Era la hora del té, y la reina Berta, en el castillo de Bukingham, mira a su mayordomo entrando al saloncito en dónde se encontraba.
— Su majestad, la señorita Baskerville parece haber arribado sana y salva a Devonshire. — La reina sonrió. — Bien, asegúrate de que nuestro querido Mikael Archer sepa que su hija se encuentra a salvo — ordenó. — Si su alteza. — Dando un elegante sorbo a su taza de té, la reina sonrió. Sabía que su querida sobrina nieta, no estaría para nada contenta con aquella pequeña sorpresa extra que olvidó intencionadamente mencionarle en su reunión. Sin embargo, estaba segura de que ese par de jóvenes, encontrarían el camino, después de todo, no tenían más opciones. Los conflictos internacionales cada día eran más tensos, y la mayoría de las personas de la vieja Inglaterra no estaban satisfechos con el dominio que los Cervantes habían logrado ya al matrimoniarse con miembros de la realeza. Era el momento de arreglar las cosas...y solo la sangre noble y joven podría hacerlo. En Devonshire. — Desde este momento, Bernadette Baskerville será tratada con el más grande respeto, tal cual y estuvieran tratando a mi persona, pues desde este momento, está mujer será mi prometida, y no permitiré que nadie le falte el respeto a mi futura esposa, ¿Les ha quedado claro? — Aquel salón se había quedado durante solo un momento, sumergido en un silencio sepulcral que dio paso a la sorpresa y luego, a la indignación. — ¿Pero que estás diciendo? ¡No puedes comprometerte con mi ex esposa! ¿Acaso es una broma? — gritó Kendrick furioso. Henrick miró a su hermano mayor directamente a los ojos. — ¿Por qué no puedo tomar como esposa a la mujer que tú decidiste abandonar a su suerte? — cuestionó sereno. — ¡Porque esa mujer es indigna! ¿Acaso buscas enlodar la historia de Devonshire comprometiéndote con una mujer divorciada? Y no es solo eso, ¡Es la ex mujer de tu hermano! Nos vas a sumergir a todos en la vergüenza y la humillación pública — aseveró Chiara completamente indignada. Henrick sonrió, y lanzando una mirada llena de desprecio hacia su cuñada, se burló. — ¿Qué es lo que dices? Aseguras que es una vergüenza que tome como mi futura esposa a esta mujer, pero tú no la sentiste en el momento en que te escurriste entre las sabanas de mi hermano siendo el un hombre casado, ¿Podrías regocijarte en tu supuesto logro cuando lo único que realmente hiciste fue comportarte como una ramera que sedujo a un hombre que tenía esposa? Está es mi decisión y ya está tomada, no entraré en una discusión absurda, no permitiré que se entrometan, ahora, pueden retirarse — dijo Henrick a su cuñada. Chiara apretó los puños, y luego dirigió una mirada cargada de odio y desprecio hacia Bernadette que se hallaba indiferente y en completo silencio. Sin decir nada más, salió echa una furia del lugar hacia sus aposentos, con su esposo tras ella. Quedándose solos, Henrick se acercó a Bernadette y tomó el delicado rostro de la hermosa rubia entre sus dedos. — No tienes nada de que preocuparte, ellos no se meterán contigo, yo voy a protegerte — aseguró. Sin embargo, zafándose inmediatamente del agarre del pelinegro, Bernadette se alejó del hombre y lo miró con arrogancia. — ¿A si? Asegura que estaré a salvó de ese par de desgraciados que no podrían importarme menos. ¿Quién se cree que es para llamarme su prometida como si fuera una m*****a propiedad más de este castillo? Podrá ser el próximo Duque de Devonshire, Henrick Godric, pero yo no soy un bien del que pueda disponer. No sé que acuerdo ha hecho con mi tía, la reina, pero no seré forzada a casarme con el hermano menor del hombre que me hizo perderlo todo, así que, si me disculpa su excelencia, me marchó de aquí — dijo la hermosa rubia de ojos violeta, caminando hacia la misma puerta por la que había entrado. Sin embargo, los custodios le impidieron el paso. Mirando a Henrick que no mostró expresión alguna, frunció en ceño. — ¿Qué significa esto? — cuestionó. Henrick se acerco nuevamente para tomarla de la cintura. — Lo lamento, Bernadette Baskerville, pero nuestro compromiso no está a discusión. Que lo aceptes o no, no tiene la menor importancia, pero te haría bien aceptarlo ya que no estás en la posición de poder oponerse ante una orden de su majestad, sabes muy bien cómo es que esto funciona. ¿Crees que no lo sé? Todos los títulos y propiedades que tú familia perdió contra los Cervantes les han sido devueltos, pero no puedes esperar a que eso fue tan solo por la buena voluntad de la reina. Eres una mujer inteligente, o, al menos, eso ha dicho su majestad. El precio que tus padres estuvieron dispuestos a pagar para poder recuperar la gloria perdida, fuiste tu, así que, no tienes permitido abandonar mi castillo, pues tú serás, mi futura esposa — dijo el apuesto hombre para luego besar por la fuerza y con fiereza los trémulos labios de la hermosa mujer. Mordiendo el labio de Henrick, lo miró directamente a los ojos. En un impulso, Bernadette tomó por el cuello de la elegante camisa a aquel hombre que intentaba imponerse, y en un hábil movimiento, logro derribarlo al suelo para luego subir sobre de el. Los guardias, inmediatamente, se movieron para defender a su amo y señor, pero una señal de Henrick Godric los detuvo en el acto. — No se quien cree que soy o que fui, pero puedo asegurarle, Duque de Devonshire, que no soy la misma mujer que estuvo casada con su hermano, y su va a forzarme a hacer algo que no quiero hacer, entonces, le demostraré a usted y a su majestad de que estoy echa. No soy una moneda de cambio que mis padres puedan usar en su beneficio, pienso, siento y decido por mi misma, y ante este engaño con el que he sido traída a sus fauces, digo que no. No seré su esposa nunca, y si llegó a serlo, entonces me tragare mi propia lengua. Ya verá como saldré de aquí, y sus propios guardias serán quienes me cedan el paso — Henrick sonrió. Aquellos ojos violeta que nadie con sangre real había heredado en siglos, lo miraban desafiantes. Aquella mujer no era la misma que fue la esposa de su hermano. Tomándola por los brazos, de un movimiento la sometió y ahora era el quien se hallaba sobre ella. Azul y violeta se desafiaron y ninguno dejó de sostenerle la mirada al otro en aquella lucha de poder y orgullo que había nacido en ese momento entre ambos. Esa no era la frágil mujer que el rescató entre la nieve, y ella no tenía idea de que aquel hombre era su salvador. — Eso, mi futura esposa, está por verse — — Oh sí, señor Godric, ya verá que conmigo, no se juega —El cielo de esa mañana se mostraba claro y sin una sola nube gris que anunciara una lluvia repentina como solía ocurrir en aquel valle. Henrick disparaba hacia el blanco en su campo de tiro, mientras mil cosas se paseaban en su mente. Aquellos ojos violeta vivaces y llenos de odio, no lograba sacarlos de sus pensamientos. Aquella mujer había demostrado ser una fiera, y aquello, le gustaba. Era mejor que la sumisa esposa que fue para su hermano mayor y que el llegó a despreciar al creerla diferente. Por supuesto, a pesar de ello había decidido protegerla desde las sombras, pues aún en medio de su desprecio inicial por Bernadette Baskerville, había nacido un profundo respeto hacia ella…y una adoración que no entendió como ni cuando pasó. — Pareces muy concentrado, hermano. Supongo que es porque estás obligado a casarte con esa sucia mujer — La voz de Kendrick interrumpió en el campo de tiro, sin embargo, Henrick no se digno a mirar a su hermano. — ¿Qué es lo que quieres? Di instrucc
El canto de las aves rompía el silencio de la mañana, y las copas de los árboles, se mecían apaciblemente en el gentil viento. La servidumbre comenzaba su rutina diaria, y corría de aquí hacía allá preparando todo para el nuevo día. El aroma de los pastelitos que se horneaban en la cocina, llenaba los pequeños y los grandes espacios, y Bernadette se sintió nostálgica. Hacía un tiempo atrás, aquella había sido su vida diaria, y así habría seguido si aquella fatídica noche nunca hubiese ocurrido. Los hijos de los sirvientes, corrían alegremente en los jardines de servicio, y nuevamente, aquel doloroso nudo con el que llevaba peleando seis meses, le estrujaba la garganta, y el llanto reprimido, amenazaba con escapar, pero, no iba a permitírselo. —Pareces demasiado nostálgica, ¿Todo esto te trae recuerdos? Es una pena que ya no seas la señora de este lugar — La burlona voz de Chiara irrumpió en sus pensamientos. Decidiendo no prestarle atención a esa maliciosa mujer que no había traído m
Decir que estaba realmente furiosa, era no dar crédito a lo que Chiara Cervantes estaba sintiendo en ese momento. — ¿Cómo es posible que dudes de la palabra de mi esposa? ¡Esa maldita mujer hizo entrar esa serpiente a mi alcoba y aun así la estas defendiendo! ¡Exijo que la saques de nuestro hogar! ¡Ella no debe de estar aquí! —Henrick se mantuvo completamente estoico, mientras su hermano le reprochaba.— ¿Tienes pruebas de que lo que dices es verdad? — cuestionó tranquilo.Chiara estalló. — ¡Mi palabra debería ser suficiente! ¡Soy la esposa de tu hermano! — gritó.Mirándola con severidad, Henrick se levantó. — No vuelvas a elevarme la voz, mujer, recuerda que no estás por encima de mí, y lo que yo decida creer, no debes cuestionarlo, ninguno de los dos puede —Kendrick apretó los puños, y salió enfurecido del estudio de su hermano con Chiara tras él. Mirando a su mayordomo, Henrick le ordeno acercarse.—Tengo que salir, el cardenal de la Catedral de Exeter, ha solicitado una audienc
Una lluvia ligera caía sobre Devonshire casi como una bendición de primavera. Desde sus lujosos aposentos, Henrick observaba aquellos rosales blancos mientras los recuerdos llegaban hasta él.“Algún día, todo el sendero estará cubierto de rosas”Aquel, era el deseo de su madre. Era tan lamentable que no hubiera llegado a cumplirse. El rostro enlodado de Bernadette, sin embargo, lo hizo sentir su corazón estrujado. Ella había hecho lo impensable por salvar a aquellos mismos rosales que él amó un día y que dejó para morir en el olvido. El rose de su mano con la suya, aun se sentía cálido. A ella, no le había importado ensuciarse con barro, entonces, a él tampoco. Un par de golpes se escucharon en la puerta de su alcoba.—Adelante — ordenó.—Disculpe, su alteza, el auto está listo —Sin decir nada, Henrick Godric salió. Por supuesto, había escuchado de labios de su mayordomo personal y del mayordomo real, el mal trato que su padre y Chiara Cervantes habían dado a su prometida, y no iba a
El cielo de esa mañana era sencillamente precioso. Las rosas blancas, llenaban el viento con su delicado aroma, y entre los jardines del castillo de Devonshire, podían apreciarse pequeños conejos que corrían animadamente junto a sus crías. Era primavera, simple y ligera primavera, que acariciaba su piel pálida y la sentía como una cruel burla ante su infelicidad. En los grandes cuentos, la princesa llegaba en primavera, y encontraba su ocaso en el invierno…ella, había pisado por primera vez aquellas tierras vastas y hermosas, durante una primavera, y las abandonó durante un gélido invierno…el más cruel que jamás antes vivió. Ahora, como si el destino le hiciera una broma cruel, llegaba nuevamente a esas tierras apenas un año después de que las pisara por vez primera, y para ser la esposa del hermano menor del hombre que la destrozó. No podía negarlo y no lo haría, estaba dolida, estaba, en pocas palabras, realmente destrozada. Tocando su vientre, deseo llorar como aquella noche en que
— ¡Que alguien llame al médico! — gritó Henrick aterrorizado.Bernadette, apenas y si estaba respirando.Rápido, la tomó entre sus brazos para llevarla a la cama. Estaba pálida, y tenía la piel ligeramente fría. Tomando una de sus manos con extrema delicadeza, Henrick logró apreciar mejor lo amarillento en las puntas de sus dedos, y rápidamente vino a él el recuerdo de hacía dos noches, cuando ambos sacaron la tierra envenenada de los rosales para intentar salvarlos. La furia, se apoderó de él durante un segundo, y mirando con severidad a una de las sirvientas que ayudaban a acomodar la cama de la hermosa rubia, habló.—Esa noche, ¿Quién estuvo en los jardines de mi madre? — cuestionó aunque ya sabía demasiado bien quienes eran los culpables, pero necesitaba pruebas.La joven mujer, sabía qué hacía dos tardes la señora Chiara había ordenado envenenar los rosales blancos que cuidaba la señora Bernadette, pero sabiendo bien lo que había pasado con el sirviente del evento de las serpient
—Y se lo agradezco, su alteza. — —Y-Yo… —Henrick, en ese momento, por primera vez en toda su vida, se sintió vulnerable, y expuesto. Un sonrojo pronunciado se dibujó en su rostro, y rápidamente se levantó para caminar hacia la ventana. Bernadette miró su entorno. La enorme habitación de altos techos y tapiz rosado, parecía demasiado silenciosa. Sintiendo un pinchazo en el dorso de su mano, notó la intravenosa y posteriormente el suero que estaba conectado. No recordaba nada de lo ocurrido, salvó haberse sentido demasiado mareada antes de perder el conocimiento. —¿Qué fue lo que me ocurrió? — cuestionó más para si misma que para el futuro Duque de Devonshire. Henrick miró en dirección hacía los jardines de rosas blancas, y forzando sus nervios a recuperar el control, carraspeó para aclarar su garganta.—Te desmayaste, el médico dijo que habías sufrido un envenenamiento a causa de ese liquido que vertieron sobre los rosales. Si te sentías mal, debiste decirme. — reprochó. Berna
—¿A dónde crees que vas? — cuestionó Chiara esforzándose por no sonreír de satisfacción. —Te doy la razón, cariño, creo que debo personalmente dar aviso a mi padre de esta situación extraordinaria. — respondió. Viéndolo salir, Chiara se acomodó plácidamente en el enorme sofá de terciopelo. Bernadette Baskerville, de alguna manera había logrado quedarse hasta ese momento, pero solo era cuestión de tiempo para lograr sacarla una vez más de allí. Mirando los enormes espacios completamente llenos de lujo del hermoso castillo de Devonshire, sonrió al imaginarse siendo la única gran señora de esas vastas tierras. Había sacrificado demasiado para lograr estar en dónde estaba. Aún así, la relación cada vez más cercana entre Henrick Godric y esa zorra, la tenía preocupada. Agitando la campana, rápidamente una sirvienta apareció. —Que preparen mi coche y se aliste mi chófer, iré a la villa de mis suegros. — ordenó la castaña. Sabía que Kendrick calentaría la cabeza del Duque, pero ella,