Final

El calor asfixiante de la corte hacía que hasta los abanicos parecieran rendirse. Tony se acomodó en el banco de madera, sintiendo cómo el traje negro le apretaba el cuello.

A su izquierda, Marjorie repasaba documentos con el abogado, sus dedos tamborileaban sobre la mesa, a la derecha, Pancho masticaba un palillo, tenía los ojos clavados en la puerta trasera por donde entraría Sarah.

—No mires pa’lla cuando entre —murmuró Tony — no le des el gusto.

Pancho escupió el palillo al piso.

—Pos’ si me pongo nervioso, mejor me avisas pa’ salir a respirar —respondió, limpiándose el sudor de la frente con un pañuelo rojo— esa víbora de cascabel va a escupir puro veneno.

El golpe del mazo del juez hizo callar el murmullo de la sala, Tony apretó los puños cuando vio entrar a Sarah, escoltada por dos guardias.

La que una vez fuera una mujer altiva ahora parecía una sombra, tenía el pelo grasiento pegado al cuello, pero sus ojos, esos ojos de víbora seguían brillando con el mismo odio.

—Señora Joh
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