Los fuegos artificiales resplandecían en lo alto. Ocho meses habían transcurrido desde aquella boda roja, como fue nombrado el día de su matrimonio con Henrick Godric, y Bernadette observaba las hermosas estelas de luz colorida en el cielo. Saludando al pueblo que la ovacionaba emocionado, Bernadette sonrió y miró a su amada tía, la Reina Berta, que junto a su madre sostenía a su pequeño hijo: El príncipe Gabriel.Sosteniéndolo en sus brazos, Bernadette y Henrick mostraron su heredero al pueblo de Inglaterra, que, sobrecogido por la emoción, celebraban el nacimiento del príncipe Gabriel.Besando los labios de su esposo, la hermosa rubia lo tomó de la mano y caminó junto a él al interior del castillo de Devonshire. Apoyada por su esposo, Bernadette regresó a su cama, la misma en la que Henrick había nacido. Hacia apenas unas horas, allí mismo había dado a luz a su amado hijo.—Realmente eres temeraria, pero ciertamente todos están felices, y Gabriel, Dios, solo míralo, es hermoso. — di
— Levántate, y vete quiero que te largues de mi casa tan pronto como te levantes…no eres más que una asquerosa traidora que me ha engañado, y el bebé que esperas, de ninguna manera puede ser mío — Bernadette se tocó la mejilla mallugada por aquella bofetada que recibió de su esposo, luego de ser cruelmente acusada de una infidelidad que jamás cometió. Alzando su vista hacia el, notó con pesar aquella cruel mirada en Kendrick Godric, el hombre que prometió amarla y protegerla frente al altar y sus padres, para toda la vida. El, había preferido creer en las palabras de otra. Había preferido creerle a su amante. — Eres tan blando, cariño, pero, ese vestido es demasiado costoso, mucho más de lo que merece una sucia infiel como ella. Al final, demostró ser la escoria que creías que era desde el principio, es una pena que tus padres la eligieran para ser tu esposa solo por su decadente apellido — dijo Chiara Cervantes, acercándose a Kendrick. — ¿No crees que ese vestido se verá mejor en
Seis meses pasaron. Altos tacones resonaban en el suelo de mármol de aquel corredor que conducía al estudio privado de la reina. Los murmullos se escuchaban por lo bajo, hablando de divorcio y traición, pero se callaban en el acto después de recibir aquella mirada fría y fiera que no mostraba rastro alguno de piedad. Su mirada violeta se había tornado tan helada como aquella tormenta que casi la llevó a los brazos de la muerte, y que le arrebató lo único que podría haber dejado en ella la bondad de un pasado que no volvería más. — Señorita Baskerville, pase por favor, su alteza la está esperando — Sin inmutarse, Bernadette entró en aquel viejo recinto que hablaba de un glorioso pasado que siglo tras siglo se volvía más y más decadente. Y como si fuera parte de aquel panorama antiguo, la reina Berta la miró con comprensión. Nadie lo sabía, pues los Baskerville habían perdido sus títulos nobles a causa de un conflicto orquestado por los Cervantes españoles hace años, pero eran l
Aquellos caminos eran familiares. Bernadette Baskerville recordaba esos senderos que llevaban hacia el viejo castillo de Devonshire y que hablaban de una vieja historia de amor, en que una princesa en desgracia, era rescatada por un príncipe que juró protegerla, aún cuando sus familias habían decidido sus destinos. Por aquellos senderos arbolados que la recibieron por primera vez en una primavera hacia ya un año, caminó muchas veces tomada de la mano de su ex esposo. La última vez, recorrió aquel camino empedrado durante una cruel tormenta en pleno invierno, sola, casi desnuda, descalza, y con el alma hecha pedazos. Apenas y si había logrado sobrevivir gracias a aquel buen samaritano que la rescató esa noche. Estaba regresando a Devonshire nuevamente en primavera. Quizás, aquello era una cruel manera que el destino tenía para burlarse de ella. “Debes de ser fuerte, nuestro regreso a la monarquía es inminente, pero no debes arruinarlo esta vez” Una sonrisa irónica se dibujó en sus
Era la hora del té, y la reina Berta, en el castillo de Bukingham, mira a su mayordomo entrando al saloncito en dónde se encontraba. — Su majestad, la señorita Baskerville parece haber arribado sana y salva a Devonshire. — La reina sonrió. — Bien, asegúrate de que nuestro querido Mikael Archer sepa que su hija se encuentra a salvo — ordenó. — Si su alteza. — Dando un elegante sorbo a su taza de té, la reina sonrió. Sabía que su querida sobrina nieta, no estaría para nada contenta con aquella pequeña sorpresa extra que olvidó intencionadamente mencionarle en su reunión. Sin embargo, estaba segura de que ese par de jóvenes, encontrarían el camino, después de todo, no tenían más opciones. Los conflictos internacionales cada día eran más tensos, y la mayoría de las personas de la vieja Inglaterra no estaban satisfechos con el dominio que los Cervantes habían logrado ya al matrimoniarse con miembros de la realeza. Era el momento de arreglar las cosas...y solo la sangre noble y jov
El cielo de esa mañana se mostraba claro y sin una sola nube gris que anunciara una lluvia repentina como solía ocurrir en aquel valle. Henrick disparaba hacia el blanco en su campo de tiro, mientras mil cosas se paseaban en su mente. Aquellos ojos violeta vivaces y llenos de odio, no lograba sacarlos de sus pensamientos. Aquella mujer había demostrado ser una fiera, y aquello, le gustaba. Era mejor que la sumisa esposa que fue para su hermano mayor y que el llegó a despreciar al creerla diferente. Por supuesto, a pesar de ello había decidido protegerla desde las sombras, pues aún en medio de su desprecio inicial por Bernadette Baskerville, había nacido un profundo respeto hacia ella…y una adoración que no entendió como ni cuando pasó. — Pareces muy concentrado, hermano. Supongo que es porque estás obligado a casarte con esa sucia mujer — La voz de Kendrick interrumpió en el campo de tiro, sin embargo, Henrick no se digno a mirar a su hermano. — ¿Qué es lo que quieres? Di instrucc
El canto de las aves rompía el silencio de la mañana, y las copas de los árboles, se mecían apaciblemente en el gentil viento. La servidumbre comenzaba su rutina diaria, y corría de aquí hacía allá preparando todo para el nuevo día. El aroma de los pastelitos que se horneaban en la cocina, llenaba los pequeños y los grandes espacios, y Bernadette se sintió nostálgica. Hacía un tiempo atrás, aquella había sido su vida diaria, y así habría seguido si aquella fatídica noche nunca hubiese ocurrido. Los hijos de los sirvientes, corrían alegremente en los jardines de servicio, y nuevamente, aquel doloroso nudo con el que llevaba peleando seis meses, le estrujaba la garganta, y el llanto reprimido, amenazaba con escapar, pero, no iba a permitírselo. —Pareces demasiado nostálgica, ¿Todo esto te trae recuerdos? Es una pena que ya no seas la señora de este lugar — La burlona voz de Chiara irrumpió en sus pensamientos. Decidiendo no prestarle atención a esa maliciosa mujer que no había traído m
Decir que estaba realmente furiosa, era no dar crédito a lo que Chiara Cervantes estaba sintiendo en ese momento. — ¿Cómo es posible que dudes de la palabra de mi esposa? ¡Esa maldita mujer hizo entrar esa serpiente a mi alcoba y aun así la estas defendiendo! ¡Exijo que la saques de nuestro hogar! ¡Ella no debe de estar aquí! —Henrick se mantuvo completamente estoico, mientras su hermano le reprochaba.— ¿Tienes pruebas de que lo que dices es verdad? — cuestionó tranquilo.Chiara estalló. — ¡Mi palabra debería ser suficiente! ¡Soy la esposa de tu hermano! — gritó.Mirándola con severidad, Henrick se levantó. — No vuelvas a elevarme la voz, mujer, recuerda que no estás por encima de mí, y lo que yo decida creer, no debes cuestionarlo, ninguno de los dos puede —Kendrick apretó los puños, y salió enfurecido del estudio de su hermano con Chiara tras él. Mirando a su mayordomo, Henrick le ordeno acercarse.—Tengo que salir, el cardenal de la Catedral de Exeter, ha solicitado una audienc