—En el fondo siempre quisiste ser el jefe, admítelo.Sentado tras el escritorio principal de la oficina, Alejandro tecleaba con la vista en la pantalla de su portátil.—Claro que no, la primera línea no es lo mío, prefiero trabajar desde las sombras —aseguró el abogado. Frente a la ventana, mirando cómo la estación invernal se cernía sobre la ciudad, Irum no le creyó.—Lo has hecho muy bien todos estos años siendo el jefe. Armaste un imperio desde las cenizas y te aplaudo por eso.—Sólo hice lo que pensé que tú querrías que hiciera. Seguí tus órdenes, espero no haberme equivocado.—Lo hiciste, pero ya no importa —murmuró Irum.—¿Cómo dices?—¿Crees que vaya a nevar? —No lo sé, no he tenido tiempo de ver el reporte del... tiempo.Qué más daba. Si Irum quería nieve podía viajar a alguna ciudad o país donde la hubiera, podía recorrer el mundo entero persiguiendo el invierno si le daba la gana. No necesitaba esperar que la nieve llegara a él, él podía ir hacia ella. —No ha nevado desde
El tiempo es relativo. A veces, cuando el miedo apremiaba, podía vivirse toda una vida en apenas un parpadeo. Eso le pasó a Libi. En el instante en que sus ojos se encontraron con los oscuros de Irum, todo el tiempo que compartieron se desplegó ante ella.El principio se fundió con el fin y el estruendo del atropello estalló en sus oídos. El pasado se quedó en el pasado y el presente fue la cafetería. La campana sobre la puerta sonó cuando alguien entró y una moneda rodó al caérsele a un hombre que pagaba la cuenta.—Libertad… Tenemos mucho de qué hablar —Irum dio un paso hacia delante, Libi retrocedió dos.—No. Tú y yo no tenemos nada de qué hablar. ¡Se terminó, todo se terminó! Sigue con tu vida y yo seguiré con la mía. Y aléjate de mí, no te me acerques —dio media vuelta para salir, pero se detuvo. Algo le faltaba.Algo en su mano, una ausencia...El calor de otra mano.—¿Espi?... ¡Espi!La niña no estaba a su lado. En el breve parpadeo que había durado una vida la había perdido. E
—La terapeuta dijo que debo actuar como si fuera algo normal, pero estoy tan feliz que quiero hacer una fiesta para celebrarlo. ¡Mi hija ya habla! Lucy está de viaje, no va a poder creerlo cuando se lo cuente. —Podemos hacer una fiesta en su honor, yo prepararé la cena y un postre especial para la bambina Rojita. Le diremos que estamos celebrando que llegó la nieve. —Eres tan listo, Marcelo, por eso me gusta trabajar contigo. —¿De verdad? Yo pensé que no te resistías a mi encanto italiano. —Esa es la segunda razón. ¿El ceramista llegó? —Sí, está haciendo un inventario. Vamos, te lo presentaré. El ceramista, un joven talento graduado hacía poco, se llamaba Leonardo Arias y ya tenía listo el inventario. Libi le habló de los proyectos que tenían en mente y él aportó con sus ideas. —Los soportes para incienso se venden muy bien, al igual que las ánforas para las cenizas de las mascotas —les contó. —Eso es algo tétrico —opinó Marcelo—. No somos una funeraria. —Yo sólo digo que
—Este tipo de cámara no almacena contenido, sólo transmite la imagen en tiempo real. No es la mejor opción si estás pensando en seguridad. Puedo recomendarte mejores modelos. —¿Y es posible rastrearla? ¿Saber a dónde transmitía o quién la compró?—No. Las venden en todas las tiendas de tecnología y puedes comprarlas por la web al por mayor desde China. ¿Estás pensando en usarlas para espiar a alguien? —No, K. Sólo quería saber más al respecto, he pensado en poner cámaras en el taller, almacenamos muchos productos ahí.—Te enviaré las mejores alternativas durante el día.—No hay prisa, no quiero quitarte mas tiempo.—Descuida, con Lucy de viaje tengo mucho tiempo libre. Estamos en contacto.Una foto de la cámara le había enviado Libi a K para obtener más información. Se había pasado la noche en vela, esperando, atenta a cada sonido que proviniera del exterior, pero el visitante no había aparecido. Marcelo se ofreció a llevar a Espi al jardín mientras ella esperaba al cerrajero. Una
Marcelo terminó de trabajar frente a la computadora y fue a ver a Libi. Su inquieta socia había estado demasiado silenciosa toda la mañana y esperaba su opinión sobre unos artículos que estaba diseñando. La razón quedó clara cuando la encontró dormida sobre el escritorio. En su pálido rostro, las ojeras no se mantenían ocultas mucho tiempo y las de ella parecían brillar como una baliza que alertaba sobre un peligro inminente. Le cubrió la espalda con la chaqueta que colgaba del respaldo de la silla y procuró que en el taller hubiera el silencio suficiente para que pudiera descansar. Ella apareció a la hora del almuerzo, se desplazaba con andar somnoliento. —Pareces un zombie, bella mia. —Gracias, tú también estás muy guapo —se dejó caer en la silla junto a él y dio un largo bostezo. —¿Todavía te preocupa lo del visitante nocturno? —Qué va, eran desvaríos de mi vecina loca. —Pero pareces no estar descansando mucho últimamente. —Tengo algo de insomnio, nada nuevo, nada que
Un mensaje llegó al teléfono de Libi justo cuando estaba por salir de la habitación, lista para la guerra. Era Marcelo, avisando que estaba afuera. Sus hombros se relajaron y devolvió el b4te a su escondite. —Todo está bien. Veré qué quiere el tío Marcelo. Ya vuelvo. Espi asintió, no muy convencida. Parado en la entrada, Marcelo oyó cómo Libi corría el sillón para desbloquear la puerta. —Me diste un gran susto. ¿Pasó algo?—Tal vez no debería estar aquí. Iba de camino a juntarme con unos amigos, pero he estado pensando en esto todo el día, desde ayer de hecho y... No quiero asustarte más.—Habla, Marcelo. Lo que sea, puedo enfrentarlo. —Tiene que ver con lo que dijo Leonardo sobre el auto negro. Cuando llegué aquí, también me seguía un auto negro. Pensé que eran delirios míos y no le di importancia, luego lo olvidé, hasta ahora. Libi no se vio sorprendida en lo absoluto. Al contrario, era una confirmación que la hacía sentir menos loca por bloquear la puerta con el sillón y dorm
«¿Sorpresa?», se preguntaba Irum luego de recibir aquel mensaje. No había manera en que ella pudiera sorprenderlo cuando su actuar completo era al amparo de las directrices que él dictaminaba para ella, del mismo modo en que un programa de computadora no podía sorprender a su programador. Pese a ello fue a verla, le hacía falta una reprimenda por salirse del «guion» y contactarlo cuando era él quien debía contactarla.Contra todo pronóstico y luego de cuatro años viviendo en la insustancialidad de la monotonía basada en la rutina, Irum Klosse se sorprendió.—¡¿Qué está haciendo ella aquí?! —exigió saber al ver a la niña. Sentada sobre la alfombra, con las letras que formaban su nombre revueltas frente a ella, Espi miraba con confusión.—¡¿Qué hiciste?! —Irum interrogó a Miranda, cogiéndola con firmeza de los brazos.—La traje aquí para ti. ¿No estás feliz? —le sonrió.—¡¿Y Libertad?!—Está dormida. La pobre estaba muy cansada. No grites o la despertarás.Irum se llevó las manos a la
—Éste es el menú de la banquetera para que escojas lo que quieres que se sirva en el cóctel y ésta es mi recomendación —Marcelo le tendió a Libi su tableta. —Todo se ve muy rico, me encantan estos alimentos en miniatura. Los tragos se me dan mucho mejor, yo escogeré los tragos —dijo Libi.A dos semanas de la exposición, trabajan en los últimos detalles de la orgnización. En el primer piso, sentada tras una mesita, Espi dibujaba. —Ese perro está muy bonito. Vas a ser una gran artista, igual que tu mamá —comentó Leonardo.—No es un perro, es un dinosaurio y yo quiero ser actriz.—De seguro serás una muy buena.—Así es, practico mucho.—¿Tomas clases de actuación?Espi se quedó pensando.—Te falta escribir un discurso —le recordó Marcelo a Libi mientras bajaban las escaleras.—Hablar de mi trabajo se me da bien, será pan comido.—Mami, quiero tomar clases de actuación —le dijo Espi en cuanto la vio.La petición tomó a Libi desprevenida, a veces le parecía que su hija era muy madura p