Al otro día por la mañana, en cuanto el sol empezó a asomarse por el horizonte, Tony se despertó sobresaltado, con el eco de un sueño que se desvanecía rápidamente. Se pasó la mano por la cara, sintiendo la aspereza de su barba de tres días. Con un gruñido, se levantó de la cama y arrastró los pies descalzos por el suelo de madera hacia la cocina.El aroma del café recién hecho llenaba la casa, una pequeña comodidad en medio de la tormenta de pensamientos que azotaba su mente. Tony se sirvió una taza y se apoyó en el fregadero, mirando por la ventana cómo el rancho comenzaba a despertar.Los recuerdos de la noche anterior lo asaltaron sin piedad, Pancho y María, sentados en el porche, con sus cabezas inclinadas como dos chiquillos compartiendo un secreto. Tony cerró los ojos con fuerza, como si pudiera borrar esas palabras de su memoria.Su mejor amigo y su prima... ¿Enamorados? Era como si de repente el cielo se hubiera vuelto verde y la tierra azul.—Híjole —murmuró para sí mismo
El sol brillaba con fuerza sobre el pequeño pueblo de Cedar Creek, Texas, la feria anual estaba en pleno apogeo, y el rancho de los Treviño se preparaba para un día lleno de diversión. Tony se ajustó el sombrero mientras esperaba a que su familia terminara de arreglarse.— ¡Apúrense, que se nos va a hacer tarde! — gritó Tony desde el porche — Esta feria está más esperada que la lluvia en temporada de sequía.Guadalupe salió de la casa, llevando a Lupita de la mano, los pasos de la pequeña aún eran inseguros, tambaleantes, insistiendo en caminar por su cuenta.— Ya vamos, m'hijo — respondió Guadalupe — No nos apures, que la prisa es pa' los ladrones.María y Pancho aparecieron poco después, tomados de la mano. Tony aún se estaba acostumbrando a verlos juntos, pero no podía negar que se veían felices.— Bueno, familia — dijo Tony, abriendo la puerta de la camioneta — Vámonos, que la diversión nos espera.El viaje al pueblo fue corto, lleno de risas y canciones. Lupita balbuceaba alegrem
Tony sostenía el teléfono, su corazón latía más rápido que un caballo desbocado, pero su mente estaba clara.— Lo siento, número equivocado — dijo con voz firme, y colgó antes de que su corazón lo traicionara. Respiró profundamente, guardando el teléfono en el bolsillo de sus jeans gastados como si fuera una serpiente venenosa.Lupita tiró de su pantalón, ajena al drama que se desarrollaba. Su carita redonda irradiaba esa alegría pura que solo los niños pueden mostrar, sus ojos brillantes fijos en sus nuevas botas.— ¡Apa! — exclamó la pequeña, dando vueltas en sus nuevas botas vaqueras. El sonido de sus pasitos sobre el piso de madera era como música para sus oídos.Tony guardó el teléfono y alzó a su hija en brazos, intentando alejar los pensamientos de Marjorie.El peso familiar de su pequeña, el olor a champú de fresa en su cabello, era todo lo que necesitaba para recordar qué era realmente importante en su vida.— Te ves más linda que un atardecer en el rancho, mi reinita — dijo,
Tony se quedó parado en el marco de la puerta, sintiendo como si le hubieran echado un balde de agua helada encima.Sarah estaba ahí, parada en su porche como si los últimos casi dos años no hubieran existido, como si el abandono de Lupita hubiera sido solo un mal sueño.El rostro que tantas veces había visto reflejado en los ojos de su hija ahora lo miraba fijamente, esperando una respuesta.La mandíbula de Tony se tensó, y su habitual sonrisa desapareció como sol en día lluvioso. Era raro ver al alegre vaquero tan serio, pero la situación lo ameritaba.— ¿Qué quieres, Sarah? — su voz salió más dura de lo que pretendía, pero no le importó.— Ya te dije, necesito hablar contigo — respondió ella, sosteniendo su mirada sin pestañear.Tony pensó en Lupita, dormida en su camita con sus nuevas botas vaqueras junto a la cama. No había manera en el infierno de que dejara que Sarah se acercara a ella así como así. Su instinto protector se disparó como un caballo salvaje.— Espérame aquí — dij
Tony sintió como si le hubieran dado un fuerte golpe en el estómago, las palabras de Sarah resonaban en su cabeza como un eco interminable: "No es tu hija." Se levantó de golpe, su rostro, normalmente bronceado por el sol de Texas, estaba más pálido que un fantasma en una nevada. — Eres más baja que una serpiente venenosa del desierto — gruñó, encarando a Sarah, sus ojos brillaban con una mezcla de dolor y rabia — ¿Cómo te atreves a decir eso? Lupita es mi hija, ya sea por sangre o por derecho. A mí no me importa eso.Los clientes del café fingían no mirar, pero Tony podía sentir sus ojos clavados en él como agujas. Betty, detrás de la barra, había dejado de limpiar las tazas y observaba la escena.Sarah se sorprendió ante la intensidad de sus palabras, un destello de duda cruzó su rostro, por un momento, pareció la misma chica joven y asustada que había dejado a Lupita en su puerta años atrás. Pero como una víbora que se recupera después de fallar un ataque, rápidamente recobró su
El instinto maternal de Guadalupe, más certero que un detector de mentiras y más rápido que un caballo desbocado, detectó inmediatamente que algo no andaba bien con su hijo al observarlo parado en la puerta mirandolas.Los ojos cansados de Guadalupe, rodeados de profundas ojeras por la enfermedad, se clavaron en Tony como dos flechas, a pesar de su estado, seguía teniendo esa mirada que podía leer el alma de su hijo como si fuera un libro abierto.— ¿Qué haces ahí parado en la puerta, m'hijo? — preguntó Guadalupe, con voz débil pero firme como siempre — Siéntate para que desayunes. Tony intentó sonreír, pero el gesto le salió tan falso como un billete de tres dólares, se sentó en la mesa de madera, esa misma donde había pasado tantos desayunos felices, sintiendo que su corazón se encogía al ver lo delgada que estaba su madre.Lupita estaba sentada en su silla especial, la que Tony había construido él mismo, con un cojín extra para que alcanzara bien la mesa. María, que había resulta
Marjorie salió del Waldorf Astoria, no soportaba estar un minuto más cerca de Blake, los flashes de las cámaras iluminaban su rostro mientras bajaba los escalones de mármol, su vestido rojo llamaba la atención de todos los presentes. La multitud que esperaba afuera no paraba de murmurar y susurrar, creando un ambiente tenso y pesado.— ¡Qué descaro!— ¿Vieron las imágenes?— Dicen que tenía cámaras por toda la oficina...— ¡Pobre Blake!— ¿Pobre? ¡Se lo merece!Los reporteros habían estado esperando durante horas como buitres, y ahora se lanzaban sobre ella, empujando sus micrófonos en su cara. Parecían desesperados por conseguir aunque sea una palabra.— ¡Señorita Blackwell! ¿Esto significa el fin de su compromiso?— ¿Desde cuándo sabía del affair?— ¿Es verdad que hay más videos?— ¿Qué dice sobre las acusaciones de espionaje corporativo?Marjorie siguió caminando, con la cabeza en alto y la mirada al frente. Sus tacones hacían eco en el pavimento mientras se dirigía hacia la limusin
Tony sintió que el piso se abría bajo sus pies como una grieta en tierra seca. El mundo a su alrededor comenzó a dar vueltas como un carrusel descompuesto. Las palabras del doctor resonaban en su cabeza como un eco interminable: "no es su hija... no es su hija..."Se apoyó contra la pared más cercana, sus piernas temblaban más que un potrillo recién nacido. El aire del consultorio se sentía espeso, difícil de respirar, por un momento se había aferrado a la esperanza de que Sarah mentía.— ¿Está... está seguro, doc? — su voz sonó extraña, como si perteneciera a otra persona — ¿No puede haber algún error?El médico negó suavemente con la cabeza.— La prueba se realizó dos veces para estar seguros, el resultado es concluyente.Tony cerró los ojos con fuerza, intentando contener las lágrimas que amenazaban con escapar. Todas las palabras de Sarah, todas sus amenazas, cobraban ahora un nuevo y terrible significado. Ya no eran sólo amenazas vacías; ahora tenía pruebas. Dios mío — murmuró, c