Capítulo 4: Desafío.

Era la hora del té, y la reina Berta, en el castillo de Bukingham, mira a su mayordomo entrando al saloncito en dónde se encontraba.

— Su majestad, la señorita Baskerville parece haber arribado sana y salva a Devonshire. —

La reina sonrió.

— Bien, asegúrate de que nuestro querido Mikael Archer sepa que su hija se encuentra a salvo — ordenó.

— Si su alteza. —

Dando un elegante sorbo a su taza de té, la reina sonrió. Sabía que su querida sobrina nieta, no estaría para nada contenta con aquella pequeña sorpresa extra que olvidó intencionadamente mencionarle en su reunión. Sin embargo, estaba segura de que ese par de jóvenes, encontrarían el camino, después de todo, no tenían más opciones. Los conflictos internacionales cada día eran más tensos, y la mayoría de las personas de la vieja Inglaterra no estaban satisfechos con el dominio que los Cervantes habían logrado ya al matrimoniarse con miembros de la realeza. Era el momento de arreglar las cosas...y solo la sangre noble y joven podría hacerlo.

En Devonshire.

— Desde este momento, Bernadette Baskerville será tratada con el más grande respeto, tal cual y estuvieran tratando a mi persona, pues desde este momento, está mujer será mi prometida, y no permitiré que nadie le falte el respeto a mi futura esposa, ¿Les ha quedado claro? —

Aquel salón se había quedado durante solo un momento, sumergido en un silencio sepulcral que dio paso a la sorpresa y luego, a la indignación.

— ¿Pero que estás diciendo? ¡No puedes comprometerte con mi ex esposa! ¿Acaso es una broma? — gritó Kendrick furioso.

Henrick miró a su hermano mayor directamente a los ojos.

— ¿Por qué no puedo tomar como esposa a la mujer que tú decidiste abandonar a su suerte? — cuestionó sereno.

— ¡Porque esa mujer es indigna! ¿Acaso buscas enlodar la historia de Devonshire comprometiéndote con una mujer divorciada? Y no es solo eso, ¡Es la ex mujer de tu hermano! Nos vas a sumergir a todos en la vergüenza y la humillación pública — aseveró Chiara completamente indignada.

Henrick sonrió, y lanzando una mirada llena de desprecio hacia su cuñada, se burló.

— ¿Qué es lo que dices? Aseguras que es una vergüenza que tome como mi futura esposa a esta mujer, pero tú no la sentiste en el momento en que te escurriste entre las sabanas de mi hermano siendo el un hombre casado, ¿Podrías regocijarte en tu supuesto logro cuando lo único que realmente hiciste fue comportarte como una ramera que sedujo a un hombre que tenía esposa? Está es mi decisión y ya está tomada, no entraré en una discusión absurda, no permitiré que se entrometan, ahora, pueden retirarse — dijo Henrick a su cuñada.

Chiara apretó los puños, y luego dirigió una mirada cargada de odio y desprecio hacia Bernadette que se hallaba indiferente y en completo silencio. Sin decir nada más, salió echa una furia del lugar hacia sus aposentos, con su esposo tras ella. Quedándose solos, Henrick se acercó a Bernadette y tomó el delicado rostro de la hermosa rubia entre sus dedos.

— No tienes nada de que preocuparte, ellos no se meterán contigo, yo voy a protegerte — aseguró.

Sin embargo, zafándose inmediatamente del agarre del pelinegro, Bernadette se alejó del hombre y lo miró con arrogancia.

— ¿A si? Asegura que estaré a salvó de ese par de desgraciados que no podrían importarme menos. ¿Quién se cree que es para llamarme su prometida como si fuera una m*****a propiedad más de este castillo? Podrá ser el próximo Duque de Devonshire, Henrick Godric, pero yo no soy un bien del que pueda disponer. No sé que acuerdo ha hecho con mi tía, la reina, pero no seré forzada a casarme con el hermano menor del hombre que me hizo perderlo todo, así que, si me disculpa su excelencia, me marchó de aquí — dijo la hermosa rubia de ojos violeta, caminando hacia la misma puerta por la que había entrado. Sin embargo, los custodios le impidieron el paso.

Mirando a Henrick que no mostró expresión alguna, frunció en ceño.

— ¿Qué significa esto? — cuestionó.

Henrick se acerco nuevamente para tomarla de la cintura.

— Lo lamento, Bernadette Baskerville, pero nuestro compromiso no está a discusión. Que lo aceptes o no, no tiene la menor importancia, pero te haría bien aceptarlo ya que no estás en la posición de poder oponerse ante una orden de su majestad, sabes muy bien cómo es que esto funciona. ¿Crees que no lo sé? Todos los títulos y propiedades que tú familia perdió contra los Cervantes les han sido devueltos, pero no puedes esperar a que eso fue tan solo por la buena voluntad de la reina. Eres una mujer inteligente, o, al menos, eso ha dicho su majestad. El precio que tus padres estuvieron dispuestos a pagar para poder recuperar la gloria perdida, fuiste tu, así que, no tienes permitido abandonar mi castillo, pues tú serás, mi futura esposa — dijo el apuesto hombre para luego besar por la fuerza y con fiereza los trémulos labios de la hermosa mujer.

Mordiendo el labio de Henrick, lo miró directamente a los ojos. En un impulso, Bernadette tomó por el cuello de la elegante camisa a aquel hombre que intentaba imponerse, y en un hábil movimiento, logro derribarlo al suelo para luego subir sobre de el. Los guardias, inmediatamente, se movieron para defender a su amo y señor, pero una señal de Henrick Godric los detuvo en el acto.

— No se quien cree que soy o que fui, pero puedo asegurarle, Duque de Devonshire, que no soy la misma mujer que estuvo casada con su hermano, y su va a forzarme a hacer algo que no quiero hacer, entonces, le demostraré a usted y a su majestad de que estoy echa. No soy una moneda de cambio que mis padres puedan usar en su beneficio, pienso, siento y decido por mi misma, y ante este engaño con el que he sido traída a sus fauces, digo que no. No seré su esposa nunca, y si llegó a serlo, entonces me tragare mi propia lengua. Ya verá como saldré de aquí, y sus propios guardias serán quienes me cedan el paso —

Henrick sonrió. Aquellos ojos violeta que nadie con sangre real había heredado en siglos, lo miraban desafiantes. Aquella mujer no era la misma que fue la esposa de su hermano. Tomándola por los brazos, de un movimiento la sometió y ahora era el quien se hallaba sobre ella. Azul y violeta se desafiaron y ninguno dejó de sostenerle la mirada al otro en aquella lucha de poder y orgullo que había nacido en ese momento entre ambos. Esa no era la frágil mujer que el rescató entre la nieve, y ella no tenía idea de que aquel hombre era su salvador.

— Eso, mi futura esposa, está por verse —

— Oh sí, señor Godric, ya verá que conmigo, no se juega —

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