Baila conmigo

La boda sigue su curso sin contratiempos. El jardín es hermoso y se nota que los doscientos invitados están encantados, el murmullo de los invitados se mezcla con la música de fondo. Desde mi posición, puedo ver cómo el novio espera a la novia en el altar. Su mirada está llena de emoción y orgullo, mientras ella avanza con una sonrisa radiante. Está hermosa, como salida de un cuento de hadas.

El cura empieza con su discurso, y aunque es conmovedor, también es demasiado largo. Una hora después, finalmente llegamos al intercambio de anillos. Todos los presentes contienen la respiración cuando el novio y la novia unen sus manos, sellando su compromiso con miradas enamoradas, se besan y todos aplauden.

Pasamos al gran salón y el caos empezó. Cada uno dio su discurso y entonces, es el turno de Aziel.

Ya ha bebido más de veinte tragos, pero aun así, logra pronunciar su discurso con una sorprendente claridad. Su voz profunda y segura resuena en el salón, arrancando algunas risas y suspiros entre los asistentes. Por un instante, me pierdo en su expresión sincera. Es raro verlo así.

Los novios siguen besándose de vez en cuando, y llega la hora de comer y seguir bebiendo, ahora viene lo bueno: la fiesta.

El salón ha sido decorado con luces cálidas, enormes centros de mesa con flores blancas y velas que le dan un toque romántico. Todo está listo para el primer baile de los recién casados. La música empieza a sonar y los invitados observan emocionados a la pareja mientras se mueven con elegancia en la pista.

Estoy disfrutando del momento desde un rincón cuando, de repente, Aziel me hace señas con la cabeza para bailar.

—No, gracias —murmuro, moviendo la cabeza de un lado a otro. No tengo ganas de bailar, y menos con él.

Pero Valentina me da un codazo y me susurra al oído:

—Baila con él. La boda es un éxito, ya relájate. Es raro que Aziel baile con alguien. Tal vez se siente solitario.

La duda se instala en mi mente. Aziel siempre ha sido un hombre reservado en cuanto a estas cosas. Si me está invitando a bailar, algo debe estar pasando. Con un suspiro resignado, me acerco a él.

—Hola.

—Hola, pensé que no bailarías conmigo en toda la noche.

—Estoy trabajando.

—La boda ha sido un éxito, felicidades.

Mi corazón se detuvo por un instante.

Coloco mi mano en la suya y, en un instante, me encuentro atrapada en su cercanía. La música nos obliga a bailar muy pegados, y su cuerpo es una pared de calor contra el mío. Puso sus enormes manos en mis caderas y yo me dejo guiar por un momento. Pero entonces, algo cambia.

Siento la virilidad de Aziel contra mí y esta vez no está dormida.

Mi respiración se entrecorta, y mi cuerpo se tensa. ¿Es en serio? Trato de alejarme ligeramente, pero él me sujeta con más fuerza. Aziel se pone rígido, su expresión cambia y un rubor apenas perceptible sube a sus mejillas.

—¿Qué demonios?—susurro, con los labios apenas moviéndose.

Él traga en seco y me mira con ojos desconcertados.

—Dame un momento. Es involuntario —responde con voz grave. Luego, se acerca un poco más y me murmura al oído—: Es la primera vez que me pasa.

Mis ojos se abren con sorpresa. Este maldito es un enfermo y debe estar borracho.

Aziel siempre ha sido un hombre misterioso, casi arrogante, y nunca lo había visto tan vulnerable. Pero aquí está, en medio de la pista de baile, sorprendido por una reacción que no esperaba.

No sé qué decir. No sé qué pensar. Pero lo que sí sé es que esta noche acaba de volverse aún más complicada y rara.

—Maldicion no se baja.

—Nadie está pendiente de ti ¿en que demonios estás pensando? ¿eres un pervertido?

—¡No soy un pervertido!

La música se detiene de golpe y Aziel y yo nos separamos de inmediato. Su respiración es entrecortada, y su rostro refleja una mezcla de pánico y vergüenza. Sin decir una palabra, se da la vuelta y prácticamente huye en dirección al baño.

—Voy al baño —murmura apresurado, como si tuviera el demonio pisándole los talones.

Me quedo plantada en medio de la pista, sintiendo la mirada curiosa de algunos invitados. Trato de hacerme la desentendida, como si nada hubiera pasado, pero mi amiga Valentina me hace señas desde su mesa con una sonrisa que claramente dice "ven aquí ahora mismo". Con un suspiro, camino hasta ella, cruzándome de brazos al llegar.

—¿Necesitas algo?

—Si. Quiero saber qué demonios fue eso ¿él tenía la anaconda despierta?

—No sé qué clase de cosa rara acaba de pasar —digo en cuanto me siento a su lado y tomó un trago—, pero ese hombre es un pervertido.

Valentina, en lugar de indignarse, se ríe.

—No es un pervertido, Naiara. No con esa cara de niño asustado que traía. —Me mira con diversión y apoya un codo sobre la mesa—. No sabes la historia completa.

Levanto una ceja, dudosa.

—¿Historia completa? ¿Me estás diciendo que tiene antecedentes?

—Ay, no seas dramática —rueda los ojos—. Lo que pasa es que Aziel tiene un problemita…

—¿Que se le para en la pista de baile? ¡Pues claro que sí! —exclamo indignada, pero bajo la voz cuando algunas cabezas se giran en nuestra dirección.

Valentina se cubre la boca para reírse, pero su risa escapa igual. Luego, inclinándose un poco hacia mí, baja el tono de su voz.

—Escucha, Aziel tiene un problema de erección… pero al revés. Es decir, no se le para. O bueno, no se le paraba. Hasta hoy.

La miro sin entender.

—¿Qué?

—Se pone tan nervioso con las mujeres que no logra reaccionar. Ha sido así desde siempre. Su hermano me contó que ni siquiera masturbándose se le paraba de joven. Es como una maldición. Da igual lo que hagan o cómo luzcan, su amigo de abajo nunca coopera. Su ex lo dejó por eso, aunque sigue volviendo cuando le conviene. Él se aferra a ella pero ella solo juega con él.

Abro la boca para decir algo, pero ninguna palabra logra salir. ¿Aziel? ¿El mismo hombre que me miraba con esa sonrisa descarada? ¿El mismo que parecía hecho para el pecado y la tentación? ¿Tiene problemas… ahí abajo?

Valentina asiente, como si leyera mi mente mientras se toma otra copa de champán.

—Exacto. Por eso es tan raro lo que pasó contigo.

—Espera, espera, espera… —levanto una mano para detenerla—. Entonces, ¿me estás diciendo que, de todas las mujeres con las que ha estado, con ninguna ha reaccionado pero conmigo sí?

—Exactamente —asiente Valentina—. Tú, mi querida Naiara, eres su cura milagrosa. M****a, ¿a donde diablos fue Martín? debe saberlo. Esto estará de puta madre.

Me recargo en la silla, procesando todo. Esto no tiene sentido. Es decir, Aziel es guapo, encantador y tiene una actitud que grita confianza. Aunque a veces es indeseable y un ñoño.Pero tiene dinero y lo tiene grande cuando está frio, y ahora se qué tan grande lo tiene duro ¿Cómo alguien así puede tener ese tipo de problema?

—Además —continúa Valentina, con una sonrisita pícara—, nunca lo ha hecho. Martin me dijo que le pagó a varias chicas para que hicieran una orgía y nada, le dieron mamadas lo ataron se cogieron frente a él y nada.

Suelto una tos atragantada.

—¡¿Qué?!

—Su "gigante" siempre está dormido —insiste ella, moviendo las manos para enfatizar—. Un monstruo bello durmiente. Imagínate, un desperdicio total.

Me cubro la cara con las manos, sintiendo mis mejillas arder.

—¿Martín te lo contó?

—Si, él me lo dijo —responde sin inmutarse—. Su ex también lo sabe, pero lo dejó porque él no podía… bueno, ya sabes. Resolver. Pero es adicta a las compras y a gastar, así que él le da de todo: dinero, joyas, carro, apartamento y se aferra a ella y a que un día podrá matar con ella. Por eso esto es un milagro. Creo que se curó por estar a tu lado.

Me aparto las manos del rostro y la miro, tratando de encontrar la lógica en todo esto.

—Entonces tú no ves ningún problema en todo esto, ¿cierto?

—¡Por supuesto que no! —exclama Valentina—. Al contrario, creo que deberíamos celebrarlo. Esto es un milagro. ¡Tenemos que investigar más!

—¿Investigar más? —repito, horrorizada.

—Sí, o sea… claramente es contigo, así que tal vez si lo sigues provocando, podemos confirmar si es un patrón o solo un accidente.

Me la quedo viendo como si le hubiera salido un tercer ojo en la frente.

—Estás enferma. No me metería con un Montgomery ni muerta.

—Solo soy curiosa —se encoge de hombros—. ¿Y qué tal si lo ayudas? Podrías ser su terapeuta.

—¡Yo no voy a ser terapeuta de nadie! —digo entre dientes, mirando hacia todos lados para asegurarme de que nadie más nos escucha.

—Oh, vamos, no te hagas la santa. Si no te interesara, no estarías tan alterada. Además si no quieres nada serio por lo menos perderás tu virginidad con ese b**e.

Me cruzo de brazos, negando con la cabeza, pero mi cerebro ya está en otro lado. ¿Y si Valentina tiene razón? ¿Y si realmente soy la única que logra este efecto en Aziel? No debería importarme, pero de alguna manera, siento una punzada de orgullo… y de curiosidad.

Miro hacia el baño, preguntándome si todavía sigue allí. Seguramente está teniendo una crisis existencial.

—Oye, por cierto —dice Valentina, interrumpiendo mis pensamientos—. ¿Cómo se sintió?

Parpadeo confundida.

—¿Cómo se sintió qué?

—Ya sabes… bailar pegadita con un monstruo dormido que de repente despertó.

Tardo un segundo en procesarlo y cuando lo hago, le lanzo una servilleta en la cara.

—¡Eres imposible!

Valentina estalla en risas y yo no puedo evitar sonreír también, aunque todavía me siento un poco perturbada por todo esto. No sé qué demonios acaba de pasar, pero algo me dice que esta historia con Aziel no ha terminado aquí.

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