Aquellos caminos eran familiares. Bernadette Baskerville recordaba esos senderos que llevaban hacia el viejo castillo de Devonshire y que hablaban de una vieja historia de amor, en que una princesa en desgracia, era rescatada por un príncipe que juró protegerla, aún cuando sus familias habían decidido sus destinos. Por aquellos senderos arbolados que la recibieron por primera vez en una primavera hacia ya un año, caminó muchas veces tomada de la mano de su ex esposo. La última vez, recorrió aquel camino empedrado durante una cruel tormenta en pleno invierno, sola, casi desnuda, descalza, y con el alma hecha pedazos. Apenas y si había logrado sobrevivir gracias a aquel buen samaritano que la rescató esa noche.
Estaba regresando a Devonshire nuevamente en primavera. Quizás, aquello era una cruel manera que el destino tenía para burlarse de ella. “Debes de ser fuerte, nuestro regreso a la monarquía es inminente, pero no debes arruinarlo esta vez” Una sonrisa irónica se dibujó en sus labios. Su madre tan solo se preocupaba por recuperar todo lo que los Baskerville habían perdido. “No te preocupes, mi amor, si no te sientes lista, puedes dejarlo, no importan esos títulos, lo que es realmente importante es que tu te encuentres bien” Su padre no quería que ella regresará a sufrir bajo el mismo techo que las dos personas que habían arruinado su vida, pero no tenía el valor de oponerse a la voluntad de su esposa o de la reina. Mostrando una sonrisa ladina, miró con desprecio esos senderos que como una ingenua enamorada recorrió una vez. Aquellas, las tierras de los Godric, deseaba verlas arder, y aquel par de miserables que le arrebataron todo, quería verlos arrodillarse ante ella. Ese era el castigo que merecían recibir, y ella, está vez, esperaba ser el verdugo. Pronto, la silueta solemne del castillo, se dibujó en medio del paisaje, y la rubia se preguntaba, ¿Cómo estaban recibiendo la noticia esos dos? — ¡Esto es inconcebible! ¿Por qué tenemos que recibirla? ¡Ella ya no es la señora de estás tierras, lo soy yo! ¡De ninguna manera voy a aceptar esto aunque sea la orden de su majestad! — gritaba Chiara Cervantes completamente fuera de si. Henrick bebía tranquilamente de su taza de té, mientras observaba como su estúpido hermano mayor, intentaba calmar a su desalmada y caprichosa esposa. — Tranquila, cariño, sabes que no podemos negarnos a una orden de su majestad, así que deberás aceptarlo, igualmente, veré qué ella no se meta contigo, tu eres mi esposa y ella no es nadie — aseguraba Kendrick Godric. Henrick casi quiso reír al escuchar a su hermano decir eso. Llamando con una señal a una de las sirvientas, el apuesto hombre de cabellos negros y ojos celestes, susurró una indicación al oído de la empleada. Aquello daría comienzo, y el, con todo gusto, sería quien levantaría el telón. — Da lo mismo lo que opinen, ella no viene a verlos o a convivir con ustedes. Será mi protegida, así que, un acto en su contra será como hacerlo conmigo, y dado que yo seré el nuevo Duque de Devonshire, ustedes, no tienen nada que reprocharme. Está es mi decisión y de su alteza, así que, o amarras la vulgar y molesta boca de tu esposa, hermano, o deberán ir buscando en dónde vivir. Esto no está a discusión. — dijo terminante. Kendrick apretó los puños mientras miraba directamente a los arrogantes ojos de su hermano menor. De alguna manera, se decía a si mismo, Bernadette había sobrevivido a la tormenta aquella noche, y no fueron pocos los que supieron lo que el y Chiara habían hecho. La nueva reina, sin ninguna contemplación, había elegido a Henrick como el próximo Duque de Devonshire aún en contra de los deseos de sus padres. Sin embargo, no estaba dispuesto a renunciar a lo que le pertenecía por derecho. — Tu solo heredaras el título por el deseo de la reina, pero todos sabemos que no lo mereces. Eres el hijo menor de los Godric, ¿Por qué habrías tu de recibirlo?, yo no voy a aceptar a esa mujerzuela en mi casa, estoy esperando al hijo de tu hermano, tu sobrino, ¿Por qué debo tolerar la presencia de esa mujer en mi hogar? — dijo con voz fingida y sufrida la mujer de cabellos castaños. En ese momento, las puertas de aquel salón se abrieron, revelando a Bernadette Baskerville ante todos. — Porque fue una orden de su majestad, querida Chiara, o dime, ¿Acaso estás dispuesta a desobedecer? — cuestionó la hermosa rubia interrumpiendo la discusión. Aquel lugar se había quedado en silencio. Ataviada en un costoso y elegante vestido negro, sus ojos violeta miraron desafiantes a aquellos que le habían arrebatado lo más valioso. Desde aquella noche en que perdió a su hijo, ella no vestía de otro color como un luto auto impuesto. — M*****a… ¡¿Cómo te atreves a hablarme así!? Soy la esposa del Conde de Devonshire, y tú, solo eres una plebeya — dijo Chiara acercándose a la rubia. — Puedo ordenar que te corten la lengua de inmediato — aseguro. Bernadette sonrió. — Por favor, hazlo, quiero que en este momento órdenes que me corten la lengua, por supuesto, si tienes realmente la autoridad para hacerlo. No he olvidado lo que ustedes dos me hicieron, y para mí será un gran placer convertirme en una enorme molestia — respondió para luego acercarse a la oreja de la castaña. — No dejaré que tengas un solo momento de paz, Chiara — dijo como una promesa. Kendrick se acercó para retirar a su esposa. Mirando a Bernadette, pudo ver qué aquella mujer ya no mostraba una mirada dulce e ingenua. Había cambiado, parecía mucho más madura…mucho más hermosa. Sin embargo, los recuerdos de su traición lo llenaron de ira, y levantando la mano para golpearla, gritó. — ¡No le faltes el respeto a mi esposa! — Bernadette no se movió de su sitio ni mostró temor alguno. No le daría el placer de ver miedo alguno en ella. Sin embargo, en ese momento la mano de Henrick lo detuvo. — No te atrevas a tocarla, Kendrick — dijo el pelinegro doblando dolorosamente la mano de su hermano mayor. — Henrick, ¡Ella no debería de estar aquí! — gritó Kendrick. El joven heredero sonrió. — Chiara, aún cuando eres la esposa de mi hermano, no tienes autoridad alguna de ordenar una barbarie, y ni siquiera mi padre, el actual Duque, tiene la autoridad para ordenar semejante atrocidad. Así que, quiero que todos escuchen con atención lo que voy a decir — dijo para todos los presentes. — Desde este momento, Bernadette Baskerville será tratada con el más grande respeto, tal cual y estuvieran tratando a mi persona, pues desde este momento, está mujer será mi prometida, y no permitiré que nadie le falte el respeto a mi futura esposa, ¿Les ha quedado claro? — En ese momento la sorpresa e indignación se había apoderado de toda alma presente en el sitio. Incluso Bernadette, no tenía idea de lo que estaba pasando.Era la hora del té, y la reina Berta, en el castillo de Bukingham, mira a su mayordomo entrando al saloncito en dónde se encontraba. — Su majestad, la señorita Baskerville parece haber arribado sana y salva a Devonshire. — La reina sonrió. — Bien, asegúrate de que nuestro querido Mikael Archer sepa que su hija se encuentra a salvo — ordenó. — Si su alteza. — Dando un elegante sorbo a su taza de té, la reina sonrió. Sabía que su querida sobrina nieta, no estaría para nada contenta con aquella pequeña sorpresa extra que olvidó intencionadamente mencionarle en su reunión. Sin embargo, estaba segura de que ese par de jóvenes, encontrarían el camino, después de todo, no tenían más opciones. Los conflictos internacionales cada día eran más tensos, y la mayoría de las personas de la vieja Inglaterra no estaban satisfechos con el dominio que los Cervantes habían logrado ya al matrimoniarse con miembros de la realeza. Era el momento de arreglar las cosas...y solo la sangre noble y jov
El cielo de esa mañana se mostraba claro y sin una sola nube gris que anunciara una lluvia repentina como solía ocurrir en aquel valle. Henrick disparaba hacia el blanco en su campo de tiro, mientras mil cosas se paseaban en su mente. Aquellos ojos violeta vivaces y llenos de odio, no lograba sacarlos de sus pensamientos. Aquella mujer había demostrado ser una fiera, y aquello, le gustaba. Era mejor que la sumisa esposa que fue para su hermano mayor y que el llegó a despreciar al creerla diferente. Por supuesto, a pesar de ello había decidido protegerla desde las sombras, pues aún en medio de su desprecio inicial por Bernadette Baskerville, había nacido un profundo respeto hacia ella…y una adoración que no entendió como ni cuando pasó. — Pareces muy concentrado, hermano. Supongo que es porque estás obligado a casarte con esa sucia mujer — La voz de Kendrick interrumpió en el campo de tiro, sin embargo, Henrick no se digno a mirar a su hermano. — ¿Qué es lo que quieres? Di instrucc
El canto de las aves rompía el silencio de la mañana, y las copas de los árboles, se mecían apaciblemente en el gentil viento. La servidumbre comenzaba su rutina diaria, y corría de aquí hacía allá preparando todo para el nuevo día. El aroma de los pastelitos que se horneaban en la cocina, llenaba los pequeños y los grandes espacios, y Bernadette se sintió nostálgica. Hacía un tiempo atrás, aquella había sido su vida diaria, y así habría seguido si aquella fatídica noche nunca hubiese ocurrido. Los hijos de los sirvientes, corrían alegremente en los jardines de servicio, y nuevamente, aquel doloroso nudo con el que llevaba peleando seis meses, le estrujaba la garganta, y el llanto reprimido, amenazaba con escapar, pero, no iba a permitírselo. —Pareces demasiado nostálgica, ¿Todo esto te trae recuerdos? Es una pena que ya no seas la señora de este lugar — La burlona voz de Chiara irrumpió en sus pensamientos. Decidiendo no prestarle atención a esa maliciosa mujer que no había traído m
Decir que estaba realmente furiosa, era no dar crédito a lo que Chiara Cervantes estaba sintiendo en ese momento. — ¿Cómo es posible que dudes de la palabra de mi esposa? ¡Esa maldita mujer hizo entrar esa serpiente a mi alcoba y aun así la estas defendiendo! ¡Exijo que la saques de nuestro hogar! ¡Ella no debe de estar aquí! —Henrick se mantuvo completamente estoico, mientras su hermano le reprochaba.— ¿Tienes pruebas de que lo que dices es verdad? — cuestionó tranquilo.Chiara estalló. — ¡Mi palabra debería ser suficiente! ¡Soy la esposa de tu hermano! — gritó.Mirándola con severidad, Henrick se levantó. — No vuelvas a elevarme la voz, mujer, recuerda que no estás por encima de mí, y lo que yo decida creer, no debes cuestionarlo, ninguno de los dos puede —Kendrick apretó los puños, y salió enfurecido del estudio de su hermano con Chiara tras él. Mirando a su mayordomo, Henrick le ordeno acercarse.—Tengo que salir, el cardenal de la Catedral de Exeter, ha solicitado una audienc
Una lluvia ligera caía sobre Devonshire casi como una bendición de primavera. Desde sus lujosos aposentos, Henrick observaba aquellos rosales blancos mientras los recuerdos llegaban hasta él.“Algún día, todo el sendero estará cubierto de rosas”Aquel, era el deseo de su madre. Era tan lamentable que no hubiera llegado a cumplirse. El rostro enlodado de Bernadette, sin embargo, lo hizo sentir su corazón estrujado. Ella había hecho lo impensable por salvar a aquellos mismos rosales que él amó un día y que dejó para morir en el olvido. El rose de su mano con la suya, aun se sentía cálido. A ella, no le había importado ensuciarse con barro, entonces, a él tampoco. Un par de golpes se escucharon en la puerta de su alcoba.—Adelante — ordenó.—Disculpe, su alteza, el auto está listo —Sin decir nada, Henrick Godric salió. Por supuesto, había escuchado de labios de su mayordomo personal y del mayordomo real, el mal trato que su padre y Chiara Cervantes habían dado a su prometida, y no iba a
El cielo de esa mañana era sencillamente precioso. Las rosas blancas, llenaban el viento con su delicado aroma, y entre los jardines del castillo de Devonshire, podían apreciarse pequeños conejos que corrían animadamente junto a sus crías. Era primavera, simple y ligera primavera, que acariciaba su piel pálida y la sentía como una cruel burla ante su infelicidad. En los grandes cuentos, la princesa llegaba en primavera, y encontraba su ocaso en el invierno…ella, había pisado por primera vez aquellas tierras vastas y hermosas, durante una primavera, y las abandonó durante un gélido invierno…el más cruel que jamás antes vivió. Ahora, como si el destino le hiciera una broma cruel, llegaba nuevamente a esas tierras apenas un año después de que las pisara por vez primera, y para ser la esposa del hermano menor del hombre que la destrozó. No podía negarlo y no lo haría, estaba dolida, estaba, en pocas palabras, realmente destrozada. Tocando su vientre, deseo llorar como aquella noche en que
— ¡Que alguien llame al médico! — gritó Henrick aterrorizado.Bernadette, apenas y si estaba respirando.Rápido, la tomó entre sus brazos para llevarla a la cama. Estaba pálida, y tenía la piel ligeramente fría. Tomando una de sus manos con extrema delicadeza, Henrick logró apreciar mejor lo amarillento en las puntas de sus dedos, y rápidamente vino a él el recuerdo de hacía dos noches, cuando ambos sacaron la tierra envenenada de los rosales para intentar salvarlos. La furia, se apoderó de él durante un segundo, y mirando con severidad a una de las sirvientas que ayudaban a acomodar la cama de la hermosa rubia, habló.—Esa noche, ¿Quién estuvo en los jardines de mi madre? — cuestionó aunque ya sabía demasiado bien quienes eran los culpables, pero necesitaba pruebas.La joven mujer, sabía qué hacía dos tardes la señora Chiara había ordenado envenenar los rosales blancos que cuidaba la señora Bernadette, pero sabiendo bien lo que había pasado con el sirviente del evento de las serpient
—Y se lo agradezco, su alteza. — —Y-Yo… —Henrick, en ese momento, por primera vez en toda su vida, se sintió vulnerable, y expuesto. Un sonrojo pronunciado se dibujó en su rostro, y rápidamente se levantó para caminar hacia la ventana. Bernadette miró su entorno. La enorme habitación de altos techos y tapiz rosado, parecía demasiado silenciosa. Sintiendo un pinchazo en el dorso de su mano, notó la intravenosa y posteriormente el suero que estaba conectado. No recordaba nada de lo ocurrido, salvó haberse sentido demasiado mareada antes de perder el conocimiento. —¿Qué fue lo que me ocurrió? — cuestionó más para si misma que para el futuro Duque de Devonshire. Henrick miró en dirección hacía los jardines de rosas blancas, y forzando sus nervios a recuperar el control, carraspeó para aclarar su garganta.—Te desmayaste, el médico dijo que habías sufrido un envenenamiento a causa de ese liquido que vertieron sobre los rosales. Si te sentías mal, debiste decirme. — reprochó. Berna