El grito de alarma resonó en la calle, Tony sintió que su corazón se detenía por un segundo, la multitud que llenaba la acera comenzó a murmurar y moverse inquieta, señalando.— ¡Corre, muchacho! — gritó Frank, el anciano agarró a Tony por el brazo con una fuerza sorprendente para alguien de su edad.Sin pensarlo dos veces, dejándose llevar por el instinto y la adrenalina que ahora corría por sus venas, Tony echó a correr junto a Frank. — ¡Por aquí! — indicó Frank, su voz apenas era audible sobre el estruendo de la ciudad. Tony miró por encima de su hombro, sus ojos captando los destellos de las luces azules y rojas que parecían estar cada vez más cerca.— Estamos más acorralados que un conejo en una cacería — jadeó Tony.Frank soltó una risita entrecortada, un sonido que parecía fuera de lugar en medio de la persecución, pero que de alguna manera logró calmar un poco los nervios de Tony.— No te preocupes, muchacho — dijo el anciano, con voz sorprendentemente firme a pesar del esfu
Tony y Frank caminaban por las calles de Nueva York, el estómago de Tony gruñendo ruidosamente.—Señor Frank —dijo Tony, rascándose la nuca —odio ser una carga, pero estoy más pelado que una res en el matadero, no tengo ni un centavo para comprar comida.Frank lo miró con una sonrisa astuta.—No te preocupes, chico, tengo una idea que podría sacarte del apuro.—¿Ah sí? — preguntó Tony, intrigado — ¿De qué se trata?—Conozco a alguien que podría darte trabajo, es la dueña de un bar aquí cerca.Tony sintió que se le helaba la sangre.—Pero señor Frank, ¿No cree que podrían reconocerme y entregarme a la policía?Frank soltó una carcajada áspera.—Chico, ese bar es más seguro que Fort Knox, todos los que van ahí tienen cuentas pendientes con la ley.—Bueno — dijo Tony, no muy convencido —si usted lo dice.Caminaron unas cuantas cuadras más hasta llegar a un callejón oscuro. Al final, había una puerta roja con un letrero de neón que parpadeaba débilmente: "El Paraíso de Lola".— ¿Este es e
El "Paraíso de Lola" se había convertido en el hogar adoptivo de Tony, cada noche, el vaquero texano subía al escenario y enloquecía al público con sus movimientos sensuales y su encanto sureño. Una noche, después de una actuación particularmente exitosa, Tony se sentó en la barra, contando sus propinas, Lola se acercó, con una sonrisa de oreja a oreja.—Cariño, eres puro fuego en ese escenario, estás atrayendo más clientela que una rebaja de Black Friday.Tony sonrió, pero su mirada era triste.—Gracias, Lola. Supongo que bailar es lo único que me queda.Frank, que estaba sentado a su lado, le dio un codazo amistoso.—Vamos, chico, no puedes seguir pensando en ella.Tony suspiró, pasándose una mano por el cabello.—No puedo evitarlo, Frank, sigo sin entender cómo Marjorie pudo hacerme esto, tiene que haber algo más.Frank negó con la cabeza.—Mira, chico, sé que es duro, pero tienes que enfrentar los hechos. Ella eligió quedarse con ese tipo Blake, la vida del rancho no era para ell
Tony se paseaba de un lado a otro en su pequeña habitación sobre el "Paraíso de Lola". Su mente daba vueltas, tratando de entender qué había llevado a Danna a cambiar su historia.—Ay, caray —murmuró para sí mismo —¿Qué mosca le picó a esa mujer pa' cambiar su cuento así nomás?Se dirigió al armario y sacó su atuendo texano, los jeans desgastados, la camisa a cuadros, las botas de cuero y, por supuesto, su inseparable sombrero. Mientras se vestía, Tony sentía como si estuviera poniéndose una armadura.Bajó las escaleras y encontró a Frank limpiando la barra.—Oiga, don Frank —llamó Tony —necesito que me eche una manita.Frank levantó la vista, sorprendido al ver a Tony en su atuendo completo de vaquero.—¿Qué pasa, chico? ¿Vas a un rodeo o algo así?Tony negó con la cabeza.—Qué va, necesito que me guíe por esta pinche ciudad, tengo que ver a Marjorie.Frank frunció el ceño.—¿Estás seguro de que es una buena idea?—Más seguro que un armadillo en su caparazón —respondió Tony, aunque su
Tony Treviño regresó a Texas con el corazón más pesado que un toro en día de rodeo. Después de todo lo sucedido en Nueva York, sentía que su vida se había desmoronado como un castillo de naipes en medio de un huracán.Llegó al rancho Blackwell al atardecer.—¡Apá! —gritó Lupita, corriendo hacia él con los brazos abiertos.Tony la alzó, abrazándola fuerte contra su pecho.—Mi reinita —murmuró, besando su frente —te extrañé más que a las tortillas recién hechas.María y Guadalupe salieron de la casa a recibirlo.—M'hijo —dijo Guadalupe, acercándose para abrazar a Tony —por fin estás en casa. Pero te veo más apagado que una vela en el viento.Tony forzó una sonrisa.—Estoy bien, amá, solo cansado del viaje.Pero Guadalupe no era mujer fácil de engañar, miró a su hijo fijamente, sus ojos escudriñando cada detalle de su rostro.—A ver, Tony —dijo, con su voz firme pero cariñosa —cuéntanos qué pasó en Nueva York, y no me vengas con que nada, porque te conozco mejor que nadie.Tony suspiró,
Un mes había pasado desde que Tony y su familia se mudaron al rancho de Don Pedro. Poco a poco, la vida empezaba a tomar un nuevo ritmo, Tony se levantaba con el sol, trabajaba duro en el rancho durante el día, y por las noches, el Coyote volvía a la vida en el bar. Cada mañana, Tony se despertaba con la esperanza de que el dolor en su corazón hubiera disminuido, aunque sea un poco, pero siempre estaba allí, como una sombra persistente.El rancho de Don Pedro era más pequeño que el Blackwell, pero Tony se había propuesto convertirlo en un hogar para su familia, pasaba horas arreglando cercas, alimentando al ganado y asegurándose de que todo estuviera en orden. El trabajo duro le ayudaba a mantener la mente ocupada, a no pensar en Marjorie y en lo que pudo haber sido.Una mañana particularmente calurosa, mientras Tony arreglaba una cerca que había sido dañada por una tormenta reciente, escuchó el sonido de un auto acercándose. El ruido del motor era inconfundible, y Tony supo inmedi
Justo cuando Marjorie iba a abrir la puerta de la oficina de Blake, la voz de la secretaría la sobresaltó.— Señora Thompson, disculpe la interrupción, pero necesito que firme unos documentos urgentes.Marjorie soltó el pomo de la puerta como si le quemara, su corazón latía con fuerza, estaba decidida a decirle a Blake unas cuantas verdades respecto a su matrimonio y la interrumpían, respiró hondo, componiendo su expresión antes de volverse hacia la secretaría.— Por supuesto, voy enseguida — dijo, alejándose de la puerta de Blake.Dentro de la oficina, Blake y Danna se quedaron inmóviles por un momento, escuchando los pasos de Marjorie alejarse. Cuando el silencio volvió a reinar, intercambiaron una mirada cómplice.— Eso estuvo cerca — susurró Danna, una sonrisa traviesa bailando en sus labios.Blake rió suavemente, sus manos reanudaron su exploración del cuerpo de Danna.— ¿Te asustaste, cariño? — preguntó, con voz ronca de deseo.— ¿Bromeas? — respondió Danna, arqueando su cuerpo
Al otro día por la mañana, en cuanto el sol empezó a asomarse por el horizonte, Tony se despertó sobresaltado, con el eco de un sueño que se desvanecía rápidamente. Se pasó la mano por la cara, sintiendo la aspereza de su barba de tres días. Con un gruñido, se levantó de la cama y arrastró los pies descalzos por el suelo de madera hacia la cocina.El aroma del café recién hecho llenaba la casa, una pequeña comodidad en medio de la tormenta de pensamientos que azotaba su mente. Tony se sirvió una taza y se apoyó en el fregadero, mirando por la ventana cómo el rancho comenzaba a despertar.Los recuerdos de la noche anterior lo asaltaron sin piedad, Pancho y María, sentados en el porche, con sus cabezas inclinadas como dos chiquillos compartiendo un secreto. Tony cerró los ojos con fuerza, como si pudiera borrar esas palabras de su memoria.Su mejor amigo y su prima... ¿Enamorados? Era como si de repente el cielo se hubiera vuelto verde y la tierra azul.—Híjole —murmuró para sí mismo