──────⊰·☆·⊱──────Morgana no quería abrir los ojos, sabía que en ese momento su habitación estaría completamente clara. El suave calor de los rayos solares que se filtraban por la ventana se lo hacía sentir. Pero era sábado, el único día que se permitía levantarse después de las once de la mañana, y eso era una costumbre sagrada. Además, había llegado un poco tarde, por no decir que casi al amanecer«¿Cómo una simple escapada a comer pizza duró hasta las cuatro de la mañana?, se preguntó esbozando una sonrisa, aun sin abrir los ojos. Se puso la almohada en la cara, para intentar hacerse la indiferente al sonido insistente de su teléfono celular. Por el tono de la llamada, sabía que era su madre. Estiró a tientas el brazo hasta su mesita de noche, para alcanzar el aparato. —Dime, mamá… —respondió de mala gana con los ojos cerrados— ¿Por qué me llamas a estas horas? —No es que sean las seis de la mañana, Morgana… —le repren
──────⊰·☆·⊱──────Para Arthur, el levantarse temprano. No importara el día que fuera, era un hábito que había tenido por años. Era un hombre que dormía poco, y que tal manía aprovechaba al máximo para trabajar. Aunque llegó a casa a altas horas de la madrugada, descansó sus respectivas seis horas. Se encontraba revisando unos documentos en su computadora portátil, y tomando una taza de café, cuando por séptima vez escuchó su teléfono celular repicar. —¡¿Es que acaso esta mujer no se cansa?! —exclamó de mal humor. Dio una respiración profunda, muchas veces le provocaba mandarla a la mierda, a ella y a su ayuda económica. Pero se contuvo enormemente, ya que todavía no podía hacerlo. Había muchas cosas en juego, por ejemplo el proyecto de un nuevo complejo residencial en Kansas. Jennifer tenía mucha libertad, para su gusto demasiada. Puesto que su esposo, el congresista; trabajaba en Washington D. C. Volvía a Miami cada qui
──────⊰·☆·⊱──────«¡Esto es una mierda! No era lo que tenía en mente», se dijo apretando la mandíbula. A pesar de que ambos tenían sus rostros cubiertos, se miraron como rivales, aunque Arthur sabía muy que no lo era en realidad, porque al final de cuentas la mujer que estaba ahí con ellos no era suya… Y nunca lo sería. En ese momento entendió el plan de Jennifer, sabía perfectamente que no le gustaba compartir. Trajo a un hombre creyendo que sentiría celos, qué equivocada estaba. Daría lo que no tenía para que fuese a ese recién llegado a quien invitara a Hawái. Así sería él quien estuviera de vacaciones de ella. Al verle caminar hacia ellos, Jennifer esbozó una sonrisa traviesa. Dándole a entender de que sabía que la sorpresa no le había caído del todo bien. No había duda que ella pensaba que lo conocía bien.«¡Te equivocas si piensas que me provoca celos tu actitud de creída!»—Me alegro de que hayas venido —le ofreció
──────⊰·☆·⊱──────No había duda de que Jennifer sabía como complacerlo, lo chupaba de una manera lenta, pero experta. Con la lengua le daba golpecitos a la cabeza de su virilidad en forma de seta. El placer era innegable, Arthur se inclinó un poco hacia ella para con sus manos entrecerrar su rostro, y marcar el ritmo de las penetraciones a su boca de una manera tan completa que apenas le daba espacio para respirar.Estaba seguro de que ella también sentía placer, porque los gemidos por su parte eran cada vez más fuertes. La manera en que lo devoraba, también se lo confirmaba. Una vez más, la mujer alzó el rostro. Para encontrarse con la mirada ardiente de Arthur detrás del pasamontañas que ocultaba sus emociones. Su sangre comenzaba a hervir, se estaba quemando viva. Lo lamía con codicia, haciéndole sentir que él era lo único en que podía pensar. En ese momento a él le asustó el sentido de posesividad que Jennifer le t
──────⊰·☆·⊱──────Estaba a punto de correrse de nuevo, sentir tal placer debería estar completamente prohibido. Arthur y el invitado se movían con tal sincronización, que parecían uno solo. Cuando uno empujaba dentro de los delicados pliegues de su sexo, el otro se detenía para retroceder lentamente, estirando y quemando aquel agujero que para muchos era tema tabú. Haciendo que el vaivén de los dos hombres, la llevara de nuevo por una montaña rusa de emociones, y sensaciones. Si el placer era un pecado, entonces ella se quemaría en el infierno. Porque en ese momento, se había entregado completamente al deseo de ser poseída. Y cuando la intensidad del orgasmo la arroyó, acabó con cualquier pensamiento razonable. Hasta la habilidad para habar la perdió en ese instante. Ya que no articulaba palabra alguna, solo emitía monosílabos con la respiración entrecortada. No quedó duda de que sus compañeros eran buenos amantes, la hab
──────⊰·☆·⊱──────Después de la visita indeseada de Joe a la casa de sus padres, Morgana estaba evitando quedarse a solas con su madre, puesto que la conocía y sabía muy bien no iba a dejar pasar cuando llegara el momento de preguntarle, que era lo que había pasado en la entrada. —Estuvo bien la comida, cariño —su padre comenzó la conversación.—Sí, deliciosa como siempre —agregó Morgana. —Lo más aburrido fueron los vegetales —expresó su hermano arrugando la nariz—, pero el postre que trajo Nana no se compara. —Oh, gracias por tu comentario, jovencito —la voz de su madre era de indignación fingida.El niño se sonrojó un paco, miró a su padre pidiendo auxilio.—Ya que hemos terminado aquí, creo que lo mejor es que vayamos por nuestro partido regular de ajedrez, Xavier.—¡Por supuesto! —exclamó el niño tratando por todos los medios de salir rápido de la vista de su madre. Miró a su hermana, y esta le guiñó un ojo. —No te preo
──────⊰·☆·⊱──────En el instante en que encendió el motor del auto, Morgana supo que había cometido un error al invitar a Arthur a su casa. Sus padres hicieron de su visita un circo, ya que era increíble la manera en que habían atacado al recién llegado. Parecía que hasta su hermano se hubiera puesto de acuerdo. Apretó los dedos alrededor del volante, movió la cabeza de un lado a otro en contrariedad. —¡Qué tonta, Morgana! —se reclamó en voz alta— ¡Qué tonta has sido!Se pasó la mano por la cabeza, tenía que pensar rápido. Además, sentía que Arthur estaba molesto con ella, y tenía razón. Prácticamente, lo había echado de la casa de sus padres. Así que no le quedaba de otra, él parecía ser todo un caballero y estaba naciendo en ellos una bonita amistad.A pocos minutos estaban entrando al estacionamiento subterráneo del edificio en donde Morgana vivía, no sin antes darle instrucciones al vigilante que el BMW que la seguía er
──────⊰·☆·⊱──────Arthur salía de la cama, como Dios lo había traído al mundo directamente al cuarto de baño. Habían pasado seis días después de aquel encuentro entre tres, y todavía no había podido convencer a Jennifer de su insistencia de que él fuera a Hawái. Esa tarde habían quedado para almorzar, pero ella lo había persuadido para que la cita fuera en su ático de soltero.—¿Qué tienes pensado hacer esta tarde? —Jennifer se apoyó con sus codos sobre el colchón para observarlo.De manera descarada posaba sus ojos sobre él de arriba hasta abajo, dio un suspiro y se relamió los labios sin importarle que Arthur se sintiera un poco incómodo.Algo que sí sucedía, él sabía como disimularlo muy bien. Puesto que ni siquiera le contestó, solo cerró la puerta detrás de él.—Te hice una pregunta —ella insistió. Arthur apretó los dientes al darse cuenta de que, sin pedir permiso, Jennifer abrió la puerta y estaba adentro.—¡Q