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──────⊰·☆·⊱──────Dos años después…Las luces y los reflectores le hacían sudar, aunque no era la primera vez que estaba frente al público, sentía un poco de ansiedad. Miraba a los presentes detrás de la cortina roja. Luego de haber ido a la cárcel de manera injusta, pensó que su sueño de hacer un inversionista en el área de la construcción se había ido al caño. No esperó que los de la junta directiva de la empresa que tenía en con el matrimonio Anderson lo respaldaran, puesto que se había comprobado que era un hombre honesto y responsable.Dos meses después fue por Morgana a Escocia, se había tardado todo ese tiempo realizado los trámites necesarios para limpiar su nombre, y hacer una auditoria en todos sus negocios. Sin embargo; se había casado con Morgana, porque en el momento que la vio con un embarazo avanzado la propuesta salió de sus labios de manera natural, puesto que la quería en su vida, y en su cama. Además, que lo había convertido en padre. Cosa que fue para él como un mil
──────⊰·☆·⊱──────—No puedo creer que mi vida se haya vuelto tan miserable, todo está patas arriba —se quejaba Morgana por la videollamada con su amiga Lorena, mientras estaba varada en el tráfico a las cinco de la tarde en la ciudad.La fila de vehículos era interminable, el sol implacable eran finales de julio. A pesar de que tenía encendido el aire acondicionado, sentía como su camisa de seda se adhería a su espalda por sudor. —Solo porque así lo quieres —le contestó esta—. Tú lo único que tienes que hacer es mirarlo a la cara y decirle de una vez por todas que se puede ir al mismo infierno. Que solo ha sido el peor error de tu vida.«¡Suena tan fácil decirlo!»—No es tan sencillo como piensas —le dio dos golpecitos al volante para hacer sonar el claxon, y negando con la cabeza agregó: —Acabo de intentarlo, y el muy idiota me ha amenazado. ¿Puedes suponer tal cosa? ¡Esto es estúpido!—¡¿Cómo que te ha amenazado?!
──────⊰·☆·⊱──────Morgana se encontraba abriendo la puerta de su modesta oficina, le provocaba quitarse los zapatos de tacón aguja y caminar descalza por aquel suelo cómodo de madera, su escritorio moderno y liviano de aluminio pintado en negro y gris plomo, resaltaba en medio de las paredes de color blancas. A través del gran ventanal la luz del día se hacía presente para iluminar y darle la energía que necesitaba para trabajar. Al mismo tiempo que activaba su creatividad, mientras que por las noches las luces de la ciudad le daban el toque mágico. Su sillón completamente moderno, y ergonómico, le daba comodidad. Dos sillones de dos puestos, con tapizado de rayas de colores cítricos, le daban vida y color a la oficina. Eso sin contar la calidez, por eso muchas de las presentaciones las hacía ahí. Lograba que el cliente se relajara, y podía bombardearlo con su lluvia de ideas. Dio una respiración profunda, y cerró lo
──────⊰·☆·⊱──────La impresión que se llevó fue tan fuerte, que en silencio fue hasta su habitación y llamó a su tío. Que al notarla en aquel estado le propuso ir a estudiar en una escuela de negocios en Miami. Morgana no se lo pensó mucho y lo aceptó casi de manera inmediata. Ninguno le dijo una palabra al día siguiente, sintió que en ese instante les estorbaba. Así que preparó su pequeño equipaje y esa misma mañana se marchó. Durante los primeros días, su madre le había llamado constantemente. Aún no se disculpaba, simplemente se justificaba diciéndole que el corazón no decide de quien se enamora, y que por más que la lucha sea fuerte, si el amor es verdadero, cederá. Morgana decidió pasar la página con aquella experiencia, a ningún hijo le gustaba saber con detalles lo que ocurría con sus padres a la hora de tener sexo. El beneficio de aquello fue que la relación entre los tres mejoró mucho. En el fondo se ale
──────⊰·☆·⊱──────Arthur tenía la mirada lejana, mientras tomaba un sorbo de su trago de whisky, dejando que el líquido ámbar bajara por su garganta. Quería un pequeño descanso, después de un ajetreado día, por no decir que el cuerpo se lo exigía a gritos. La música de fondo, la decoración, había logrado relajarlo un poco. «¿No entiendo de que te quejas? Si tienes todo lo que deseas?»Dio una respiración profunda, al recordar las palabras de aquella mujer. Que actuaba con tal autoridad, como si todo lo que saliera de su boca debía de ser cumplido al pie de la letra. En ese momento, aceptó con amargura que era mejor no tener nada. Y aunque en la actualidad lo rodeaba el lujo y el dinero, muchas veces deseaba ser, de nuevo, aquel hombre de hacía cinco años atrás. El que veía las cosas desde el punto de vista soñador, el que disfrutaba compartir una pizza de oferta con sus amigos. Al que todavía sus actos, no le pasa
──────⊰·☆·⊱──────Arthur iba a aprovechar la noche, y por su puesto que con buena compañía. —Eres incorregible… —le dijo a su amigo riéndose, pues sabía que él también era un buscador de placeres, al igual que él. —Negativo —el israelí chasqueó los dientes—, soy amante de las mujeres hermosas. —Por no decir que las coleccionas…—¡Vamos, Arthur! —exclamó indignado su amigo, poniéndose la mano en el pecho, fingiendo estar dolido—. No soy el único que disfruta de una hermosa mujer a su lado —le guiñó un ojo—. Hay otros que obtienes mejores beneficios que meterse en sus piernas, aunque conozco uno que otro que solo se encuentra a locas desesperadas en el camino. —¡Eres un jodido cabrón! —él soltó una carcajada, pues sabía que se refería a Jennifer.Micah había estado con él en las buenas y malas, incluso cuando una de sus amigas trató de engañarlo. Fue hasta su oficina y le dijo que estaba embaraza, estuvo varios días
──────⊰·☆·⊱──────Morgana siempre había estado rodeada de hombres galantes, pero como el que le había besado la mano, nunca pensó que fuese posible. Ya que ese tipo de experiencias solo se existen en las películas románticas. Aquellos ojos claros, que resaltaban entre aquellas cejas gruesas, y pestañas pobladas de tono oscuro que su cabello. Nariz perfilada, pero un poco ladeada. Lo que significaba que podía ser el resultado de un buen lío, los labios gruesos y delineados bordeados por una barba incipiente. Alto, podía ser un poco más de uno ochenta y cinco. Lo supo, porque ella apenas medía un metro con cincuenta y ocho, y con aquellas sandalias altas le llegaba exactamente a la punta de la nariz. Hacía mucho tiempo que había hecho ese análisis. Quedó un poco aturdida cuando el olor de su costoso perfume invadió sus fosas nasales. No había duda que era todo un caballero. «¡Oh, Dios! ¡Me he encontrado con el señor Darc
──────⊰·☆·⊱──────Se alejó rápidamente del grupo de personas, antes de que su amiga dijera algo más. Por tercera vez en esa noche, sintió la voz de Joe tan cerca que su aliento la acarició. —No pienses que te desharás de mí tan fácil, poca cosa —le dijo tomándola firmemente del brazo. —¡Déjame en paz! —exclamó apretando los dientes, y se giró para mirarlo a los ojos, quería que viera cuanto lo despreciaba, y luego manifestó: —No sabes como deseo que desaparezcas de una vez por todas de mi vida. Cerró la boca de golpe al notar la mirada de Joe, que además de sorprendida era de dolor. Lo sentía por él, pero no iba a retractarse. Solo estaba siendo sincera, a lo mejor las dos copas de vino que había bebido en casa, más las dos de champagne en la fiesta ya estaban haciéndole efecto. Salió prácticamente que corriendo al baño, al cerrar la puerta descansó la cabeza en el material, y colocó su bolso sobre su pecho, apretá