Seis meses pasaron.
Altos tacones resonaban en el suelo de mármol de aquel corredor que conducía al estudio privado de la reina. Los murmullos se escuchaban por lo bajo, hablando de divorcio y traición, pero se callaban en el acto después de recibir aquella mirada fría y fiera que no mostraba rastro alguno de piedad. Su mirada violeta se había tornado tan helada como aquella tormenta que casi la llevó a los brazos de la muerte, y que le arrebató lo único que podría haber dejado en ella la bondad de un pasado que no volvería más. — Señorita Baskerville, pase por favor, su alteza la está esperando — Sin inmutarse, Bernadette entró en aquel viejo recinto que hablaba de un glorioso pasado que siglo tras siglo se volvía más y más decadente. Y como si fuera parte de aquel panorama antiguo, la reina Berta la miró con comprensión. Nadie lo sabía, pues los Baskerville habían perdido sus títulos nobles a causa de un conflicto orquestado por los Cervantes españoles hace años, pero eran los únicos miembros de la realeza que fuera del linaje principal, tenían sangre de reyes en sus venas. — Ah, mi querida Bernadette, hace tanto tiempo que no te veía, supe que habías vuelto de Estados Unidos, así que te mandé llamar de inmediato — Bernadette sonrió sin ganas. — Lo lamento tía Berta, pero he estado ocupada con mis estudios en el extranjero. Mi padre quiere que me concentre solo en eso, ya lo conoces, piensa que voy a caer en una profunda depresión debido al matrimonio entre Kendrick Godric y Chiara Cervantes, pero ahora que la tía Bernarda ha muerto y tu has ascendido al trono en su lugar, no creo que los Baskerville tengamos nada de que preocuparnos, a menos que decidas mantenernos sin nuestros viejos títulos como lo hizo tu hermana que tenía una marcada preferencia por los Cervantes y no le importó perjudicarnos — dijo la rubia sin temor. La vieja reina sonrió. Aquella actitud distaba mucho de la que su sobrina-nieta había mostrado siempre. Lo que esas personas le habían hecho, fue imperdonable, pero no podía simplemente impartir castigos sin consecuencias. Sin dejar de mirar a aquella hermosa joven, admiró sus ojos violeta. — Los ojos violeta que tienes, le muestran al mundo tu verdadero linaje. Los Baskerville fueron los primeros reyes, y dejaron de serlo tan solo porque en aquellos entonces, no nació un hijo varón. La razón por la que te he llamado hoy, es para decirte que he tomado una decisión. Cómo sabes, fui la segunda en la línea de sucesión al trono y por ello ahora soy la reina, pero no tengo herederos ni mi hermana los tuvo, así que los siguientes en la línea de sucesión, son los Godric. Sin embargo, Kendrick ha mostrado deshonor al casarse con esa muchacha de linaje inferior, Chiara, y aún cuando su familia desciende de la realeza española, no es digna de llevar el titulo de reina consorte porque ese no es mi deseo. Mi hermana iba a permitirlo, pero yo no lo haré de ninguna manera. — Bernadette alzó una ceja. — ¿Qué es lo quieres decirme tía? — cuestionó. La vieja mujer de ojos violeta suspiró. — Quiero que vuelvas a Devonshire para que seas instruida por Henrick Godric, el menor, son casi de la misma edad, si acaso, creo que el te llevará algunos cinco años… — No — interrumpió Bernadette. — Lo siento, su majestad, pero no estoy lista para volver, no aún…se que para nadie es un secreto lo que ese hombre, Kendrick, ha dicho sobre mi, hablando sobre infidelidad y traición como una pobre excusa para sacarme de su cama y meter a Chiara. Pero esa no es la verdad, yo jamás lo traicione, y el hijo que perdí por culpa de esos dos, no era el hijo de un amante. Pedirme que vuelva ahora a dónde están las dos personas que más odio en el mundo, es demasiado. Yo quiero venganza, quiero hacerles sufrir lo mismo que me hicieron sufrir a mi, pero no puedo hacerlo aún, y si decir la verdad va a condenarme, que así sea — admitió. La reina sonrió. — Quiero, mi querida sobrina, que comiences a prepararte con Henrick, quien desde que era solo un niño, fue preparado para convertirse en el próximo Duque de Devonshire. La razón, es porque he decidido devolver todos los títulos que mi hermana retiró a los Baskerville, y desde este momento, tu padre ha vuelto a ser el príncipe Archer de Baskerville, y, por consecuencia, tu, su hija, eres la princesa. Y dado a mi decisión de devolver los títulos a tu familia, ustedes son los primeros en la línea de sucesión después de mi fallecimiento…algún día, mi querida Bernadette, tu serás la nueva reina. Aunque, por supuesto, en el baile de invierno de este año, todo esto que acabo de decirte, será anunciado al mundo entero, y actualmente solo las personas de mi entera confianza, lo saben. — Bernadette se quedó en silencio. Algún día, ella sería la reina…y entonces. — Bien, lo acepto, volveré a Devonshire bajo la tutela de Henrick Godric, cumpliré con tu deseo, tía — dijo sin emoción. La reina se sintió triste. Su sobrina apenas y si había mostrado reacción alguna. Sin duda, su corazón, aún latía dentro de su pecho, pero había muerto aquella noche en que Henrick Godric la llamó para decirle lo ocurrido, y esa misma noche, el juró protegerla, aún y cuando ella no recordara el rostro de su salvador. — Tu padre ya ha sido avisado, partiras mañana al amanecer, y volverás a Devonshire. Puedes retirarte — — Entonces no hay nada más que decir, su majestad, me retiro — Y saliendo de aquel estudio, notó las miradas de todas aquellas personas que murmuraban. Quizás, aquello era un golpe de suerte, quizás, su tía había decidido ser generosa; no sabía la razón de aquello, pero tampoco le importaba. Aquella noche en Devonshire ella lo había perdido todo. Su apellido mancillado, su orgullo y dignidad pisoteados…y aquel hijo que llevó en su vientre y que no llegó nunca a conocer debido a la crueldad de su ex esposo y su amante. Apretando los puños, sus ojos violeta se tornaron vacíos. Se había marchado para planear una venganza que ahora le había sido servida en bandeja de plata…y los haría pagar por todo el daño que le habían hecho. En Devonshire, Henrick Godric miraba los verdes árboles que, majestuosos, coronaban el camino hacia el viejo castillo. No había nieve en las copas verdosas, ni hielo sobre el empedrado sendero. Los recuerdos de aquella noche en que una de las damas de Bernadette Baskerville le avisó sobre lo ocurrido, llegaron hasta el. Salió tan rápido como pudo, y condujo durante casi dos horas en medio de aquella tormenta, encontrando a la mujer casi congelada y semidesnuda en ese mismo bulevar que ahora se hallaba frondoso y lleno de flores. Encendiendo un cigarrillo, sintió de nuevo aquella desesperación y el terrible rencor que aún guardaba por su hermano mayor y su nueva esposa. Lo que habían hecho con esa mujer, había sido más que atroz. Iba a ayudarla, ayudaría a la hermosa Baskerville a completar su venganza…quería ver el fin de los Godric, y quería a esa mujer entre sus brazos. El era el rey entre las sombras, y Bernadette, sería su reina. Esa sería, su propia revancha en contra del padre y el hermano que tanto odiaba.Aquellos caminos eran familiares. Bernadette Baskerville recordaba esos senderos que llevaban hacia el viejo castillo de Devonshire y que hablaban de una vieja historia de amor, en que una princesa en desgracia, era rescatada por un príncipe que juró protegerla, aún cuando sus familias habían decidido sus destinos. Por aquellos senderos arbolados que la recibieron por primera vez en una primavera hacia ya un año, caminó muchas veces tomada de la mano de su ex esposo. La última vez, recorrió aquel camino empedrado durante una cruel tormenta en pleno invierno, sola, casi desnuda, descalza, y con el alma hecha pedazos. Apenas y si había logrado sobrevivir gracias a aquel buen samaritano que la rescató esa noche. Estaba regresando a Devonshire nuevamente en primavera. Quizás, aquello era una cruel manera que el destino tenía para burlarse de ella. “Debes de ser fuerte, nuestro regreso a la monarquía es inminente, pero no debes arruinarlo esta vez” Una sonrisa irónica se dibujó en sus
Era la hora del té, y la reina Berta, en el castillo de Bukingham, mira a su mayordomo entrando al saloncito en dónde se encontraba. — Su majestad, la señorita Baskerville parece haber arribado sana y salva a Devonshire. — La reina sonrió. — Bien, asegúrate de que nuestro querido Mikael Archer sepa que su hija se encuentra a salvo — ordenó. — Si su alteza. — Dando un elegante sorbo a su taza de té, la reina sonrió. Sabía que su querida sobrina nieta, no estaría para nada contenta con aquella pequeña sorpresa extra que olvidó intencionadamente mencionarle en su reunión. Sin embargo, estaba segura de que ese par de jóvenes, encontrarían el camino, después de todo, no tenían más opciones. Los conflictos internacionales cada día eran más tensos, y la mayoría de las personas de la vieja Inglaterra no estaban satisfechos con el dominio que los Cervantes habían logrado ya al matrimoniarse con miembros de la realeza. Era el momento de arreglar las cosas...y solo la sangre noble y jov
El cielo de esa mañana se mostraba claro y sin una sola nube gris que anunciara una lluvia repentina como solía ocurrir en aquel valle. Henrick disparaba hacia el blanco en su campo de tiro, mientras mil cosas se paseaban en su mente. Aquellos ojos violeta vivaces y llenos de odio, no lograba sacarlos de sus pensamientos. Aquella mujer había demostrado ser una fiera, y aquello, le gustaba. Era mejor que la sumisa esposa que fue para su hermano mayor y que el llegó a despreciar al creerla diferente. Por supuesto, a pesar de ello había decidido protegerla desde las sombras, pues aún en medio de su desprecio inicial por Bernadette Baskerville, había nacido un profundo respeto hacia ella…y una adoración que no entendió como ni cuando pasó. — Pareces muy concentrado, hermano. Supongo que es porque estás obligado a casarte con esa sucia mujer — La voz de Kendrick interrumpió en el campo de tiro, sin embargo, Henrick no se digno a mirar a su hermano. — ¿Qué es lo que quieres? Di instrucc
El canto de las aves rompía el silencio de la mañana, y las copas de los árboles, se mecían apaciblemente en el gentil viento. La servidumbre comenzaba su rutina diaria, y corría de aquí hacía allá preparando todo para el nuevo día. El aroma de los pastelitos que se horneaban en la cocina, llenaba los pequeños y los grandes espacios, y Bernadette se sintió nostálgica. Hacía un tiempo atrás, aquella había sido su vida diaria, y así habría seguido si aquella fatídica noche nunca hubiese ocurrido. Los hijos de los sirvientes, corrían alegremente en los jardines de servicio, y nuevamente, aquel doloroso nudo con el que llevaba peleando seis meses, le estrujaba la garganta, y el llanto reprimido, amenazaba con escapar, pero, no iba a permitírselo. —Pareces demasiado nostálgica, ¿Todo esto te trae recuerdos? Es una pena que ya no seas la señora de este lugar — La burlona voz de Chiara irrumpió en sus pensamientos. Decidiendo no prestarle atención a esa maliciosa mujer que no había traído m
Decir que estaba realmente furiosa, era no dar crédito a lo que Chiara Cervantes estaba sintiendo en ese momento. — ¿Cómo es posible que dudes de la palabra de mi esposa? ¡Esa maldita mujer hizo entrar esa serpiente a mi alcoba y aun así la estas defendiendo! ¡Exijo que la saques de nuestro hogar! ¡Ella no debe de estar aquí! —Henrick se mantuvo completamente estoico, mientras su hermano le reprochaba.— ¿Tienes pruebas de que lo que dices es verdad? — cuestionó tranquilo.Chiara estalló. — ¡Mi palabra debería ser suficiente! ¡Soy la esposa de tu hermano! — gritó.Mirándola con severidad, Henrick se levantó. — No vuelvas a elevarme la voz, mujer, recuerda que no estás por encima de mí, y lo que yo decida creer, no debes cuestionarlo, ninguno de los dos puede —Kendrick apretó los puños, y salió enfurecido del estudio de su hermano con Chiara tras él. Mirando a su mayordomo, Henrick le ordeno acercarse.—Tengo que salir, el cardenal de la Catedral de Exeter, ha solicitado una audienc
Una lluvia ligera caía sobre Devonshire casi como una bendición de primavera. Desde sus lujosos aposentos, Henrick observaba aquellos rosales blancos mientras los recuerdos llegaban hasta él.“Algún día, todo el sendero estará cubierto de rosas”Aquel, era el deseo de su madre. Era tan lamentable que no hubiera llegado a cumplirse. El rostro enlodado de Bernadette, sin embargo, lo hizo sentir su corazón estrujado. Ella había hecho lo impensable por salvar a aquellos mismos rosales que él amó un día y que dejó para morir en el olvido. El rose de su mano con la suya, aun se sentía cálido. A ella, no le había importado ensuciarse con barro, entonces, a él tampoco. Un par de golpes se escucharon en la puerta de su alcoba.—Adelante — ordenó.—Disculpe, su alteza, el auto está listo —Sin decir nada, Henrick Godric salió. Por supuesto, había escuchado de labios de su mayordomo personal y del mayordomo real, el mal trato que su padre y Chiara Cervantes habían dado a su prometida, y no iba a
El cielo de esa mañana era sencillamente precioso. Las rosas blancas, llenaban el viento con su delicado aroma, y entre los jardines del castillo de Devonshire, podían apreciarse pequeños conejos que corrían animadamente junto a sus crías. Era primavera, simple y ligera primavera, que acariciaba su piel pálida y la sentía como una cruel burla ante su infelicidad. En los grandes cuentos, la princesa llegaba en primavera, y encontraba su ocaso en el invierno…ella, había pisado por primera vez aquellas tierras vastas y hermosas, durante una primavera, y las abandonó durante un gélido invierno…el más cruel que jamás antes vivió. Ahora, como si el destino le hiciera una broma cruel, llegaba nuevamente a esas tierras apenas un año después de que las pisara por vez primera, y para ser la esposa del hermano menor del hombre que la destrozó. No podía negarlo y no lo haría, estaba dolida, estaba, en pocas palabras, realmente destrozada. Tocando su vientre, deseo llorar como aquella noche en que
— ¡Que alguien llame al médico! — gritó Henrick aterrorizado.Bernadette, apenas y si estaba respirando.Rápido, la tomó entre sus brazos para llevarla a la cama. Estaba pálida, y tenía la piel ligeramente fría. Tomando una de sus manos con extrema delicadeza, Henrick logró apreciar mejor lo amarillento en las puntas de sus dedos, y rápidamente vino a él el recuerdo de hacía dos noches, cuando ambos sacaron la tierra envenenada de los rosales para intentar salvarlos. La furia, se apoderó de él durante un segundo, y mirando con severidad a una de las sirvientas que ayudaban a acomodar la cama de la hermosa rubia, habló.—Esa noche, ¿Quién estuvo en los jardines de mi madre? — cuestionó aunque ya sabía demasiado bien quienes eran los culpables, pero necesitaba pruebas.La joven mujer, sabía qué hacía dos tardes la señora Chiara había ordenado envenenar los rosales blancos que cuidaba la señora Bernadette, pero sabiendo bien lo que había pasado con el sirviente del evento de las serpient