DECIDIDA:

                                                                       ──────⊰·☆·⊱──────

La impresión que se llevó fue tan fuerte, que en silencio fue hasta su habitación y llamó a su tío. Que al notarla en aquel estado le propuso ir a estudiar en una escuela de negocios en Miami. Morgana no se lo pensó mucho y lo aceptó casi de manera inmediata. Ninguno le dijo una palabra al día siguiente, sintió que en ese instante les estorbaba. Así que preparó su pequeño equipaje y esa misma mañana se marchó. 

Durante los primeros días, su madre le había llamado constantemente. Aún no se disculpaba, simplemente se justificaba diciéndole que el corazón no decide de quien se enamora, y que por más que la lucha sea fuerte, si el amor es verdadero, cederá. Morgana decidió pasar la página con aquella experiencia, a ningún hijo le gustaba saber con detalles lo que ocurría con sus padres a la hora de tener sexo. 

El beneficio de aquello fue que la relación entre los tres mejoró mucho. En el fondo se alegraba por ambos, y esperaba que esa vez hicieran mejor las cosas. Pero no todo quedó ahí, porque fue protagonista de otra escena surrealista. Al punto que la hizo actuar como si entre los tres, ella fuera la persona adulta y sus padres, un par de adolescentes con las hormonas revueltas. El fin de semana que llegó de visita a casa después de meses. Se encontró con su madre embarazada, y que sus progenitores se habían vuelto casar. 

No se dio la oportunidad de desempacar, sino que de nuevo llamó a su tío. Con también tuvo unas palabras, porque estaba al tanto de la situación. Sin embargo; era muy poco lo que Xavier podía hacer, ya que él trabajaba en las plataformas petroleras en medio de la nada.

La calmó diciéndole que también había quedado tan sorprendido como ella, pero que el amor tenía maneras muy extrañas de manifestarse. Que al parecer la pareja se quería lo suficiente, como para sobrellevar los obstáculos, y hacer florecer su relación con otro hijo. 

«Yo nunca tuve esa clase de relación, así que supongo que no conozco y el amor. Y ya a estas alturas de mi vida y nunca lo haré, tal vez por eso estoy solo».

Mientras iba en el elevador, recordó las palabras que le dijo su tío ese día, después que había vivido aquel episodio con Joe, pensaba que iba a seguir el mismo camino que él.

Sacudió la cabeza, y al abrir la puerta de su apartamento se encontró con Sultana, su perra salchicha. Se la había regalado Sergio, un amigo muy especial para ella en navidad.

«Al menos ya tienes quien te reciba a casa cuando llegues», le había dicho y desde entonces la cachorra había sido su compañera de piso.

Al encender la luz, enseguida hizo acto de presencia gimoteando y moviendo la cola para saludarla. 

—Eres lo más dulce de mi vida —le hizo cariño—, la única compañía que necesito.

«Por ahora», pensó dando un suspiro. 

Llevó todos los paquetes que traía en su habitación, luego fue hasta la cocina a servirle un poco de comida a Sultana, y destapar la botella de vino que suponía se tomaría esa misma noche en compañía de su amiga soledad. 

Se sirvió una copa, y dando dos sorbos a su bebida, preparó su ducha y minutos después se sumergió en la cómoda tina. Negó con la cabeza, cuando a su mente vinieron los recuerdos de su relación con Joe. Usando una balanza, pesaban más los momentos de peleas y de insulto que los buenos recuerdos. Movió la mano tratando de atrapar la espuma. A la mente de Morgana, llegaron de un golpe todos los recuerdos. Creando un completo sentimiento de impotencia, por no haberse dado cuenta a tiempo. 

Lo conoció en una presentación de una empresa que se encargaba de la venta de neumáticos, ella había se había encargado de todo. Desde el marketing, publicidad, logística y cada detalle del evento que incluía comida, bebida y hasta el tipo de música que se escucharía. Lo cual era su trabajo desde hacía más de cinco años.  

Joe era sobrino del dueño de Carson & Co, una empresa de publicidad en la cual Morgana había sido reclutada mucho antes de egresar de la escuela de negocios de Miami. Desde que se conocieron hubo mucha química entre ellos, pero ella no estaba buscando una relación en ese momento. Estaba concentrada, en su trabajo, que en ese momento le estaba exigiendo el cien porciento. Sin embargo; él insistió tanto que no supo en qué momento la envolvió, y cuando se dio cuenta estaba en una supuesta relación con él. 

Decidió dejarlo correr, pues todo ba marchando de manera natural entre ellos, hasta que Joe comenzó a tener actitudes muy extrañas con ella. Lo primero que hizo fue pedirle empleo al señor Carson, para poder estar más cerca de ella. Luego vinieron las escenas de celos, delante de todos los compañeros de trabajo, y a veces ante los clientes. Lo último que pudo soportar fue su falta de respeto con ofensas, de las cuales estaba cansada. 

Su relación comenzaba a causar confusión, puesto que nadie sabía exactamente que era lo que pasaba entre ellos. Porque por más que Joe hiciera alarde de que estaban juntos, Morgana siempre lo negaba a quien le preguntaba. Incluso delante del mismo Joe y eso era algo que ponía al hombre de mal humor. Hasta que su padre se enfermó y él creó un vínculo entre ellos llamado: “deuda”

La situación se volvió tan insoportable, que no aguantaba más, y ella misma le había pedido a su jefe una semana de vacaciones con la excusa de que tenía que cuidar a su padre. Pero lo cierto era que necesitaba un respiro de Joe, así en él no la buscara, el solo saber que estaba en las mismas instalaciones de la empresa la ponía de mal humor y con dolor de cabeza.  

Morgana sabía que él era un encantador, y completo mujeriego. Cada vez que se enteraba de sus aventuras lo ponía como excusas para que la dejara de molestar, y poner distancia entre ellos. Pero no tenía resultados favorables, sino todo lo contrario. Joe afirmaba que ella era la infiel, y se hacía la víctima. Fue tanta la presión que hacía unas pocas semanas atrás había colapsado. 

Terminó su baño, y minutos después comenzó a vestirse. Se había comprado un mini vestido de color negro, ceñido al cuerpo, resaltando su figura curvilínea. Con encaje floral, diseño de purpurina con los hombros descubiertos, que dejaba a la imaginación lo redondo y firmes que eran sus pechos.

Utilizó unas sandalias negras altas, con una pequeña plataforma con comodidad para caminar, y un tacón de más de diez centímetros de tiras cruzadas y con el detalle en el tobillo también de purpurina. Acompañó su atuendo con unas argollas medianas de color plata, al igual que la sencilla cadena que adornaba su pecho, y sus pies con anillos diminutos en cada uno de sus dedos medios. Un detalle coqueto que usaba desde que tenía dieciséis años. 

Se maquilló los ojos de una manera que hiciera resaltar sus ojos, color ámbar, y sus largas pestañas. Empleó solo un poco de blush en sus mejillas, y los labios con un tono que pareciera natural. Al mirar su reflejo en el espejo quedó complacida con el resultado. Estaba haciendo morisquetas cuando su teléfono celular sonó. 

—Ya estás lista, ¿verdad? —fue el saludo de Lorena. 

—Sí, lo estoy —respondió con una risita. 

—Estamos abajo.

—Voy enseguida, solo deja que le deje un poco de comida y agua a Sultana y ya estoy ahí. 

—Perfecto.

La llamada finalizó, y Morgana fue por un poco de su perfume para terminar con su vestimenta. Fue hasta la cocina, todo lo rápido que le permitían sus zapatos. 

—Sultana, ven aquí.

La perrita fue corriendo hasta donde se encontraba su dueña. Morgana se inclinó hacia ella para acariciarla, enseguida aquella noble mascota le dio su manifestación de afecto acariciando con su hocico la mano. 

—Esta noche me voy de fiesta —le dijo a la cachorra que se alejó por un momento de ella, para disfrutar de su comida, mientras continuaba acariciándola—. Eso quiere decir que estás a cargo de  la casa, no creas que puedes hacer fiestas en mi ausencia y sobre todo no invites a chicos sexis mientras no estoy —con tono juguetón agregó: —Sabes que me daré cuenta de inmediato. 

En ese instante la mascota ladró como si le hubiera entendido perfectamente, y ella sonrió complacida de que al menos había alguien que la entendía. Sin la necesidad de dar muchas explicaciones. 

—Buena chica —le dijo Morgana, levantándose y lanzándole un beso, tomó su pequeño bolso encima del desayunador, y caminó hasta la salida. 

Al cerrar la puerta dio una respiración profunda, nada podía salir mal esa noche. Joe no podía molestarla más, con las fotos que le había tomado esa tarde en el estacionamiento de la empresa estaba segura de que no la molestaría más. 

—Esta noche vas a brillar, Morgana, ¡Así que sonríe!

Irradiando alegría, fue en busca de su amiga. Una camioneta Pathfinder de color vino tinto estaba estacionada en frente, le pareció un poco extraño. Ella se paró en seco, y miró a los lados frunciendo el ceño, ya que no veía a nadie conocido. 

—Aquí —Lorena bajó el vidrio de la ventana trasera, para sacar el brazo y agitarlo.

—Wooa —dijo Morgana en el instante en que se abrió la puerta— ¿Esto no me lo esperaba? 

—Conoce a mi amigo Albert —en los ojos de Lorena se podía notar la emoción. 

Morgana la miró con más sorpresa aún, pues ella no le había hablado del hombre. 

—Mucho gusto —ella extendió la mano, pero algo en él no le gustó, tal vez era porque se le veía la arrogancia que viene el poder y el dinero. 

—Lore me ha hablado mucho de ti.

La voz baja del hombre le hizo sentir que estaba coqueteando con ella. 

—¡Genial! —fue todo lo que ella dijo, mientras el chofer le cerraba la puerta. 

—Estás muy guapa esta noche —intervino Lorena—. Solo espero que el idiota no esté ahí. 

—¿De qué idiota hablan? —quiso saber Albert con tono de curiosidad. 

—Un tipo que no vale una m****a —respondió Lorena con desdén.

—¡Basta, Lore! —exclamó Morgana—. No voy a permitir que la sombra de ese individuo arruine mi noche.

—Aunque no conozco a la persona, estoy de acuerdo con Morgana —Albert les dijo a ambas mujeres con una sonrisa, pero que perfectamente indicaba que el tema ya estaba cerrado.

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