor que lo mande de regreso porque no estamos recolectando mucho dinero y de seguir así, no podremos hacer la feria en el pueblo el otro mes.

—No digas eso, los niños cuentan con esa feria, es una de las más importantes —comenta esta vez preocupada.

—Bueno, entonces dile a tu fuente que se comunique de inmediato conmigo, igual en cuanto llegue ese sacerdote le pondré todos los puntos sobre las íes y más le vale hacer lo que digo o tendrá muchos problemas conmigo —ella queda en un ataque de risa que la hace llorar.

Cada que termino sacando mi lado insolente le produce una carcajada sin igual, pero más que nada porque sabe que no soy una mala persona, solo alguien cuyo corazón está refugiado en una dura coraza y solo se muestra a pocas personas.

—Me encantaría ver la cara de ambos cuando le digas todas tus quejas —dice a duras penas logrando que frunza mi ceño.

—¿A qué te refieres? ¿Quién es el nuevo sacerdote?

Cuando su risa finalmente cesa, es ahora una enorme sonrisa la que adorna su rostro, una que solo puede ser producida por su familia, lo que quiere decir una cosa, misma que me hace tragar grueso en lo que mi corazón late desbocado.

—No me digas que es…

Ella afirma enérgicamente con su cabeza y toma mis manos con fuerza de la dicha tan grande que siente.

—¡Así es! Mi hijo regresará Alma, no imaginas la felicidad tan grande que tengo al saber que lo veré nuevamente.

Christian… ¿regresará?

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