Con Johnson tras las rejas, la vida en el Rancho Blackwell encontró un nuevo ritmo. Tony y Marjorie, recién comprometidos, disfrutaban de una calma que parecía casi irreal después de tantas tormentas.Una mañana soleada, Tony se despertó con una sonrisa en el rostro. Saltó de la cama, ansioso por ver a su futura esposa.— Buenos días, familia —saludó al entrar en la cocina, donde Guadalupe preparaba el desayuno y María alimentaba a Lupita.— Buenos días, m'hijo —respondió Guadalupe— ¿Dormiste bien?— Como un tronco, amá, ¿Y Marjorie? —preguntó después de acercarse y darle un sonoro beso en la mejilla a Lupita.María soltó una risita.— Aún no viene, quizás deberías ir a despertarla con un beso.Tony rió, pero Guadalupe le lanzó una mirada de advertencia.— Ni se te ocurra, Antonio Treviño, nada de dormir juntos de nuevo hasta después de la boda, me van a disculpar, sé que están grandecitos, pero harán las cosas como es debido.— Lo sé, lo sé —dijo Tony, levantando las manos en señal d
La noticia del viaje inminente a Nueva York cayó como una bomba en el Rancho Blackwell. Guadalupe, que había estado mejorando notablemente en las últimas semanas, no pudo evitar sentir una punzada de preocupación al escuchar los planes de su hijo.— M'hijo —dijo Guadalupe, sentada en su mecedora favorita en el porche— ¿Estás seguro de esto? Nueva York no es como nada que hayas visto antes.Tony, que estaba empacando su maleta con más entusiasmo que sentido común, se detuvo para mirar a su madre.— No te preocupes, amá, soy más listo que un zorro en un gallinero, además, tengo a Marjorie para guiarme.Guadalupe suspiró, meneando la cabeza.— Toño, la gran ciudad no es como aquí, allá, la gente no aprecia que uno diga lo que piensa sin filtro, y tú, m'hijo, tienes menos filtro que un colador viejo.— ¡Bah! —exclamó Tony, metiendo su sombrero favorito en la maleta— Si pude domar a Tornado, el toro más bravo del condado, puedo con unos cuantos citadinos estirados.— No es lo mismo, m'hijo
Por fin, después de lo que pareció una eternidad para Tony, el avión aterrizó en el aeropuerto JFK de Nueva York. El vaquero soltó un suspiro de alivio tan grande que casi despeinó a la señora sentada frente a él.— ¡Tierra firme, princesa! —exclamó Tony mientras bajaban del avión— Juro que besaría el suelo si no fuera porque probablemente lamería chicle viejo y gérmenes de yankee.Marjorie rió, sacudiendo la cabeza.— Tony, cariño, técnicamente aún estamos en la pasarela, el suelo que quieres besar es de metal.— Detalles, detalles —respondió él con un guiño— lo importante es que ya no estamos más altos que un gallo en un pajar.Mientras caminaban por el aeropuerto, Tony miraba a su alrededor con admiración, cada nueva cosa que veía le arrancaba una exclamación de asombro.Cuando llegaron a la zona de taxis, Marjorie se dio cuenta de que había olvidado un pequeño detalle.— Oh, no —dijo, mordiéndose el labio— olvidé avisar a alguien para que viniera a recogernos, tendremos que tomar
La mañana llegó a Nueva York con el bullicio característico de la gran ciudad. En el lujoso penthouse de Marjorie, los primeros rayos de sol se colaban por las enormes ventanas, iluminando la habitación principal.Marjorie se despertó temprano, lista para enfrentar el día. Se dirigió al baño, donde se tomó su tiempo para arreglarse. Eligió cuidadosamente un elegante traje sastre de diseñador en color azul marino, que acentuaba sus curvas sin dejar de ser profesional. Recogió su cabello en un moño impecable, asegurándose de que ni un solo cabello estuviera fuera de lugar. Frente al espejo, aplicó un maquillaje ligero pero sofisticado, resaltando sus ojos y dando un toque de color a sus labios, se sentía extraña vistiendo de esa manera nuevamente.Al voltear, se encontró con Tony, que acababa de terminar su ducha y salía del baño, el vaquero estaba envuelto tan solo en una toalla blanca y mullida, con el torso bronceado al descubierto. Marjorie no pudo evitar admirar cómo las gotas
En un instante, la oficina de Marjorie se convirtió en un campo de batalla, Tony, con la velocidad de un rayo y la fuerza de un toro embravecido, se lanzó hacia Blake. Sus manos grandes y callosas agarraron la chaqueta de diseñador de Blake, apartándolo bruscamente de Marjorie.— ¡Quita tus manos de ella, sabandija! —rugió Tony, sus ojos brillaron con furia, tuvo que hacer un esfuerzo para contenerse y no armar un escándalo más grande.Blake trastabilló hacia atrás, chocando contra el escritorio, su perfecta fachada de hombre de negocios se quebró por un momento, su rostro reflejó sorpresa.Marjorie, aún aturdida por el beso inesperado, dio un paso atrás. Su mano buscó instintivamente un pañuelo en su bolso, con el que se limpió los labios furiosamente, como si quisiera borrar cualquier rastro de Blake.— ¿Qué demonios crees que estás haciendo, Blake? —preguntó, con su voz temblando de ira.Blake, recuperando rápidamente su compostura, alisó su traje y sonrió con arrogancia, mientras
El sol se ocultaba en el horizonte texano, decorando el cielo en colores púrpuras, cuando Antonio "El Coyote" Treviño entró al Rusty Spur Saloon. Con su andar despreocupado y una sonrisa torcida en los labios, el vaquero de 25 años se acomodó el sombrero y echó un vistazo al lugar. — Pos' qué me lleve el diablo si no es el mismísimo paraíso terrenal —murmuró para sí mismo, sus ojos brillaron con picardía al recorrer el bar, el mismo al que acudía casi todos los días. El Rusty Spur era un típico bar de carretera, con su barra de madera gastada, mesas de billar y una rocola que tocaba country a todo volumen. Pero lo que realmente captó la atención de Tony fue la hermosa morena sentada sola en la barra. Con la confianza de quien se sabe irresistible, Tony se acercó a la barra, acomodándose junto a la chica. — Buenas noches, señorita —saludó, su voz grave estaba teñida con un marcado acento sureño, mezcla del acento de sus padres provenientes del norte de México, y del acento típico
Unos meses más tarde, después de otra noche de juerga, era aún de madrugada cuando Tony Treviño abrió los ojos, su cabeza palpitaba como si un rodeo completo hubiera pasado por ella, y su boca se sentía más seca que el desierto de Chihuahua.— Ay, virgencita... —gruñó, cubriéndose los ojos con el brazo— pos' si esto es la resaca, prefiero la borrachera.Se incorporó lentamente, cada movimiento enviaba ondas de dolor a través de su cuerpo, fue entonces cuando los recuerdos de la noche anterior comenzaron a inundar su mente, de nuevo el bar, otra chica, suspiró al recordarla, era realmente bonita.— ¡Córrele, Tony! —se dijo a sí mismo, sacudiendo la cabeza— si tu amá se entera de tus aventuras, te manda a México más rápido que un cohete.Con un esfuerzo sobrehumano, Tony se levantó de la cama y se arrastró hacia el baño, se miró en el espejo y soltó un silbido bajo.— Pos' sí que te ves del carajo, Toño —murmuró a su reflejo— pareces nopal pisado por una manada de vacas locas.Después
Guadalupe se acercó, preocupada.— ¿Qué pasa, m'ijo?Tony señaló al bebé con un dedo tembloroso.— Pos' resulta que Junior... no es tan Junior como pensábamos.Guadalupe miró y soltó una exclamación de sorpresa.— ¡Ay, Dios mío! ¡Es una niña!Tony asintió, aún en shock.— Pos' sí, parece que me equivoqué de rodeo, amá.Guadalupe comenzó a reír, primero suavemente y luego a carcajadas.— ¡Ay, Toño! —exclamó entre risas— ¡Pos' aquí las vas a pagar todas, m'ijo!Tony la miró, confundido.— ¿De qué hablas, amá?Guadalupe se secó las lágrimas de risa.— Pos' de todas tus correrías, hijo. Ahora vas a saber lo que se siente cuidar a una niña, y cuando crezca... ¡Ay, pobrecito de ti!Tony palideció aún más si era posible.— Ay, mamacita linda —murmuró— pos' ¿Qué no me puedes echar una manita?Guadalupe negó con la cabeza, aún riendo.— Nada de eso, esta es tu responsabilidad, Antonio Treviño, yo solo te voy a echar porras desde la banca.Tony suspiró, mirando a su hija que ahora lo observaba