Sintiéndose más solo que nunca, Tony se apoyó contra la pared y se deslizó hasta quedar sentado en el suelo. Cerró los ojos y, por primera vez en años, comenzó a rezar.— Pos' mire, Diosito —murmuró— sé que usté y yo no hablamos mucho, y que a lo mejor no he sido el hijo más ejemplar, pero mi amá... ella sí que es una santa. Así que, si está escuchando, le pido que la cuide, que la saque de esta. Y si necesita llevarse a alguien, pos' aquí tiene a este Coyote, total, yo ya viví lo mío, pero mi amá... ella todavía tiene mucho por delante. Tiene que ver crecer a Lupita, tiene que ver cómo sacamos adelante el rancho. Así que, por favor, écheme una manita con esto, ¿Sí? Se lo agradeceré más que si me regalara un rodeo entero, y pues usté tiene allá arriba a su mamacita, y sabe lo mucho que se les quiere, sé que ya estoy grande, pero no me deje huérfano.Abrió los ojos y vio a María acercándose con Lupita en brazos. Se puso de pie, limpiándose discretamente una lágrima que había escapado.
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