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Morgana se encontraba abriendo la puerta de su modesta oficina, le provocaba quitarse los zapatos de tacón aguja y caminar descalza por aquel suelo cómodo de madera, su escritorio moderno y liviano de aluminio pintado en negro y gris plomo, resaltaba en medio de las paredes de color blancas. A través del gran ventanal la luz del día se hacía presente para iluminar y darle la energía que necesitaba para trabajar. Al mismo tiempo que activaba su creatividad, mientras que por las noches las luces de la ciudad le daban el toque mágico. Su sillón completamente moderno, y ergonómico, le daba comodidad.
Dos sillones de dos puestos, con tapizado de rayas de colores cítricos, le daban vida y color a la oficina. Eso sin contar la calidez, por eso muchas de las presentaciones las hacía ahí. Lograba que el cliente se relajara, y podía bombardearlo con su lluvia de ideas.
Dio una respiración profunda, y cerró los ojos al acomodarse en su asiento. Apena unos minutos atrás había terminado su presentación en la sala de juntas. Estaba conforme, pues todo salió mejor de lo planificado, aunque por un momento pensó que no lo lograría. Ya que no había podido dormir la noche anterior, las palabras ofensivas de Joe Carson continuaban resonando en su cabeza, acabando con su poca paz mental.
Sin embargo; convirtió su ansiedad y desasosiego en algo productivo que le dejó buenos frutos. Como siempre estaba acostumbrada a hacer. El toque suave en la puerta la sacó de sus pensamientos.
—¡Por fin es viernes! —Lorena exclamó al entrar, y de manera inmediata se sentó en una de las sillas de visita que estaba frente a su escritorio— Pensé que nunca llegaría, esta semana fue muy larga para mí.
—Sí, no voy a negar que estaba deseosa porque llegará el fin de semana —hizo gesto con la boca—. La verdad es que estoy un poco cansada, no sabes como anhelo llegar a casa, darme una ducha en la tina acompañada de una buena copa de vino. Luego pedir una pizza y ver una buena película.
«Y tener satisfacción sexual por mí misma para drenar este jodido estrés».
Morgana pensó, pero no lo comentó a Lorena. Aunque no tenía nada de malo, estaba segura de que le diría que tener sexo con una buena compañía, era uno de los placeres de la vida.
—Estás bromeando, ¿cierto? ¿Ese es tu plan para hoy? —cuestionó la recién llegada y alzando una ceja le dijo: —Júrame que no te convertirás en la loca de los gatos. ¿Desde cuándo eres tan aburrida? Pensé que me acompañarías esta noche.
—¿A dónde? —Morgana frunció el ceño, por la cara de desilusión que había puesto su amiga.
—Hoy es el evento de la empresa del señor Aydin —entrecerró los ojos— Prometiste que irías, Morgana —negó con la cabeza y con voz de fingida de ofendida agregó—: ¿Eres mi amiga? ¡No puedo creer que lo olvidaras!
Ella aguardó silencio, pues eso mismo había ocurrido. Lo olvidó por completo, con tantas cosas en su cabeza, perturbándola. En los últimos dos meses no tenía muchas ganas de salir, pero debía ir. Ya se lo había prometido desde hacía dos semanas antes. Ladeó la cabeza reflexionando un poco, tal vez no era tan mal plan después de todo, porque quizá pensó que asistir a ese evento le ayudaría a despejarse un poco. Al mismo tiempo que cumplía con la empresa y con su amiga.
Últimamente, padecía de insomnio y de un fuerte dolor en el cuello producido por el estrés que mantenía. Entre el trabajo y sus discusiones con su ex a veces le daban ganas de salir corriendo. De hecho, en la oficina le habían llamado un par de veces la atención por no encender el aparato telefónico durante más de cuatro días seguidos. Desconectarse le hacía bien.
—Está bien, iré contigo —dijo al final entornando los ojos—, ahora cambia esa cara.
—Perfecto… —Lorena aplaudió como si fuera una chiquilla de cinco años emocionada y le guiñó un ojo antes de decir: —Recuerda, que es un evento en donde asistirán muchos empresarios. Me tomé la molestia de renovar la lista de invitados. Invité a los representantes de los sectores empresariales más fuertes de todo el estado.
—¡¿Así que es formal?! —inquirió abriendo mucho los ojos—. ¡Vas por todo!
Lorena respondió con un inocente asentimiento de cabeza, luego le guiñó un ojo.
—Lo siento, pensé que era una presentación regular.
—¡No! —exclamó—. Es la renovación completa de la marca, así que debes ir deslumbrante, no sabemos a qué podamos pescar por ahí —ella soltó una risita—. Tal vez un nuevo cliente, con un nuevo contrato que solucione el problema que tienes con tu ex.
—No tienes idea de cómo me divierte lo que me acabas de decir —entornó los ojos.
—¡Por Dios, Morgana! Sé que no te gusta asistir a este tipo de eventos, pero de vez en cuando hace crecer la autoestima. Además, esto es parte fundamental de tu trabajo. ¿Para qué fuiste a la universidad a estudiar esta carrera?
—¡Está bien! —alzó las manos en redición— Tienes un poder de convencimiento que asombra —terminó diciendo esbozando una sonrisa.
—Así me gusta —se burló Lorena—, como dice el refrán: «Al mal tiempo, buena cara».
Morgana le hizo un mohín, pues a veces el entusiasmo de su amiga la agobiaba un poco.
—Siempre tienes que salirte con la tuya, ¿cierto? Ya no diré nada más —se levantó de y silla y recogió su bolso—, me iré ahora mismo a un centro comercial, a ver si encuentro un vestido acorde a ese dichoso evento.
Pasó a un lado de su mejor amiga, y le dio un beso en la mejilla.
—Te llamaré media hora antes de pasar por ti —le dijo esta.
—De acuerdo… —salió prácticamente corriendo antes de que ella dijera algo más.
Enseguida tomó el ascensor, para dirigirse al sótano de las instalaciones en donde se encontraba el estacionamiento, aceleró el paso al dirigirse a su auto cuando vio una escena que no esperaba, y que le hizo tener sentimientos encontrados como impotencia y rabia. Sin embargo; la usaría a su beneficio. Sacó su teléfono celular y tomó un par de fotos.
La pareja, que estaba a pocos metros de ella, estaba tan sumergida en aquel beso tan apasionado, que no se dieron cuenta de su presencia y de lo que había hecho. Mucho menos de quién era la persona que había subido al auto. Por tal motivo, Morgana trató de ser todo lo más discreta que pudo. No quería bajo ningún concepto que la pillaran.
Arrancó su Mazda3, y miró por el espejo retrovisor con curiosidad. Pero afortunadamente todo salió bien. Por alguna razón extraña su humor había cambiado, se mezcló en el tráfico de la ciudad, esa vez no le importaba si era hora pico o no. Se dirigió al centro comercial más cerca de donde vivía. Comenzó a tararear una canción antes de encender la radio.
Una hora y media después observaba las vidrieras de las boutiques, con tres bolsas en la mano. Agradeció que minutos antes de la compra, Lorena le llamó, para recordarle de que el evento se realizaría en uno de los sitios nocturnos de moda de la ciudad. Hasta ella misma estaba sorprendida de lo rápido que fue su elección, porque cuando giró la cabeza tenía el vestido perfecto en frente. Se preguntó si la ocasión ameritaba, que excediera el límite de su tarjeta de crédito.
«No me queda de otra de gastar el bono que gané hoy con el cierre del proyecto por adelantado», pensó y se encogió de hombros.
Dio un largo suspiro, mientras caminaba hasta el vehículo. Estaba meditando en como la vida cambiaba en solo segundos, ya que estaba sorprendida, que a pesar de que su día anterior había sido completamente una m****a. Todo había sido perfecto desde que abrió los ojos en la mañana. Durante tan solo unos minutos la duda se hizo presente, porque algo le decía que todo estaba a punto de cambiar. Lo que no sabía era que sí era para bien o para mal, con tal que sacara a Joe definitivamente de su vida.
Sacudió la cabeza, mientras encendía su automóvil, y se fue directamente a su casa. Estaba a unos escasos siete minutos. Morgana vivía en un ático en una muy buena zona de la ciudad, cortesía del hermano de su madre. Quien había muerto hacía tres años en un accidente laboral, se sorprendió cuando fue llamada por la empresa aseguradora y le dijo que el hombre le había dejado como beneficiaria del seguro de vida. Pero que por cuestiones de papeleo e impuestos, solo le había quedado el cincuenta y cinco porciento del monto total de la póliza, el cual administró sabiamente.
Con ese dinero, le había comprado una casa a sus padres y a su hermano pequeño, de nueve años, llamado Xavier en honor a su tío. También había solicitado un préstamo para la compra de su vivienda actual, y por su puesto adquirió su amado Mazda3. En realidad, económicamente todo le había ido muy bien. Hasta que su padre enfermó y sus reservas se las había llevado la intervención quirúrgica que le habían hecho. Pero la situación lo ameritaba, ya que era dejarlo morir o ponerle un marcapasos. Por supuesto que tomó la última opción.
En cuanto a las cosas del amor, Morgana pensaba que no las entendería nunca. Quizá era que tampoco se había enamorado, y el ejemplo que tenía acerca de relaciones amorosas era el matrimonio de sus padres. Puesto que habían tenido un divorcio traumático, cuando apenas tenía diez años. La situación fue tan desastrosa que los primeros meses del proceso que su tío Xavier tuvo que intervenir, y ayudar a su madre, llevándolas a vivir con él. Cambiando de golpe todo su entorno, y teniendo que empezar de cero por haberse mudado a otro condado.
Pero aquel idilio de amor no quedó ahí. Luego, después de muchos años, específicamente el día en que Morgana cumplió diecinueve años después de su fiesta, que coincidió con la de su graduación. Se encontró con que sus progenitores habían tenido una noche de pasión, tragos y sexo como si fueran universitarios. De ese desliz el resultado fue su hermano, que en realidad era lo único bueno de aquel desastre entre dos personas que se supone eran adultas.
──────⊰·☆·⊱──────La impresión que se llevó fue tan fuerte, que en silencio fue hasta su habitación y llamó a su tío. Que al notarla en aquel estado le propuso ir a estudiar en una escuela de negocios en Miami. Morgana no se lo pensó mucho y lo aceptó casi de manera inmediata. Ninguno le dijo una palabra al día siguiente, sintió que en ese instante les estorbaba. Así que preparó su pequeño equipaje y esa misma mañana se marchó. Durante los primeros días, su madre le había llamado constantemente. Aún no se disculpaba, simplemente se justificaba diciéndole que el corazón no decide de quien se enamora, y que por más que la lucha sea fuerte, si el amor es verdadero, cederá. Morgana decidió pasar la página con aquella experiencia, a ningún hijo le gustaba saber con detalles lo que ocurría con sus padres a la hora de tener sexo. El beneficio de aquello fue que la relación entre los tres mejoró mucho. En el fondo se ale
──────⊰·☆·⊱──────Arthur tenía la mirada lejana, mientras tomaba un sorbo de su trago de whisky, dejando que el líquido ámbar bajara por su garganta. Quería un pequeño descanso, después de un ajetreado día, por no decir que el cuerpo se lo exigía a gritos. La música de fondo, la decoración, había logrado relajarlo un poco. «¿No entiendo de que te quejas? Si tienes todo lo que deseas?»Dio una respiración profunda, al recordar las palabras de aquella mujer. Que actuaba con tal autoridad, como si todo lo que saliera de su boca debía de ser cumplido al pie de la letra. En ese momento, aceptó con amargura que era mejor no tener nada. Y aunque en la actualidad lo rodeaba el lujo y el dinero, muchas veces deseaba ser, de nuevo, aquel hombre de hacía cinco años atrás. El que veía las cosas desde el punto de vista soñador, el que disfrutaba compartir una pizza de oferta con sus amigos. Al que todavía sus actos, no le pasa
──────⊰·☆·⊱──────Arthur iba a aprovechar la noche, y por su puesto que con buena compañía. —Eres incorregible… —le dijo a su amigo riéndose, pues sabía que él también era un buscador de placeres, al igual que él. —Negativo —el israelí chasqueó los dientes—, soy amante de las mujeres hermosas. —Por no decir que las coleccionas…—¡Vamos, Arthur! —exclamó indignado su amigo, poniéndose la mano en el pecho, fingiendo estar dolido—. No soy el único que disfruta de una hermosa mujer a su lado —le guiñó un ojo—. Hay otros que obtienes mejores beneficios que meterse en sus piernas, aunque conozco uno que otro que solo se encuentra a locas desesperadas en el camino. —¡Eres un jodido cabrón! —él soltó una carcajada, pues sabía que se refería a Jennifer.Micah había estado con él en las buenas y malas, incluso cuando una de sus amigas trató de engañarlo. Fue hasta su oficina y le dijo que estaba embaraza, estuvo varios días
──────⊰·☆·⊱──────Morgana siempre había estado rodeada de hombres galantes, pero como el que le había besado la mano, nunca pensó que fuese posible. Ya que ese tipo de experiencias solo se existen en las películas románticas. Aquellos ojos claros, que resaltaban entre aquellas cejas gruesas, y pestañas pobladas de tono oscuro que su cabello. Nariz perfilada, pero un poco ladeada. Lo que significaba que podía ser el resultado de un buen lío, los labios gruesos y delineados bordeados por una barba incipiente. Alto, podía ser un poco más de uno ochenta y cinco. Lo supo, porque ella apenas medía un metro con cincuenta y ocho, y con aquellas sandalias altas le llegaba exactamente a la punta de la nariz. Hacía mucho tiempo que había hecho ese análisis. Quedó un poco aturdida cuando el olor de su costoso perfume invadió sus fosas nasales. No había duda que era todo un caballero. «¡Oh, Dios! ¡Me he encontrado con el señor Darc
──────⊰·☆·⊱──────Se alejó rápidamente del grupo de personas, antes de que su amiga dijera algo más. Por tercera vez en esa noche, sintió la voz de Joe tan cerca que su aliento la acarició. —No pienses que te desharás de mí tan fácil, poca cosa —le dijo tomándola firmemente del brazo. —¡Déjame en paz! —exclamó apretando los dientes, y se giró para mirarlo a los ojos, quería que viera cuanto lo despreciaba, y luego manifestó: —No sabes como deseo que desaparezcas de una vez por todas de mi vida. Cerró la boca de golpe al notar la mirada de Joe, que además de sorprendida era de dolor. Lo sentía por él, pero no iba a retractarse. Solo estaba siendo sincera, a lo mejor las dos copas de vino que había bebido en casa, más las dos de champagne en la fiesta ya estaban haciéndole efecto. Salió prácticamente que corriendo al baño, al cerrar la puerta descansó la cabeza en el material, y colocó su bolso sobre su pecho, apretá
──────⊰·☆·⊱──────Todavía Morgana estaba inmóvil, pues se quedó un poco aturdida, era una escena surrealista, se mordió el labio inferior, pues necesitaba porque necesitaba espabilarse. Se pasó la mano por la boca, al sentir aquel aguijón de dolor. Se tocó una de las orejas, un gesto involuntario que solo aparecía cuando se encontraba un poco nerviosa. Estaba tan desconcertada, que la inseguridad la invadió. Lo menos que se esperaba era que el recién conocido se presentara ante ella de esa forma. —¿Entonces? —Arthur preguntó de nuevo, agitando un poco las manos y entrecerrando los ojos hacia ella, como si estuviera perdiendo un poco la paciencia— ¿Quieres que te sirva de taxi o no?Morgana volvió a mirar nerviosa a los lados, no quería darle la oportunidad a Joe de que la encontrara, llegó hasta el vehículo caminando todo lo rápido que sus tacones de diez centímetros le permitieron. Escuchó claramente en el instante en qu
──────⊰·☆·⊱──────—De acuerdo —dijo él con una sonrisa—, vamos a disfrutar de una buena pizza. Arthur se sintió un poco más relajado y de manera confiada le hizo señas a la joven, para que los guiara hasta la mesa. No había dado ni tres pasos cuando frenó su paso de golpe, arrepintiéndose de nuevo. Ya que el lado discreto del restaurante que le había recomendado la camarera era al aire.Escuchó suspirar a Morgana.—¡Esto es hermoso! —exclamó sorprendida—No tenía idea de que tuviera un jardín interno. Era un espacio amplio, tenía un techo tejido por enredaderas en donde se mezclaban las bombillas con luz tenue con la natural de las estrellas. Las paredes eran de ladrillos decorados con plantas, lo que hacía que el ambiente fuera fresco. El piso de terracota pulida, con apenas ocho mesas al mismo estilo de las de adentro con las sillas modernas, hacía que no perdiera el toque elegante, tranquilo. Sobre todo discreto, id
──────⊰·☆·⊱──────Morgana no quería abrir los ojos, sabía que en ese momento su habitación estaría completamente clara. El suave calor de los rayos solares que se filtraban por la ventana se lo hacía sentir. Pero era sábado, el único día que se permitía levantarse después de las once de la mañana, y eso era una costumbre sagrada. Además, había llegado un poco tarde, por no decir que casi al amanecer«¿Cómo una simple escapada a comer pizza duró hasta las cuatro de la mañana?, se preguntó esbozando una sonrisa, aun sin abrir los ojos. Se puso la almohada en la cara, para intentar hacerse la indiferente al sonido insistente de su teléfono celular. Por el tono de la llamada, sabía que era su madre. Estiró a tientas el brazo hasta su mesita de noche, para alcanzar el aparato. —Dime, mamá… —respondió de mala gana con los ojos cerrados— ¿Por qué me llamas a estas horas? —No es que sean las seis de la mañana, Morgana… —le repren