──────⊰·☆·⊱──────Se alejó rápidamente del grupo de personas, antes de que su amiga dijera algo más. Por tercera vez en esa noche, sintió la voz de Joe tan cerca que su aliento la acarició. —No pienses que te desharás de mí tan fácil, poca cosa —le dijo tomándola firmemente del brazo. —¡Déjame en paz! —exclamó apretando los dientes, y se giró para mirarlo a los ojos, quería que viera cuanto lo despreciaba, y luego manifestó: —No sabes como deseo que desaparezcas de una vez por todas de mi vida. Cerró la boca de golpe al notar la mirada de Joe, que además de sorprendida era de dolor. Lo sentía por él, pero no iba a retractarse. Solo estaba siendo sincera, a lo mejor las dos copas de vino que había bebido en casa, más las dos de champagne en la fiesta ya estaban haciéndole efecto. Salió prácticamente que corriendo al baño, al cerrar la puerta descansó la cabeza en el material, y colocó su bolso sobre su pecho, apretá
──────⊰·☆·⊱──────Todavía Morgana estaba inmóvil, pues se quedó un poco aturdida, era una escena surrealista, se mordió el labio inferior, pues necesitaba porque necesitaba espabilarse. Se pasó la mano por la boca, al sentir aquel aguijón de dolor. Se tocó una de las orejas, un gesto involuntario que solo aparecía cuando se encontraba un poco nerviosa. Estaba tan desconcertada, que la inseguridad la invadió. Lo menos que se esperaba era que el recién conocido se presentara ante ella de esa forma. —¿Entonces? —Arthur preguntó de nuevo, agitando un poco las manos y entrecerrando los ojos hacia ella, como si estuviera perdiendo un poco la paciencia— ¿Quieres que te sirva de taxi o no?Morgana volvió a mirar nerviosa a los lados, no quería darle la oportunidad a Joe de que la encontrara, llegó hasta el vehículo caminando todo lo rápido que sus tacones de diez centímetros le permitieron. Escuchó claramente en el instante en qu
──────⊰·☆·⊱──────—De acuerdo —dijo él con una sonrisa—, vamos a disfrutar de una buena pizza. Arthur se sintió un poco más relajado y de manera confiada le hizo señas a la joven, para que los guiara hasta la mesa. No había dado ni tres pasos cuando frenó su paso de golpe, arrepintiéndose de nuevo. Ya que el lado discreto del restaurante que le había recomendado la camarera era al aire.Escuchó suspirar a Morgana.—¡Esto es hermoso! —exclamó sorprendida—No tenía idea de que tuviera un jardín interno. Era un espacio amplio, tenía un techo tejido por enredaderas en donde se mezclaban las bombillas con luz tenue con la natural de las estrellas. Las paredes eran de ladrillos decorados con plantas, lo que hacía que el ambiente fuera fresco. El piso de terracota pulida, con apenas ocho mesas al mismo estilo de las de adentro con las sillas modernas, hacía que no perdiera el toque elegante, tranquilo. Sobre todo discreto, id
──────⊰·☆·⊱──────Morgana no quería abrir los ojos, sabía que en ese momento su habitación estaría completamente clara. El suave calor de los rayos solares que se filtraban por la ventana se lo hacía sentir. Pero era sábado, el único día que se permitía levantarse después de las once de la mañana, y eso era una costumbre sagrada. Además, había llegado un poco tarde, por no decir que casi al amanecer«¿Cómo una simple escapada a comer pizza duró hasta las cuatro de la mañana?, se preguntó esbozando una sonrisa, aun sin abrir los ojos. Se puso la almohada en la cara, para intentar hacerse la indiferente al sonido insistente de su teléfono celular. Por el tono de la llamada, sabía que era su madre. Estiró a tientas el brazo hasta su mesita de noche, para alcanzar el aparato. —Dime, mamá… —respondió de mala gana con los ojos cerrados— ¿Por qué me llamas a estas horas? —No es que sean las seis de la mañana, Morgana… —le repren
──────⊰·☆·⊱──────Para Arthur, el levantarse temprano. No importara el día que fuera, era un hábito que había tenido por años. Era un hombre que dormía poco, y que tal manía aprovechaba al máximo para trabajar. Aunque llegó a casa a altas horas de la madrugada, descansó sus respectivas seis horas. Se encontraba revisando unos documentos en su computadora portátil, y tomando una taza de café, cuando por séptima vez escuchó su teléfono celular repicar. —¡¿Es que acaso esta mujer no se cansa?! —exclamó de mal humor. Dio una respiración profunda, muchas veces le provocaba mandarla a la mierda, a ella y a su ayuda económica. Pero se contuvo enormemente, ya que todavía no podía hacerlo. Había muchas cosas en juego, por ejemplo el proyecto de un nuevo complejo residencial en Kansas. Jennifer tenía mucha libertad, para su gusto demasiada. Puesto que su esposo, el congresista; trabajaba en Washington D. C. Volvía a Miami cada qui
──────⊰·☆·⊱──────«¡Esto es una mierda! No era lo que tenía en mente», se dijo apretando la mandíbula. A pesar de que ambos tenían sus rostros cubiertos, se miraron como rivales, aunque Arthur sabía muy que no lo era en realidad, porque al final de cuentas la mujer que estaba ahí con ellos no era suya… Y nunca lo sería. En ese momento entendió el plan de Jennifer, sabía perfectamente que no le gustaba compartir. Trajo a un hombre creyendo que sentiría celos, qué equivocada estaba. Daría lo que no tenía para que fuese a ese recién llegado a quien invitara a Hawái. Así sería él quien estuviera de vacaciones de ella. Al verle caminar hacia ellos, Jennifer esbozó una sonrisa traviesa. Dándole a entender de que sabía que la sorpresa no le había caído del todo bien. No había duda que ella pensaba que lo conocía bien.«¡Te equivocas si piensas que me provoca celos tu actitud de creída!»—Me alegro de que hayas venido —le ofreció
──────⊰·☆·⊱──────No había duda de que Jennifer sabía como complacerlo, lo chupaba de una manera lenta, pero experta. Con la lengua le daba golpecitos a la cabeza de su virilidad en forma de seta. El placer era innegable, Arthur se inclinó un poco hacia ella para con sus manos entrecerrar su rostro, y marcar el ritmo de las penetraciones a su boca de una manera tan completa que apenas le daba espacio para respirar.Estaba seguro de que ella también sentía placer, porque los gemidos por su parte eran cada vez más fuertes. La manera en que lo devoraba, también se lo confirmaba. Una vez más, la mujer alzó el rostro. Para encontrarse con la mirada ardiente de Arthur detrás del pasamontañas que ocultaba sus emociones. Su sangre comenzaba a hervir, se estaba quemando viva. Lo lamía con codicia, haciéndole sentir que él era lo único en que podía pensar. En ese momento a él le asustó el sentido de posesividad que Jennifer le t
──────⊰·☆·⊱──────Estaba a punto de correrse de nuevo, sentir tal placer debería estar completamente prohibido. Arthur y el invitado se movían con tal sincronización, que parecían uno solo. Cuando uno empujaba dentro de los delicados pliegues de su sexo, el otro se detenía para retroceder lentamente, estirando y quemando aquel agujero que para muchos era tema tabú. Haciendo que el vaivén de los dos hombres, la llevara de nuevo por una montaña rusa de emociones, y sensaciones. Si el placer era un pecado, entonces ella se quemaría en el infierno. Porque en ese momento, se había entregado completamente al deseo de ser poseída. Y cuando la intensidad del orgasmo la arroyó, acabó con cualquier pensamiento razonable. Hasta la habilidad para habar la perdió en ese instante. Ya que no articulaba palabra alguna, solo emitía monosílabos con la respiración entrecortada. No quedó duda de que sus compañeros eran buenos amantes, la hab