El atardecer caía sobre el Rancho Blackwell, Guadalupe, sentada en el porche, observaba a su hijo Tony caminar hacia ella con paso pesado. Incluso desde la distancia, podía notar que el humor de Tony estaba más negro que el fondo de una olla quemada.— ¿Qué pasa, m'ijo? —preguntó Guadalupe cuando Tony subió los escalones del porche— Traes una cara más larga que un día sin tortillas.Tony se quitó el sombrero y se pasó una mano por el cabello sudoroso antes de responder.— Pos' nada bueno, amá, las vacas siguen cayendo como moscas en un matadero, a este paso, nos vamos a quedar más pelados que un armadillo en invierno.Guadalupe frunció el ceño, preocupada:— Ay, Toño, ¿Y qué vamos a hacer?Tony se apoyó en la barandilla del porche, mirando hacia los pastos donde el ganado pastaba ajeno a los problemas:— Pos' seguir dándole, mamá, ¿Qué más? Aunque a veces siento que estoy tratando de ordeñar un toro.— ¿Y los dueños? ¿No has podido contactarlos? —preguntó Guadalupe.Tony soltó una ris
Guadalupe se levantó, decidiendo que era momento de aligerar el ambiente, antes de que esos dos discutieran más fuerte.— Bueno, ya es tarde, ¿Por qué no llevas a la señorita Blackwell a la casa grande, Toño?Tony asintió, levantándose.— Sí, supongo que la princesa necesita su sueño de belleza. Aunque con esa cara de pocos amigos, va a necesitar dormir como un oso en invierno.Marjorie lo fulminó con la mirada, pero había un brillo de diversión en sus ojos.— Y tú vas a necesitar un milagro para que esa boca tuya no te meta en problemas.Tony sonrió ampliamente.— Pos' ya ves, princesa, cada quien con sus defectos, yo tengo la lengua más afilada que navaja de afeitar, y tú tienes... bueno, todo lo demás.Guadalupe los miró a ambos, sacudiendo la cabeza.— Ay, Dios mío, estos dos van a ser más problemáticos que un par de gallos en un gallinero.Mientras Tony guiaba a Marjorie hacia la casa grande cargando las pesadas maletas, no pudo evitar pensar que, a pesar de todo, las cosas en el
Tony fue el primero en notar su llegada, con una sonrisa burlona al notar su atuendo fuera de lugar, comentó.— Pos' miren nada más quién decidió honrarnos con su presencia, ya se nos arruinó el momento, tan linda que estaba la mañana, tal parece que…Guadalupe le dio un codazo en las costillas, interrumpiéndolo, haciendo que Tony soltara un quejido exagerado.— ¡Ay, amá! Que me vas a sacar el aire como a llanta ponchada.Ignorando a su hijo, Guadalupe se dirigió amablemente a Marjorie.— Buenos días, señorita Blackwell, ¿Gusta un poco de café y pan? —preguntó sonriendo.Marjorie, mirando con desconfianza la taza de café humeante y el pan que parecía hecho en casa, respondió.— En realidad, preferiría una copa de yogurt natural con miel y frutillas, si no es mucha molestia, por las mañanas siempre tomó un desayuno ligero —dijo de la manera más natural posible.El silencio que siguió fue roto por la estruendosa carcajada de Tony, se dobló de risa, sosteniendo su estómago como si temier
Después del desayuno, Marjorie se armó de valor y se acercó a Guadalupe, quien estaba tendiendo ropa en el patio trasero.— Señora Guadalupe —comenzó, con una voz que intentaba sonar segura— ¿Podría proporcionarme lo necesario para limpiar la casa principal? Creo que es hora de que me instale apropiadamente.Guadalupe la miró sorprendida, pero con una sonrisa amable.— Claro que sí, señorita Blackwell, me alegra que quiera poner manos a la obra, venga conmigo.Mientras Guadalupe reunía los implementos de limpieza, Tony apareció en la puerta de la cocina, masticando una manzana.— ¿Qué pasa aquí? ¿La princesa por fin decidió ensuciarse las manos?Marjorie lo fulminó con la mirada.— Para tu información, voy a limpiar la casa, ¿Algún problema con eso?Tony soltó una carcajada.— ¿Usted? ¿Limpiar? Pos' eso tengo que verlo. Va a ser más entretenido que ver a un armadillo tratando de nadar.Guadalupe le dio un codazo a su hijo — desde la llegada de Marjorie, ya le había dado más codazos qu
Tony, sintiéndose más atrapado que un conejo en una madriguera de coyotes, intentó intervenir.— Eh, Vanessa, creo que hay un pequeño malentendido aquí...Pero Vanessa, con la determinación de una yegua en pleno galope, continuó:— Oh, Tony, cariño, no seas modesto. Sé que querías mantener nuestra relación en secreto, pero ya no puedo contenerme. ¡Estoy tan enamorada!Guadalupe, recuperándose de la sorpresa inicial, habló con voz calmada pero firme.— Antonio Treviño, ¿Hay algo que quieras contarme? Porque parece que me he perdido más capítulos que una telenovela a medias.Tony, sudando más que un pecador en misa, balbuceó.— Amá, te juro por todos los santos del corral que esto es un malentendido más enredado que los cuernos de un toro bravo.Marjorie, viendo la oportunidad perfecta para vengarse de todas las burlas de Tony, decidió echar más leña al fuego.— Oh, vamos, Tony —dijo con una dulzura evidentemente falsa— No seas tímido. Cuéntanos cómo conquistaste el corazón de esta encan
El sol apenas asomaba por el horizonte cuando Tony Treviño salió al porche, estirándose y preparándose para otro día en el rancho. Su mirada se dirigió hacia la habitación de su madre, donde Guadalupe descansaba después de su última sesión de quimioterapia.Con pasos silenciosos, Tony entró en la habitación de su madre. Guadalupe yacía en la cama, pálida pero con una sonrisa en su rostro.— Buenos días, amá —saludó Tony suavemente— ¿Cómo te sientes hoy?Guadalupe intentó incorporarse, pero Tony la detuvo gentilmente.— Estoy bien, m'ijo, solo un poco cansada.Tony sintió que se le encogía el corazón al ver a su madre tan débil.— No te preocupes, amá, tú descansa, yo me encargaré de todo.— Ay, Toño —suspiró Guadalupe— No te olvides de cuidarte tú también, y por favor, trata de llevarte bien con la señorita Marjorie.Tony soltó un bufido.— Esa princesita de ciudad y yo nos llevamos como el agua y el aceite, amá. Es más probable que una vaca vuele antes de que nos llevemos bien.Guada
La noche en el Rusty Spur continuaba en pleno apogeo después del show de Tony, el aroma a cerveza y perfume barato flotaba en el aire, mezclándose con las notas de una vieja canción country que sonaba en la rocola. Marjorie, aún aturdida por el espectáculo que había presenciado, permanecía sentada en la barra, perdida en sus pensamientos, se había negado a regresar al rancho cuando Tony y María lo hicieron.Don Pedro, el dueño del bar, era un hombre de mediana edad con una sonrisa perpetua y un bigote impresionante, se acercó a ella limpiando un vaso con un trapo que había visto mejores días.— Señorita, parece que necesita un trago, ¿Qué le parece una cerveza? Va por la casa.Marjorie lo miró, dudando por un momento. Su mente aún reproducía imágenes de Tony bailando, sus músculos brillando bajo las luces del escenario.— Yo... en realidad nunca he probado la cerveza.Don Pedro soltó una carcajada que hizo vibrar su considerable barriga.— ¡Primera vez para todo! Vamos, le prometo qu
La pelea continuó, con Tony repartiendo golpes como si estuviera regalando caramelos en Halloween. Pancho, no queriendo quedarse atrás, usaba su considerable barriga como arma, embistiendo a los agresores como un toro en una tienda de porcelana.— ¡Esto es por todas las veces que me llamaron gordo! —gritó mientras mandaba a volar a un tipo contra la rocola, que empezó a tocar "Ring of Fire" de Johnny Cash, como si supiera que el bar se había convertido en un infierno en la tierra.Don Pedro, por su parte, demostraba que años sirviendo bebidas le habían dado la puntería de un francotirador. Lanzaba botellas vacías con la precisión de un lanzador de béisbol, dejando a más de uno viendo estrellas.Finalmente, después de lo que pareció una eternidad pero probablemente fueron solo unos minutos, los agresores, maltrechos y humillados como perros con el rabo entre las patas, huyeron del bar.Tony, Pancho y Don Pedro se miraron, jadeando pero victoriosos, como gladiadores después de una batal