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AMOR BAJO EL SOL DEL CARIBE
AMOR BAJO EL SOL DEL CARIBE
Por: Mckasse
Una coordinadora de bodas excepcional

Soy Naiara, y mientras la brisa cálida del Caribe me acaricia el rostro en mi camino hacia la entrada del hotel Coral Bliss.

El sol brilla intensamente desde muy temprano, apenas me había desayunado con un café, pero no puedo quitarme esa sensación de presión que aprieta mi pecho. ¿Por qué todo tiene que ser tan complicado?

Sabía que planear una boda en mi lugar de residencia y en un destino tan exclusivo sería agotador, pero ahora, con Aziel en mi camino, me pregunto si esto va a ser aún más difícil de lo que imaginaba.

La vista del mar, tan azul y serena, me reconforta solo por un segundo. Como si el océano me hablara en silencio, diciéndome que todo estará bien. Pero yo sé que el mundo de las bodas no se rige por la magia del paisaje, sino por la meticulosidad. Todo porque soy una coordinadora de bodas excepcional y la que se casa es mi mejor amiga de la infancia.

A unos días del emocionante evento y mi experiencia excepcional, mi paciencia estaba al borde del colapso. Pero no por lo convencional no por mis habilidades, sinó por Aziel.

Las flores tienen que estar perfectas, los centros de mesa tienen que brillar, el banquete tiene que ser digno de un banquete glamuroso. Cierro los últimos detalles con Catalina la diseñadora del vestido y Raúl el especialista de banquetes. Elena, mi colega en coordinación estaba en otras tareas como probar y seleccionar los tragos y cocteles que Aaron, nuestro barman tiene que tener listo.

Héctor el dueño del hotel y amigo de mi difunto padre estaba más que contento de recibir a cuatrocientas personas para esa boda. Quedaría documentada para las futuras referencias.

Y lo más importante, el fotógrafo tiene que capturar todo con una precisión casi quirúrgica. He trabajado con muchos, pero Aziel... escuché que Aziel es un misterio, un cínico y un caos. Solo al esposo de mi amiga se le ocurre elegir a Aziel, su hermano, como padrino de la boda, el mismo que tiene que capturar los momentos más importantes, porque resulta ser el fotógrafo principal. Y esa no es la cereza del pastel. Es que hace una semana el terminó con su prometida. Lo supe de boca de mi amiga. Solo lo vi algunas veces por videollamadas. Ya pueden imaginar el desastre que se avecina.

Me detengo un momento para repasar mentalmente todo lo que debo hacer. Coordinar con los demás proveedores, confirmar las llegadas de los invitados especiales, supervisar los ensayos. No me puedo permitir un error, ni siquiera uno.

La boda de Valentina es un evento único, y no quiero que nada falle. No me lo perdonaría. No solo porque soy su amiga, sino porque soy la responsable de que todo salga perfecto.

Entonces suena mi teléfono, sacándome de mi trance momentáneo. Es Valentina. Suspiro, tratando de relajarme.

—"Nai, mi amiga, ¿todo está listo para el gran día? ¡No puedo esperar para verte en acción!" —su voz suena relajada, pero sé que está tan nerviosa como yo. La perfección, esa obsesión por la perfección, nos afecta a las dos.

—"Todo va bien, Val. Solo los últimos detalles. ¡No te preocupes! Todo estará perfecto, lo prometo. Los espero aquí en tres dias" —trato de sonar tranquila, aunque en mi interior siento que las palabras no son más que un consuelo vacío.

—De acuerdo. Por cierto Aziel ya debe haber llegado, se fue adelante. Te dije que es un poco intenso. Te lo encargo.

—Ok, ya tengo todo cubierto, su reservación y su traje, solo trae tu trasero aquí mañana, porque necesito que te pruebes el vestido por última vez.

Valentina se despide, y la presión se intensifica. No solo es la boda, es que esta vez es más personal. No puedo fallar. No puedo.

Sigo caminando y al llegar al vestíbulo del hotel, veo una figura a lo lejos que me hace detenerme en seco. Aziel está allí en vestíbulo, sentado en una esquina, revisando algunas fotos en su cámara. No sé ve igual que por video llamada, se ve más alto, más atlético y más sexy.

Está tan concentrado que ni siquiera me ve acercarme. Pero su presencia me pone los pelos de punta. No sé si es esa sensación de desafío en su postura o si es algo más, pero siento que las cosas no serán tan fáciles como pensaba.

Respiro hondo y decido acercarme a él. No puedo dejar que su indiferencia me afecte. No ahora.

—¿Aziel? Hola, soy Naiara —mi voz sale firme, aunque por dentro sé que mi paciencia se está agotando. No sé porqué veo a ese indeseable lindo.

Levanta la vista de la cámara y me dedica una sonrisa. Esa sonrisa ligera, tan cargada de curiosidad, con un toque de ironía. Me molesta, aunque trato de no mostrarlo. Ya lo conocía por video llamadas y en persona era otro caso serio.

—Sí, hola...todo bien. Estoy asegurándome de tener todo listo. ¿Tú también, verdad? Porque ya veo que eres la que se encarga de que todo esté en orden. Me dijeron que debo venir para el ensayo y aquí estoy.

M****a. ¿Por qué tiene que decirlo así? ¿Por qué se siente como una burla? No tengo tiempo para responder a eso.

—Todo debe estar listo, Aziel. Esta boda es única, y no se puede dejar nada al azar. Cada momento tiene que ser capturado perfectamente. No podemos permitirnos errores.—trato de mantener la calma, aunque siento que la tensión está empezando a hervir en mi interior.

Él se toma su tiempo para mirarme, como si estuviera evaluando cada palabra. Sus ojos verdes, tan profundos bajo la luz del vestíbulo, me parecen casi desafiantes.

—Entiendo. Pero, a veces, los errores son los que hacen que las bodas sean inolvidables, ¿no crees?—su tono es relajado, como si lo que acaba de decir no fuera un tema tan serio.

Su comentario me desconcierta por completo. ¿Cómo puede decir eso? ¿Cómo puede pensar que un error podría ser algo positivo en un evento tan importante? Para mí, los errores son lo último que quiero ver en una boda. La perfección es la única opción.

—Las imperfecciones pueden ser memorables, sí, —mi voz tiembla un poco al decirlo, pero trato de mantener el control—Pero hay ciertos detalles que no deben dejarse al azar. ¿Qué pasa si uno de esos momentos mágicos se pierde por una toma incorrecta?

Aziel se encoge de hombros, como si todo esto fuera un juego para él. Su actitud sigue siendo despreocupada, como si nada de lo que le estoy diciendo tuviera importancia. Y eso me irrita aún más.

—La magia está en la espontaneidad, Naiara. A veces lo que realmente cuenta es lo que no se planea. De todos modos lo que ha de ser será. Y así como llega se puede ir.

¿Habla de mi trabajo o de su estado emocional, roto y fastidiado?

Es como si cada palabra de Aziel fuera una chispa en la gasolina de mi frustración. Respiro profundamente, tratando de no perder la compostura.

—Espero que puedas demostrar eso el día de la boda. Los momentos que capturemos serán parte de la historia de Valentina. No podemos dejarlos escapar. Debiste elegir entre ser el fotógrafo o el padrino de la boda.

—Necesito distraerme es todo.

—No quiero que la lo arruines o considerate un hombre muerto.

Aziel asiente, pero no dice nada más, solo sonríe ante mi no tan delicada oración. Siento que no tiene sentido seguir discutiendo. Al menos, por ahora, los dos nos entendemos a nuestra manera. Yo quiero controlarlo todo, y él parece dispuesto a dejar que la magia surja por sí sola.

Antes de irme, lo miro una vez más. Aziel no parece estar preocupado por nada. Algo en su actitud tan despreocupada me inquieta, pero no tengo tiempo para analizarlo más. Tengo que concentrarme en la boda. Y aunque me cueste admitirlo, algo en mi interior me dice que este no va a ser el último choque entre nosotros.

Tres días después, el sol está particularmente brillante cuando me encuentro recorriendo los jardines del Hotel Coral Bliss. Este lugar es casi mágico, con sus jardines tropicales, los caminos de piedra y el sonido suave de las olas rompiendo contra la costa. La brisa cálida me acaricia el rostro, pero mi mente sigue dando vueltas a las palabras de Aziel. Mientras él parece vivir en un mundo donde todo es fluido y natural, yo sigo atrapada en la necesidad de que cada detalle esté bajo control.

Reviso cada rincón del jardín, asegurándome de que las flores blancas de jazmín estén abiertas y en su lugar. Aunque no soy una experta en diseño floral, me gusta que todo esté perfecto. Es mi manera de dejar mi huella en cada boda que organizo. Me siento un momento para canalizar mi energía. Pero a pesar de mi concentración, mi mente sigue regresando a Aziel, al fotógrafo despreocupado que cree que la magia solo surge cuando no se planea.

—¿Todo bien, Naiara? —la voz de Valentina me saca de mi trance. Me vuelvo a verla, y aunque sonríe, en sus ojos noto la chispa de inseguridad. Ya se hizo la prueba del vestido y el peinado.

—Sí, todo perfecto, Val. Solo revisando los últimos detalles—le respondo, aunque por dentro siento que la ansiedad me consume.

—Estoy tan nerviosa, no sé si me van a salir bien las fotos o si todo va a salir como quiero— me dice, mientras se acerca a mí —Espero que Aziel sepa lo que hace. Ya sabes cómo es... ¡siempre tan relajado!

Su preocupación me llega. Sé que la perfección también está pesando sobre Valentina, pero no puedo dejar que su ansiedad se me contagie.

—Tranquila, Val. Lo que importa es que todo se vea perfecto. Aziel es buen fotógrafo, aunque... no es como los demás y si aceptó ser el padrino es porque se siente capaz. Él tiene su propio estilo, pero confío en que sabrá captar la esencia del día. Lo importante es que tú estés feliz y radiante— le digo, tocando suavemente su brazo, tratando de transmitirle un poco de calma.

Valentina asiente, pero no parece tan convencida. Yo tampoco lo estoy. La relación entre Aziel y yo no será sencilla. Los opuestos tienden a chocar, y lo sé por experiencia. Y en este caso, parece que ese choque será inevitable.

Tarde en la noche Aziel me escribe que debía volver a la ciudad pero que estaría devuelta temprano, a tiempo para la boda. Mi calma se convirtió en tormenta, como no apareciera, mi paciencia acabaría pero con él. Así que sin pensarlo contrato a otro fotógrafo para cubrir esa parte por si no aparece o si aparece tarde.

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