3. BIENVENIDO

Christian

Al día siguiente me dediqué a revisar todo lo que tenía el padre Ocampo, año a año desde que me fui estuve informándome de lo que hizo, los matrimonios, bautizos y demás eventos celebrados por él, también revisé las finanzas confirmando lo que había dicho mi madre la noche anterior, Alma estuvo muy al pendiente de todo en este lugar e incluso apoyó económicamente varios proyectos.

No pude evitar sentirme feliz ante cada palabra registrada por ambos y ver todo lo que ella hizo por la iglesia, el padre y este pueblo, especialmente los niños, pues gracias a ella comenzaron una tradición dos años después de que me fuera donde se hacía una fiesta exclusivamente para ellos y de las ventas que hacía, se llevaban las ganancias al hospital para brindar atención a los que más lo necesitaran en el área de pediatría y maternidad, todo eso me provocaba una inmensa felicidad.

Aunque por muy feliz que me hiciera ver todas estas acciones, también me hizo preguntarme qué fue de la vida de ella, porque se me hace extraño la continua colaboración cuando Alma siempre quiso irse de aquí para conocer el mundo, aun así espero que por lo menos sea feliz... con su esposo.

—Buenos días padre Valencia —entró Emilio al despacho con su habitual entusiasmo.

—Buenos días Emilio ¿no deberías estar en la escuela?

—No señor, yo recibo mis clases particulares con la señorita Alma, así que no voy a la escuela.

Se me hizo extraño escuchar eso y ante mi curiosidad él me explica por encima su situación, aunque los motivos exactos de esto decide no revelármelos, igual no menciono nada para no presionarlo sino que me dejo llevar por todo lo que él me cuenta, siendo su relación con Alma lo que más me intriga.

Es evidente el cariño que le tiene pues no solo la ve como su maestra, sino también como su única mejor amiga (dicho en sus palabras), también supe por medio de él que ella le ofreció un empleo a su padre contratándolo para laborar en las tierras de los Montenegro y a su madre le suele encargar ropa cada cierto tiempo, asimismo, no desaprovechó la oportunidad de ofrecerme los servicios de ella por si los llegaba a necesitar… este niño resultó todo un avión en los negocios.

Para el mediodía me encontraba nervioso cuando Emilio dijo que Alma vendría después de las tres de la tarde, pero nunca apareció, creí que al día siguiente vendría y tampoco fue así, por un momento llegué a preocuparme por esto pero mi madre, en una visita que me hizo el sábado, me explicó que es por la temporada de exámenes que ella se ocupa más y también algunos asuntos de familia donde ella debe estar presente.

Me sentí un poco mal ya que realmente no tenía por qué reclamar mentalmente por su ausencia, igual ella no sabía que había vuelto y tampoco tenía por qué estar pendiente de este lugar aun siendo voluntaria, ella tenía una vida y debía respetarla, pero igual deseaba verla… aunque sea de lejos.

(…)

Alma

Estaba con los nervios destruidos, mi presión no sabía si subir o bajar y a donde fuese veía su rostro en el cuerpo de otros, definitivamente estaba enloqueciendo desde que Sarah me dio la noticia de su regreso. Por un lado estaba muy feliz al saber que lo volvería a ver, por otro me moría de nervios al no saber cómo se vería o cuánto habría cambiado en estos años y después entraba mi preocupación al pensar que con su llegada miles de cosas podían pasar y no precisamente buenas.

Lo peor de todo fue que al llegar el dichoso jueves no pude verlo, esto porque la escuela abarcó mi tiempo en su totalidad y en las tardes mis hermanos o mis padres me recogían para reunirnos con las familias más importantes del pueblo, suponiendo claro está que no me retuvieran para darme la misma retahíla de toda mi vida.

Como única hija de la familia Montenegro, mi madre ha querido organizarme un matrimonio desde que tengo uso de razón, lo que no pasó con mi hermano mayor Raúl quien sí se casó por amor con Mariana de la Espriella hace cinco años y ahora tienen dos hijas: Ana y Yaileth, la adoración de ambas familias, por suerte ella es una buena mujer y madre que denota el amor que tiene por mi hermano y sus hijas.

No obstante, los planes de boda conmigo siempre han sido algo que terminaba arruinando, hasta que un día mi madre me salió con la “magnífica noticia” de que un poderoso magnate tomaría mi mano, ya todo estaba acordado, pero en una reunión de presentación cuando nos quedamos a solas, el muy desgraciado dio a entender que lo único que quería de mí era forzarme a estar en la cama con su asquerosa compañía, especialmente porque en ese momento era virgen y él gustaba de las mujeres así. Lo peor de todo fue que esa misma noche trató de violarme e hice hasta lo imposible para librarme de él, corrí tan rápido como mi cuerpo me lo permitió pese a la fuerte tormenta que hacía esa noche, hasta que finalmente llegué al pueblo y entonces una luz fue mi salvación.

El despacho de la iglesia estaba iluminado, sabía que era Christian porque el padre Ocampo había pasado por la hacienda para ver el tema de la boda por insistencia de mi madre y nos informó que debía irse a la capital por otro compromiso, así que solo él podía estar en esa oficina. Esa noche fue muy especial para mí porque me entregué a la persona que había despertado un bello sentimiento en mi corazón con sus palabras y su inocencia, él era un hombre encantador que podía enamorar solo con su voz y a mí sin duda me flechó, pero también me entregué a él porque sabía que si dejaba mi castidad entonces ese magnate se olvidaría por completo de mí, lo cual terminó ocurriendo.

Lo que nunca me imaginé es que desde esa noche despertaría una fuerte necesidad de querer estar con él, a solas había experimentado muchas cosas, pero sentir sus besos, las caricias y el fuego que emanaba de mi cuerpo con su sola presencia, era toda una experiencia religiosa. Mucho tiempo después de que él se fue estuve con otros hombres, tuve noches increíbles, no lo negaré, pero nadie despertaba la misma pasión en mí como lo hizo él.

Resignada por el hecho de que en todos estos días no pude verlo ni acercarme a la iglesia, lo que en sí ya parecía un pésimo chiste de la vida, opté por esperar a la misa matinal del domingo, esa mañana mi familia estaría ocupada en otros asuntos y me dejarían en paz, así que aprovecharía para verlo aunque fuese de lejos.

Me preparé con un vestido blanco que había solicitado especialmente a la mamá de Emilio, acompañado de un velo que he guardado con cariño al ser el mismo que usaba cuando nos hicimos buenos amigos, aquel que fue testigo de nuestras locas pasiones en estos mismos muros que yacen frente a mí, en la iglesia de Andalucía. Me adentré a paso lento imaginando lo que estaría haciendo en este preciso instante, ya que conocía cada paso al verlo cientos de veces durante estos años con el padre Ocampo, incluso sabía que Emilio lo estaba ayudando en todo lo necesario para celebrar la misa con su enorme sonrisa y entusiasmo.

Al ver el lugar me desplacé hasta la décima banca que me permitía estar al frente sin ser tan evidente, pero no pude levantar la vista, me era imposible hacerlo aun cuando notaba su silueta moverse con la blanquecina tela, mi corazón galopaba con fuerza ante el solo pensamiento pecaminoso de lo que significaba su regreso a mi vida, además de las heridas que se abrían en simultáneo con su llegada.

Al menos agradecía que el velo cubría por completo mi rostro y más al tener mi cabeza inclinada, pero de pronto su voz resonó entre los muros provocando un fuerte escalofrío en mi cuerpo el cual murió en mi vientre y se transformó en una esfera calórica que me sacó una perversa sonrisa, entonces levanté mi rostro encontrándolo nuevamente frente a mí. Todos los nervios, dudas y pensamientos acumulados en la semana, se disiparon con cada minuto que mis oídos se deleitaban con su mística voz que tenía una mezcla entre la inocencia de la juventud y un hombre impávido y recio, era una mezcla que parecía combinar y transformar todos mis sueños en un mismo deseo: quebrantar las reglas una vez más entre estas paredes que fueron testigo de nuestro pecado.

Cuando llegó el momento de recibir la hostia, esperé a que todos los presentes fueran primero siendo una de las últimas en llegar, a medida que me acercaba creí que mi cuerpo me traicionaría, pero en vez de eso estaba ansiosa por sentirlo una vez más y en cuanto la persona frente a mí se fue, todo se detuvo a mi alrededor quedando solo él y yo.

Di unos pasos quedando lo más cerca posible de su presencia y levanté lentamente mi velo, alcé mi rostro conectando nuevamente con sus magnéticos ojos marrones como las tierras de Andalucía y sonreí, él extendió su mano con la hostia trayendo un recuerdo de aquel entonces y abrí mi boca dejando que sus dedos se acercaran a mis labios, mi lengua repasó su exquisita piel generando otra corriente en mí y me persigné sin apartar mi vista de la suya para después tomar asiento.

La forma en que debió tomar aire cuando nos rozamos en tan pecaminoso acto, me demostró que todavía seguía existiendo algo en él marcado con mi nombre. Aun cuando tomara los votos de la santa iglesia, seguía siendo un hombre con un pasado y yo sería la serpiente que ansiaba llevarlo hasta el fruto prohibido.

Esperé hasta que la iglesia quedara completamente vacía, él habló en esa media hora con un par de personas diciéndoles que en el transcurso de la semana sacaría citas para todos e informaría al pueblo de algunas novedades que habría con su llegada, la gente estaba nerviosa, siempre es así cuando sacas a alguien de su zona de confort, pero yo ansiaba saber lo que haría.

Una vez quedamos a solas, él no se percató mientras recogía todo del altar que seguí acompañándolo, pidió a Emilio que acomodara todo en el despacho y yo le di una señal para que no me delatara, sabía que era un chico leal y me tenía en gran estima, así que solo afirmó y me dejó a solas con él. En cuanto se dio la vuelta caminé quedando en mitad del pasillo a metros de él, descubrí mi rostro y nuestros ojos se cruzaron una vez más, de nuevo éramos nosotros, de nuevo todo lo que alguna vez hubo nos impactó en un solo golpe y una sencilla expresión en el rostro de cada uno pareció encender este lugar en llamas.

Caminamos hacia el otro hasta que solo un mísero metro era lo que nos separaba, además de las prendas que yacían en cada uno, mi corazón latía ferviente por él, nunca dejó de hacerlo en todos estos días y menos ahora que lo tengo frente a mí.

—Bienvenido a Andalucía, espero que te quedes esta vez con nosotros.

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