Tony Treviño regresó a Texas con el corazón más pesado que un toro en día de rodeo. Después de todo lo sucedido en Nueva York, sentía que su vida se había desmoronado como un castillo de naipes en medio de un huracán.Llegó al rancho Blackwell al atardecer.—¡Apá! —gritó Lupita, corriendo hacia él con los brazos abiertos.Tony la alzó, abrazándola fuerte contra su pecho.—Mi reinita —murmuró, besando su frente —te extrañé más que a las tortillas recién hechas.María y Guadalupe salieron de la casa a recibirlo.—M'hijo —dijo Guadalupe, acercándose para abrazar a Tony —por fin estás en casa. Pero te veo más apagado que una vela en el viento.Tony forzó una sonrisa.—Estoy bien, amá, solo cansado del viaje.Pero Guadalupe no era mujer fácil de engañar, miró a su hijo fijamente, sus ojos escudriñando cada detalle de su rostro.—A ver, Tony —dijo, con su voz firme pero cariñosa —cuéntanos qué pasó en Nueva York, y no me vengas con que nada, porque te conozco mejor que nadie.Tony suspiró,
Un mes había pasado desde que Tony y su familia se mudaron al rancho de Don Pedro. Poco a poco, la vida empezaba a tomar un nuevo ritmo, Tony se levantaba con el sol, trabajaba duro en el rancho durante el día, y por las noches, el Coyote volvía a la vida en el bar. Cada mañana, Tony se despertaba con la esperanza de que el dolor en su corazón hubiera disminuido, aunque sea un poco, pero siempre estaba allí, como una sombra persistente.El rancho de Don Pedro era más pequeño que el Blackwell, pero Tony se había propuesto convertirlo en un hogar para su familia, pasaba horas arreglando cercas, alimentando al ganado y asegurándose de que todo estuviera en orden. El trabajo duro le ayudaba a mantener la mente ocupada, a no pensar en Marjorie y en lo que pudo haber sido.Una mañana particularmente calurosa, mientras Tony arreglaba una cerca que había sido dañada por una tormenta reciente, escuchó el sonido de un auto acercándose. El ruido del motor era inconfundible, y Tony supo inmedi
Justo cuando Marjorie iba a abrir la puerta de la oficina de Blake, la voz de la secretaría la sobresaltó.— Señora Thompson, disculpe la interrupción, pero necesito que firme unos documentos urgentes.Marjorie soltó el pomo de la puerta como si le quemara, su corazón latía con fuerza, estaba decidida a decirle a Blake unas cuantas verdades respecto a su matrimonio y la interrumpían, respiró hondo, componiendo su expresión antes de volverse hacia la secretaría.— Por supuesto, voy enseguida — dijo, alejándose de la puerta de Blake.Dentro de la oficina, Blake y Danna se quedaron inmóviles por un momento, escuchando los pasos de Marjorie alejarse. Cuando el silencio volvió a reinar, intercambiaron una mirada cómplice.— Eso estuvo cerca — susurró Danna, una sonrisa traviesa bailando en sus labios.Blake rió suavemente, sus manos reanudaron su exploración del cuerpo de Danna.— ¿Te asustaste, cariño? — preguntó, con voz ronca de deseo.— ¿Bromeas? — respondió Danna, arqueando su cuerpo
Al otro día por la mañana, en cuanto el sol empezó a asomarse por el horizonte, Tony se despertó sobresaltado, con el eco de un sueño que se desvanecía rápidamente. Se pasó la mano por la cara, sintiendo la aspereza de su barba de tres días. Con un gruñido, se levantó de la cama y arrastró los pies descalzos por el suelo de madera hacia la cocina.El aroma del café recién hecho llenaba la casa, una pequeña comodidad en medio de la tormenta de pensamientos que azotaba su mente. Tony se sirvió una taza y se apoyó en el fregadero, mirando por la ventana cómo el rancho comenzaba a despertar.Los recuerdos de la noche anterior lo asaltaron sin piedad, Pancho y María, sentados en el porche, con sus cabezas inclinadas como dos chiquillos compartiendo un secreto. Tony cerró los ojos con fuerza, como si pudiera borrar esas palabras de su memoria.Su mejor amigo y su prima... ¿Enamorados? Era como si de repente el cielo se hubiera vuelto verde y la tierra azul.—Híjole —murmuró para sí mismo
El sol brillaba con fuerza sobre el pequeño pueblo de Cedar Creek, Texas, la feria anual estaba en pleno apogeo, y el rancho de los Treviño se preparaba para un día lleno de diversión. Tony se ajustó el sombrero mientras esperaba a que su familia terminara de arreglarse.— ¡Apúrense, que se nos va a hacer tarde! — gritó Tony desde el porche — Esta feria está más esperada que la lluvia en temporada de sequía.Guadalupe salió de la casa, llevando a Lupita de la mano, los pasos de la pequeña aún eran inseguros, tambaleantes, insistiendo en caminar por su cuenta.— Ya vamos, m'hijo — respondió Guadalupe — No nos apures, que la prisa es pa' los ladrones.María y Pancho aparecieron poco después, tomados de la mano. Tony aún se estaba acostumbrando a verlos juntos, pero no podía negar que se veían felices.— Bueno, familia — dijo Tony, abriendo la puerta de la camioneta — Vámonos, que la diversión nos espera.El viaje al pueblo fue corto, lleno de risas y canciones. Lupita balbuceaba alegrem
Tony sostenía el teléfono, su corazón latía más rápido que un caballo desbocado, pero su mente estaba clara.— Lo siento, número equivocado — dijo con voz firme, y colgó antes de que su corazón lo traicionara. Respiró profundamente, guardando el teléfono en el bolsillo de sus jeans gastados como si fuera una serpiente venenosa.Lupita tiró de su pantalón, ajena al drama que se desarrollaba. Su carita redonda irradiaba esa alegría pura que solo los niños pueden mostrar, sus ojos brillantes fijos en sus nuevas botas.— ¡Apa! — exclamó la pequeña, dando vueltas en sus nuevas botas vaqueras. El sonido de sus pasitos sobre el piso de madera era como música para sus oídos.Tony guardó el teléfono y alzó a su hija en brazos, intentando alejar los pensamientos de Marjorie.El peso familiar de su pequeña, el olor a champú de fresa en su cabello, era todo lo que necesitaba para recordar qué era realmente importante en su vida.— Te ves más linda que un atardecer en el rancho, mi reinita — dijo,
Tony se quedó parado en el marco de la puerta, sintiendo como si le hubieran echado un balde de agua helada encima.Sarah estaba ahí, parada en su porche como si los últimos casi dos años no hubieran existido, como si el abandono de Lupita hubiera sido solo un mal sueño.El rostro que tantas veces había visto reflejado en los ojos de su hija ahora lo miraba fijamente, esperando una respuesta.La mandíbula de Tony se tensó, y su habitual sonrisa desapareció como sol en día lluvioso. Era raro ver al alegre vaquero tan serio, pero la situación lo ameritaba.— ¿Qué quieres, Sarah? — su voz salió más dura de lo que pretendía, pero no le importó.— Ya te dije, necesito hablar contigo — respondió ella, sosteniendo su mirada sin pestañear.Tony pensó en Lupita, dormida en su camita con sus nuevas botas vaqueras junto a la cama. No había manera en el infierno de que dejara que Sarah se acercara a ella así como así. Su instinto protector se disparó como un caballo salvaje.— Espérame aquí — dij
Tony sintió como si le hubieran dado un fuerte golpe en el estómago, las palabras de Sarah resonaban en su cabeza como un eco interminable: "No es tu hija." Se levantó de golpe, su rostro, normalmente bronceado por el sol de Texas, estaba más pálido que un fantasma en una nevada. — Eres más baja que una serpiente venenosa del desierto — gruñó, encarando a Sarah, sus ojos brillaban con una mezcla de dolor y rabia — ¿Cómo te atreves a decir eso? Lupita es mi hija, ya sea por sangre o por derecho. A mí no me importa eso.Los clientes del café fingían no mirar, pero Tony podía sentir sus ojos clavados en él como agujas. Betty, detrás de la barra, había dejado de limpiar las tazas y observaba la escena.Sarah se sorprendió ante la intensidad de sus palabras, un destello de duda cruzó su rostro, por un momento, pareció la misma chica joven y asustada que había dejado a Lupita en su puerta años atrás. Pero como una víbora que se recupera después de fallar un ataque, rápidamente recobró su