—Tienes una hija ilegítima, y por mi descuido, cayó en las manos de Eduardo Cervantes. —Kendrick sintió como un baldazo de agua helada aquello que Henrick acababa de decirle. —¿Qué? ¿Qué cosa has dicho? — cuestionó. Henrick siguió abrazando a su hermano ante el temor de que este terminara sufriendo un colapso. —Yo…debí decírtelo antes, pero no sabía cómo ante todo lo que está pasando. ——Espera… ¿Cómo es eso posible? — cuestionó Kendrick completamente acongojado y sin saber que mas decir o preguntar. — ¿Esta es otra de las tretas de Chiara? Porque si es así yo…no puedo creerlo… — dijo dejándose caer sobre su almohada. Henrick abrió una fotografía en su celular y se lo extendió a Kendrick. —Alicent. Ese era el nombre de su madre. Mérida Castel, la dama de Bernadette, estuvo cuidando de la niña en secreto. Hice las pruebas genéticas necesarias, no hay duda de que esta niña, es tu hija. — respondió Henrick. Kendrick sollozó. Recordaba a Alicent, aquella prostituta rubia que le res
El cielo gris de aquella tarde, había bloqueado por completo la luz del sol. Las nubes oscuras presagiaban una tormenta, y la enfermera acomodaba su suero causándole un poco de daño a su vena. Los ojos de Chiara Cervantes parecían fijos en el techo blanco sobre su cabeza, y su mirada estaba perdida en la nada. Las palabras de Kendrick Godric, sin embargo, se repetían una y otra vez en su mente causándole dolor. Chiara Cervantes sentía como sus ya inexistentes piernas le estaban doliendo, y las lágrimas nuevamente brotaron desde sus ojos castaños. Estaba sola, completamente sola en aquel tan doloroso momento, y no podía soportarlo.—¿Quiere que le deje abiertas las cortinas señorita? ¿O prefiere que las dejé como están? — pregunto la enfermera mirando con lastima a Chiara.Todo el hospital había estado hablando de la joven paciente que había sufrido un accidente, y a la que tuvieron que amputarle ambas piernas; se decía que la propia princesa Bernadette Baskerville, había hablado con
En España, Martina sonrió.“En un giro inesperado de hechos, el Rey Eduardo Cervantes, ha sido acusado del homicidio del príncipe heredero…”Aquella noticia se había regado como la pólvora, y el pueblo estaba enardecido. Todas las pruebas recabadas por Odette Brown le habían sido de gran ayuda, y sabía que Eduardo comenzaría a dar sus últimos esfuerzos para mantenerse en el trono. Cruzándose de brazos, la joven princesa sonrió al ver cómo todos en el palacio de la Zarzuela corrían de un lado a otro. Aquel escándalo había estallado, y ahora Eduardo se encontraba entre la espada y la pared. Estaba acorralado. En su estudio, Eduardo arrojaba todo objeto que estuviese a su alcance contra los muros. ¿Cómo era posible que todo aquello saliera a la luz? ¿Quién se había atrevido a exponerlo en los medios? Su teléfono no había dejado de sonar en todo la tarde, y sabía que era cuestión de tiempo hasta que el pueblo español exigiera un juicio en su contra. Frustrado, continuaba rompiendo todo a
La noche había caído, y en cada casa española, se seguía escuchando la noticia que contaba la verdadera cara de Eduardo Cervantes. Las personas no habían tenido duda alguna en unificar su condena: el nuevo Rey ya no era bienvenido en su tierra, y pronto la queja comunitaria, se había convertido en un aullido generalizado que exigía un castigo ejemplar para el Cervantes. Oculto en la oscuridad de la noche, Eduardo observaba a las personas pasar mientras se mantenía bajo resguardo dentro de una de sus camionetas; gran parte de sus hombres también le había dado la espalda una vez que sus “pequeñas” indiscreciones salieron a la luz pública, y ahora solo un puñado de ellos junto a su mayordomo, se mantenían fieles hasta el final. ¿Cómo era que Martina se había conseguido las pruebas? ¿Cómo era que la vida decidía quitárselo todo cuando ya lo tenía en la mano? Habiendo crecido casi como un mendigo y sabiendo que tenía sangre de la realeza en sus venas, aquel sentimiento de impotencia que
—El día de mañana se llevará a cabo la boda real entre la princesa heredera Bernadette Baskerville y el Duque heredero de Devonshire Henrick Godric. Se habla de una ceremonia por todo lo grande y ya se siente la emoción en el ambiente de Londres… —El botón de apagado fue oprimido, y Eduardo Cervantes miró su propio reflejo en aquella pantalla oscura. Levantándose, abrió la ventana de aquel hotel barato, y sintió el viento frio golpearlo a la cara. Era septiembre, y las hojas de los árboles caían con lentitud hacia el suelo. Había logrado llegar a Londres sin ser detectado, y aun cuando ya se había expedido una ficha de búsqueda internacional por él, nadie realmente prestaba atención a la urgencia de su captura ante la “emoción” que el pueblo ingles estaba sintiendo por la boda que sería llevada a cabo al día siguiente. Todos hablaban de la bella princesa Bernadette, de su generosidad y de cómo había ayudado a un orfanato, así como también la gente esparcía los rumores sobre Chiara Ce
La marcha nupcial se escuchaba, y todos los invitados en la hermosa abadía de Westminster, se sentían verdaderamente ansiosos de ver a la novia que pronto haría su espectacular aparición. La Reina Berta, esperaba con gran emoción ver a su querida sobrina entrando, mientras permanecía apoyada por su fiel Andrew, junto a Henrick Godric. Ella había entrado junto a él, siendo que el joven no tenía familia alguna acompañándolo. Mirando aquel par de asientos vacíos, con los nombres de sus padres encima, Henrick sonrió tristemente. De alguna manera, deseo creer que su madre estaba allí en ese momento…acompañándolo.—Se que tu madre está aquí a tu lado, y ella está muy orgullosa de ti, Henrick, sé que tú y mi Bernadette, darán lo mejor de sí mismos por ser felices, y por nuestra gloriosa nación también. — dijo la reina que cada vez lucia más y más cansada.Henrick asintió. — Creo que ella está aquí en verdad, mi madre siempre fue la mejor…y aunque voy a extrañarla toda mi vida, me hace muy fe
Chiara Cervantes se burlaba desde su cama en el hospital. Eduardo Cervantes había disparado casi a quema ropa para asesinar a Bernadette Baskerville, pero el entrometido de Henrick Godric se había interpuesto entre ambos recibiendo varios disparos en la espalda y cayendo frente a la nueva Reina de Inglaterra. Bernadette, ahora era televisada en vivo gritando como una loca, y Chiara sentía verdadero placer en ello.—Maldita…si yo no puedo ser feliz, entonces tu tampoco merecer serlo. — dijo Chiara regodeándose del dolor de aquella mujer a la que había odiado durante prácticamente toda su vida.Eduardo Cervantes sonrió antes de ser sometido por los guardas reales. Con lágrimas de dolor, de horror y confusión, La Reina Bernadette soltó un grito desgarrador. Frente a ella, el cuerpo de su amado esposo había caído intentando protegerla a ella. El vuelo de la paloma blanca se elevó, y Henrick, apenas respirando, miraba a su esposa a los ojos.—¡Una ambulancia! ¡Se los ruego! ¡Salven a mi es
Los fuegos artificiales resplandecían en lo alto. Ocho meses habían transcurrido desde aquella boda roja, como fue nombrado el día de su matrimonio con Henrick Godric, y Bernadette observaba las hermosas estelas de luz colorida en el cielo. Saludando al pueblo que la ovacionaba emocionado, Bernadette sonrió y miró a su amada tía, la Reina Berta, que junto a su madre sostenía a su pequeño hijo: El príncipe Gabriel.Sosteniéndolo en sus brazos, Bernadette y Henrick mostraron su heredero al pueblo de Inglaterra, que, sobrecogido por la emoción, celebraban el nacimiento del príncipe Gabriel.Besando los labios de su esposo, la hermosa rubia lo tomó de la mano y caminó junto a él al interior del castillo de Devonshire. Apoyada por su esposo, Bernadette regresó a su cama, la misma en la que Henrick había nacido. Hacia apenas unas horas, allí mismo había dado a luz a su amado hijo.—Realmente eres temeraria, pero ciertamente todos están felices, y Gabriel, Dios, solo míralo, es hermoso. — di