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5. ¿AMIGOS OTRA VEZ?

Alma

El camino a casa de los Valencia fue un poco extraño para mí, pese a que los hermanos iban al frente en la camioneta, éramos Juanca y yo los que conversábamos mientras Christian iba con un cara de pocos amigos mirando por la ventana en silencio, intentamos involucrarlo en la conversación un par de veces, pero sus cortas respuestas me dieron a entender que no se sentía cómodo con nosotros, no quise sacar conclusiones apresuradas, pero es algo que abordaría con él cuando estuviéramos nuevamente a solas.

Al llegar a casa fuimos recibidos con una cálida bienvenida, todo estaba servido en el comedor y cada uno fue tomando asiento, aunque se me hizo extraño la “sutil” insinuación de Sarah, que no tuvo en verdad nada de sutil porque prácticamente fue a empujones que ella nos organizó a Christian y a mí para dejarnos juntos, igual ninguno pronunció nada y comimos tranquilamente entre conversaciones triviales.

Poco a poco nos fuimos relajando dejándonos llevar por todos, él se involucró en la conversación como si nada a comparación de cuando estábamos en el auto y una vez finalizado el almuerzo Christian y yo ayudamos a Sarah en la cocina y preparamos café para todos, continuamos con el mismo ambiente hasta que los hombres se van a descansar como siempre y ella nos deja solas cuando recibe una visita inesperada de su vecina por un malestar.

—¿Estás bien? —pregunté al verlo incómodo conmigo.

—Perfecto, solo que no recordaba que los almuerzos del domingo fueran tan pesados —reímos al recordar lo exagerada que fue Sarah al servirnos.

—Si te soy honesta, hoy se pasó, en realidad nunca han sido tan pesados.

Respondí sin meditar en las palabras, siendo su cara de desconcierto lo que me hizo reaccionar al recordar que él no sabía sobre mi relación con su familia.

—Por lo visto mi familia te tiene mucha estima —menciona más con curiosidad que en reclamo.

—Digamos que nos hemos acercado por algunas circunstancias y bueno, ustedes se caracterizan por ser muy hospitalarios, así que a veces resulta difícil negarse a sus invitaciones.

Contesté manteniéndome firme para evitar mostrar mis nervios, pero debía buscar una forma de evadir el tema pronto o mil preguntas saldrían al aire y es algo para lo cual no estaba preparada, por suerte Sarah no tardó en volver permitiéndome usarla como medio de escape a esta incómoda situación, así que me despedí rápidamente de todos ocultando mis nervios y salí de ese lugar sintiéndome más tranquila cuando llegué a la tercera cuadra.

—¡Alma! —genial, ya estoy escuchando voces. Excelente Alma, ahora perdiste la cordura que era lo único que te quedaba. —¡Alma!

Ante el segundo llamado me detuve buscando el origen de la voz, pero desgraciadamente era Christian quien venía detrás de mí un poco apresurado, lo peor es que al llegar a mi lado se veía bastante pálido, creo que incluso iba a vomitar, lo que no me extrañaría considerando todo lo que nos hicieron comer.

—No me hagas correr otra vez después de un almuerzo así —pronunció con cierto malestar evitando soltar una arcada.

—Creo que deberías volver, te ves muy mal.

—Estaré bien —responde intentando recomponerse tras respirar profundamente. —¿Te importa si te acompaño?

—Ni siquiera sabes a dónde voy.

—Amm sí, no importa, igual tengo tiempo —contestó nervioso obligándome a morder mi labio para evitar reírme. —pero si tanto te incomoda mi presencia no hay problema —soltó con cierto dejo de inocente tristeza.

Maldición, este hombre tiene treinta años y aun así es tan inocente que dan ganas de someterlo a las cosas más sucias y retorcidas del mundo, siendo uno de los motivos por los cuales siempre me encantó.

—No me molesta su presencia padre Valencia, pero no quisiera quitarle tiempo de su ocupada agenda y menos cuando debe agendar a medio pueblo para esta semana —contraataqué mordaz dejándolo más nervioso que antes.

—Sí… pero igual es domingo y no creo que me caiga mal un descanso como a todos… quizás… un helado más tarde con una vieja amiga…

Este hombre no me la deja fácil con esas provocaciones tan inocentes. Intento mantener mis piernas firmes y cerradas, pero él es Christian a fin de cuentas…

—Mejor que ese helado sea al atardecer o los dos terminaremos en un baño compartiendo el váter.

—No me importaría si fueras tú —murmuró con una profunda mirada que me dejó helada.

(…)

Christian

En cuanto ella abrió un poco más sus ojos ante mis palabras me di cuenta del error que cometí, lo peor es que me había petrificado, mi voz no era capaz de salir y su silencio tampoco me ayudaba, menos cuando una traviesa sonrisa se dibujó en sus labios acompañada del casto sonrojo que aun al día de hoy me sigue gustando ver.

—Sé que le dije que podíamos tratarnos de tú, pero no sabía que era tan atrevido padre Valencia.

Es la segunda vez que me dice así aun cuando quedamos en que podía llamarme por mi nombre si así lo quería, lo más extraño es que al hacer mención de mi ejercicio seguido del apellido, provocaba algo indescriptible en mi cuerpo acompañado de un fastidio producto de la barrera que implicaba tal combinación.

—No quise sonar atrevido, discúlpeme señorita Montenegro, no quería faltarle el respeto —respondí inundado de esta sensación nueva en mí.

Su expresión cambia a una más peligrosa, era en felino en la selva a punto de atacar al cervatillo que paseaba por el lugar dando unos pasos cortando la distancia entre nosotros y repasó su vista en mi rostro teniendo mayor fijación en mis labios, tornando mi respiración errática ante tal pecaminoso gesto tan propio de ella.

—No lo hizo padre Valencia y tenga por seguro que siempre he disfrutado de su compañía.

Su susurrante voz era el cascabel de la serpiente que me petrificaba con su presencia y aun así este impulso golpeaba con fuerza mi pecho obligando a mi corazón trabajar más rápido.

—Creí que me llamaría por mi nombre —reclamé al no soportar más esta sensación.

—¿Le molesta que le diga padre Valencia?

—¿Le molesta que le diga señorita Montenegro o prefiere que use su apellido de casada? —pregunté con cierta furia.

¡Que me parta un rayo y me haga reaccionar de inmediato! ¿Qué pasa conmigo que estoy diciendo y haciendo cosas tan impropias de mí? Lo peor es que no puedo detenerme y menos al verla reaccionar con cierto fastidio en cuanto hice mención a su apellido de casada.

—Para fortuna mía y desgracia de muchos sigo disfrutando de mi libertad, así que no tiene ningún apellido de casada con el cual amenazarme señor Valencia.

De acuerdo, eso no lo esperaba y menos con la rabia con la cual habló, había pasado mucho en su vida para estar consumida en ese sentimiento, no tengo pruebas, pero tampoco dudas.

—Alma… —mencioné suave al no querer tener una discusión con ella. —acompáñame a la iglesia, por favor —ella toma un respiro suavizando su semblante al igual que yo.

—Seguro ¿Pedimos un taxi?

—Será lo mejor considerando que hace mucho sol y no quiero que pases un mal rato.

No dijimos más y caminamos hasta una calle principal donde tomamos un taxi, continuamos el trayecto en silencio hasta llegar a la iglesia e ingresamos por el despacho, pero en vez de quedarnos aquí seguí mi camino hacia la cocina, ella mantuvo el paso silenciosa recibiendo el vaso de agua que serví aun sin saber si quería o no, estaba en automático y al mismo tiempo pensaba en alguna forma de eliminar todo lo ocurrido minutos atrás.

—¿Por qué me querías aquí? —murmuró.

—Porque es el único sitio donde siempre me he sentido seguro y también porque… —respondí mientras guardaba la jarra de agua en la nevera, pero no me atreví a mirarla.

—¿Qué? —insistió ante mis silenciosos segundos y me giré mirándola firme.

—Porque en este lugar guardo recuerdos importantes contigo.

—¿Sí sabes que eso no debería decirlo un sacerdote?

—Lo sé perfectamente, pero bajo este traje eclesiástico sigo siendo un hombre con un pasado y tú eres parte de eso.

Dejó el vaso a un lado, caminó hacia mí con neutra expresión hasta acorralarme contra la nevera y su mano fue dejando un roce lento en la mía, era atrevido y al mismo tiempo parecía una necesidad.

—Quise ir —pronunció dejándome confundido. —el día que te fuiste quise despedirme de ti, pero no pude, traté de escapar para llegar contigo y mi madre se dio cuenta encerrándome en la habitación como castigo por varios días.

Ese golpe fue inesperado, no tenía idea de eso y lo peor es que realmente estaba afligida por el suceso, llegando a contagiarme al punto de hacerme revivir aquella madrugada tan dolorosa para mí.

—Creí que no querías saber nada más de mí después de lo ocurrido el día anterior.

—Sí quería ir, quería despedirme —bajó su mirada tomando mi mano un poco temerosa. —quería estar contigo para darte un último abrazo…

Una lágrima se derramó por su mejilla estrujando mi corazón como solo ella podía hacerlo y solté su mano para tomarla entre mis brazos sintiendo que volvía en el tiempo, era como si recuperara algo que no sabía había perdido dejándome un enorme vacío. Sus brazos me aprisionaron con fuerza como si no quisiera dejarme ir otra vez y el sollozo de su corazón resquebrajó el mío ahogándome en un profundo dolor.

—No volveré a irme y si lo hago, ten presente que no lo haré hasta despedirme de ti.

—¿Seremos amigos otra vez?

En ese momento supe que un corazón a pesar de estar quebrado puede romperse un poco más.

—Solo si así lo quieres —nos separé un poco y levanté su rostro limpiando sus mejillas. —pero esta vez te pido que por favor no hagas una locura.

La maravillosa sonrisa que ambos soltamos no se compara con nada, mas esa misma curvatura rosada que tenía por labios eran tentación para mí… ella sigue siendo mi pecado.

—Ten por seguro Christian que no será solo una locura.

Dios… compadécete de tu hijo y ayúdame…

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