María corrió hacia donde yacía Guadalupe, al acercarse, el corazón le dio un vuelco al ver que no se movía. Las lágrimas comenzaron a correr por sus mejillas mientras veía el cuerpo inmóvil de su tía.— ¡Tía! —gritó mientras se dejaba caer de rodillas junto a ella— ¡Por favor, tía! ¡Respóndeme!Sus manos temblaban mientras intentaba tocarla, una señora mayor se acercó corriendo.— ¡Dios mío! ¡La empujaron! —exclamó la mujer— ¡Yo las vi! ¡Vi todo!En lo alto de la escalera, Sarah y su madrastra seguían riendo, celebrando loq ue habían hecho.— Una menos —se burló Sarah con veneno en la voz— Vámonos antes de que llegue seguridad.— Que se pudra en el hospital, ojalá se muera —añadió la madrastra mientras se alejaban a toda prisa.La gente comenzó a arremolinarse alrededor, una joven se arrodilló junto a María.— Tranquila, ya llamé al 911 —le dijo con voz suave— mi esposo es médico, viene para acá.María no podía contener el llanto:— Es mi tía... es como mi madre... por favor… — suplic
Tony o podía procesar lo que acababa de escuchar, Sarah, la madre de su hija, había intentado matar a su madre.— No puede ser... no puede ser... —murmuraba una y otra vez.— Tony, mi amor —Marjorie intentó acercarse, pero él se alejó bruscamente.— ¡Pos' esa víbora me las va a pagar! —rugió, su voz quebrándose— En cuanto mi amá salga de aquí, yo mismo...— Tony, por favor —Marjorie logró sujetarlo del brazo— Tu madre te necesita entero ahorita.El médico que había estado hablando con ellos fue llamado repentinamente por una enfermera que salió corriendo del área de urgencias.— ¡Doctor! ¡Es la señora Treviño! —gritó la enfermera.— ¡NO! —Tony intentó seguirlos, pero dos enfermeros lo detuvieron— ¡DÉJENME PASAR! ¡ES MI AMÁ!— Señor, no puede entrar —insistió uno de los enfermeros, luchando por contenerlo.— ¡Pos' suélteme! —forcejeaba Tony— ¡Mi amá me necesita!María, que sostenía a Lupita, se acercó a Pancho con lágrimas en los ojos:— Mi amor, tenemos que llevar a la niña al rancho,
El pitido de las máquinas se escuchaba en el pasillo, era un sonido agudo y constante que parecía rasgar el alma de Tony.Los doctores se encontraban dentro del cuarto, sus voces entrecortadas se mezclaban con el sonido de los aparatos. Tony permanecía pegado al vidrio, sus manos temblaban mientras las mantenía apoyadas en la fría superficie, como si de esa manera pudiera transmitirle su fuerza a su madre a través del cristal.— ¡Ándale, amá! ¡Tú puedes! Pos' eres más fuerte que un roble viejo, siempre me lo has demostrado — susurró con voz entrecortada, cada palabra salía como un grito ahogado.Sus ojos no se apartaban del cuerpo inmóvil de Guadalupe, esperando, rogando que sus párpados se abrieran, que su voz volviera a sonar con ese tono cálido y firme que tanto lo había guiado.Marjorie y Pancho permanecían a su lado, Pancho lo sostenía por los hombros, mientras las rodillas le temblaban, Marjorie tenía las lágrimas corriendo por su rostro, pero se mantenía firme, sabiendo que Ton
El sol quemaba como si el mismo cielo quisiera castigar la tierra aquel maldito día, la iglesia, llena hasta el tope de gente.Tony se mantenía inmóvil junto al ataúd de Guadalupe, con las manos clavadas en los bolsillos del traje que le quedaba apretado, cada apretón de manos, cada abrazo de los vecinos, le dolía más que una puñalada.—Tony, hermano… si necesitas algo —le decía Pancho por quinta vez, la voz le temblaba igual que sus bigotes—. Nomás avísame y…—Ya sé, compa —lo interrumpió Tony, sin mirarlo, con los ojos clavados en el crucifijo detrás del altar— Gracias.Marjorie, parada a su lado, le apretaba el brazo cada vez que sentía que su cuerpo se tensaba demasiado, Lupita, sentada en las piernas de María, jugueteaba con un pañuelo negro.—¿Abela? —preguntó la niña de pronto, señalando el ataúd con su dedito regordete.María tragó saliva, mirando a Tony de reojo, él cerró los ojos, sintiendo cómo el corazón se le partía otra vez, como explicarle a su pequeña que ya no vería a
El calor asfixiante de la corte hacía que hasta los abanicos parecieran rendirse. Tony se acomodó en el banco de madera, sintiendo cómo el traje negro le apretaba el cuello.A su izquierda, Marjorie repasaba documentos con el abogado, sus dedos tamborileaban sobre la mesa, a la derecha, Pancho masticaba un palillo, tenía los ojos clavados en la puerta trasera por donde entraría Sarah.—No mires pa’lla cuando entre —murmuró Tony — no le des el gusto.Pancho escupió el palillo al piso.—Pos’ si me pongo nervioso, mejor me avisas pa’ salir a respirar —respondió, limpiándose el sudor de la frente con un pañuelo rojo— esa víbora de cascabel va a escupir puro veneno.El golpe del mazo del juez hizo callar el murmullo de la sala, Tony apretó los puños cuando vio entrar a Sarah, escoltada por dos guardias.La que una vez fuera una mujer altiva ahora parecía una sombra, tenía el pelo grasiento pegado al cuello, pero sus ojos, esos ojos de víbora seguían brillando con el mismo odio.—Señora Joh
11 años despuésEl Sol apenas asomaba cuando Tony despertó, sintiendo el calor de Marjorie contra su pecho, la abrazó más fuerte, respirando el aroma a lavanda de su cabello, sus manos recorrieron suavemente la curva de su cintura, deleitándose con la suavidad de su piel bajo la camiseta.—Buenos días, princesa —susurró, besando su cuello con delicadeza.Marjorie se giró hacia él, sonriendo con los ojos cerrados, Tony se perdió un momento en sus pestañas, en la forma de su boca.—Mmm... cinco minutos más, vaquero —murmuró ella, acurrucándose más cerca.—¿Solo cinco? —Tony deslizó sus manos por su espalda, bajo la tela— Pos' yo tenía otros planes...La besó suavemente, tomándose su tiempo, saboreando cada momento, sus labios trazaron un camino desde su boca hasta su cuello, mientras sus manos exploraban su cuerpo.—Te amo —susurró cerca de su oído— cada día más.Marjorie respondió enredando sus dedos en su cabello, atrayéndolo más cerca, se besaron apasionadamente, olvidando el mundo m
El sol se ocultaba en el horizonte texano, decorando el cielo en colores púrpuras, cuando Antonio "El Coyote" Treviño entró al Rusty Spur Saloon. Con su andar despreocupado y una sonrisa torcida en los labios, el vaquero de 25 años se acomodó el sombrero y echó un vistazo al lugar. — Pos' qué me lleve el diablo si no es el mismísimo paraíso terrenal —murmuró para sí mismo, sus ojos brillaron con picardía al recorrer el bar, el mismo al que acudía casi todos los días. El Rusty Spur era un típico bar de carretera, con su barra de madera gastada, mesas de billar y una rocola que tocaba country a todo volumen. Pero lo que realmente captó la atención de Tony fue la hermosa morena sentada sola en la barra. Con la confianza de quien se sabe irresistible, Tony se acercó a la barra, acomodándose junto a la chica. — Buenas noches, señorita —saludó, su voz grave estaba teñida con un marcado acento sureño, mezcla del acento de sus padres provenientes del norte de México, y del acento típico
Unos meses más tarde, después de otra noche de juerga, era aún de madrugada cuando Tony Treviño abrió los ojos, su cabeza palpitaba como si un rodeo completo hubiera pasado por ella, y su boca se sentía más seca que el desierto de Chihuahua.— Ay, virgencita... —gruñó, cubriéndose los ojos con el brazo— pos' si esto es la resaca, prefiero la borrachera.Se incorporó lentamente, cada movimiento enviaba ondas de dolor a través de su cuerpo, fue entonces cuando los recuerdos de la noche anterior comenzaron a inundar su mente, de nuevo el bar, otra chica, suspiró al recordarla, era realmente bonita.— ¡Córrele, Tony! —se dijo a sí mismo, sacudiendo la cabeza— si tu amá se entera de tus aventuras, te manda a México más rápido que un cohete.Con un esfuerzo sobrehumano, Tony se levantó de la cama y se arrastró hacia el baño, se miró en el espejo y soltó un silbido bajo.— Pos' sí que te ves del carajo, Toño —murmuró a su reflejo— pareces nopal pisado por una manada de vacas locas.Después