La mañana llegó a Nueva York con el bullicio característico de la gran ciudad. En el lujoso penthouse de Marjorie, los primeros rayos de sol se colaban por las enormes ventanas, iluminando la habitación principal.Marjorie se despertó temprano, lista para enfrentar el día. Se dirigió al baño, donde se tomó su tiempo para arreglarse. Eligió cuidadosamente un elegante traje sastre de diseñador en color azul marino, que acentuaba sus curvas sin dejar de ser profesional. Recogió su cabello en un moño impecable, asegurándose de que ni un solo cabello estuviera fuera de lugar. Frente al espejo, aplicó un maquillaje ligero pero sofisticado, resaltando sus ojos y dando un toque de color a sus labios, se sentía extraña vistiendo de esa manera nuevamente.Al voltear, se encontró con Tony, que acababa de terminar su ducha y salía del baño, el vaquero estaba envuelto tan solo en una toalla blanca y mullida, con el torso bronceado al descubierto. Marjorie no pudo evitar admirar cómo las gotas
En un instante, la oficina de Marjorie se convirtió en un campo de batalla, Tony, con la velocidad de un rayo y la fuerza de un toro embravecido, se lanzó hacia Blake. Sus manos grandes y callosas agarraron la chaqueta de diseñador de Blake, apartándolo bruscamente de Marjorie.— ¡Quita tus manos de ella, sabandija! —rugió Tony, sus ojos brillaron con furia, tuvo que hacer un esfuerzo para contenerse y no armar un escándalo más grande.Blake trastabilló hacia atrás, chocando contra el escritorio, su perfecta fachada de hombre de negocios se quebró por un momento, su rostro reflejó sorpresa.Marjorie, aún aturdida por el beso inesperado, dio un paso atrás. Su mano buscó instintivamente un pañuelo en su bolso, con el que se limpió los labios furiosamente, como si quisiera borrar cualquier rastro de Blake.— ¿Qué demonios crees que estás haciendo, Blake? —preguntó, con su voz temblando de ira.Blake, recuperando rápidamente su compostura, alisó su traje y sonrió con arrogancia, mientras
El sol se ocultaba en el horizonte texano, decorando el cielo en colores púrpuras, cuando Antonio "El Coyote" Treviño entró al Rusty Spur Saloon. Con su andar despreocupado y una sonrisa torcida en los labios, el vaquero de 25 años se acomodó el sombrero y echó un vistazo al lugar. — Pos' qué me lleve el diablo si no es el mismísimo paraíso terrenal —murmuró para sí mismo, sus ojos brillaron con picardía al recorrer el bar, el mismo al que acudía casi todos los días. El Rusty Spur era un típico bar de carretera, con su barra de madera gastada, mesas de billar y una rocola que tocaba country a todo volumen. Pero lo que realmente captó la atención de Tony fue la hermosa morena sentada sola en la barra. Con la confianza de quien se sabe irresistible, Tony se acercó a la barra, acomodándose junto a la chica. — Buenas noches, señorita —saludó, su voz grave estaba teñida con un marcado acento sureño, mezcla del acento de sus padres provenientes del norte de México, y del acento típico
Unos meses más tarde, después de otra noche de juerga, era aún de madrugada cuando Tony Treviño abrió los ojos, su cabeza palpitaba como si un rodeo completo hubiera pasado por ella, y su boca se sentía más seca que el desierto de Chihuahua.— Ay, virgencita... —gruñó, cubriéndose los ojos con el brazo— pos' si esto es la resaca, prefiero la borrachera.Se incorporó lentamente, cada movimiento enviaba ondas de dolor a través de su cuerpo, fue entonces cuando los recuerdos de la noche anterior comenzaron a inundar su mente, de nuevo el bar, otra chica, suspiró al recordarla, era realmente bonita.— ¡Córrele, Tony! —se dijo a sí mismo, sacudiendo la cabeza— si tu amá se entera de tus aventuras, te manda a México más rápido que un cohete.Con un esfuerzo sobrehumano, Tony se levantó de la cama y se arrastró hacia el baño, se miró en el espejo y soltó un silbido bajo.— Pos' sí que te ves del carajo, Toño —murmuró a su reflejo— pareces nopal pisado por una manada de vacas locas.Después
Guadalupe se acercó, preocupada.— ¿Qué pasa, m'ijo?Tony señaló al bebé con un dedo tembloroso.— Pos' resulta que Junior... no es tan Junior como pensábamos.Guadalupe miró y soltó una exclamación de sorpresa.— ¡Ay, Dios mío! ¡Es una niña!Tony asintió, aún en shock.— Pos' sí, parece que me equivoqué de rodeo, amá.Guadalupe comenzó a reír, primero suavemente y luego a carcajadas.— ¡Ay, Toño! —exclamó entre risas— ¡Pos' aquí las vas a pagar todas, m'ijo!Tony la miró, confundido.— ¿De qué hablas, amá?Guadalupe se secó las lágrimas de risa.— Pos' de todas tus correrías, hijo. Ahora vas a saber lo que se siente cuidar a una niña, y cuando crezca... ¡Ay, pobrecito de ti!Tony palideció aún más si era posible.— Ay, mamacita linda —murmuró— pos' ¿Qué no me puedes echar una manita?Guadalupe negó con la cabeza, aún riendo.— Nada de eso, esta es tu responsabilidad, Antonio Treviño, yo solo te voy a echar porras desde la banca.Tony suspiró, mirando a su hija que ahora lo observaba
El sol de Texas caía implacable sobre el rancho de los Treviño. Tony, con el torso desnudo y el sudor perlando su frente, trabajaba en la cerca mientras su mente daba vueltas como un torbellino.— Pos' si sigo así, voy a acabar más seco que cactus en el desierto —murmuró para sí mismo, pasándose el brazo por la frente.Su prima María que había acudido a ayudarlos, salió al porche, con Lupita en brazos.— ¡Tony! —llamó— ¿No quieres venir a tomar algo fresco? Te vas a derretir ahí afuera.Tony se enderezó, estirando su espalda con un gruñido.— Ahorita voy, prima, nomás deja que termine con esta cerca del demonio.Mientras caminaba hacia la casa, Tony no pudo evitar sentir el peso de la preocupación sobre sus hombros, los gastos médicos de su madre se acumulaban más rápido que las nubes antes de una tormenta, y el rancho apenas daba para subsistir.— Pos' ya no veo lo duro sino lo tupido —murmuró, entrando a la cocina.María le pasó un vaso de limonada fría, que Tony bebió de un trago.
Los días siguientes fueron un torbellino para Tony, se levantaba al amanecer para ocuparse del rancho, cuidaba de Lupita por las tardes y por las noches se transformaba en el sensual bailarín que hacía suspirar a medio condado.Una noche, mientras se preparaba para su show, Pancho se le acercó en el vestuario improvisado del Rusty Spur.— Oye, Coyote —dijo, con una sonrisa pícara— ¿Ya te enteraste del nuevo apodo que te pusieron las clientas?Tony arqueó una ceja, curioso.— ¿Nuevo apodo? Pos' no me digas que ya no soy el Coyote.Pancho soltó una carcajada.— No, compadre, ahora te dicen 'El Semental de Texas'.Tony casi se ahoga con el agua que estaba bebiendo.— ¿El qué? —exclamó mientras tocía— ¡Pos' ya ni la amuelan! ¿Qué se creen que soy? ¿Un caballo de exhibición o qué?— Pos' algo así, compadre —respondió Pancho, sin dejar de reír— pero no te quejes, que eso significa más billetes en tus bolsillos.Tony sacudió la cabeza, pero no pudo evitar sonreír.— Pos' ni modo si así me qu
Tony se quedó boquiabierto por un momento antes de soltar una carcajada tan fuerte que varios clientes voltearon a verlo.—¡Ay, caray! —exclamó, limpiándose una lágrima de risa —¿Pos' de dónde sacaron esa idea? ¿Me vieron abrazando demasiado fuerte a algún toro o qué?Don Pedro se encogió de hombros.—Pos' dicen que ya no andas con ninguna mujer, y como siempre las rechazas...Tony sacudió la cabeza, aún riendo. —Pos' si supieran que no ando con nadie porque apenas tengo tiempo pa' rascarme la barriga entre el rancho, mi hija y el baile.—Bueno, pues —dijo Don Pedro, tratando de darle ánimos, ya suficientes problemas tenía el muchacho —tú nomás haz tu show como siempre, que mientras más gente venga, más dinero ganamos, ¿No?Tony asintió, dirigiéndose a los vestidores.—Pos' sí, a darle que es mole de olla.El show esa noche fue más intenso que nunca, Tony bailó con toda la energía que pudo reunir, ignorando las miradas lascivas tanto de mujeres como de hombres.—¡Órale, muchachas...