Capítulo 5: La rosa blanca.

El cielo de esa mañana se mostraba claro y sin una sola nube gris que anunciara una lluvia repentina como solía ocurrir en aquel valle. Henrick disparaba hacia el blanco en su campo de tiro, mientras mil cosas se paseaban en su mente. Aquellos ojos violeta vivaces y llenos de odio, no lograba sacarlos de sus pensamientos. Aquella mujer había demostrado ser una fiera, y aquello, le gustaba. Era mejor que la sumisa esposa que fue para su hermano mayor y que el llegó a despreciar al creerla diferente. Por supuesto, a pesar de ello había decidido protegerla desde las sombras, pues aún en medio de su desprecio inicial por Bernadette Baskerville, había nacido un profundo respeto hacia ella…y una adoración que no entendió como ni cuando pasó.

— Pareces muy concentrado, hermano. Supongo que es porque estás obligado a casarte con esa sucia mujer —

La voz de Kendrick interrumpió en el campo de tiro, sin embargo, Henrick no se digno a mirar a su hermano.

— ¿Qué es lo que quieres? Di instrucciones precisas de no ser molestado por nadie — respondió.

Kendrick apretó los dientes. Su hermano menor siempre había sido una molestia y desde su nacimiento había supuesto un peligro para ser el único heredero. Sus peores pesadillas, sin embargo, se habían vuelto realidad con el ascenso de la nueva reina, y su matrimonio con Chiara Cervantes que era mal visto entre la nobleza.

— Esa mujer me engaño, se acostó con otros hombres en mi propia cama y aún así estás dispuesto a casarte con ella, ¿Acaso no sientes el mínimo amor o respeto por tu familia? Los Baskerville fueron degradados, rebajados a la nada que son ahora, ¿Qué honor pretendes obtener al desposar a esa cualquiera? — cuestionó furioso.

Henrick no mostró expresión alguna.

— Hablas de amor y respeto hacia una familia a la que jamás le he importado. Tu creciste creyendo que serías el siguiente Duque en la línea sucesoria, pero ahora que las cosas han cambiado a mi favor, ¿Entonces yo debo respetarte y preocuparme de tus sentimientos y los de nuestro padre? Esa mujer con la que el está casado ahora y a la que hipócritamente llamas madre, el padre que jamás se preocupo por mi o mí madre, y tú, el hermano mayor que siempre me menosprecio, no merecen nada de mi. Mucho menos mi amor o respeto. Y, hermano, las razones que yo tenga para tomar a Bernadette Baskerville son enteramente asunto mío, y nada de lo que digas me hará cambiar de opinión. Además, no deberías expresarte así de la mujer que una vez cargó a tu hijo en su vientre. — respondió.

Kendrick enfureció.

— ¡Ese bastardo que ella abortó nunca fue hijo mío! ¡Mi único hijo está creciendo en el vientre de mi esposa! ¡Bernadette es una m*****a perra infiel que mereció todo lo que le pasó en esa tormenta! — gritó.

Harto, Henrick le soltó un fuerte puñetazo en la cara a su hermano mayor, haciendo que este cayera sobre el pasto y el lodo.

— No permitiré que vuelvas a expresarte así de mi futura esposa, y si quieres mantener la lengua en su sitio, será mejor que no vuelvas a insultarla. — y diciendo esto, se marchó.

Kendrick se tocó la mejilla lastimada, y apretando los dientes, nuevamente maldijo a la nueva reina que le había arrebatado su posición como heredero.

— Maldito seas Henrick, haré lo que sea para recuperar lo que una vez fue mío. — musitó para si mismo.

En los amplios jardines, Bernadette caminaba meditando su nueva e inesperada situación. Sonriendo irónicamente, se sintió una completa estúpida por haber confiado en su tía y sus padres. Ahora era la prometida de un hombre extraño que parecía demasiado arrogante para su gusto. Henrick Godric era un hombre apuesto, pero los recuerdos de lo que su hermano mayor le había hecho y todo lo que había perdido por culpa suya, hacían imposible que llegara a sentir algo por el.

Las copas de árboles danzaban lentamente al compás del viento. Las rosas blancas de aquel jardín que visito un día con su ex suegra, antes de que su salud empeorará y se marchara para siempre, lucían apagadas, casi marchitas; parecía que no habían sido debidamente cuidadas después del fallecimiento de la duquesa.

Con tristeza, Bernadette acaricio los pétalos de la única rosa que parecía haber sobrevivido perfecta al olvido. Y caminando hacia la vieja pileta, tomó un balde para regar aquellos rosales que parecían clamar la memoria de la difunta. Aquella buena mujer había sido la única que la veía sin desprecio en aquel enorme castillo que parecía haber perdido su brillo con su partida.

— Al joven amo no le gusta que nadie se pasee por este jardín, mucho menos que alguien le de agua a las rosas —

La voz de un anciano interrumpió el momento.

— ¿Se refiere a Henrick Godric? Si es así no me sorprende en lo más mínimo, pareciera que ambos hermanos fueron cortados por la misma tijera, no se parecen en nada a la Duquesa Abigail…ella era, una persona muy amable — dijo Bernadette recordando con cariño a la mujer que la trató mejor que su propia madre.

El anciano sonrió. — Puedo asegurarle que el señor Henrick es muy diferente del señor Kendrick. No la echaré de los jardines pues se que usted será la nueva señora de estás tierras que hace tiempo no florecen. Está rosa, abrió el día de ayer que usted llegó, y creo que se abrió tan espléndida para recibirla, como si presintiera su llegada…creo que la duquesa Abigail está contenta de que esté de regreso señora Baskerville. — aseguro.

Bernadette sonrió. Desde ese día, ella misma se ocuparía de los rosales.

— Durante el tiempo en que este aquí, le aseguro que no dejaré que estás rosas se marchiten — aseguró.

— Esa es una promesa muy efímera, Bernadette, además, tu no irás a ninguna parte —

La voz de Henrick interrumpio.

— Señorito Godric — se disculpó el anciano jardinero al ser sorprendido con Bernadette allí.

Henrick le lanzó una mirada furiosa al anciano. Al notarlo, Bernadette se interpuso entre ambos.

— El señor jardinero me advirtió que no debía de estar aquí, así que no lo regañe señor Godric, el hizo debidamente su trabajo, y fue decisión mía no hacerle caso, así que si alguien debe de recibir un castigo por la osadía de estar aquí, esa soy yo — dijo con fiereza la hermosa rubia.

Henrick la miró con seriedad. ¿Por qué en todos los infiernos una señora defendería a un simple jardinero?

Levantando la mano Henrick la miró con severidad, Bernadette cerró los ojos esperando recibir una bofetada ante el insulto que había cometido. Sin embargo, en lugar de eso, sintió un par de palmaditas en la cabeza como las que dan los padres a sus hijos pequeños.

— Tu serás mi esposa, así que tienes la misma libertad que tengo yo para andar en dónde te plazca, así que si deseas cuidar de este jardín, te permitiré hacerlo — dijo el apuesto peligro de ojos celestes. — Señor Campbell, ayude a mi prometida en todo lo que ella necesite para cuidar de las rosas — ordenó.

Bernadette se sorprendió de aquello.

— Si señorito — respondió el anciano.

Bernadette se preguntó, si Henrick era igual a Kendrick, o si había algo mejor en el hermano de su ex.

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