El sonido del coche apagándose en el porche nos devuelve a la realidad.
Aziel frunce ligeramente el ceño antes de girarse hacia la puerta. No dice nada, pero su mandíbula se tensa como si ya supiera quién es. El golpe seco de la puerta del auto cerrándose confirma mis sospechas. Yo me acerco a la puerta y el llega como perro por su casa. Martín Montgomery, impecable como siempre, avanza con paso seguro hacia la entrada. Su traje perfectamente ajustado y la sonrisa fácil en su rostro contrastan con la ligera incomodidad de Aziel. —Hermano, Naiara —saluda Martín, dándole una palmada en el hombro a Aziel. Luego se gira hacia mí con una sonrisa cortés—. Naiara, qué placer verte. —Igualmente, Martín. ¿Sucede algo? ¿porqué estás aquí? Ya casi íbamos a alistarnos para partir al hotel. —No estoy aquí porque quiera —su tono tiene un matiz curioso mientras mira a su hermano—. Pero ya sabes, a veces los planes cambian. Aziel, me enteré en el hotel que pasó algo con tu habitación y por eso te vas a quedar aquí hasta finalizar la boda¿quieres decirme por qué regresaste de imprevisto a Atlanta? Aziel se cruza de brazos, como si tratara de armar su respuesta con cuidado. Hay una pausa en la que parece debatirse entre decir la verdad o simplemente restarle importancia. —No es gran cosa —dice finalmente—. Renata me llamó que pasaría por mi departamento. Quería sacar algunas cosas que había dejado en mi apartamento. Martín parpadea un par de veces antes de soltar una risa incrédula. —¿Me estás jodiendo? ¿Regresaste antes por Renata? ¿No pudo aguantarse que regresaras? Aziel se encoge de hombros, pero hay un deje de irritación en su mirada. No es una vergüenza, ni mucho menos, pero sí fastidio. —Solo no quería lidiar con su actitud si me negaba —admite—. No estaba de humor para una escena. —Hermano, creo que ya deberías aprender a manejar ese tipo de cosas sin parecer un lambebotas. Es tu casa, ella es tu ex. ¿Qué más da si quiere recuperar sus cosas un año después cuando estés disponible? Déja de hacer lo que te manda, pon tus límites y sigue adelante. Siempre es lo mismo te deja cuando quiere y te recoge cuando le da la gana y necesita algún favor o dinero. Aziel suelta una risa seca, sin rastro de humor mientras me mira de reojo. —No es tan simple, Martín. —Claro que lo es. Tú lo complicas maldito idiota. Los dos hermanos se miran por un momento en un intercambio silencioso de frustración y entendimiento. Por mi parte, me mantengo al margen haciendo creer que preparo un café, aunque la curiosidad me carcome. Renata Moretti. Solo escuchar su nombre me genera una mezcla de molestia y algo que no quiero reconocer como celos. ¿que habrá pasado entre esos dos? Martín suspira y se masajea el puente de la nariz. —Bueno, no vine hasta aquí para hablar de tu ex. Vine por los anillos. Valentina está en pánico porque piensa que los vas a perder. —Los tengo —responde Aziel con obvia exasperación. —Bien. ¿Dónde están? —Arriba, en mi habitación. Iré por ellos. Mi maldito equipaje lo violaron en el aeropuerto, me sacaron las cosas que necesito, incluyendo mis zapatos, por suerte los anillos los traía en la chaqueta, sino bye bye charlie. Aziel se aleja con pasos firmes y Martín aprovecha para mirarme con una ceja arqueada. —¿Y ustedes dos? ¿se ha portado bien? —Si, es un ñoño y se queja de todo. Es muy exigente. —Disculpa las molestias. Luego de la boda puedes darle una patada por el culo. —No hay problema. Todo sea por la causa—respondo rápidamente, cruzándome de brazos mientras espero que el café suba—. Estaremos bien. —Parecen… tensos —dice con diversión—. ¿Ha pasado algo entre ustedes princesa? Ruedo los ojos. —No digas tonterías, Martín. Nunca me metería con nadie de tu familia. Tus padres nunca me cayeron bien porque siempre te están controlando. De milagro te vas a casar con Valentina. —Bueno, obtuve lo que quiero porque les doy lo que quieren, y en cuanto a Aziel él está pasando por un momento desastroso por tercera vez con la misma mujer. Es todo un caos con su problema. Trátalo bien. ¿No pasó algo entre ustedes? —No estoy nerviosa, nada ha pasado ¿que tiene que pasar maldito cuatro ojos?—miento descaradamente. Martín sonríe mientras se acomoda los lentes, pero no insiste más. Aziel regresa con una caja en la mano y la lanza sin ceremonia hacia su hermano, quien la atrapa con reflejos rápidos. —Aquí tienes. Ahora puedes decirle a Valentina que deje de preocuparse. —Lo haré. Aunque, siendo sinceros, dudo que eso la calme. Nunca la había visto tan estresada. Seguirá revisando cada mínimo detalle hasta la última hora —Martín observa la caja por un segundo y luego levanta la mirada—. Aziel, ¿estás seguro de que quieres estar en esta boda? No me voy a molestar si decides no venir. La pregunta hace que un silencio denso se instale en el aire. Aziel lo observa con el ceño ligeramente fruncido. —¿Por qué no querría estar allí? Martín se encoge de hombros. —No sé, tal vez porque es una boda. Y tú odias las bodas. Aziel suelta una risa sarcástica. —Solo odio la idea de casarme yo, no ver a otros hacerlo. Martín lo observa por un momento y luego asiente, aparentemente satisfecho con la respuesta. —Bien. Te afeitaste muy bien Entonces nos vemos en la ceremonia. Y tú, Naiara, espero que logres que esta boda sea tan mágica como siempre dices que son, confío en usted su majestad. Aziel no tardes, tengo ropa y zapatos extras en el hotel. —Por supuesto. Será perfecta, así que piérdete, nos vemos en un rato—aseguro con una sonrisa. —Eso espero, Naiara. Eso espero. Martín se despide con un gesto y se dirige al auto, dejando a Aziel y a mí nuevamente solos en mi cabaña. Miro de reojo a Aziel, quien sigue con la vista clavada en el suelo, perdido en sus pensamientos. Aziel sonríe de lado, pero no hay burla en su expresión. Una hora después el caos reina en el hotel Coral Chablis desde el momento en que llegamos. Apenas cruzamos la entrada, mi teléfono comienza a vibrar con una serie de llamadas y mensajes de mi equipo, cada uno con un problema que resolver. Enciendo la radio portátil y me pongo el audífono en una oreja. Respiro hondo, ajusto mi bolso en el hombro y me preparo para sumergirme en la locura de la organización. El chef está terminando de colocar el pastel en su sitio, un enorme y delicado monumento de fondant blanco con detalles dorados y azules. Los invitados comienzan a llenar el hermoso jardín decorado con flores frescas. Cada mesa está impecable, cubierta con manteles de lino y centros de mesa elegantes. Todo luce perfecto, pero la perfección no se mantiene sola. Subo a la suite de la novia y encuentro a Valentina radiante, con un vestido de encaje que la hace ver como un sueño. La novia ya estaba lista. Sus padres están listos para acompañarla al altar, y la tradición se mantiene: nada de ver al novio antes de la ceremonia. Asegurándome de que todo esté en orden, bajo al vestíbulo y me encuentro con Aziel. —Estás bebiendo muy temprano —le digo, cruzándome de brazos. —Es una boda ¿te unes? así se te va lo peliona—responde con esa sonrisa descarada que a veces me dan ganas de borrar de un manazo, mientras ajusta el único lente que tiene de su cámara. Su hermano, Martín, lo observa con desaprobación. —No tomes más. Tienes que estar sobrio para el discurso y quiero buenas fotos. —Sí, sí, esta es la última y en cuanto a las fotos te mandaste, me robaron los mejores lentes así que salud por eso —dice Aziel, alzando su copa antes de dar un último sorbo. No le creo ni por un segundo, pero no tengo tiempo de discutir. Me alejo, organizando detalles a través de la radio. Todo está fluyendo según el cronograma. El novio ya está en su sitio junto al cura, los invitados están sentados y la ceremonia está a punto de empezar. Sin embargo, un mensaje me alerta: falta licor y vinos en el área de recepción. Suspiro frustrada. No puedo esperar a que alguien lo resuelva, así que decido hacerlo yo misma. Voy a la cava, sintiendo el aire fresco y ligeramente húmedo del sótano. Las luces tenues iluminan las estanterías repletas de botellas. Justo cuando estoy por tomar las cajas necesarias, escucho un sonido a mi derecha. Me giro y me encuentro con Aziel, copa en mano. —¿Qué haces aquí? —pregunto, incrédula. —Escuche que falta alcohol, vine a ayudarte —responde, su voz suena diferente, menos segura de lo normal. Lo miro detenidamente. Su postura es relajada, pero sus ojos reflejan algo más profundo. ¿Porqué ahora es más amable? —Eres el padrino, Aziel. No puedes desaparecer ahora. Debiste quedarte arriba—le digo, intentando sonar firme. —Lo sé —murmura, dejando la copa a un lado. Agarro las botellas y le lanzo una mirada significativa. Finalmente, me sigue sin decir nada con otra caja de vino. Salimos juntos de la cava con las bebidas necesarias, listos para enfrentar lo que venga. La ceremonia está a punto de comenzar, y aunque Aziel finge estar en control, no puedo evitar preguntarme qué es lo que realmente está pasando por su cabeza mientras no puedo quitar mi mirada de su cuerpo escultural. ¿Porque habrá terminado una mujer con tal monumento?La boda sigue su curso sin contratiempos. El jardín es hermoso y se nota que los doscientos invitados están encantados, el murmullo de los invitados se mezcla con la música de fondo. Desde mi posición, puedo ver cómo el novio espera a la novia en el altar. Su mirada está llena de emoción y orgullo, mientras ella avanza con una sonrisa radiante. Está hermosa, como salida de un cuento de hadas.El cura empieza con su discurso, y aunque es conmovedor, también es demasiado largo. Una hora después, finalmente llegamos al intercambio de anillos. Todos los presentes contienen la respiración cuando el novio y la novia unen sus manos, sellando su compromiso con miradas enamoradas, se besan y todos aplauden.Pasamos al gran salón y el caos empezó. Cada uno dio su discurso y entonces, es el turno de Aziel.Ya ha bebido más de veinte tragos, pero aun así, logra pronunciar su discurso con una sorprendente claridad. Su voz profunda y segura resuena en el salón, arrancando algunas risas y suspiros e
La música retumbaba en mis oídos y el alcohol en mi cabeza, pero en el instante en que me separé de Naiara, el mundo se volvió un caos en mi mente. Me sentía atrapado en una mezcla de pánico y vergüenza. Sin pensar, corrí al baño, dejándola sola en la pista de baile.—Voy al baño —murmuré, sintiendo que el demonio mismo me pisaba los talones.Una mujer nunca había tenido el poder de hacer que mi amiguito despierte, no importa que herramientas utilizara.Cerré la puerta del cubículo y me apoyé en la pared, tratando de recuperar el aliento. Pero cuando miré hacia abajo, me quedé paralizado. Ahí está, ahí sigue, una ërecciön latente que parecía gritar por atención. La frustración me invade. ¿Qué demonios estaba pasando? ¿estaba curado? ¿así de la nada?Me bajé los pantalones, sintiendo la felicidad inundando mi mente. Tragué saliva, preguntándome si la mamajuana de marisco que me ofreció el Bartender y que había tomado habían sido la causa. O quizás era el ambiente festivo, la isla, la m
La fiesta continua, pero decidí dejar de beber.Observé a Naiara, quien parecía estar disfrutando de la noche más de lo que esperaba. Tomaba cava con una confianza que me dejaba boquiabierto, mientras seguía trabajando. No podía evitarlo, pero en mi mente, la imagen de una princesa se desdibujaba. Había escuchado que era una mujer elegante, pero esa noche, su comportamiento era todo lo contrario. ¿Qué clase de princesa actuaba de esa manera?Las horas pasaron volando, y al final, la fiesta terminó cerca de las cuatro de la mañana. Los novios se retiraron a las dos de la madrugada, y la mayoría de los invitados se dispersaron poco después. Naiara, sin embargo, se quedó, ayudando a recoger los restos de la celebración.La vi sentarse en un sofá, una botella de cava entre las manos, y no pude evitar sentir un pequeño tirón de preocupación por ella.Me ofrecí a conducirla de vuelta a la cabaña. Cuando me acerqué, se quitó los zapatos, y un pensamiento crítico surgió en mi mente. ¿Qué mald
Mis instintos se encendieron, y volví a cubrirla con la manta.Pero Naiara, decidida a desafiarme, se la quita nuevamente. En este tira y afloja, nuestras emociones se enredaban, hasta que perdí el equilibrio y ambos caímos sobre el mueble.Nos quedamos quietos por un momento, aturdidos. Ella se burla.—Me dijeron que no se te para, pero parece que está bien despierto.—Me hiciste una brujería —le respondo, tratando de sonar serio, aunque la situación era todo menos normal.—Entonces tendré que hacerme responsable y hacerte exorcismo—dice, acercándose un poco más, con una sonrisa provocativa, me atrapa por el pantalón —. Y creo que te lo voy a bajar así.El aire se vuelve denso entre nosotros, y en su mirada había un desafío que no podía ignorar.¿Qué demonios estaba sucediendo? ¿se volvió loca?Atrapados en esta extraña dinámica, mi mente luchaba por mantener el control. Sabía que no debería dejarme llevar, pero había algo hipnótico en ella, algo que hacía que me olvidara de todo lo
Naiara y Aziel pasaron horas entregados el uno al otro, perdidos en la intensidad de su conexión.La noche fue una danza de pasiones y risas, cada caricia y beso creando recuerdos que solo Naiara no podría recordar al despertar por todo el alcohol en su sangre.Aziel respira hondo, con su corazón aún palpitante con la intensidad de lo que había sucedido. La noche había comenzado como una fiesta casual, pero había terminado en una explosión de emociones y sensaciones que nunca había anticipado. En su mente, los ecos de las risas y la música de la fiesta en donde su hermano se había casado se había desvanecido horas atras, reemplazados por los suaves gemidos de Naiara, el sonido del mar, de los cucuyos y la inconfundible conexión que habían compartido.—Ya basta no puedo más eres demasiado. Tengo sueño, voy a mi habitacion—murmura adormilada, adolorida y borracha. Se sostenía el estómago, adolorida por la intensidad de lo que había experimentado mientras siente los jugos de Aziel desliz
Naiara se arregla rápidamente para regresar al hotel.Aún tenía un evento más pequeño que organizar antes de poder relajarse por completo. El sol brillaba con intensidad cuando salió de su cabaña, y la brisa marina le despejaba un poco la mente. Antes de salir se preparo un te infusión para la resaca, nunca antes había tomado tan desmedidamente, todo debió ser culpa de ese Aziel maldito.Camina hasta su coche y sale de su terreno, en pocos minutos llega hasta el resort, verifica algunas cosas y luego baja a la playa para verificar el lugar de la próxima ceremonia, ella siente cómo la arena se mete entre sus sandalias, recordándole por qué había elegido vivir en una isla lejos de la realeza y sus exigencias.El evento de la tarde era una renovación de votos íntima, con apenas veinte invitados. Naiara supervisó cada detalle, asegurándose de que las flores estuvieran perfectas, que la música ambiental no fuera demasiado alta y que los meseros siguieran el ritmo adecuado. Se movía entre l
Naiara no podía dejar de pensar en lo que sucedió aquella noche de la boda de su mejor amiga Valentina.Las piezas del rompecabezas estaban inconclusas en su mente, encima cada fragmento traía consigo más preguntas y dudas.¿Cómo demonios terminé embarazada?Es la pregunta de oro para Naiara. Un bebé no nace así por así necesita de un hombre que la ayude a engendrar a menos que ella sea la virgen María parte dos de la historia mundial, pero sabe que no es el caso, porque será virgen pero no santa.La imagen de Aziel, el hermano de Martín, se le apareció en la mente. Recordó vagamente lo que ocurrió en la fiesta y en el carro de regreso a su cabaña, pero todo lo demás estaba empañado por el alcohol que había ingerido esa noche.¿Fue un abuso? ¿O realmente estaba de acuerdo?Las preguntas claves la atormentaban. La verdad era que no recordaba mucho de la noche, solo fragmentos de sensaciones y de momentos borrosos. Recuerda que su bajo vientre le dolía un poco y que estaba en bata sin r
Tres semanas y media atrás...Aziel llegó a Atlanta con la mente inquieta, después de un largo vuelo desde la isla.La ciudad se extendía ante él, desconocida, llena de nuevas posibilidades y preguntas sin respuesta. Sabía lo que quería: respuestas sobre su cuerpo, sobre su vida, sobre lo que realmente sentía. No podía seguir viviendo con la incertidumbre, sobre todo después de los incidentes que lo habían marcado tanto en el último tiempo.Lo primero que hizo fue llamar a Renata. La italiana, su exnovia, había sido parte de su vida durante algunos años. Aunque sabía que su relación era superficial para ella y basada en intereses mutuos, algo dentro de él sentía que podía reconstruir una parte de sí mismo con ella. Se había curado, se sentía listo para demostrarlo, y pensó que ver a Renata sería un buen paso para retomar las riendas de su vida. Además, quería sentir que su hombría estaba de vuelta.Renata respondió al teléfono con su típica mezcla de entusiasmo fingido y cálculo.—Azi