Las patrullas pasaron de largo, y Tony soltó un suspiro de alivio tan grande que casi hizo temblar las hojas de los arbustos.— Eso estuvo más cerca que un beso de mi tía Lupe — murmuró, saliendo cautelosamente de su escondite.Miró a su alrededor, tratando de decidir qué hacer a continuación.El frío de la noche comenzaba a calarle los huesos, y Tony se dio cuenta de que su nueva ropa no era tan abrigadora como creía.— Necesito un plan — dijo, rascándose la cabeza bajo la gorra — algo más elaborado que simplemente correr como pollo sin cabeza.Su estómago gruñó ruidosamente, recordándole que el hot dog que había comido antes no era suficiente para un hombre de su tamaño. Metió la mano en el bolsillo, esperando encontrar algo de dinero, pero solo sacó unas pocas monedas.— Maldita sea — gruñó — estoy más pelado que una res después de la matanza.El viento frío de la noche le hizo estremecerse, en ese momento, recordó algo que Marjorie le había mencionado una vez sobre Nueva York.— ¡
La mano que jaló a Tony hacia el callejón oscuro era fuerte pero no amenazante. El vaquero se encontró cara a cara con un hombre mayor, de unos 60 años, con cabello canoso y barba desaliñada.— Tranquilo, muchacho — dijo el hombre con voz rasposa pero amable — No voy a lastimarte.Tony, aún jadeando por la carrera, asintió agradecido.— Gracias, señor, estaba en un aprieto más grande que un toro en una tienda de porcelana.El hombre soltó una risita.— Me llamo Frank — se presentó, extendiendo su mano —Y parece que necesitas un lugar para esconderte.— Tony — respondió, estrechando la mano de Frank — Y sí, estoy más perseguido que un ratón en un cuarto lleno de gatos.Frank echó un vistazo a la calle y luego hizo un gesto a Tony para que lo siguiera.— Conozco un sitio seguro, vamos, antes de que tus amigos decidan volver.Atravesaron una serie de callejones y pasajes estrechos, Tony se maravillaba de la agilidad de Frank, que se movía como si las calles fueran una extensión de su pro
El grito de alarma resonó en la calle, Tony sintió que su corazón se detenía por un segundo, la multitud que llenaba la acera comenzó a murmurar y moverse inquieta, señalando.— ¡Corre, muchacho! — gritó Frank, el anciano agarró a Tony por el brazo con una fuerza sorprendente para alguien de su edad.Sin pensarlo dos veces, dejándose llevar por el instinto y la adrenalina que ahora corría por sus venas, Tony echó a correr junto a Frank. — ¡Por aquí! — indicó Frank, su voz apenas era audible sobre el estruendo de la ciudad. Tony miró por encima de su hombro, sus ojos captando los destellos de las luces azules y rojas que parecían estar cada vez más cerca.— Estamos más acorralados que un conejo en una cacería — jadeó Tony.Frank soltó una risita entrecortada, un sonido que parecía fuera de lugar en medio de la persecución, pero que de alguna manera logró calmar un poco los nervios de Tony.— No te preocupes, muchacho — dijo el anciano, con voz sorprendentemente firme a pesar del esfu
Tony y Frank caminaban por las calles de Nueva York, el estómago de Tony gruñendo ruidosamente.—Señor Frank —dijo Tony, rascándose la nuca —odio ser una carga, pero estoy más pelado que una res en el matadero, no tengo ni un centavo para comprar comida.Frank lo miró con una sonrisa astuta.—No te preocupes, chico, tengo una idea que podría sacarte del apuro.—¿Ah sí? — preguntó Tony, intrigado — ¿De qué se trata?—Conozco a alguien que podría darte trabajo, es la dueña de un bar aquí cerca.Tony sintió que se le helaba la sangre.—Pero señor Frank, ¿No cree que podrían reconocerme y entregarme a la policía?Frank soltó una carcajada áspera.—Chico, ese bar es más seguro que Fort Knox, todos los que van ahí tienen cuentas pendientes con la ley.—Bueno — dijo Tony, no muy convencido —si usted lo dice.Caminaron unas cuantas cuadras más hasta llegar a un callejón oscuro. Al final, había una puerta roja con un letrero de neón que parpadeaba débilmente: "El Paraíso de Lola".— ¿Este es e
El "Paraíso de Lola" se había convertido en el hogar adoptivo de Tony, cada noche, el vaquero texano subía al escenario y enloquecía al público con sus movimientos sensuales y su encanto sureño. Una noche, después de una actuación particularmente exitosa, Tony se sentó en la barra, contando sus propinas, Lola se acercó, con una sonrisa de oreja a oreja.—Cariño, eres puro fuego en ese escenario, estás atrayendo más clientela que una rebaja de Black Friday.Tony sonrió, pero su mirada era triste.—Gracias, Lola. Supongo que bailar es lo único que me queda.Frank, que estaba sentado a su lado, le dio un codazo amistoso.—Vamos, chico, no puedes seguir pensando en ella.Tony suspiró, pasándose una mano por el cabello.—No puedo evitarlo, Frank, sigo sin entender cómo Marjorie pudo hacerme esto, tiene que haber algo más.Frank negó con la cabeza.—Mira, chico, sé que es duro, pero tienes que enfrentar los hechos. Ella eligió quedarse con ese tipo Blake, la vida del rancho no era para ell
Tony se paseaba de un lado a otro en su pequeña habitación sobre el "Paraíso de Lola". Su mente daba vueltas, tratando de entender qué había llevado a Danna a cambiar su historia.—Ay, caray —murmuró para sí mismo —¿Qué mosca le picó a esa mujer pa' cambiar su cuento así nomás?Se dirigió al armario y sacó su atuendo texano, los jeans desgastados, la camisa a cuadros, las botas de cuero y, por supuesto, su inseparable sombrero. Mientras se vestía, Tony sentía como si estuviera poniéndose una armadura.Bajó las escaleras y encontró a Frank limpiando la barra.—Oiga, don Frank —llamó Tony —necesito que me eche una manita.Frank levantó la vista, sorprendido al ver a Tony en su atuendo completo de vaquero.—¿Qué pasa, chico? ¿Vas a un rodeo o algo así?Tony negó con la cabeza.—Qué va, necesito que me guíe por esta pinche ciudad, tengo que ver a Marjorie.Frank frunció el ceño.—¿Estás seguro de que es una buena idea?—Más seguro que un armadillo en su caparazón —respondió Tony, aunque su
Tony Treviño regresó a Texas con el corazón más pesado que un toro en día de rodeo. Después de todo lo sucedido en Nueva York, sentía que su vida se había desmoronado como un castillo de naipes en medio de un huracán.Llegó al rancho Blackwell al atardecer.—¡Apá! —gritó Lupita, corriendo hacia él con los brazos abiertos.Tony la alzó, abrazándola fuerte contra su pecho.—Mi reinita —murmuró, besando su frente —te extrañé más que a las tortillas recién hechas.María y Guadalupe salieron de la casa a recibirlo.—M'hijo —dijo Guadalupe, acercándose para abrazar a Tony —por fin estás en casa. Pero te veo más apagado que una vela en el viento.Tony forzó una sonrisa.—Estoy bien, amá, solo cansado del viaje.Pero Guadalupe no era mujer fácil de engañar, miró a su hijo fijamente, sus ojos escudriñando cada detalle de su rostro.—A ver, Tony —dijo, con su voz firme pero cariñosa —cuéntanos qué pasó en Nueva York, y no me vengas con que nada, porque te conozco mejor que nadie.Tony suspiró,
Un mes había pasado desde que Tony y su familia se mudaron al rancho de Don Pedro. Poco a poco, la vida empezaba a tomar un nuevo ritmo, Tony se levantaba con el sol, trabajaba duro en el rancho durante el día, y por las noches, el Coyote volvía a la vida en el bar. Cada mañana, Tony se despertaba con la esperanza de que el dolor en su corazón hubiera disminuido, aunque sea un poco, pero siempre estaba allí, como una sombra persistente.El rancho de Don Pedro era más pequeño que el Blackwell, pero Tony se había propuesto convertirlo en un hogar para su familia, pasaba horas arreglando cercas, alimentando al ganado y asegurándose de que todo estuviera en orden. El trabajo duro le ayudaba a mantener la mente ocupada, a no pensar en Marjorie y en lo que pudo haber sido.Una mañana particularmente calurosa, mientras Tony arreglaba una cerca que había sido dañada por una tormenta reciente, escuchó el sonido de un auto acercándose. El ruido del motor era inconfundible, y Tony supo inmedi