84. HAY AMORES

Christian

Cerré la caja y caminé con esta hasta Alma quien seguía inquieta por mi silencio, pero ahora mismo debía hacer algo más importante antes de responder esa pregunta.

—Hay algo que nunca me dijiste.

—¿Qué?

—¿Nuestra hija reposa en algún lugar especial?

—Sí.

—¿Podrías llevarme? Quiero verla.

Fuimos hasta un punto apartado del pueblo al cual no había ido hace mucho, fue el primer lugar al que salimos cuando recién nos hicimos amigos, el cementerio… Alma y yo compartíamos un gusto por este lugar muy particular, porque en vez de verlo como algo triste y negativo, apreciábamos la paz que generaba en las mañanas cuando el sol calentaba esta tierra. Recuerdo que en ocasiones limpiábamos las tumbas más abandonadas o las que algunos vandalizaban por gusto.

—Es esta —pronunció quedando frente a una lápida de mármol con flores blancas. —Cuando supe que sería niña debatí mucho sobre el nombre, pero el día que falleció decidí ponerle este.

Caminé a paso lento y seguro quedando a su
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