Aziel, aún tratando de comprender lo que acaba de pasar, responde con cierto aire de resignación. Parece que es la primera vez que le sucede este suseso
—Sí, bueno... la ropa de seda es más cómoda para mi, ¿ok? Me ayuda a estar más fresco, o eso me dijeron. Y tal vez creas que no es para tanto pero… ¿qué hago sin mis cosas? La boda es en la tarde y no quiero defraudar a mi hermano. Viendo la oportunidad de hacer un poco de humor, me acerco de nuevo a la maleta y le doy una palmadita en la espalda. —No te preocupes, Aziel. Aquí tenemos todo lo que necesitas para sobrevivir. En cuanto a la máquina de afeitar, bueno… no soy profesional, pero afeité a mi papá y a mis hermanos por mucho tiempo con una navaja de mano. ¡Te puedo ayudar! Levanto las cejas con picardía, y él me observa con escepticismo. Por un momento parece estar considerando si realmente va a aceptar mi ayuda. —¿De verdad? ¿Tú rasuraste a tu papá y hermanos con algo así sin llevarle medio rostro? Asiento con total naturalidad. —Sí, y nunca los herí. Mi papá y mis hermanos siempre han sido un desastre con las afeitadas, así que me convertí en la experta cuando no tenían tiempo o no querían ir al barbero. Aziel se ríe, sorprendido. —No puedo creerlo... A este paso, serías la barbera más popular de la isla. Sonrío, disfrutando la complicidad. —¡Lo que pasa es que soy multifacética! Y en cuanto a la ropa interior… Me quedo pensativa un momento antes de seguir. —Lo siento, pero en ropa interior de seda de tu talla, no te puedo ayudar. Los míos no te quedan y eso es algo muy personal. Puedo preguntar al sastre que me hizo la ropa de las damas de honor y los chambelanes si tiene algo que te sirva. Tu hermano te puede prestar unos zapatos extras si son de la misma talla. Y para que sepas contraté otro fotógrafo porque no sabía si regresabas o no. Ahora me siento más tranquila al saber que no boté ese dinero por mi psicosis de tener todo en orden. Aziel, entre avergonzado y divertido, se ríe ante la ocurrencia. —Supongo que tendré que hacerle frente a este nuevo desafío sin ropa interior de seda, entonces. Me cruzo de brazos con fingida seriedad. —Hazlo como un hombre, Aziel. No necesitas ropa interior de seda para ser feliz. ¿A caso no es tu lema? Vive el momento e improvisa. La felicidad es mejor cuando no planeas tanto—le digo saliendo de la habitación. La atmósfera, que antes estaba tensa y llena de frustración por el robo, se vuelve mucho más ligera. Ahora nos sentimos más relajados, y aunque la situación sigue siendo ridícula, sé que será una de esas pequeñas anécdotas que quedan grabadas en el recuerdo. Aziel suspira y se rinde con una sonrisa cansada. —Bueno, ¿te importa si me ayudas con lo de afeitarme? No quiero dañar la toma. No quiero que las fotos de la boda salgan con una barba de tres días. No tengo más opciones. Ya acostumbrada a las extrañas situaciones con Aziel, asiento sin pensarlo dos veces. —Claro, no soy una experta, pero te aseguro que no terminarás con el rostro lleno de cortes como cara cortada. Al menos, no más de los normales. Entre risas y un poco de incomodidad, lo guío hasta el baño. Busco entre la gaveta y tomo la navaja de mano. La afilé y la desinfecté. Lo siento sobre el inodoro y yo me inclino sobre él. Le aplico de mi crema de afeitar con olor a avena y eucalipto. Comienzo a afeitar las mejillas con la navaja convencional, mientras él trata de mantenerse serio en todo momento. A pesar de lo incómoda que era la situación al principio, ahora ambos disfrutamos la ligereza de todo esto. Lo que parecía un desastre total se ha transformado en algo mucho más soportable. Aziel suspira y sonríe ante mi actitud relajada. No sé por qué diablos de repente él posa sus manos en mi cadera. —¿Qué haces? —Me sostengo. —No te muevas, no quiero cortar tu hermoso rostro. —¿Soy hermoso? "Mierdaaa, me agarró con la guardia baja", pienso, sintiendo un calor repentino en las mejillas. Intento concentrarme en la rasuradora, pero es imposible ignorar la cercanía de su piel, el aroma a colonia cara y un poco de arrogancia masculina. Este hombre es peligroso. No en el sentido literal, sino en el sentido de que, si no me controlo, terminaré montada en su regazo en menos de cinco segundos. Aziel, aún con su tono burlón, se deja caer sobre la silla y levanta la barbilla con una mezcla de orgullo y resignación. Se siente un poco ridículo, lo sé, pero al mismo tiempo hay algo deliciosamente atractivo en verlo así, tan vulnerable. —No es que me importe mucho mi barba… pero agradezco el gesto —dice, mirando mis manos mientras sonríe. El problema aquí no es la barba, ni la navaja, ni la situación en sí. El problema es que este tipo me está poniendo nerviosa, y mi cerebro ha decidido que es una excelente idea fantasear con cosas impuras mientras le paso la cuchilla por la cara. Me inclino un poco más, acercándome sin querer demasiado a él. Maldita sea, su piel se siente cálida. ¿Por qué demonios los hombres atractivos tienen la necesidad de oler tan bien? —Nunca pensé que me afeitaría gracias a alguien tan… poco convencional —dice, intentando romper el silencio. Poco convencional. Ja. Como si no supiera que me está observando de reojo, con una sonrisa apenas disimulada en los labios. Dios...¿que es ese trozo de carne que se le marca en los pantalones deportivos? Traerá allí un plátano, grueso y grande. Eso sí está frío y se ve a si no quiero imaginarme cuando está despierto. —Lo bueno es que soy buena en esto. Te prometo que no quedarás como un oso de peluche —bromeo, tratando de ignorar que su aliento choca contra mi cara. Aziel sonríe, pero hay algo más en su expresión. Algo que me dice que no soy la única que está teniendo pensamientos nada santos en este momento. Sus dos hoyuelos en sus mejillas se ven tan sexies. —Bueno, los pequeños gestos a veces marcan la diferencia, ¿no? —digo, intentando mantener la compostura. Pero la situación solo empeora. En el momento en que inclino la cabeza para terminar con la parte inferior de su barba, mis labios quedan a escasos centímetros de su oído. Y él lo sabe. Yo lo sé. El universo entero parece saberlo. Y, para mi desgracia, mi cerebro toma eso como una señal para empezar a divagar. ¿Qué pasaría si dejara la rasuradora a un lado? Si en vez de preocuparme por su barba, me preocupara por saber cómo se siente su piel bajo mis labios. O ¿cómo se sentiría tenerlo dentro? ¿como me sentiría perder mi virginidad con semejante animal? ¿Y si bajara un poco más y lo pongo en mi boca? ¿a que sabría su sëmen? ¿Y si recorriera su cuello con mi lengua? ¿lanzaría un gruñido de placer? Nunca he estado con un hombre, no porque no tuviera con quién, es solo que espero por mi príncipe azul. Nunca antes llegue tan lejos. Además con mi trabajo y mi actitud de m****a no muchos me soportan. Santo cielo, necesito un exorcismo. Creo que humedecí mi ropa interior. —¿Siempre te quedas tan callada cuando estás concentrada? —pregunta de repente, mirándome con diversión. —No quiero hacerte un desastre en la cara. Y tampoco quiero que termines con un corte porque te mueves demasiado—En ese momento noto que está mirando mis bubis que se asoman por mi blusita. —Gracias por preocuparte ¿tienes novio?—pregunta con descaro. Casi se me cae la navaja. —¡¿Qué?! ¡No, claro que no! ¿por que quieres saber? Aziel se ríe con ganas, pero hay algo peligroso en su sonrisa. Algo que me dice que ha captado exactamente en qué estaba pensando. ¿Como una persona puede tener una sonrisa tan perfecta? —No te pongas nerviosa, solo preguntaba para hacer conversación. —Dios mío, ¿puedes callarte un segundo? —murmuro, sintiendo mis mejillas arder. Termino de pasar la navaja y me alejo rápidamente, entregándole una toalla como si fuera un arma letal. Aziel la toma y se limpia la espuma sobrante con una lentitud exasperante. Se mira en el espejo con satisfacción mientras se inspecciona. —Listo para la boda. ¿Cómo me veo? Lo miro de reojo y suspiro. La verdad es que se ve condenadamente bien. La barba de tres días resalta sus facciones aún más, pero él no llevarla hace que su sonrisa sea la protagonista, esa maldita sonrisa ladina, hace que quiera lanzarle la navaja de rasurar a la cabeza. —Mucho mejor que hace unos minutos —admito, cruzándome de brazos. Aziel me mira con una expresión extraña, como si estuviera analizándome. Me dan ganas de preguntarle qué pasa, pero antes de que pueda hacerlo, el sonido de un coche se escucha desde el porche, rompiendo el momento. Ambos nos apartamos rápidamente, como si el universo hubiera decidido salvarnos de hacer una estupidez. —Creo que es hora de prepararnos para la boda —digo, fingiendo normalidad—Debe ser tu hermano que vino por los anillos. —Sí… aunque, por si acaso, deberíamos practicar el baile juntos. No quiero pisarte los pies en la pista. —¿Eso es una excusa para tocarme? —pregunto, levantando una ceja—Espera, ¿me estás invitando a bailar desde ahora? Aziel sonríe de forma descarada y se encoge de hombros. —¿Tú qué crees? Y con esa última frase, sé que esta noche que se avecina será mucho más complicada de lo que esperaba.El sonido del coche apagándose en el porche nos devuelve a la realidad.Aziel frunce ligeramente el ceño antes de girarse hacia la puerta. No dice nada, pero su mandíbula se tensa como si ya supiera quién es.El golpe seco de la puerta del auto cerrándose confirma mis sospechas. Yo me acerco a la puerta y el llega como perro por su casa. Martín Montgomery, impecable como siempre, avanza con paso seguro hacia la entrada. Su traje perfectamente ajustado y la sonrisa fácil en su rostro contrastan con la ligera incomodidad de Aziel.—Hermano, Naiara —saluda Martín, dándole una palmada en el hombro a Aziel. Luego se gira hacia mí con una sonrisa cortés—. Naiara, qué placer verte.—Igualmente, Martín. ¿Sucede algo? ¿porqué estás aquí? Ya casi íbamos a alistarnos para partir al hotel.—No estoy aquí porque quiera —su tono tiene un matiz curioso mientras mira a su hermano—. Pero ya sabes, a veces los planes cambian. Aziel, me enteré en el hotel que pasó algo con tu habitación y por eso te vas
La boda sigue su curso sin contratiempos. El jardín es hermoso y se nota que los doscientos invitados están encantados, el murmullo de los invitados se mezcla con la música de fondo. Desde mi posición, puedo ver cómo el novio espera a la novia en el altar. Su mirada está llena de emoción y orgullo, mientras ella avanza con una sonrisa radiante. Está hermosa, como salida de un cuento de hadas.El cura empieza con su discurso, y aunque es conmovedor, también es demasiado largo. Una hora después, finalmente llegamos al intercambio de anillos. Todos los presentes contienen la respiración cuando el novio y la novia unen sus manos, sellando su compromiso con miradas enamoradas, se besan y todos aplauden.Pasamos al gran salón y el caos empezó. Cada uno dio su discurso y entonces, es el turno de Aziel.Ya ha bebido más de veinte tragos, pero aun así, logra pronunciar su discurso con una sorprendente claridad. Su voz profunda y segura resuena en el salón, arrancando algunas risas y suspiros e
La música retumbaba en mis oídos y el alcohol en mi cabeza, pero en el instante en que me separé de Naiara, el mundo se volvió un caos en mi mente. Me sentía atrapado en una mezcla de pánico y vergüenza. Sin pensar, corrí al baño, dejándola sola en la pista de baile.—Voy al baño —murmuré, sintiendo que el demonio mismo me pisaba los talones.Una mujer nunca había tenido el poder de hacer que mi amiguito despierte, no importa que herramientas utilizara.Cerré la puerta del cubículo y me apoyé en la pared, tratando de recuperar el aliento. Pero cuando miré hacia abajo, me quedé paralizado. Ahí está, ahí sigue, una ërecciön latente que parecía gritar por atención. La frustración me invade. ¿Qué demonios estaba pasando? ¿estaba curado? ¿así de la nada?Me bajé los pantalones, sintiendo la felicidad inundando mi mente. Tragué saliva, preguntándome si la mamajuana de marisco que me ofreció el Bartender y que había tomado habían sido la causa. O quizás era el ambiente festivo, la isla, la m
La fiesta continua, pero decidí dejar de beber.Observé a Naiara, quien parecía estar disfrutando de la noche más de lo que esperaba. Tomaba cava con una confianza que me dejaba boquiabierto, mientras seguía trabajando. No podía evitarlo, pero en mi mente, la imagen de una princesa se desdibujaba. Había escuchado que era una mujer elegante, pero esa noche, su comportamiento era todo lo contrario. ¿Qué clase de princesa actuaba de esa manera?Las horas pasaron volando, y al final, la fiesta terminó cerca de las cuatro de la mañana. Los novios se retiraron a las dos de la madrugada, y la mayoría de los invitados se dispersaron poco después. Naiara, sin embargo, se quedó, ayudando a recoger los restos de la celebración.La vi sentarse en un sofá, una botella de cava entre las manos, y no pude evitar sentir un pequeño tirón de preocupación por ella.Me ofrecí a conducirla de vuelta a la cabaña. Cuando me acerqué, se quitó los zapatos, y un pensamiento crítico surgió en mi mente. ¿Qué mald
Mis instintos se encendieron, y volví a cubrirla con la manta.Pero Naiara, decidida a desafiarme, se la quita nuevamente. En este tira y afloja, nuestras emociones se enredaban, hasta que perdí el equilibrio y ambos caímos sobre el mueble.Nos quedamos quietos por un momento, aturdidos. Ella se burla.—Me dijeron que no se te para, pero parece que está bien despierto.—Me hiciste una brujería —le respondo, tratando de sonar serio, aunque la situación era todo menos normal.—Entonces tendré que hacerme responsable y hacerte exorcismo—dice, acercándose un poco más, con una sonrisa provocativa, me atrapa por el pantalón —. Y creo que te lo voy a bajar así.El aire se vuelve denso entre nosotros, y en su mirada había un desafío que no podía ignorar.¿Qué demonios estaba sucediendo? ¿se volvió loca?Atrapados en esta extraña dinámica, mi mente luchaba por mantener el control. Sabía que no debería dejarme llevar, pero había algo hipnótico en ella, algo que hacía que me olvidara de todo lo
Naiara y Aziel pasaron horas entregados el uno al otro, perdidos en la intensidad de su conexión.La noche fue una danza de pasiones y risas, cada caricia y beso creando recuerdos que solo Naiara no podría recordar al despertar por todo el alcohol en su sangre.Aziel respira hondo, con su corazón aún palpitante con la intensidad de lo que había sucedido. La noche había comenzado como una fiesta casual, pero había terminado en una explosión de emociones y sensaciones que nunca había anticipado. En su mente, los ecos de las risas y la música de la fiesta en donde su hermano se había casado se había desvanecido horas atras, reemplazados por los suaves gemidos de Naiara, el sonido del mar, de los cucuyos y la inconfundible conexión que habían compartido.—Ya basta no puedo más eres demasiado. Tengo sueño, voy a mi habitacion—murmura adormilada, adolorida y borracha. Se sostenía el estómago, adolorida por la intensidad de lo que había experimentado mientras siente los jugos de Aziel desliz
Naiara se arregla rápidamente para regresar al hotel.Aún tenía un evento más pequeño que organizar antes de poder relajarse por completo. El sol brillaba con intensidad cuando salió de su cabaña, y la brisa marina le despejaba un poco la mente. Antes de salir se preparo un te infusión para la resaca, nunca antes había tomado tan desmedidamente, todo debió ser culpa de ese Aziel maldito.Camina hasta su coche y sale de su terreno, en pocos minutos llega hasta el resort, verifica algunas cosas y luego baja a la playa para verificar el lugar de la próxima ceremonia, ella siente cómo la arena se mete entre sus sandalias, recordándole por qué había elegido vivir en una isla lejos de la realeza y sus exigencias.El evento de la tarde era una renovación de votos íntima, con apenas veinte invitados. Naiara supervisó cada detalle, asegurándose de que las flores estuvieran perfectas, que la música ambiental no fuera demasiado alta y que los meseros siguieran el ritmo adecuado. Se movía entre l
Naiara no podía dejar de pensar en lo que sucedió aquella noche de la boda de su mejor amiga Valentina.Las piezas del rompecabezas estaban inconclusas en su mente, encima cada fragmento traía consigo más preguntas y dudas.¿Cómo demonios terminé embarazada?Es la pregunta de oro para Naiara. Un bebé no nace así por así necesita de un hombre que la ayude a engendrar a menos que ella sea la virgen María parte dos de la historia mundial, pero sabe que no es el caso, porque será virgen pero no santa.La imagen de Aziel, el hermano de Martín, se le apareció en la mente. Recordó vagamente lo que ocurrió en la fiesta y en el carro de regreso a su cabaña, pero todo lo demás estaba empañado por el alcohol que había ingerido esa noche.¿Fue un abuso? ¿O realmente estaba de acuerdo?Las preguntas claves la atormentaban. La verdad era que no recordaba mucho de la noche, solo fragmentos de sensaciones y de momentos borrosos. Recuerda que su bajo vientre le dolía un poco y que estaba en bata sin r