El pitido de las máquinas se escuchaba en el pasillo, era un sonido agudo y constante que parecía rasgar el alma de Tony.Los doctores se encontraban dentro del cuarto, sus voces entrecortadas se mezclaban con el sonido de los aparatos. Tony permanecía pegado al vidrio, sus manos temblaban mientras las mantenía apoyadas en la fría superficie, como si de esa manera pudiera transmitirle su fuerza a su madre a través del cristal.— ¡Ándale, amá! ¡Tú puedes! Pos' eres más fuerte que un roble viejo, siempre me lo has demostrado — susurró con voz entrecortada, cada palabra salía como un grito ahogado.Sus ojos no se apartaban del cuerpo inmóvil de Guadalupe, esperando, rogando que sus párpados se abrieran, que su voz volviera a sonar con ese tono cálido y firme que tanto lo había guiado.Marjorie y Pancho permanecían a su lado, Pancho lo sostenía por los hombros, mientras las rodillas le temblaban, Marjorie tenía las lágrimas corriendo por su rostro, pero se mantenía firme, sabiendo que Ton
El sol quemaba como si el mismo cielo quisiera castigar la tierra aquel maldito día, la iglesia, llena hasta el tope de gente.Tony se mantenía inmóvil junto al ataúd de Guadalupe, con las manos clavadas en los bolsillos del traje que le quedaba apretado, cada apretón de manos, cada abrazo de los vecinos, le dolía más que una puñalada.—Tony, hermano… si necesitas algo —le decía Pancho por quinta vez, la voz le temblaba igual que sus bigotes—. Nomás avísame y…—Ya sé, compa —lo interrumpió Tony, sin mirarlo, con los ojos clavados en el crucifijo detrás del altar— Gracias.Marjorie, parada a su lado, le apretaba el brazo cada vez que sentía que su cuerpo se tensaba demasiado, Lupita, sentada en las piernas de María, jugueteaba con un pañuelo negro.—¿Abela? —preguntó la niña de pronto, señalando el ataúd con su dedito regordete.María tragó saliva, mirando a Tony de reojo, él cerró los ojos, sintiendo cómo el corazón se le partía otra vez, como explicarle a su pequeña que ya no vería a
El calor asfixiante de la corte hacía que hasta los abanicos parecieran rendirse. Tony se acomodó en el banco de madera, sintiendo cómo el traje negro le apretaba el cuello.A su izquierda, Marjorie repasaba documentos con el abogado, sus dedos tamborileaban sobre la mesa, a la derecha, Pancho masticaba un palillo, tenía los ojos clavados en la puerta trasera por donde entraría Sarah.—No mires pa’lla cuando entre —murmuró Tony — no le des el gusto.Pancho escupió el palillo al piso.—Pos’ si me pongo nervioso, mejor me avisas pa’ salir a respirar —respondió, limpiándose el sudor de la frente con un pañuelo rojo— esa víbora de cascabel va a escupir puro veneno.El golpe del mazo del juez hizo callar el murmullo de la sala, Tony apretó los puños cuando vio entrar a Sarah, escoltada por dos guardias.La que una vez fuera una mujer altiva ahora parecía una sombra, tenía el pelo grasiento pegado al cuello, pero sus ojos, esos ojos de víbora seguían brillando con el mismo odio.—Señora Joh
11 años despuésEl Sol apenas asomaba cuando Tony despertó, sintiendo el calor de Marjorie contra su pecho, la abrazó más fuerte, respirando el aroma a lavanda de su cabello, sus manos recorrieron suavemente la curva de su cintura, deleitándose con la suavidad de su piel bajo la camiseta.—Buenos días, princesa —susurró, besando su cuello con delicadeza.Marjorie se giró hacia él, sonriendo con los ojos cerrados, Tony se perdió un momento en sus pestañas, en la forma de su boca.—Mmm... cinco minutos más, vaquero —murmuró ella, acurrucándose más cerca.—¿Solo cinco? —Tony deslizó sus manos por su espalda, bajo la tela— Pos' yo tenía otros planes...La besó suavemente, tomándose su tiempo, saboreando cada momento, sus labios trazaron un camino desde su boca hasta su cuello, mientras sus manos exploraban su cuerpo.—Te amo —susurró cerca de su oído— cada día más.Marjorie respondió enredando sus dedos en su cabello, atrayéndolo más cerca, se besaron apasionadamente, olvidando el mundo m
El sol se ocultaba en el horizonte texano, decorando el cielo en colores púrpuras, cuando Antonio "El Coyote" Treviño entró al Rusty Spur Saloon. Con su andar despreocupado y una sonrisa torcida en los labios, el vaquero de 25 años se acomodó el sombrero y echó un vistazo al lugar. — Pos' qué me lleve el diablo si no es el mismísimo paraíso terrenal —murmuró para sí mismo, sus ojos brillaron con picardía al recorrer el bar, el mismo al que acudía casi todos los días. El Rusty Spur era un típico bar de carretera, con su barra de madera gastada, mesas de billar y una rocola que tocaba country a todo volumen. Pero lo que realmente captó la atención de Tony fue la hermosa morena sentada sola en la barra. Con la confianza de quien se sabe irresistible, Tony se acercó a la barra, acomodándose junto a la chica. — Buenas noches, señorita —saludó, su voz grave estaba teñida con un marcado acento sureño, mezcla del acento de sus padres provenientes del norte de México, y del acento típico
Unos meses más tarde, después de otra noche de juerga, era aún de madrugada cuando Tony Treviño abrió los ojos, su cabeza palpitaba como si un rodeo completo hubiera pasado por ella, y su boca se sentía más seca que el desierto de Chihuahua.— Ay, virgencita... —gruñó, cubriéndose los ojos con el brazo— pos' si esto es la resaca, prefiero la borrachera.Se incorporó lentamente, cada movimiento enviaba ondas de dolor a través de su cuerpo, fue entonces cuando los recuerdos de la noche anterior comenzaron a inundar su mente, de nuevo el bar, otra chica, suspiró al recordarla, era realmente bonita.— ¡Córrele, Tony! —se dijo a sí mismo, sacudiendo la cabeza— si tu amá se entera de tus aventuras, te manda a México más rápido que un cohete.Con un esfuerzo sobrehumano, Tony se levantó de la cama y se arrastró hacia el baño, se miró en el espejo y soltó un silbido bajo.— Pos' sí que te ves del carajo, Toño —murmuró a su reflejo— pareces nopal pisado por una manada de vacas locas.Después
Guadalupe se acercó, preocupada.— ¿Qué pasa, m'ijo?Tony señaló al bebé con un dedo tembloroso.— Pos' resulta que Junior... no es tan Junior como pensábamos.Guadalupe miró y soltó una exclamación de sorpresa.— ¡Ay, Dios mío! ¡Es una niña!Tony asintió, aún en shock.— Pos' sí, parece que me equivoqué de rodeo, amá.Guadalupe comenzó a reír, primero suavemente y luego a carcajadas.— ¡Ay, Toño! —exclamó entre risas— ¡Pos' aquí las vas a pagar todas, m'ijo!Tony la miró, confundido.— ¿De qué hablas, amá?Guadalupe se secó las lágrimas de risa.— Pos' de todas tus correrías, hijo. Ahora vas a saber lo que se siente cuidar a una niña, y cuando crezca... ¡Ay, pobrecito de ti!Tony palideció aún más si era posible.— Ay, mamacita linda —murmuró— pos' ¿Qué no me puedes echar una manita?Guadalupe negó con la cabeza, aún riendo.— Nada de eso, esta es tu responsabilidad, Antonio Treviño, yo solo te voy a echar porras desde la banca.Tony suspiró, mirando a su hija que ahora lo observaba
El sol de Texas caía implacable sobre el rancho de los Treviño. Tony, con el torso desnudo y el sudor perlando su frente, trabajaba en la cerca mientras su mente daba vueltas como un torbellino.— Pos' si sigo así, voy a acabar más seco que cactus en el desierto —murmuró para sí mismo, pasándose el brazo por la frente.Su prima María que había acudido a ayudarlos, salió al porche, con Lupita en brazos.— ¡Tony! —llamó— ¿No quieres venir a tomar algo fresco? Te vas a derretir ahí afuera.Tony se enderezó, estirando su espalda con un gruñido.— Ahorita voy, prima, nomás deja que termine con esta cerca del demonio.Mientras caminaba hacia la casa, Tony no pudo evitar sentir el peso de la preocupación sobre sus hombros, los gastos médicos de su madre se acumulaban más rápido que las nubes antes de una tormenta, y el rancho apenas daba para subsistir.— Pos' ya no veo lo duro sino lo tupido —murmuró, entrando a la cocina.María le pasó un vaso de limonada fría, que Tony bebió de un trago.