Decir que estaba realmente furiosa, era no dar crédito a lo que Chiara Cervantes estaba sintiendo en ese momento. — ¿Cómo es posible que dudes de la palabra de mi esposa? ¡Esa maldita mujer hizo entrar esa serpiente a mi alcoba y aun así la estas defendiendo! ¡Exijo que la saques de nuestro hogar! ¡Ella no debe de estar aquí! —Henrick se mantuvo completamente estoico, mientras su hermano le reprochaba.— ¿Tienes pruebas de que lo que dices es verdad? — cuestionó tranquilo.Chiara estalló. — ¡Mi palabra debería ser suficiente! ¡Soy la esposa de tu hermano! — gritó.Mirándola con severidad, Henrick se levantó. — No vuelvas a elevarme la voz, mujer, recuerda que no estás por encima de mí, y lo que yo decida creer, no debes cuestionarlo, ninguno de los dos puede —Kendrick apretó los puños, y salió enfurecido del estudio de su hermano con Chiara tras él. Mirando a su mayordomo, Henrick le ordeno acercarse.—Tengo que salir, el cardenal de la Catedral de Exeter, ha solicitado una audienc
Una lluvia ligera caía sobre Devonshire casi como una bendición de primavera. Desde sus lujosos aposentos, Henrick observaba aquellos rosales blancos mientras los recuerdos llegaban hasta él.“Algún día, todo el sendero estará cubierto de rosas”Aquel, era el deseo de su madre. Era tan lamentable que no hubiera llegado a cumplirse. El rostro enlodado de Bernadette, sin embargo, lo hizo sentir su corazón estrujado. Ella había hecho lo impensable por salvar a aquellos mismos rosales que él amó un día y que dejó para morir en el olvido. El rose de su mano con la suya, aun se sentía cálido. A ella, no le había importado ensuciarse con barro, entonces, a él tampoco. Un par de golpes se escucharon en la puerta de su alcoba.—Adelante — ordenó.—Disculpe, su alteza, el auto está listo —Sin decir nada, Henrick Godric salió. Por supuesto, había escuchado de labios de su mayordomo personal y del mayordomo real, el mal trato que su padre y Chiara Cervantes habían dado a su prometida, y no iba a
El cielo de esa mañana era sencillamente precioso. Las rosas blancas, llenaban el viento con su delicado aroma, y entre los jardines del castillo de Devonshire, podían apreciarse pequeños conejos que corrían animadamente junto a sus crías. Era primavera, simple y ligera primavera, que acariciaba su piel pálida y la sentía como una cruel burla ante su infelicidad. En los grandes cuentos, la princesa llegaba en primavera, y encontraba su ocaso en el invierno…ella, había pisado por primera vez aquellas tierras vastas y hermosas, durante una primavera, y las abandonó durante un gélido invierno…el más cruel que jamás antes vivió. Ahora, como si el destino le hiciera una broma cruel, llegaba nuevamente a esas tierras apenas un año después de que las pisara por vez primera, y para ser la esposa del hermano menor del hombre que la destrozó. No podía negarlo y no lo haría, estaba dolida, estaba, en pocas palabras, realmente destrozada. Tocando su vientre, deseo llorar como aquella noche en que
— ¡Que alguien llame al médico! — gritó Henrick aterrorizado.Bernadette, apenas y si estaba respirando.Rápido, la tomó entre sus brazos para llevarla a la cama. Estaba pálida, y tenía la piel ligeramente fría. Tomando una de sus manos con extrema delicadeza, Henrick logró apreciar mejor lo amarillento en las puntas de sus dedos, y rápidamente vino a él el recuerdo de hacía dos noches, cuando ambos sacaron la tierra envenenada de los rosales para intentar salvarlos. La furia, se apoderó de él durante un segundo, y mirando con severidad a una de las sirvientas que ayudaban a acomodar la cama de la hermosa rubia, habló.—Esa noche, ¿Quién estuvo en los jardines de mi madre? — cuestionó aunque ya sabía demasiado bien quienes eran los culpables, pero necesitaba pruebas.La joven mujer, sabía qué hacía dos tardes la señora Chiara había ordenado envenenar los rosales blancos que cuidaba la señora Bernadette, pero sabiendo bien lo que había pasado con el sirviente del evento de las serpient
—Y se lo agradezco, su alteza. — —Y-Yo… —Henrick, en ese momento, por primera vez en toda su vida, se sintió vulnerable, y expuesto. Un sonrojo pronunciado se dibujó en su rostro, y rápidamente se levantó para caminar hacia la ventana. Bernadette miró su entorno. La enorme habitación de altos techos y tapiz rosado, parecía demasiado silenciosa. Sintiendo un pinchazo en el dorso de su mano, notó la intravenosa y posteriormente el suero que estaba conectado. No recordaba nada de lo ocurrido, salvó haberse sentido demasiado mareada antes de perder el conocimiento. —¿Qué fue lo que me ocurrió? — cuestionó más para si misma que para el futuro Duque de Devonshire. Henrick miró en dirección hacía los jardines de rosas blancas, y forzando sus nervios a recuperar el control, carraspeó para aclarar su garganta.—Te desmayaste, el médico dijo que habías sufrido un envenenamiento a causa de ese liquido que vertieron sobre los rosales. Si te sentías mal, debiste decirme. — reprochó. Berna
—¿A dónde crees que vas? — cuestionó Chiara esforzándose por no sonreír de satisfacción. —Te doy la razón, cariño, creo que debo personalmente dar aviso a mi padre de esta situación extraordinaria. — respondió. Viéndolo salir, Chiara se acomodó plácidamente en el enorme sofá de terciopelo. Bernadette Baskerville, de alguna manera había logrado quedarse hasta ese momento, pero solo era cuestión de tiempo para lograr sacarla una vez más de allí. Mirando los enormes espacios completamente llenos de lujo del hermoso castillo de Devonshire, sonrió al imaginarse siendo la única gran señora de esas vastas tierras. Había sacrificado demasiado para lograr estar en dónde estaba. Aún así, la relación cada vez más cercana entre Henrick Godric y esa zorra, la tenía preocupada. Agitando la campana, rápidamente una sirvienta apareció. —Que preparen mi coche y se aliste mi chófer, iré a la villa de mis suegros. — ordenó la castaña. Sabía que Kendrick calentaría la cabeza del Duque, pero ella,
— A pan y vino, sé mantiene feliz a la gente…y a los enemigos…— Observando el viejo camino, pronto la verja de hierro reforzado le daba a la reina la bienvenida al castillo de Devonshire. Sabía que no sería sencillo, que los Cervantes no darían un paso atrás como no lo habían dado nunca, pero, está vez, confiaba en que la vieja historia de siempre tuviese un final distinto. — Hemos llegado, su alteza real. — Pronto, Andrew anunció la llegada de la reina, y la verja se abrió para darle la bienvenida. Dentro del castillo, siendo las dos y cuarenta y cinco de la madrugada, la servidumbre entera se había puesto de pie y corría por todas partes para darle una bienvenida decente a su alteza real, que sin precio aviso los visitaba. Henrick, creía saber los motivos que traían a la reina arribando a tales horas, y estaba preparado. Mirando a Kendrick mostrando una sonrisa triunfante, confirmaba sus sospechas, pero manteniendo su postura y semblante completamente estoico y sin mostrar s
—Solo quería disculparme, te prometo, que a partir de mañana me ocuparé de ti, tal y como debí de hacerlo desde el momento en que llegaste. — dijo Chiara con una doble intención en sus palabras. —Por supuesto, estoy preparada para tus atenciones, y te agradezco por mostrarme tu gentileza, lo estaré esperando ansiosa. — respondió Bernadette en completa calma. Ambas mujeres sostuvieron la mirada de la otra. Aquella guerra silenciosa que se había declarado hacia ya un año atrás, aún no había terminado. —Dime, Bernadette, ¿Cuál es tu té favorito? Me asegúrate de que lo sirvan en el desayuno. — dijo Chiara sonriendo.—Me gusta el té de lavanda endulzado con miel. Te lo agradezco. — respondió.—Bien, entonces veré qué se sirva, que pases buenas noches. — Y caminando a sus aposentos, Chiara sonreía. Bernadette entró en su habitación. Aquello no iba a resultar sencillo, pero se daba una idea de que era lo que su tía estaba tramando. Recostándose en la cama, se sintió sola al no ver