Tony se quedó boquiabierto por un momento antes de soltar una carcajada tan fuerte que varios clientes voltearon a verlo.—¡Ay, caray! —exclamó, limpiándose una lágrima de risa —¿Pos' de dónde sacaron esa idea? ¿Me vieron abrazando demasiado fuerte a algún toro o qué?Don Pedro se encogió de hombros.—Pos' dicen que ya no andas con ninguna mujer, y como siempre las rechazas...Tony sacudió la cabeza, aún riendo. —Pos' si supieran que no ando con nadie porque apenas tengo tiempo pa' rascarme la barriga entre el rancho, mi hija y el baile.—Bueno, pues —dijo Don Pedro, tratando de darle ánimos, ya suficientes problemas tenía el muchacho —tú nomás haz tu show como siempre, que mientras más gente venga, más dinero ganamos, ¿No?Tony asintió, dirigiéndose a los vestidores.—Pos' sí, a darle que es mole de olla.El show esa noche fue más intenso que nunca, Tony bailó con toda la energía que pudo reunir, ignorando las miradas lascivas tanto de mujeres como de hombres.—¡Órale, muchachas...
Sintiéndose más solo que nunca, Tony se apoyó contra la pared y se deslizó hasta quedar sentado en el suelo. Cerró los ojos y, por primera vez en años, comenzó a rezar.— Pos' mire, Diosito —murmuró— sé que usté y yo no hablamos mucho, y que a lo mejor no he sido el hijo más ejemplar, pero mi amá... ella sí que es una santa. Así que, si está escuchando, le pido que la cuide, que la saque de esta. Y si necesita llevarse a alguien, pos' aquí tiene a este Coyote, total, yo ya viví lo mío, pero mi amá... ella todavía tiene mucho por delante. Tiene que ver crecer a Lupita, tiene que ver cómo sacamos adelante el rancho. Así que, por favor, écheme una manita con esto, ¿Sí? Se lo agradeceré más que si me regalara un rodeo entero, y pues usté tiene allá arriba a su mamacita, y sabe lo mucho que se les quiere, sé que ya estoy grande, pero no me deje huérfano.Abrió los ojos y vio a María acercándose con Lupita en brazos. Se puso de pie, limpiándose discretamente una lágrima que había escapado.
El atardecer caía sobre el Rancho Blackwell, Guadalupe, sentada en el porche, observaba a su hijo Tony caminar hacia ella con paso pesado. Incluso desde la distancia, podía notar que el humor de Tony estaba más negro que el fondo de una olla quemada.— ¿Qué pasa, m'ijo? —preguntó Guadalupe cuando Tony subió los escalones del porche— Traes una cara más larga que un día sin tortillas.Tony se quitó el sombrero y se pasó una mano por el cabello sudoroso antes de responder.— Pos' nada bueno, amá, las vacas siguen cayendo como moscas en un matadero, a este paso, nos vamos a quedar más pelados que un armadillo en invierno.Guadalupe frunció el ceño, preocupada:— Ay, Toño, ¿Y qué vamos a hacer?Tony se apoyó en la barandilla del porche, mirando hacia los pastos donde el ganado pastaba ajeno a los problemas:— Pos' seguir dándole, mamá, ¿Qué más? Aunque a veces siento que estoy tratando de ordeñar un toro.— ¿Y los dueños? ¿No has podido contactarlos? —preguntó Guadalupe.Tony soltó una ris
Guadalupe se levantó, decidiendo que era momento de aligerar el ambiente, antes de que esos dos discutieran más fuerte.— Bueno, ya es tarde, ¿Por qué no llevas a la señorita Blackwell a la casa grande, Toño?Tony asintió, levantándose.— Sí, supongo que la princesa necesita su sueño de belleza. Aunque con esa cara de pocos amigos, va a necesitar dormir como un oso en invierno.Marjorie lo fulminó con la mirada, pero había un brillo de diversión en sus ojos.— Y tú vas a necesitar un milagro para que esa boca tuya no te meta en problemas.Tony sonrió ampliamente.— Pos' ya ves, princesa, cada quien con sus defectos, yo tengo la lengua más afilada que navaja de afeitar, y tú tienes... bueno, todo lo demás.Guadalupe los miró a ambos, sacudiendo la cabeza.— Ay, Dios mío, estos dos van a ser más problemáticos que un par de gallos en un gallinero.Mientras Tony guiaba a Marjorie hacia la casa grande cargando las pesadas maletas, no pudo evitar pensar que, a pesar de todo, las cosas en el
Tony fue el primero en notar su llegada, con una sonrisa burlona al notar su atuendo fuera de lugar, comentó.— Pos' miren nada más quién decidió honrarnos con su presencia, ya se nos arruinó el momento, tan linda que estaba la mañana, tal parece que…Guadalupe le dio un codazo en las costillas, interrumpiéndolo, haciendo que Tony soltara un quejido exagerado.— ¡Ay, amá! Que me vas a sacar el aire como a llanta ponchada.Ignorando a su hijo, Guadalupe se dirigió amablemente a Marjorie.— Buenos días, señorita Blackwell, ¿Gusta un poco de café y pan? —preguntó sonriendo.Marjorie, mirando con desconfianza la taza de café humeante y el pan que parecía hecho en casa, respondió.— En realidad, preferiría una copa de yogurt natural con miel y frutillas, si no es mucha molestia, por las mañanas siempre tomó un desayuno ligero —dijo de la manera más natural posible.El silencio que siguió fue roto por la estruendosa carcajada de Tony, se dobló de risa, sosteniendo su estómago como si temier
Después del desayuno, Marjorie se armó de valor y se acercó a Guadalupe, quien estaba tendiendo ropa en el patio trasero.— Señora Guadalupe —comenzó, con una voz que intentaba sonar segura— ¿Podría proporcionarme lo necesario para limpiar la casa principal? Creo que es hora de que me instale apropiadamente.Guadalupe la miró sorprendida, pero con una sonrisa amable.— Claro que sí, señorita Blackwell, me alegra que quiera poner manos a la obra, venga conmigo.Mientras Guadalupe reunía los implementos de limpieza, Tony apareció en la puerta de la cocina, masticando una manzana.— ¿Qué pasa aquí? ¿La princesa por fin decidió ensuciarse las manos?Marjorie lo fulminó con la mirada.— Para tu información, voy a limpiar la casa, ¿Algún problema con eso?Tony soltó una carcajada.— ¿Usted? ¿Limpiar? Pos' eso tengo que verlo. Va a ser más entretenido que ver a un armadillo tratando de nadar.Guadalupe le dio un codazo a su hijo — desde la llegada de Marjorie, ya le había dado más codazos qu
Tony, sintiéndose más atrapado que un conejo en una madriguera de coyotes, intentó intervenir.— Eh, Vanessa, creo que hay un pequeño malentendido aquí...Pero Vanessa, con la determinación de una yegua en pleno galope, continuó:— Oh, Tony, cariño, no seas modesto. Sé que querías mantener nuestra relación en secreto, pero ya no puedo contenerme. ¡Estoy tan enamorada!Guadalupe, recuperándose de la sorpresa inicial, habló con voz calmada pero firme.— Antonio Treviño, ¿Hay algo que quieras contarme? Porque parece que me he perdido más capítulos que una telenovela a medias.Tony, sudando más que un pecador en misa, balbuceó.— Amá, te juro por todos los santos del corral que esto es un malentendido más enredado que los cuernos de un toro bravo.Marjorie, viendo la oportunidad perfecta para vengarse de todas las burlas de Tony, decidió echar más leña al fuego.— Oh, vamos, Tony —dijo con una dulzura evidentemente falsa— No seas tímido. Cuéntanos cómo conquistaste el corazón de esta encan
El sol apenas asomaba por el horizonte cuando Tony Treviño salió al porche, estirándose y preparándose para otro día en el rancho. Su mirada se dirigió hacia la habitación de su madre, donde Guadalupe descansaba después de su última sesión de quimioterapia.Con pasos silenciosos, Tony entró en la habitación de su madre. Guadalupe yacía en la cama, pálida pero con una sonrisa en su rostro.— Buenos días, amá —saludó Tony suavemente— ¿Cómo te sientes hoy?Guadalupe intentó incorporarse, pero Tony la detuvo gentilmente.— Estoy bien, m'ijo, solo un poco cansada.Tony sintió que se le encogía el corazón al ver a su madre tan débil.— No te preocupes, amá, tú descansa, yo me encargaré de todo.— Ay, Toño —suspiró Guadalupe— No te olvides de cuidarte tú también, y por favor, trata de llevarte bien con la señorita Marjorie.Tony soltó un bufido.— Esa princesita de ciudad y yo nos llevamos como el agua y el aceite, amá. Es más probable que una vaca vuele antes de que nos llevemos bien.Guada