Christian
Al día siguiente me dediqué a revisar todo lo que tenía el padre Ocampo, año a año desde que me fui estuve informándome de lo que hizo, los matrimonios, bautizos y demás eventos celebrados por él, también revisé las finanzas confirmando lo que había dicho mi madre la noche anterior, Alma estuvo muy al pendiente de todo en este lugar e incluso apoyó económicamente varios proyectos.
No pude evitar sentirme feliz ante cada palabra registrada por ambos y ver todo lo que ella hizo por la iglesia, el padre y este pueblo, especialmente los niños, pues gracias a ella comenzaron una tradición dos años después de que me fuera donde se hacía una fiesta exclusivamente para ellos y de las ventas que hacía, se llevaban las ganancias al hospital para brindar atención a los que más lo necesitaran en el área de pediatría y maternidad, todo eso me provocaba una inmensa felicidad.
Aunque por muy feliz que me hiciera ver todas estas acciones, también me hizo preguntarme qué fue de la vida de ella, porque se me hace extraño la continua colaboración cuando Alma siempre quiso irse de aquí para conocer el mundo, aun así espero que por lo menos sea feliz... con su esposo.
—Buenos días padre Valencia —entró Emilio al despacho con su habitual entusiasmo.
—Buenos días Emilio ¿no deberías estar en la escuela?
—No señor, yo recibo mis clases particulares con la señorita Alma, así que no voy a la escuela.
Se me hizo extraño escuchar eso y ante mi curiosidad él me explica por encima su situación, aunque los motivos exactos de esto decide no revelármelos, igual no menciono nada para no presionarlo sino que me dejo llevar por todo lo que él me cuenta, siendo su relación con Alma lo que más me intriga.
Es evidente el cariño que le tiene pues no solo la ve como su maestra, sino también como su única mejor amiga (dicho en sus palabras), también supe por medio de él que ella le ofreció un empleo a su padre contratándolo para laborar en las tierras de los Montenegro y a su madre le suele encargar ropa cada cierto tiempo, asimismo, no desaprovechó la oportunidad de ofrecerme los servicios de ella por si los llegaba a necesitar… este niño resultó todo un avión en los negocios.
Para el mediodía me encontraba nervioso cuando Emilio dijo que Alma vendría después de las tres de la tarde, pero nunca apareció, creí que al día siguiente vendría y tampoco fue así, por un momento llegué a preocuparme por esto pero mi madre, en una visita que me hizo el sábado, me explicó que es por la temporada de exámenes que ella se ocupa más y también algunos asuntos de familia donde ella debe estar presente.
Me sentí un poco mal ya que realmente no tenía por qué reclamar mentalmente por su ausencia, igual ella no sabía que había vuelto y tampoco tenía por qué estar pendiente de este lugar aun siendo voluntaria, ella tenía una vida y debía respetarla, pero igual deseaba verla… aunque sea de lejos.
(…)
Alma
Estaba con los nervios destruidos, mi presión no sabía si subir o bajar y a donde fuese veía su rostro en el cuerpo de otros, definitivamente estaba enloqueciendo desde que Sarah me dio la noticia de su regreso. Por un lado estaba muy feliz al saber que lo volvería a ver, por otro me moría de nervios al no saber cómo se vería o cuánto habría cambiado en estos años y después entraba mi preocupación al pensar que con su llegada miles de cosas podían pasar y no precisamente buenas.
Lo peor de todo fue que al llegar el dichoso jueves no pude verlo, esto porque la escuela abarcó mi tiempo en su totalidad y en las tardes mis hermanos o mis padres me recogían para reunirnos con las familias más importantes del pueblo, suponiendo claro está que no me retuvieran para darme la misma retahíla de toda mi vida.
Como única hija de la familia Montenegro, mi madre ha querido organizarme un matrimonio desde que tengo uso de razón, lo que no pasó con mi hermano mayor Raúl quien sí se casó por amor con Mariana de la Espriella hace cinco años y ahora tienen dos hijas: Ana y Yaileth, la adoración de ambas familias, por suerte ella es una buena mujer y madre que denota el amor que tiene por mi hermano y sus hijas.
No obstante, los planes de boda conmigo siempre han sido algo que terminaba arruinando, hasta que un día mi madre me salió con la “magnífica noticia” de que un poderoso magnate tomaría mi mano, ya todo estaba acordado, pero en una reunión de presentación cuando nos quedamos a solas, el muy desgraciado dio a entender que lo único que quería de mí era forzarme a estar en la cama con su asquerosa compañía, especialmente porque en ese momento era virgen y él gustaba de las mujeres así. Lo peor de todo fue que esa misma noche trató de violarme e hice hasta lo imposible para librarme de él, corrí tan rápido como mi cuerpo me lo permitió pese a la fuerte tormenta que hacía esa noche, hasta que finalmente llegué al pueblo y entonces una luz fue mi salvación.
El despacho de la iglesia estaba iluminado, sabía que era Christian porque el padre Ocampo había pasado por la hacienda para ver el tema de la boda por insistencia de mi madre y nos informó que debía irse a la capital por otro compromiso, así que solo él podía estar en esa oficina. Esa noche fue muy especial para mí porque me entregué a la persona que había despertado un bello sentimiento en mi corazón con sus palabras y su inocencia, él era un hombre encantador que podía enamorar solo con su voz y a mí sin duda me flechó, pero también me entregué a él porque sabía que si dejaba mi castidad entonces ese magnate se olvidaría por completo de mí, lo cual terminó ocurriendo.
Lo que nunca me imaginé es que desde esa noche despertaría una fuerte necesidad de querer estar con él, a solas había experimentado muchas cosas, pero sentir sus besos, las caricias y el fuego que emanaba de mi cuerpo con su sola presencia, era toda una experiencia religiosa. Mucho tiempo después de que él se fue estuve con otros hombres, tuve noches increíbles, no lo negaré, pero nadie despertaba la misma pasión en mí como lo hizo él.
Resignada por el hecho de que en todos estos días no pude verlo ni acercarme a la iglesia, lo que en sí ya parecía un pésimo chiste de la vida, opté por esperar a la misa matinal del domingo, esa mañana mi familia estaría ocupada en otros asuntos y me dejarían en paz, así que aprovecharía para verlo aunque fuese de lejos.
Me preparé con un vestido blanco que había solicitado especialmente a la mamá de Emilio, acompañado de un velo que he guardado con cariño al ser el mismo que usaba cuando nos hicimos buenos amigos, aquel que fue testigo de nuestras locas pasiones en estos mismos muros que yacen frente a mí, en la iglesia de Andalucía. Me adentré a paso lento imaginando lo que estaría haciendo en este preciso instante, ya que conocía cada paso al verlo cientos de veces durante estos años con el padre Ocampo, incluso sabía que Emilio lo estaba ayudando en todo lo necesario para celebrar la misa con su enorme sonrisa y entusiasmo.
Al ver el lugar me desplacé hasta la décima banca que me permitía estar al frente sin ser tan evidente, pero no pude levantar la vista, me era imposible hacerlo aun cuando notaba su silueta moverse con la blanquecina tela, mi corazón galopaba con fuerza ante el solo pensamiento pecaminoso de lo que significaba su regreso a mi vida, además de las heridas que se abrían en simultáneo con su llegada.
Al menos agradecía que el velo cubría por completo mi rostro y más al tener mi cabeza inclinada, pero de pronto su voz resonó entre los muros provocando un fuerte escalofrío en mi cuerpo el cual murió en mi vientre y se transformó en una esfera calórica que me sacó una perversa sonrisa, entonces levanté mi rostro encontrándolo nuevamente frente a mí. Todos los nervios, dudas y pensamientos acumulados en la semana, se disiparon con cada minuto que mis oídos se deleitaban con su mística voz que tenía una mezcla entre la inocencia de la juventud y un hombre impávido y recio, era una mezcla que parecía combinar y transformar todos mis sueños en un mismo deseo: quebrantar las reglas una vez más entre estas paredes que fueron testigo de nuestro pecado.
Cuando llegó el momento de recibir la hostia, esperé a que todos los presentes fueran primero siendo una de las últimas en llegar, a medida que me acercaba creí que mi cuerpo me traicionaría, pero en vez de eso estaba ansiosa por sentirlo una vez más y en cuanto la persona frente a mí se fue, todo se detuvo a mi alrededor quedando solo él y yo.
Di unos pasos quedando lo más cerca posible de su presencia y levanté lentamente mi velo, alcé mi rostro conectando nuevamente con sus magnéticos ojos marrones como las tierras de Andalucía y sonreí, él extendió su mano con la hostia trayendo un recuerdo de aquel entonces y abrí mi boca dejando que sus dedos se acercaran a mis labios, mi lengua repasó su exquisita piel generando otra corriente en mí y me persigné sin apartar mi vista de la suya para después tomar asiento.
La forma en que debió tomar aire cuando nos rozamos en tan pecaminoso acto, me demostró que todavía seguía existiendo algo en él marcado con mi nombre. Aun cuando tomara los votos de la santa iglesia, seguía siendo un hombre con un pasado y yo sería la serpiente que ansiaba llevarlo hasta el fruto prohibido.
Esperé hasta que la iglesia quedara completamente vacía, él habló en esa media hora con un par de personas diciéndoles que en el transcurso de la semana sacaría citas para todos e informaría al pueblo de algunas novedades que habría con su llegada, la gente estaba nerviosa, siempre es así cuando sacas a alguien de su zona de confort, pero yo ansiaba saber lo que haría.
Una vez quedamos a solas, él no se percató mientras recogía todo del altar que seguí acompañándolo, pidió a Emilio que acomodara todo en el despacho y yo le di una señal para que no me delatara, sabía que era un chico leal y me tenía en gran estima, así que solo afirmó y me dejó a solas con él. En cuanto se dio la vuelta caminé quedando en mitad del pasillo a metros de él, descubrí mi rostro y nuestros ojos se cruzaron una vez más, de nuevo éramos nosotros, de nuevo todo lo que alguna vez hubo nos impactó en un solo golpe y una sencilla expresión en el rostro de cada uno pareció encender este lugar en llamas.
Caminamos hacia el otro hasta que solo un mísero metro era lo que nos separaba, además de las prendas que yacían en cada uno, mi corazón latía ferviente por él, nunca dejó de hacerlo en todos estos días y menos ahora que lo tengo frente a mí.
—Bienvenido a Andalucía, espero que te quedes esta vez con nosotros.
ChristianEsas fueron las primeras palabras que escuché de sus rosáceos labios, su voz seguía siendo angelical y al mismo tiempo guardaba algo en ella, no sabría decir si era dolor, ira, resentimiento o quizás era producto de mi imaginación ante la tensión que sentía por verla nuevamente. Me dije mentalmente que no debía desfallecer, lo pasado es pasado y ahora eran ocho años los que nos separaban, años en los que pasaron muchas cosas con nosotros, años en los que cada uno hizo una vida lejos de aquí, del otro… y aun así me hacía sentir tan nervioso ante su presencia.—Gracias, me alegra saber que estás aquí y por lo visto muy bien —dije. Sus mejillas se ruborizaron haciéndonos esbozar una sonrisa maravillosa.—Es usted muy amable… padre Valencia.Debí tragar grueso ante su pecaminosa voz con rostro celestial, pero en mi nerviosismo intenté retomar el autocontrol.—No veo motivos para no serlo cuando todos se han portado bien conmigo.—¿Yo me he portado bien con usted? Vaya, me halaga
Alma El camino a casa de los Valencia fue un poco extraño para mí, pese a que los hermanos iban al frente en la camioneta, éramos Juanca y yo los que conversábamos mientras Christian iba con un cara de pocos amigos mirando por la ventana en silencio, intentamos involucrarlo en la conversación un par de veces, pero sus cortas respuestas me dieron a entender que no se sentía cómodo con nosotros, no quise sacar conclusiones apresuradas, pero es algo que abordaría con él cuando estuviéramos nuevamente a solas. Al llegar a casa fuimos recibidos con una cálida bienvenida, todo estaba servido en el comedor y cada uno fue tomando asiento, aunque se me hizo extraño la “sutil” insinuación de Sarah, que no tuvo en verdad nada de sutil porque prácticamente fue a empujones que ella nos organizó a Christian y a mí para dejarnos juntos, igual ninguno pronunció nada y comimos tranquilamente entre conversaciones triviales. Poco a poco nos fuimos relajando dejándonos llevar por todos, él se involucr
Hacienda MontenegroAlmaEsta semana ha sido bastante entretenida para mí, desde aquel domingo que hablamos volviéndonos amigos otra vez las cosas han estado bien entre Christian y yo, lo mejor de todo han sido los juegos provocativos que suelen dejarlo muy nervioso, pero que a mí me sacan más de una sonrisa, especialmente porque no me atrevo a cruzar el límite de lo físico como antes, aunque no lo negaré, ansío hacerlo, pero sé que él está muy metido en ese tema de la castidad y ahora mismo le traería muchos problemas, por lo que disfruto de esta manera.Otro punto que me ha gustado bastante es que he podido conocerlo mucho más, me ha contado sobre lo que ha hecho a lo largo de los años en la capital, también que estuvo viajando bastante como voluntario en algunos pueblos remotos ayudando a muchas familias de escasos recursos, algo que me encantaba de él pues no se enfocaba en tomar una biblia para convencerlos de Dios, sino que él se mostraba y veía a otros como lo que eran, persona
Christian Todos se quedaron viendo en mi dirección dejándome un poco nervioso y muy avergonzado, pero igual no lo hice notar, aunque sin duda el rostro de Alma me dio mucha tranquilidad desde que llegué al jardín en compañía de uno de los empleados que amablemente me guio hasta aquí, pero entre más la veía, más relucía esa sonrisa traviesa que ya conocía a la perfección y que definitivamente se convertía en mi advertencia de que ella saldría con algo en cualquier momento, tal y como hizo cada día de esta semana. Igual no lo negaré, pese a todas las bromas que me jugó me hacía muy feliz el tenerla a mi lado, ella mejoraba significativamente mis días y al estar con Emilio las locuras eran mayores porque él le seguía el juego en algunas, suponiendo que no cayera en otras al ser tan inocente como yo, o bueno, mucho más inocente que yo, porque hasta ahora ese niño no tenía ni idea de lo que era siquiera un beso en la boca. En ese instante el padre de Alma se acerca a mí estirando su man
Christian Abrí mis ojos a más no poder al escuchar la insistente voz de Ana, la sobrina de Alma, quien seguía tocando la puerta con fuerza preguntando si había alguien aquí. Literalmente sentí mi cuerpo temblar y un horrible frío me recorría por completo. Cuando estaba a punto a decirle algo a Alma ella coloca sus manos en mi boca silenciándome por completo. —Princesa ya deja de golpear la puerta o la vas a dañar —dice ella con dulzura, pero no puedo evitar verla atemorizado. —¿Estás con el padre Chris? Mi abuelo lo está buscando. —No, yo necesitaba entrar al baño también y él me dejó entrar a este, pero él está en otro. —¿En cuál? Yo lo buscaré —propone con entusiasmo. Le pregunté con la mirada qué haríamos ahora, pero ella levanta sus hombros sin saber qué hacer. —Mejor regresa con tu abuelo y dile lo que te dije, pero ya mismo lo busco y vamos para allá ¿De acuerdo? —¡Sí tía! —Alma baja sus manos y cuando creo que estamos nuevamente a solas estoy a punto de decirle algo, pe
AlmaDios, creo que si todavía puedo mantener la poca fe en ti es gracias a Christian, Emilio y los Valencia, ellos son mi único motivo para conservarla tanto como mi cordura ante las cosas que hace mi familia y ahora que he recibido esta noticia, solo tengo el corazón bombeándome gasolina encendida entre las llamas más descomunales jamás vistas desde hace muchos años.Después de escuchar lo que dijo mi padre y más frente a todas las familias, pero especialmente frente a Christian, sentí que mi mundo se desmoronó por completo y la ira junto al resentimiento que llevo guardando dentro de mi corazón se desprendió de la forma más impresionante de todas, realmente me convertí en un dragón en ese instante, pero en cuestión de segundos Christian presionó mi mano llamando mi atención, haciéndome ver en su reflejo algo que no sabía si era producto de mis tontos sentimientos por él o en verdad era él, pues una profunda tristeza y desilusión abundaba su mirar que poco a poco se iba opacando.Se
AlmaPude percatarme de la tensión en el cuerpo de Christian cuando empuñó sus manos al escuchar mi voz; a lo que él se gira bastante sorprendido, mas su semblante cambia prontamente dándome una inocente sonrisa tan propia de él, una que por lo general aceleraría mi corazón con júbilo, aunque ahora mismo estaba que lo hacía pasar por un maldito vía crucis con su nombre plasmado en mayúscula.—Señorita Alma, buenos días —saluda tan cordial e inocente mi bello cordero.—No sabía que tenía tanto tiempo libre como para estar paseando en el parque tomado del brazo de sus feligresas y dando este tipo de espectáculos tan comprometedores —reclamé sin un ápice de vergüenza.—¿Qué? No… no es lo que piensas —se excusa rápidamente.Era evidente que respondería muy nervioso ante su inocencia, una que todavía me encanta, pero que no pienso permitir que otra tome ventaja sobre él excepto Sarah y quizás mis sobrinas, pero solo porque ellas son unas niñas.—Un abrazo puede recibirlo fácilmente de cual
Christian La primera vez que me sentí entre el cielo y el infierno, fue a mis diecisiete años cuando tuve aquel accidente donde estuve clínicamente muerto dos minutos, ese día descubrí cuál sería mi vocación al querer convertirme en un servidor de Dios, pero la segunda vez que me sentí entre el cielo y el infierno, fue el día que los labios de Alma Montenegro tocaron los míos. Esa noche descubrí que no quería que otros labios ni otras manos tocasen mi piel, ella era un torbellino lleno de pasión, locura, calma, éxtasis, cariño, confianza y mucho más, pero asimismo, Alma también poseía algo que despertaba una extraña sensación en mí, algo oscuro, un fuego pasional que no podía apagar con nada, disminuía, sí, pero nunca pude apagar la llama que ella encendió desde la dermis hasta mi ánima como nadie más lo ha hecho en treinta años de vida, y ahora que tenía nuevamente sus labios rozando con los míos a solo un movimiento de caer en el deseo y la lujuria, no sabía qué hacer. —No lo hag