XXV Hechizados

Por entre las otoñales nubes que tapiaban el cielo, unos vigorosos rayos de sol iluminaron el bote a remos en el que Sara y Misael se habían aventurado. Imaginó ella que el hombre conseguiría algo más grande, con motor y cómodos espacios. Vislumbró incluso un yate, no le sería difícil con la fortuna que se gastaba, pero allí estaba él ahora, remando con una deslumbrante sonrisa.

—Nunca dejas de sorprenderme.

—No sé que hice, pero gracias. Por cierto, tu blusa se transparenta un poco y veo tu brasier.

Los repentinos rayos del sol habían permitido que usaran ellos ropas menos gruesas. Sara se inclinó hacia él y esperó que se acercara en la siguiente brazada de los remos.

Él sonrió. Los labios de la mujer lo esperaban, como si fueran su destino.

Y no escapó de ellos esta vez.

*El invierno estaba ya llegando a su fin, dejando poco a poco a la ciudad dar un respiro a su inclemencia. Dos meses habían pasado desde el incidente en la casa del lago y nadie había hablado más del asunto. El s
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