4. REENCUENTRO

Christian

Esas fueron las primeras palabras que escuché de sus rosáceos labios, su voz seguía siendo angelical y al mismo tiempo guardaba algo en ella, no sabría decir si era dolor, ira, resentimiento o quizás era producto de mi imaginación ante la tensión que sentía por verla nuevamente. Me dije mentalmente que no debía desfallecer, lo pasado es pasado y ahora eran ocho años los que nos separaban, años en los que pasaron muchas cosas con nosotros, años en los que cada uno hizo una vida lejos de aquí, del otro… y aun así me hacía sentir tan nervioso ante su presencia.

—Gracias, me alegra saber que estás aquí y por lo visto muy bien —dije. Sus mejillas se ruborizaron haciéndonos esbozar una sonrisa maravillosa.

—Es usted muy amable… padre Valencia.

Debí tragar grueso ante su pecaminosa voz con rostro celestial, pero en mi nerviosismo intenté retomar el autocontrol.

—No veo motivos para no serlo cuando todos se han portado bien conmigo.

—¿Yo me he portado bien con usted? Vaya, me halaga.

Dos minutos, ¡DOS! y ella despertó todo lo ocurrido en la última semana que mis pies pasearon por estas tierras… Dios, ayúdame esta vez por favor, ayúdame a dejar todo claro y no permitir que las cosas se salgan de control.

—Hasta ahora no has hecho nada malo y por lo que he escuchado en estos días, las referencias de ti han sido formidables.

—Padre Valencia, tenga cuidado con lo que dice o alguien podría mal interpretarlo —soltó perspicaz.

Alma sigue siendo tan descarada y casta a la vez que es imposible no darse cuenta de eso, solo espero no terminar igual que el padre Enrique, flagelándome cada noche por mis pensamientos.

—No he dicho nada comprometedor y lo sabe bien señora… —hice una pausa esperando su apellido de casada, pero el cómo frunció su entrecejo me dio a entender que hice mal.

—¡Señorita Alma!

Escuchamos la voz de Emilio, quien vino corriendo hasta ella dándole un fuerte abrazo el cual fue muy bien recibido, se nota el cariño que ella le tiene y de paso, no se imagina cuánto me acaba de ayudar al llegar con nosotros, al menos teniendo una tercera persona me hará controlarme más fácil.

—¿Estuve bien en mi primera ceremonia señorita Alma?

—No estuviste bien, estuviste perfecto —contesta ella con mucho entusiasmo y orgullo, dándole un sonoro beso en su mejilla que lo avergüenza un poco.

—Gracias, incluso mi mamá estuvo presente a pesar de que no se encontraba bien —sus palabras nos preocuparon a ambos.

—¿Dónde está? —pregunta ella.

—Mi papá llegó al despacho diciendo que la llevaría a casa y nos veríamos allá, así que debo irme para saber cómo está.

—De acuerdo, cualquier cosa sabes dónde encontrarme o puedes llegar también con Sarah.

—Sí señorita —el joven pasó su mirada de ella a la mía. —padre Valencia, ya dejé todo como me lo indicó ¿necesita que le ayude en algo más?

—Tranquilo Emilio que yo me haré cargo de lo que haga falta, mejor ve a ver a tu mamá, sé que estás preocupado por ella.

—Mucho, pero no quiero dejarlo solo porque sé que también necesita de mí aquí.

—Tú no te preocupes que yo me haré cargo de lo que haga falta —intercede Alma. —igual recuerda que el padre y yo debemos hablar de las novedades que habrá en el pueblo.

—Es cierto… Bueno, entonces me voy corriendo, adiós señorita Alma, adiós padre Valencia.

El joven sale disparado a todo lo que le da el cuerpo para ir a casa mientras los dos lo vemos alejarse y después su firmamento recaer sobre mí con intensidad.

—¿Tiene tiempo padre Valencia o deberé sacar una cita en la semana como los demás feligreses? —Dios… ayúdame…

—Creo que será mejor que pasemos al despacho considerando que eres la guardiana en este momento.

Hice una señal para que siguiera el camino en lo que yo cerraba las puertas de la iglesia, pero grande fue mi sorpresa al encontrarla detrás de mí cuando di la vuelta llegando a sobresaltarme un poco y ella, como era de esperarse, sutilmente ríe divertida por mi reacción.

—Tranquilo padre, quien lo ve creería que es un gato asustadizo.

—Lo siento, supongo que debe ser la emoción por la primera misa dominical en el pueblo.

—No creo que sea su primera vez ¿O sí?

¿Soy yo o ella en verdad está lanzando frases con otra intención? Rayos, por lo visto sigo siendo un inocente, aunque no sé si es con todos o solo con ella.

—Por supuesto que no —respondí amable. —pero vamos al despacho para hablar con más calma.

Me lanza una mirada felina que me hace pensar que en cualquier momento se irá sobre mí igual que antes, pero no, en vez de eso se gira continuando el camino a lo que yo voy detrás de ella. Una vez en el despacho retiro la túnica y demás prendas quedando únicamente con el traje eclesiástico, dejo todo sobre un gancho y tomo asiento frente a ella quien no ha retirado su intimidante vista de mí.

—Antes que nada, quiero saber cómo dirigirme a usted —habla antes que yo. —No me lo tome a mal, pero me es extraño llamarlo padre Valencia considerando que nos conocemos desde siempre.

—Como se sienta más cómoda, puede ser por el nombre o el apellido —esa sonrisa….

—Si es así, entonces quiero que nos tratemos de tú y puede seguirme diciendo Alma… si no le incomoda claro está.

—Me parece bien ¿Alguna pregunta o aclaración más que desees hacer?

Ella entrecierra sus ojos e inclina su cuerpo apoyando sus codos en el escritorio y su mentón en el dorso de sus manos que están cruzadas a la altura de su rostro.

—Sí, pero primero el trabajo y quizás después tengamos tiempo para ponernos al día… si es que todavía seguimos siendo amigos —menciona lo último no con la picardía con la cual venía, sino con honestidad, con pureza, incluso con una sutil tristeza que me conmueve un poco.

—Por mi parte te puedo asegurar que sí, porque jamás dejaste de ser la increíble amiga que ocupó mis últimos meses aquí regalándome momentos que atesoro —respondí con total honestidad.

Un ambiente cándido nos envolvió, recordándome los primeros días cuando era solo una amistad y ella me enamoraba con sus sueños e ilusiones, porque reconozco que en ese instante no la vi como mujer, no hasta la noche en que llegó a este mismo despacho y cambió mi vida para siempre.

—Gracias, tú tampoco dejaste de ser importante para mí.

—Quizás no sea mucho, pero cualquier cosa en lo que te pueda ayudar, no dudes que estaré para ti —ella se removió un poco en el asiento quedando un poco más seria.

—Bueno, tú me dirás en qué necesitas mi ayuda.

Algo pasa, esa manera de cortar tan tajante el momento ameno que teníamos no es normal, igual no le di vueltas al asunto, quizás estaba perturbada por algo y yo no era quién para meterme en su vida si ella no lo quería. Así, estuvimos hasta el mediodía revisando varios puntos donde tenía dudas, ella me aclaró varias cosas, resolvió mis inquietudes y también me puso al tanto de las festividades las cuales tenía conocimiento gracias a los apuntes que había dejado entre los archivos.

Cuando se hizo la una de la tarde, recibí una llamada de mi madre quien me preguntó si iría a almorzar, a lo cual afirmé y de paso me disculpé por la tardanza explicándole el motivo, mismo que ella no tardó en recalcarme entre líneas para después hacer que viera a Alma un poco avergonzado.

—Disculpa esto, pero mi madre quiere saber si vas a almorzar con nosotros.

—Dile que por esta ocasión no, es mejor que la pase con su familia y especialmente contigo ahora que llegaste.

—Dile a Alma que la estaremos esperando y mejor que llegue contigo o me enojaré de verdad —dijo mi madre muy autoritaria cortando de inmediato y dejándome con una cara de desconcierto que no me quitaba nadie.

¿Acaso esta mujer enloqueció en mi ausencia?

Colgué el teléfono sin más y ella soltó su respiración pesadamente como si supiera lo que ocurría.

—No te preocupes, ya me hago una idea de lo que dijo —ladeó una sonrisa que pareció más una mueca.

—No tienes que ir si no quieres, aunque me sorprendió un poco la “cálida invitación” de ella —hice las comillas con mis dedos haciéndola relajarse nuevamente.

—Será mejor que vaya, pero si tú no quieres no hay problema, sé que hace mucho no los ves y no quiero incomodar a nadie.

—No incomodas a nadie con tu presencia y es evidente que todos te esperan, especialmente ella, así que mejor nos vamos de una vez si no queremos que venga a buscarnos como un par de niños —ambos reímos levemente mejorando el ambiente.

Recogí y aseguré todo antes de partir, le pregunté si quería que tomáramos un taxi pero ella me sorprendió diciendo que prefería ir a pie, lo que terminó por alegrarme ya que me daría más tiempo para hablar con ella, aunque esos planes se vieron arruinados rápidamente ante la llegada de Juan Carlos quien nos ordenó subir a su auto. Así que aquí vamos los tres, ellos en una charla como si fueran los mejores amigos de toda la vida (algo que nunca pasó cuando estuve aquí) y yo en un silencio sepulcral acompañado de una extraña sensación en el pecho ante la cercanía de ellos.

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