Capítulo 8: Crueldad.

Una lluvia ligera caía sobre Devonshire casi como una bendición de primavera. Desde sus lujosos aposentos, Henrick observaba aquellos rosales blancos mientras los recuerdos llegaban hasta él.

“Algún día, todo el sendero estará cubierto de rosas”

Aquel, era el deseo de su madre. Era tan lamentable que no hubiera llegado a cumplirse. El rostro enlodado de Bernadette, sin embargo, lo hizo sentir su corazón estrujado. Ella había hecho lo impensable por salvar a aquellos mismos rosales que él amó un día y que dejó para morir en el olvido. El rose de su mano con la suya, aun se sentía cálido. A ella, no le había importado ensuciarse con barro, entonces, a él tampoco. Un par de golpes se escucharon en la puerta de su alcoba.

—Adelante — ordenó.

—Disculpe, su alteza, el auto está listo —

Sin decir nada, Henrick Godric salió. Por supuesto, había escuchado de labios de su mayordomo personal y del mayordomo real, el mal trato que su padre y Chiara Cervantes habían dado a su prometida, y no iba a
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