XXVIII Vulnerada

Ingrid Muñoz había quedado desempleada hacía poco. Se pasaba las tardes viendo la telenovela mientras esperaba que la llamaran a alguna entrevista de trabajo. Después se iba a arreglar el jardín. No importaba que su árbol ya no tuviera hojas, siempre había que recoger las de alguien más y el árbol de los vecinos se estaba quedando sin ninguna. Todo el jardín se estaba secando desde que la mujer se fuera.

No es que espiara a sus vecinos, pero con la ventana abierta, ella oía cosas y había oído la discusión que acabó con ella fuera de casa.

Esa tarde, la mujer había vuelto y pronto oyó los gritos. Ya imaginaba la razón, los hombres solos se volvían locos y él ya la había reemplazado. Una sabrosa discusión por celos la aguardaba. Abrió la ventana como si subiera el volumen del televisor.

"¡No! ¡No te atrevas, Jay!"

Ruidos de cosas cayendo.

Gruñidos.

Por lo que sabía, sus vecinos no tenían perros.

"Ayúdenme".

Un grito desgarrador de la mujer.

A Ingrid las manos le temblaban imaginan
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