49 - Atentado.

La tarde pintaba como cualquier otra, con el sol derramando su cálida luz sobre la ciudad, pero el aire parecía cargado de una tensión que Anaís no podía identificar. Ernesto, con su carácter sereno y protector, había insistido en sacarla a almorzar. Era ya una rutina entre ellos, una pausa necesaria en días agitados.

— Pronto no podré ocultarlo más — comentó Anaís mientras caminaban hacia el auto, acariciándose el vientre con una sonrisa leve.

Ernesto la miró con ternura.

— ¿Te preocupa que lo sepan? — preguntó mientras abría la puerta del auto para ella.

Anaís negó con la cabeza, aunque su expresión reflejaba cierta inquietud.

— No es vergüenza, Ernesto, es miedo. Sabes que hay muchas personas que no nos quieren bien.

Ernesto se inclinó ligeramente, asegurándole el cinturón de seguridad, y le sonrió con esa calidez que solo él sabía transmitir.

— Primero tendrían que pasar por mí para llegar a ti. No dejaré que nada te pase.

Anaís abrió la boca para replicar, pero el sonido seco y c
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